Palabras de Miguel Barnet Lanza, presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba
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Queridos compañeros y compañeras;
Pueblo santiaguero heroico siempre;
Querido Raúl:
Es esta la ocasión más triste que he tenido en mi ya larga vida como escritor y revolucionario. Hablar de nuestro Fidel, cuando él no está físicamente, me produce un gran dolor. Nunca hubiera querido que mis palabras de elogio a su persona, a su vida, fueran en su ausencia.
Para mí, sin embargo, es un alto honor poder recordar su extraordinario mérito como genio político, como auténtico revolucionario y como intelectual comprometido con su época y con el destino de la humanidad. Fidel rompió el esquema del político tradicional. Devolvió a la política lo que ella es en su esencia: un arte para llevar felicidad a los seres humanos.
Fue un incansable luchador por la paz y contra las burdas trapisondas de la demagogia y el populismo. Su ética, acompañada de una dignidad a toda prueba, lo convirtió en un paradigma de los siglos XX y XXI, con un pensamiento y una acción sin precedentes en la historia política del continente latinoamericano.
Ninguno de sus contemporáneos podrá medirse con su estatura de gigante. Definió para nuestro país un nuevo concepto de nación y con ello contribuyó a una moderna concepción de lo verdaderamente revolucionario. Fue a las raíces de la historia para extraer de ella su más nutricia savia. Combatió los males de la República neocolonial siendo apenas un joven estudiante universitario. Fue líder por vocación martiana y ejemplo para sus coetáneos.
Así, dio inicio a la forja de un grupo de acciones políticas que culminarían con el triunfo de la Revolución socialista. Nada lo detuvo, ni las contingencias de un revés militar o las duras experiencias de combatiente en la Sierra Maestra.
Desde siempre fue artífice de la unidad, y enfrentó tendencias políticas e intereses encontrados. Luchó en una selva feroz de frívolas y mezquinas aspiraciones burguesas. Y triunfó con la tenacidad expresada en aquel apotegma de “si salgo llego, si llego entro, y si entro triunfo”.
Nadie lo superó, ni su más acérrimo enemigo pudo vencerlo, porque él conjugó su talento de estratega militar con su capacidad intelectual y su vasta cultura. Articuló de manera armónica el pensamiento bolivariano, martiano y marxista, lo que le dio a la Revolución Cubana una proyección de universalidad única en el mundo. Desde ese postulado, defendió la independencia de Argelia, combatió la injusta guerra en Vietnam y luchó contra el apartheid en África.
Su antimperialismo no tuvo treguas ni fue rehén de concesión alguna. Su visión geopolítica fue su arma más eficaz para ganar todas las batallas al enemigo. Fue un maestro en la creación de una conciencia nacional, política y cultural a través de la prensa, y en sus discursos en foros políticos y particularmente en los Congresos y Consejos Nacionales de la UNEAC y de la UPEC. Su capacidad movilizadora no tuvo precedentes en la historia de Cuba.
Ese fue el Fidel estadista, pero el intelectual no quedó a la zaga. En sus históricas “Palabras a los intelectuales” diseñó la plataforma de la política cultural de Cuba, con una visión democrática e inclusiva. Se organizó la campaña de alfabetización, —primer gran logro cultural de la Revolución— y se crearon instituciones que promovieron las artes y las letras como el ICAIC, la Casa de las Américas, La Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el sistema de enseñanza artística y un grupo de instituciones que han promovido el desarrollo del país. El libro dejó de ser un privilegio para convertirse en artículo de primera necesidad. Todo ese programa, ¡todo!, fue iniciativa de Fidel y uno de sus mayores legados. Y en el momento más difícil del período especial, cuando casi estuvimos tocando fondo, la máxima con la que clausuró un Consejo de la UNEAC fue “la cultura es lo primero que hay que salvar”.
Ese es Fidel, el hombre que nos ilumina. Hace apenas unos días un periodista me preguntó, ¿Cómo será Cuba sin Fidel? Y yo le contesté “Cuba sin Fidel no sería la Cuba que es hoy, ¿concibe usted a Cuba sin Martí?”
Cierro estas palabras con un poema que escribí hace 40 años y que titulé Fidel.
Es cierto que los poetas
Atrapan instantes de la vida
Y los fijan en la historia
Generalmente el pasado
vago y nostálgico
o el presente inmediato con sus fuegos sutiles
y sus reverberaciones
Pero, qué difícil atrapar el futuro,
y colocarlo para siempre
en la vida de todos los poetas,
de todos los hombres.
Fidel, los escritores y artistas cubanos no te olvidaremos nunca, nosotros también somos Fidel.
Gracias (Aplausos y Exclamaciones de: “¡Viva Fidel!”)