Ha triunfado plenamente la Revolución
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El año nuevo de 1959 sorprendió a Fidel y a la Comandancia General del Ejército Rebelde acampados en el batey del central América. Ya en la mañana del 1ro. de enero, unos rebeldes le comunicaron que, según varias emisoras de radio de La Habana, Batista había huido y el general Cantillo encabezaba una Junta Cívico Militar. “¡Es una cobarde traición! ¡Una traición! ¡Pretenden escamotearle el triunfo a la Revolución!, Ahora mismo me voy para Santiago. Hay que tomar Santiago ahora mismo”, dijo el Comandante en Jefe.
Apoyado en un armario, comenzó a escribir en una libretica de notas su respuesta al golpe de Estado. Poco tiempo después Radio Rebelde, desde Palma Soriano, la transmitiría en su voz a toda Cuba: “¡Revolución sí; golpe militar no! ¡Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución no, porque solo serviría para prolongar la guerra! EI pueblo y muy especialmente los trabajadores de toda la República, deben estar atentos a Radio Rebelde y prepararse urgentemente en todos los centros de trabajo para la huelga general e iniciarla apenas se reciba la orden si fuese necesario para contrarrestar cualquier intento de golpe contrarrevolucionario”.
Camilo y Che recibieron la orden de avanzar hacia La Habana. Con Raúl, Almeida y efectivos del Primer, Segundo y Tercer Frente, el líder de la Revolución entró triunfante en Santiago. El Señor de la Vanguardia, en la tarde de ese día, partió con su Columna Dos desde Yaguajay y tras una breve parada en Santa Clara, donde se entrevistó con el Che, siguió rumbo al cuartel Columbia, en La Habana. Entretanto, el Guerrillero Heroico comenzó a preparar su tropa con vistas a cumplir la encomienda de Fidel: la toma de la fortaleza de La Cabaña.
LA CARAVANA DE LA LIBERTAD
A media mañana del 2 de enero, mientras todo el país secundaba la huelga general revolucionaria convocada el día primero en Palma Soriano, Camilo y la columna Dos aún transitaban por tierras matanceras y muchos de los cuarteles del país (Bayamo, Matanzas, Columbia y La Cabaña en La Habana) todavía seguían en manos de unas muy bien armadas tropas batistianas. Fidel partió de Santiago de Cuba al frente de la Caravana de la Libertad por el camino viejo de El Cobre, para después enrumbar por la Carretera Central. Años después rememoraría el comandante Juan Almeida: “Nunca antes esta carretera se había visto congestionada de personas, así es en Baire. Al paso por Jiguaní, la población corre hacia la vía. En Santa Rita hay un cordón humano a ambos lados”.
Las tropas batistianas acantonadas en Bayamo se rindieron incondicionalmente. A las once de la noche entraban Fidel y la Caravana a la Ciudad Monumento. Ya de madrugada (3 de enero), desde el ayuntamiento, el líder histórico de la Revolución se dirigió al pueblo bayamés. A cientos de kilómetros, en La Habana, Che tomaba posesión de La Cabaña. Horas antes Camilo había hecho lo mismo en el campamento Columbia.
CESE DE LA HUELGA
La Caravana de la Libertad continuó su marcha y tras paradas en Holguín (3 de enero, horas de la tarde) y Las Tunas, entró en la mañana del 4 de enero, bajo una lluvia de flores y vivas de la multitud, a la ciudad de Camagüey.
Según la prensa de la época, Fidel sorprendió a los agramontinos por su inagotable resistencia, su preocupación por todo y por todos. “¿Cómo está todo en el cuartel? ¿Y la huelga aquí cómo está?”, inquirió con los dirigentes locales del Movimiento 26 de Julio (M-26-7). “El cierre es absoluto”, estos respondieron. Fidel indagó nuevamente: “¿El pueblo tiene comida suficiente? Si no, pídanle a las bodegas que abran y que despachen… ¿Están abastecidos los hospitales, las clínicas y los asilos? Averigüen eso bien porque no puede faltarles nada… ¿Habrá comida suficiente para la tropa? Ocúpense de esto, que toda esta gente tiene hambre”. Alguien se interesó: ¿Dónde va a dormir usted, Comandante?”. “De mí no se preocupe, procure sitio para los muchachos”.
