Fidel en el periódico La Demajagua y las fotos de un aficionado
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El 18 de diciembre de 1986, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, y su hermano Raúl, retornaron a Cinco Palmas, intramontano paraje del actual municipio granmense de Media Luna, donde 30 años atrás habían vuelto a verse, al cabo de 13 días de andar dispersos por el lomerío, tras el combate librado por los expedicionarios del yate Granma en Alegría de Pío, Niquero.
Aquel histórico reencuentro, en 1956, ha transcendido como muestra del optimismo y fe en la victoria de Fidel, que después de abrazar a Raúl y conocer que este y sus cuatro acompañantes traían fusiles, exclama: “Cinco, más dos que yo tengo, siete ¡Ahora sí ganamos la guerra!”. Y la ganaron.
Además de asistir, en 1986, a la conmemoración de la efeméride mencionada, ese día el Líder Histórico de la Revolución visita la Facultad de Ciencias Médicas de Manzanillo, de donde partió hacia Campechuela para inaugurar un taller textil y luego el Palacio de Pioneros Comandante Juan Vitalio Acuña, en Media Luna; localidad en la que intercambió con los colectivos del policlínico comunitario Capitán Raúl Podio Saborit y de un círculo infantil, y habla a cientos de lugareños desde el museo Casa Natal de Celia Sánchez Manduley.
En la jornada siguiente recorre, en Manzanillo, un centro de desove de camarón, inaugura la carretera Miradero-La Sal y de ahí se traslada a la zona de desarrollo de la camaronicultura, y al hospital Fernando Echenique, en Río Cauto.
Durante la sesión vespertina visita, en la capital granmense, el museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes, desde cuyo balcón dirige la palabra al pueblo congregado en frente; la ampliación del hospital que lleva, también, el nombre del Padre de la Patria, y el instituto preuniversitario de ciencias exactas Silberto Álvarez Aroche.
La tercera jornada la dedica a recorrer las instalaciones de la Unidad Editora del periódico La Demajagua y la gráfica José Joaquín Palma, que deja inaugurada oficialmente.
EN EL PERIÓDICO DE LA PROVINCIA DE GRANMA
A las 9:40 a.m. del sábado, 20 de diciembre de 1986, en un yipi soviético de cuatro puertas, el Comandante en Jefe llegó al edificio conocido como Poligráfico, en la Ciudad Monumento Nacional. Desde varias horas antes los trabajadores esperaban con ansiedad su arribo.
Subió, con pasos firmes, como lo hacía por los senderos de la Sierra Maestra, los escalones de acceso a la planta alta donde se editaba el entonces diario (ahora es semanario) granmense, recorrió todos los departamentos de la institución, de la cual significó su contribución considerable al trabajo político, económico y social de la provincia.
En la Unidad Gráfica, hojeó La Demajagua de la edición correspondiente a ese día, e inquirió por los más mínimos detalles de la tirada, cantidad de ejemplares, las revoluciones de la máquina rotativa y procedencia del resto de los equipos como linotipos, fotograbadoras y fundidoras de tejas.
Hoy el Poligráfico se dedica solo a la confección de impresos comerciales, para todo el sector empresarial, con un cambio de tecnología de plomo a offset.
En tanto La Demajagua, ahora con todo su proceso de producción digitalizado, desde la redacción de los textos, realización, e impresión, esta última en Holguín, ha procurado mantener y acrecentar su encargo social en estas tres décadas.
Juan Farrell Villa, reportero, resume el sentir del colectivo, al destacar sobre la presencia de Fidel: “Fue un día memorable, en el que periodistas, correctores, fotógrafos, trabajadores de los servicios, vibramos de emoción; fue aquel como un premio a muchos años de entrega para los más viejos, y un enorme desafío para los bisoños”.
El compromiso nació, entre otras, en las siguientes frases del invicto líder: “Como ayer en la guerra, y como después en estos años duros de la Revolución, ustedes los granmenses, conserven su eterno espíritu patriótico, espíritu revolucionario, su entusiasmo, y que esta provincia esté en el pelotón de la vanguardia para alcanzar los objetivos del Socialismo y el Comunismo”.
