A las armas… por amor
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“Luchar por la paz es el deber más sagrado de todos los seres humanos”. Y sin embargo esa lucha en ocasiones puede tomar las armas. Martí lo entendió desde muy temprano en su vida, que el amor a la Patria es el “odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”; y por ese amor a veces la guerra se hace necesaria.
Para Fidel la defensa de la Patria ha sido una constante en estos 90 años. Está expresado en sus acciones y sus propias palabras, cuando dijo que “[...] la defensa del país no es un fenómeno exclusivamente militar, es, ante todo, un conjunto de medidas de carácter político y económico, encaminadas a crear las condiciones necesarias para enfrentar todos los peligros y obtener la victoria [...]”.
Como estudiante universitario la trinchera de combate fue la FEU, a través de la cual emprendió la lucha contra los corruptos. Luego vino el enfrentamiento desde las líneas del Partido Ortodoxo. Mas cuando el golpe de Estado de Batista cerró el camino a la política, las armas resultaron el único modo de abrirse paso para derrocar el oprobio en el que habían sumido a la nación.
Aquel 26 de julio de 1953 fue la primera muestra de los sacrificios que Fidel y los jóvenes de su generación estaban dispuestos a hacer por amor a su país. Ni la prisión ni los avatares del exilio debilitaron el espíritu. El ideal era mucho más alto que las pruebas y por ello ni siquiera los sucesos de Alegría de Pío lograron mellar la fuerza de sus convicciones. El 18 de diciembre de 1956, con apenas 12 hombres, siete fusiles y un ejército de 80 000 efectivos y armas modernas por delante, Fidel ratificó que vencerían. Tal era el poder de ese amor.
La historia de Cuba está llena de relatos de hombres y mujeres de paz a quienes el compromiso con el destino de su Patria los llevó a combatir. Gente sencilla que en virtud de ese afecto raigal se transformaron en grandes generales que condujeron a los cubanos a la victoria. Fidel se convirtió en uno de ellos.
La lucha en la Sierra lo reafirmó como líder no solo en el plano político, sino que sacó a relucir sus dotes como estratega militar, que supo remontar la cruenta ofensiva del ejército de la tiranía y llevar al triunfo a hombres que pelearon con desventaja numérica, peor armados y en su gran mayoría, sin experiencia de guerra.
Pero el 1ro. de enero de 1959 solo marcó un cambio en el modo en que había que defender la Patria. Conquistada la verdadera independencia, la lucha sería entonces por preservar esa soberanía, la de decidir los destinos del país, y construir al fin una nación con todos y para el bien de todos.
Fidel comprendió como nadie que no hay ejército más fuerte que un pueblo. En particular uno como el cubano, que tanto en las ciudades como en las montañas había hecho enormes sacrificios por la libertad.
La salvaguarda de esa conquista tan preciada y cara solo podía estar en manos del pueblo. Es por ello que desde los primeros momentos a esos hombres y mujeres humildes correspondió la protección del país; ya fuera organizados en milicias para limpiar nuestros montes de aquellos que mataban pagados y armados desde el extranjero, como parte del naciente ejército de la Revolución y los órganos de la seguridad del Estado, en los Comités de Defensa de la Revolución, o en la trinchera de combate, como les correspondió a muchos durante la invasión a Girón y los días de la Crisis de octubre.
Esta concepción es la que perdura hoy, incluso convertida en Ley; porque cada cubano tiene derecho a luchar por su país y a preservarlo de quienes intenten hacerle mal. Un espacio en el que la mujer está en primera fila, desde las Marianas de la Sierra hasta el batallón de la Brigada de la Frontera.
Fidel convirtió la defensa de la Patria, en todos sus frentes, en parte esencial de su vida, y al pueblo en su mejor aliado, su mayor confianza y la fuerza mayor. Y todo por la paz.
Si como estratega venció con su inteligencia y su conducción de las tropas, a los mercenarios en 1961; si como estadista brilló en los días de octubre de 1962, como dijera el Che; no fueron menos importantes sus batallas en defensa de Cuba durante la Operación Verdad, en la ONU, aclarando al pueblo sobre los peligros y amenazas que se cernían sobre nosotros en cada momento.
Fue ese liderazgo esencial en los triunfos que también en la esfera militar consiguió esta pequeña Isla asediada por ataques piratas, sabotajes, bloqueos y eternas campañas mediáticas. Cada denuncia ante el mundo era un modo de decir que Cuba no buscaba la confrontación, sino el respeto a su decisión soberana de construir el socialismo; pero que llegado el momento, no dudaríamos en dar hasta la vida.
Fidel no ha dejado nunca de luchar por Cuba, y eso hace hoy, desde el campo de las ideas. Eternamente por amor a esta tierra, la paz y lo mejor del ser humano.