En el camino a la libertad
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Una parada aquí, otra allá, el tránsito de los vehículos se detenía por la multitud que se aglomeraba a cada paso. El júbilo del pueblo era incontenible. Hubo lágrimas de emoción, y también de evocación a quienes ya no estaban y no pudieron ver el triunfo revolucionario. La ruta seguida por la Caravana de la Libertad, a cuyo frente venía el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, crecía a cada instante.
Así sucedió el 8 de enero de 1959, cuando hizo su entrada victoriosa a La Habana. Más de medio siglo después, testigos excepcionales del hecho, los Héroes de la República de Cuba Antonio Enrique Lussón Battle y Ramón Pardo Guerra, no pueden contener la emoción al describir sus anécdotas a cientos de jóvenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y del Ministerio del Interior (Minint), reunidos en la Gran Unidad de la Gloria Combativa Rescate Sanguily, Orden Antonio Maceo.
Cuenta el General de División de la Reserva Lussón Battle, hoy vicepresidente del Consejo de Ministros, que había estado en La Habana en una ocasión y que solo la conocía clandestinamente, pero lo vivido ese día ha perdurado por siempre en su memoria. «Todos estábamos rebosantes de entusiasmo, en especial el pueblo, que salió a recibir a Fidel y los barbudos, que traían otro aire de libertad para Cuba».
Al salir la Caravana con Fidel de Holguín para La Habana, Raúl le encomendó que cuidara mucho al Comandante en Jefe, que escogiera los mejores hombres y le organizara una escolta. «Tuve el privilegio de establecerla y nuestra Columna venía a la vanguardia. Los compañeros que se designaron estuvieron junto a Fidel durante el recorrido y casi todo el año 1959 y algunos más».
Entre los momentos valiosos que han marcado su vida en ese trayecto de la Caravana, asegura que está el gesto de Fidel cuando el día 8, a pocas horas de entrar victoriosas las fuerzas rebeldes a la capital, partió hacia Cárdenas para cumplir la palabra empeñada consigo mismo al conocer la muerte en 1957 de José Antonio Echeverría.
«Fue a la casa de José Antonio, donde abraza a la madre del mártir, a sus familiares, y acude al cementerio, deposita flores y le rinde homenaje». Añade que también está la entrada de la Caravana por el Cotorro y el impacto de la población con las personalidades de Camilo y de Fidel. «Lo que se vivió allí fue grande, la euforia era tanta, que el pueblo lloraba de alegría».
Recuerda también el momento en que una paloma blanca se posó sobre los hombros de Fidel, ya entrada la noche, cuando hablaba a los capitalinos desde el cuartel Columbia, hoy Ciudad Libertad. «Cuando veo esas fotos me emociono más todavía...»
La ciudad de Santiago de Cuba, todavía sin reponerse de los ataques aéreos y del dolor por la muerte de muchos de sus hijos, despidió a una parte de las tropas del Che que, por órdenes de Fidel, partieron hacia La Habana a tomar la Cabaña. En ese grupo estaba el General de División Pardo Guerra, hoy jefe del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil.
«Como a las cuatro partió la Caravana el día 2, como se había previsto. En todo ese trayecto hasta llegar a La Habana para tomar la Cabaña, nos contagiamos del júbilo del pueblo. En las ciudades grandes nos deteníamos algún tiempo, mientras el Che hacía contacto con Camilo, jefes del 26 de Julio y con militares del ejército derrotado.
«Había una gran cantidad de carros en la vía y de pueblo alegre por todas partes, con sus manos extendidas para saludar a los rebeldes. En la madrugada del día 3 llegamos a la capital y fue impresionante la entrada y el recorrido por las avenidas».
Evoca que ese día pusieron pie en la línea del triunfo. «Era nuestra conquista después de lucha, combates y compañeros muertos y heridos». Añade que el Che llamó al orden, la disciplina y el respeto entre la tropa. A la entrada del túnel de la bahía de La Habana, estuvimos para recibir entonces el 8 de enero la Caravana.
«Fue una gran dicha y sobre todo un deseo especial, porque allí venían cinco hermanos míos y no sabía la situación que tenían. Veía pasar compañeros y otros más, hasta que uno me gritó: No te preocupes que ahí vienen todos. La alegría era inmensa, el pueblo en la calle se abrazaba…».
También de especial, añade, fue reencontrase con sus compañeros de la Columna no. 8, con combatientes de la Sierra Maestra, muchos de los que no sabíamos si habían sobrevivido. «Fue una carga muy fuerte de alegría y tristeza, pero lo más importante era que la Revolución había triunfado».
Estas evocaciones de Pardo Guerra, que también forman parte de su libro Guile, combatiente del Ejército Rebelde, presentado este miércoles a los jóvenes, formaron parte de las actividades organizadas por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), las FAR y el Minint a propósito del aniversario 56 de la entrada de Fidel a La Habana.
La actividad, en la que se unieron varias generaciones de cubanos de ayer y de hoy, ocurrió en medio de una acampada juvenil que, desde ayer, en áreas aledañas a la Gran Unidad, recordó este hecho histórico y sirvió a la vez de regalo al X Congreso de la UJC.