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El espectáculo hermoso de un pueblo luchando por la libertad

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Periódico Granma

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El levantamiento ar­mado del 30 de No­viembre de 1956, en San­tiago de Cuba, aún conmueve 58 años después por la precisión con que Frank País Gar­cía organizara y dirigiera la heroica acción, que en apoyo al desembarco del Granma él describiera como el espectáculo hermoso de todo un pueblo luchando por la libertad.
 
Para asegurar el cumplimiento de la mi­sión que en los encuentros de agosto y octubre en México personalmente le asigna Fidel, el joven de 21 años se transformó en lo que el General de Ejército Raúl Castro ha calificado de “ejemplo de fidelidad inquebrantable al compromiso contraído (…) y de absoluta confianza en la victoria”.
 
Desde aquel momento, personalmente va aglutinando a los elementos más destacados en la lucha, y de cabal identificación con el alegato La Historia me Absolverá, encabeza la búsqueda de armas y asume acciones clandestinas que van creando el hervidero revolucionario propicio para el desembarco al sur de la Sierra Maestra.
 
A inicios de noviembre, Frank junto a José Tey (Pepito), Léster Rodríguez y Arturo Duque de Estrada, conciben en el domicilio de este último, ubicado en San Fermín 358 (donde luego se recibiría el telegrama anunciando en clave la partida del Granma), el plan destinado a desviar la atención de las fuerzas batistianas sobre los expedicionarios.
 
Entre las acciones trazadas estarían el asalto a las estaciones de la Policía Nacional y la Policía Marítima, bombardeo al cuartel Moncada con un mortero, el bloqueo y cerco de esa fortaleza, el destrozo de la pista del aeropuerto, asalto a ferreterías para conseguir armas, y la fuga de presos políticos en la cárcel de Boniato.
 
Para apreciar el alcance y magnitud de la idea trazada sobre un plano de obras públicas de la ciudad de Santiago de Cuba, baste señalar que las acciones involucraban a unos 350 com­batientes, quienes se concentrarían la noche previa en 29 casas cuarteles acondicionadas por decenas de compañeras y compañeros.
 
Igualmente fueron escogidas nueve viviendas para los médicos, enfermeras y otras compañeras adiestradas en auxilios a posibles heridos, y en varios hogares se confeccionaron los uniformes verde olivo y brazaletes con el diseño del M-26-7 aprobado en México, que los propios combatientes costearían a razón de siete pesos el módulo.
 
En imprentas y mimeógrafos se editaron proclamas y bonos del frente de propaganda revolucionaria, mientras que cuidadosamente fueron seleccionados los pocos vehículos a utilizar, y en diversos sitios estuvieron ocultas las armas arrebatadas al enemigo en atentados o conseguidas en intensas gestiones por toda la isla.
 
De manera especial, la casa de la integrante del Estado Mayor del Alzamiento, Vilma Espín (en San Jerónimo 473) se convirtió en punto de coordinación de esas acciones, es utilizada para la grabación de la arenga que se transmitiría al pueblo por la radio provincial, y escogida luego por Frank para reorganizar la lucha.
 
En tan cuidadosa planificación resulta interesante observar que la selección del personal, su adiestramiento militar, la labor ideológica, la discreción y compartimentación, el empleo del factor sorpresa en pos del éxito y otros detalles, re­velan cómo el pensamiento de acción de Frank y la concepción desarrollada por Fidel en el Moncada, coinciden el 30 de Noviembre.
 
Para describir aquella heroica jornada, en que Santiago de Cuba estuvo por espacio de más de dos horas en manos de los combatientes del Movimiento 26 de Julio, luciendo por vez primera en sus calles el glorioso uniforme verde olivo, nada como el magistral testimonio del propio Frank País.
 
“La ciudad amaneció bajo un tiroteo general. Armas de todos los calibres vomitaban fuego y metralla. Alarmas y sirenazos de los bomberos, del cuartel Moncada, de la Marina. Ruido de los aviones volando a baja altura. Incendios en toda la ciudad. El Ejército Revolucionario dominaba las calles y el ejército de Batista pretendiendo arrebatarle ese dominio”.
 
“La población entera de Santiago, enardecida, aliada a los revolucionarios cooperó unánimemente… era hermoso el espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía en el momento más difícil de la lucha”, añadió para destacar esa reacción popular vista antes en la protección a los asaltantes del Moncada.
 
En la más temeraria acción protagonizada en Loma del Intendente con el asalto e incendio a la Estación de la Policía Nacional, cayeron heroicamente los jóvenes revolucionarios José Tey Saint-Blancard (Pepito), Otto Parellada Hecha­varría y Antonio Alomá Serrano (Tony). Otros diez valerosos combatientes resultaron heridos en los diferentes puntos atacados.
Tras la retirada de los combatientes, francotiradores y grupos de sabotajes clandestinos dispersos por la ciudad prolongaron el desconcierto de las fuerzas del régimen, que pese a su ventaja en cantidad de efectivos y armamento, reportaron en general un mayor número de bajas.
 
Como es conocido, algunas de las acciones cuidadosamente planificadas fallaron a última hora, y factores adversos retrasaron el arribo del Granma. No obstante, el 30 de Noviembre que­dó por siempre en la historia de Cuba, con esa trascendencia que justamente ha valorado el General de Ejército Raúl Castro:
 
“Desde ese instante la ciudad de Santiago de Cuba entró en una etapa de guerra sin cuartel contra la tiranía y, además, a partir de ese mo­mento los combatientes del 30 de Noviem­bre, Frank País y la ciudad de Santiago de Cuba se convirtieron en el primer punto de avanzada de la eficiente retaguardia, en que se transformó todo el pueblo de Cuba, en apoyo al núcleo guerrillero que, sobreponiéndose a los reveses iniciales, llegó a organizarse en la Sierra Maestra”.
 
Tan así fue, que de aquellos combatientes del levantamiento armado cayeron 35 a lo largo de la gesta revolucionaria hasta alcanzar la victoria, que permite hoy rendirles tributo no solo con el homenaje que los santiagueros les dedican cada 30 de noviembre, sino también con una ciudad que se reordena y embellece para ser digna de sus héroes y mártires.