Canción eterna a Fidel
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La noticia de la muerte de Fidel fue un shock tan fuerte para Raúl Torres, que le costó recuperarse. «No podía aceptarlo, creía que no era cierto. Después me vino un estremecimiento, una angustia que, como casi siempre me sucede en momentos de mucha emoción, de catarsis, se transformó en música, en canción», admite ante Juventud Rebelde el autor de Candil de nieve y Frío, quien al mismo tiempo considera no ha saldado la deuda que aún siente que tiene.
«No me hallo satisfecho. Para mí Cabalgando con Fidel no está terminada. Estoy convencido de que puedo escribir muchas, muchas estrofas, algo así como una canción infinita, que es la que se merece Fidel. Ese es el sentimiento que ahora me embarga. Amigos míos me comentan: “Raúl, ¡cómo has logrado resumir todo!”, y yo permanezco callado, pues creo que faltan más imágenes que dar...
«Veo a Fidel conduciendo el Granma otra vez, con Cuba entera junto a él, con todos los agradecidos… Lo veo en el aire, con un batallón de aves —las cuales somos nosotros los cubanos… También lo veo en la montaña, acampando con todos esos universitarios que estuvieron en la vigilia donde acudimos Buena Fe y yo...».
A los 15 años Raúl Torres pudo saludar al Comandante en Jefe en la escuela donde estudiaba, pero el instante que guarda en un lugar muy especial de su memoria tuvo lugar hace dos o tres años, en una de las salas del Palacio de las Convenciones de La Habana, donde le pudo cantar El regreso del amigo, que compuso en honor al Comandante Eterno Hugo Chávez.
«Esa vez él me pidió que me le acercara y me dio su mano, la cual sentí muy suave. Entonces me agradeció. En ese momento lo sentí tan humilde y tan enorme, yo no cabía en mi cuerpo. A partir de ese momento mi carrera tuvo un verdadero sentido».
Así y todo, Raúl Torres ha encontrado en las redes sociales a personas que lo ofenden, pues según ellas ha echado a perder su carrera cantándole a los héroes. «A esas personas no me cansaré de decirles: le canto a los héroes, a los amores que he tenido, a la naturaleza, a la sociedad, a todo aquello que me inspire. Pero además esas canciones en las que les he cantado a los héroes, el pueblo enseguida se las queda, y dejan de ser mías porque el pueblo las hace suyas.
«Y es justo cuando me siento en la cima de mi carrera y orgulloso, porque regreso a mis raíces, a lo que aprendí en Cuba. Eso es lo más auténtico en un cubano: reconocer en sí mismo los valores transmitidos por Fidel, los valores transmitidos por nuestro Comandante en Jefe».
Entre el dolor y el orgullo
Fue el cantautor Eduardo Sosa quien convocó a Annie Garcés para que se encontraran en los Estudios Abdala. Ocurrió en las primeras horas del sábado siguiente al viernes terrible, recuerda esta muchacha que se graduó de flauta, aunque no concibe su vida sin que el canto esté presente. «En cuanto llegué, hallé al maestro Pancho Amat, quien se encargó de la dirección musical, y a Sosa con Raúl Torres. Al poquito rato se nos unió Luna Manzanares», cuenta.
De inmediato convergieron en Cabalgando con Fidel cuatro voces extraordinarias, historias personales, recuerdos, alegrías y tristezas para darle cuerpo a aquella canción «tan sentida y hermosa. Tal parecía que cada una de las estrofas habían sido escritas para ser cantadas por nosotros. No había modo de no identificarse con ese mensaje que expresa dolor por la pérdida física de Fidel, pero que también está lleno de amor y esperanzas».
Afirma Annie que jamás había vivido algo como lo presenciado por ellos en Bayamo, cuando estrenaron Cabalgando con Fidel ante una multitud que fue a acompañar al líder de la Revolución en su último paso por ese territorio y que lo recibió con vítores cuando comandaba la Caravana de la Libertad. «La gente coreaba la canción, se abrazaba, lloraba...».
Antes, todos ellos, los intérpretes de Cabalgando con Fidel, se había cruzado en Taguasco, Sancti Spíritus, con la caravana que trasladaba las cenizas hacia el cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. A partir de ese momento la escoltaron hasta llegar a Camagüey.
«Sin dudas, era muy doloroso constatar cómo la gente se secaba las lágrimas y no podía aguantar el grito, pero uno se llenaba de una fuerza inmensa al ver cómo el pueblo, que se movía en camiones, en carretas, guaguas, a pie, se adueñaba de las aceras, de las calles, de los parques, las plazas, los balcones, para expresar no solo su admiración y apego a las ideas del Comandante, sino también su compromiso con la Revolución.
«Y en esas circunstancias, Cabalgando con Fidel se convirtió en un himno. Era difícil cantarla porque había que luchar contra el nudo que se nos hacía en la garganta... De veras ha sido un gran honor para mí».
De cantos y privilegios
Luna Manzanares no esconde su satisfacción al decir que Raúl Torres es para ella una persona muy entrañable, «amigo querido, además de uno de mis compositores favoritos.
«Hemos trabajando juntos en varias ocasiones y me complace tremendamente cantar sus canciones. Hay mucha afinidad entre el compositor y la intérprete. Por eso no existe manera de que pueda rechazar algún proyecto en el cual él esté involucrado.
«Esta vez cuando me llamó y me dijo: “Necesito tu voz aquí”, aunque no me explicó para qué me quería, enseguida imaginé de qué se trataba. Si le había compuesto semejante canción dedicada a Hugo Chávez, inferí en qué podía estar empeñado en medio de un suceso que había conmocionado a nuestro país.
«En cuanto la tuve en mis manos, Cabalgando... me trajo a la mente unas imágenes tan fuertes, tan emotivas, tan cercanas... Me hizo mucho bien, ser parte de este proyecto, porque Raúl Torres nos entregó una canción honesta, humana, llena de una emotividad que nos llega a todos.
«Debo confesar que me “batí” fuertemente con Sosa para que me dejara cantar sola la estrofa que al principio compartíamos los dos, pues era una estrofa que me tocaba en lo más profundo...
«Sí, constituyó un enorme privilegio poder cantar una canción que será eterna, y sobre todo haber participado en este tributo a un hombre tan grande, tan brillante, tan excepcional como Fidel».