(…) “Si hacemos las cosas mal no le podemos echar la culpa a los yanquis, los yanquis fastidian, obstruccionan, nos obligan a gastar enormes recursos cada año en la defensa.
(…) “Tenemos que darles duro a las cosas mal hechas, de las cuales somos responsables nosotros mismos.
(…)”Yo creo que adquirí el derecho a considerarme también granmense”.
Días después, en sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, refiriéndose a su reciente estancia en el oriental territorio, dijo: “Granma es un ejemplo del inagotable entusiasmo revolucionario de nuestro pueblo”.
Esa ha sido y continuará siendo la disposición de todos los granmenses, quienes tienen la gloria de saberse abrazados a su líder por indestructibles lazos. Lo demostraron, una vez más, durante las recientes jornadas de homenaje a él tributado tras su deceso en la noche del 25 de noviembre del año actual.
MIS FOTOS MÁS PRECIADAS
Cuando cumplía el Servicio Militar en la Marina de Guerra Revolucionaria (1969-1972), un compañero nombrado Omar, de la zona de Maceo, en la actual provincia de Holguín, llevó a la unidad de superficie, cuya tripulación ambos integrábamos, una cámara fotográfica soviética, marca Lubitel 2, de película de 120 milímetros, prestándomela para que hiciera algunas fotos de todos nuestros compañeros, de las cuales conservo algunas. Fue el despertar de una afición que se mantiene.
Después, los fotorreporteros Héctor Sarmiento, en Banes, y Lino Valerino, Agustín Rodríguez, Ernesto López, Fernando Ravelo y Rafael Martínez, en La Demajagua, me enseñaron no solo a tirar fotos, sino a montar los negativos en riles, revelarlos e imprimirlos.
Poco a poco me hice de cámaras, lentes, filtros, flash y maletín, y comencé a practicar periodismo de mochila o polivalente, como se dice ahora, por cuanto me auto transportaba, escribía y graficaba mis productos periodísticos.
Como no formaba parte del equipo del periódico La Demajagua que cubría el mencionado recorrido del Comandante en Jefe por territorio granmense, dudé en cuanto a llevar medios de fotografía ese día 20 de diciembre al trabajo, y al final opté por jugar la carta de intentarlo.
Como no tenía chaleco de fotógrafo con varios bolsillos, me puse una guayabera cuyos bolsillos de abajo atiborré de rollos de 136 milímetros y 36 fotogramas, y llevé la Praktica alemana fuera del estuche, con un pequeño electrónico que al disparar la cámara se descargaba completo y tardaba unos segundos en estar listo de nuevo.
En la sala de espera del Poligráfico había visitantes, algunos conocidos, a quienes saludé y delante de ellos alisté la cámara, pues sin preguntárselo supe que su función era la de velar por la integridad del Líder Histórico de la Revolución.
Llega Fidel, cientos de personas en los alrededores lo vitorean y aplauden, él los saluda con una mano y yo, tímidamente, lo enfoco una, dos, tres, muchísimas veces.
Lo sigo durante todo su recorrido por el laboratorio fotográfico, frente al cual mi hija Magdenis, de casi cinco años, le entrega una hermosa rosa búlgara; sala de télex, pasillos; talleres de impresión en la planta baja y acto inaugural del poligráfico José Joaquín Palma.
Obturaba la cámara sin parar, para captar cuanto más pudiera su gestualidad.
Le hice decenas de fotos, algunas de ellas seleccionadas por Bartolomé Martí Pons (fallecido) en ese momento director de La Demajagua, para publicarlas en sus páginas.
Ahí están, junto con los negativos, gracias al cuidado de mi esposa y colega, Ángela Valdés García, activa presidenta de la delegación de base de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) de jubilados y colaboradores en Granma, con las cuales ella y Lino Valerino Cámbar han montado dos exposiciones en la Casa de la Prensa, en Bayamo.
Inspirada en el verso No hay un solo altar sin una luz por ti, de la canción Cabalgando con Fidel, de Raúl torres, con tres de esas fotos Angelita hizo un altar y en él encendió velas.
Puede que tengan defectos en cuanto a composición u otros detalles técnicos, pero son mis fotos más preciadas.