Fidel en casa
Date:
Source:
Auteur:
“Ténganme por uno de ustedes” dijo una vez el Comandante en Jefe dirigiéndose a los periodistas cubanos, y en otra escribió que con ellos se sentía en familia. Esas expresiones, en alguien que en toda su vida ha profesado un respeto indeclinable a la verdad y un desprecio profundo a la demagogia, expresan un sentimiento sincero, que podemos aquilatar cuando recordamos que la comunicación y la prensa fueron parte inseparable de la práctica política a la cual Fidel Castro se entregó desde muy joven.
Esa familia fue creciendo en torno al líder revolucionario desde los primeros compañeros que lo apoyaban en los radio-mítines, los días de Radio Rebelde en la Sierra Maestra, hasta la prensa revolucionaria que siguió al triunfo de enero de 1959. Se extendió a otras latitudes con la Operación Verdad ese mismo año; abarcó también a colegas que trabajaban en la televisión y se hizo más fuerte y numerosa al enfrentarse al imperialismo yanqui y a los negocios mediáticos en Cuba, opuestos a las medidas de beneficio popular.
Sin embargo, en momentos trascendentales de la historia del proceso revolucionario cubano, Granma fue el mismo escenario donde se impartían simultáneamente las orientaciones a las direcciones de las organizaciones de masas, a las instituciones del Estado y al pueblo mediante editoriales, artículos y noticias relacionadas con determinados acontecimientos. Uno de esos momentos el compañero Juan Marrero lo relató en detalle pues fue protagonista de una intensa movilización en Cuba, dirigida por el propio Fidel desde este diario, para solidarizarnos con el hermano pueblo de Perú, víctima de un fuerte terremoto en junio de 1970.
“Hace falta sangre para ayudar a los peruanos”, tituló Fidel uno de los dos editoriales que escribió, y en el otro, diez días después, informaba de las 104 594 donaciones voluntarias de sangre por parte de los cubanos. Otras situaciones excepcionales requirieron también que la dirección política del país se trasladara para el periódico Granma, como, por ejemplo, tras los acontecimientos desencadenados por la provocación en la Embajada del Perú en La Habana, en mayo de 1980 y las respuestas que se sucedieron como las marchas del pueblo combatiente, y la autorización para la emigración de cubanos por la bahía del Mariel.
Muchas lecciones de ética, historia, política, y también de periodismo, recibió la familia de Granma de parte del Comandante en Jefe. Para mí quizá la más impactante de todas, por su dramatismo e impacto en la nación, y que retrata la entereza de su carácter, fue cuando informó en un acto, que no era posible el cumplimiento de los diez millones de toneladas de azúcar en la zafra de 1970.
En la medianoche llegó al periódico y escribió con tinta roja y en letras de molde, en el reverso de un despacho cablegráfico la palabra “Derrota”. Era su propuesta de gran titular de la próxima edición. Los que estábamos allí no compartíamos ese encabezamiento de la noticia del día, pues era conocido por todos su descomunal esfuerzo personal y la hazaña nacional de millones de cubanos que, no obstante el incumplimiento de la meta, lograban la producción azucarera jamás alcanzada por el país.
Nos oponíamos por distintas razones, pero él se mantenía firme. Su principal argumento, de una honestidad impresionante, era que el día anterior, cuando se logró la libertad de los pescadores secuestrados por un comando terrorista, el principal diario cubano había salido a la calle con un cintillo casi a media página que decía “Victoria”. Y se marchó de la redacción sin poderlo convencer.
Ya avanzada la madrugada de mayo de aquel año, Fidel regresó y dijo: “Vamos a titular de otra forma”. La primera plana del día 20 fue muy aleccionadora, valiente y justa. En ella se asumía la autocrítica con honor y se llamaba al combate: “No alcanzaremos los diez millones”. “Hemos trabajado como los más por esto, hemos dedicado hasta el último átomo de nuestra energía, de nuestro pensamiento, de nuestro sentimiento, y lo único que me resta por decirle a cualquier cubano, a aquel que en lo más hondo le duela esta noticia, que ese mismo dolor es el dolor que sentimos nosotros y el mismo dolor que sienten todos nuestros compañeros”. “¡Más coraje y valor que nunca!” Y como conclusión, el pensamiento que guió las acciones futuras: “Debemos tener la entereza revolucionaria de convertir el revés en victoria”.
El diario Granma en aquellos años estaba integrado por un colectivo mucho mayor que en la actualidad, pues laboraban en este, tipógrafos, impresores y quienes se ocupaban de la distribución del periódico y pasarían años después a otras entidades. No pocos de aquellos compañeros conocían a Fidel, desde sus primeros vínculos con algunos importantes medios de prensa; incluso en el taller, donde el joven revolucionario escogía el tamaño de los tipos de letra para los titulares de sus trabajos.
Años después, ya como estadista, continuó visitando esa importante área que las tecnologías actuales han hecho desaparecer; saludaba a sus antiguos conocidos, se preocupaba por sus condiciones de trabajo, por su alimentación y conversaba largamente con ellos como viejos amigos. Recuerdo a Silvio Rayón, el regente, quien provenía de Alerta, diario que publicó importantes trabajos escritos por Fidel; y también, por supuesto, a los periodistas que integraban la redacción, que fueron sus compañeros en Radio Rebelde, como Jorge Enrique Mendoza, director del rotativo, Ricardo Martínez y Orestes Valera.
Otros testigos de aquellas noches y madrugadas, redactores, fotógrafos, caricaturistas, correctores, diseñadores, directivos, secretarias, trabajadores de archivo o de servicio pueden narrar pasajes, anécdotas y recuerdos, que constituyen momentos memorables de sus vidas porque coincidimos en tiempo y espacio con un hombre excepcional, conductor de un pueblo y de una de las revoluciones más grandes de la historia universal, que a 90 años de su nacimiento es fiel a sus principios, a sus ideas y ejemplo de entrega al trabajo en beneficio de los demás.