CMQ radio lo entrevistó y el Comandante en Jefe aprovechaba la oportunidad para anunciar el fin de la huelga: “Ha triunfado plenamente la Revolución. Comuniquen la noticia a los trabajadores y a los líderes obreros nuestra solicitud de que cese la huelga inmediatamente y que ya el pueblo pueda plenamente disfrutar de la alegría del triunfo”.
DE SANTA CLARA A CIENFUEGOS
De nuevo en la carretera, al pasar por Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Guayos, Cabaiguán y Placetas, la Caravana era recibida con gritos de júbilo. Al amanecer del 6 de enero llegaba a Santa Clara. El periodista Carlos Lechuga esperaba allí para entrevistar a Fidel pero fue él quien prácticamente entrevistó a Lechuga: “¿Cómo está La Habana? ¿Qué dice la gente?”.
Al mediodía le habló al pueblo en el parque Leoncio Vidal. Una delegación de cienfuegueros le solicitó que fuera a la Perla del Sur antes de seguir viaje a La Habana. Fidel interrogó con la mirada a Enrique Oltusky, entonces coordinador del M-26-7 en la región central. Este le dijo: “La comida está casi lista y los compañeros te esperan. Mejor vas después”. Fidel montó en un automóvil. Oltusky se adelantó para ultimar los preparativos del almuerzo. Pero en vez del homenajeado, le llegó un mensajero: “Fidel dice que vayamos con él a Cienfuegos, que no hay tiempo para almorzar ahora y que después nos reuniremos”.
En la Perla del Sur, como en otros lugares, la gente abarrotó las aceras para recibirlo. La ciudad estaba en manos del llamado Segundo Frente Escambray, el cual había designado como jefe militar de la plaza a William Morgan, un sujeto que se había caracterizado durante la etapa insurreccional por una actitud sectaria contra otras organizaciones revolucionarias, como el M-26-7 y el Directorio Revolucionario. Rememoraba Oltusky: “Morgan insistía en que Fidel le acompañara a Cayo Loco, una islita en la bahía donde estaba enclavada la principal base naval de la costa sur… Meterse en Cayo Loco con Morgan era como meterse en una ratonera”.
“No te preocupes”, Fidel calmó a Oltusky. Pero el ambiente de tensión que hallaron en Cayo Loco no era para tranquilizarse. Los marinos batistianos aún conservaban sus armas. Los hombres de Morgan confraternizaban con estos. El Comandante en Jefe se encaramó encima de un cajón y comenzó a hablarles. Se hizo un silencio absoluto. Poco a poco los rostros adustos fueron cambiando su expresión y atronadores aplausos hicieron estremecerse a la base naval: “¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel!”.
UN MOMENTO DECISIVO DE NUESTRA HISTORIA
El 8 de enero, al llegar la Caravana a la capital, el pueblo habanero se desbordó lleno de júbilo. En la Virgen del Camino, Camilo se sumó a la comitiva. Almeida rememoraba: “Pasamos frente al castillo de Atarés, los elevados del ferrocarril y la planta eléctrica de Tallapiedra. Desde el cuartel de San Ambrosio nos saludan los soldados rebeldes y los milicianos (del M-26-7)”.
Cerca del Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución), Fidel se detuvo para saludar al pueblo. La caravana volvió a enrumbar por el Malecón, continuó por calle 23, avenida 41, avenida 31. En Columbia (hoy Ciudad Libertad) el recibimiento fue apoteósico. Desde el polígono de la entonces primera fortaleza militar de Cuba, Fidel dialogó con el pueblo. “Creo que este es un momento decisivo de nuestra historia. La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa.
Y sin embargo queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizás en lo adelante todo sea más difícil”, afirmó.
Jorge Oller, años después fotorreportero de Granma, fue testigo presencial de este discurso: “Tres palomas de una casa cercana despertaron por la algarabía y los aplausos del pueblo. Atraídas por la luz de los reflectores que iluminaban fuertemente a Fidel, comenzaron a revolotear alrededor de él. Una de ellas se posó en su hombro izquierdo mientras que las otras dos caminaban por el borde del podio. Los flashes de las cámaras se sucedían uno tras otro y los aparatos de cine funcionaban sin parar para captar aquella increíble escena… (que) presagiaba el destino de la Revolución y de Fidel, construir una sociedad culta, saludable, justa, libre y soberana, digna de aquella merecida demostración de confianza y cariño que le había dado el pueblo”.