Dieciocho días inolvidables
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Ya se habían logrado los acuerdos de París que abrían el camino a la paz en Viet Nam. El 12 de septiembre de 1973, hace 40 años, Fidel Castro encabezaba una delegación del Partido y el Gobierno de Cuba que llegaba a Hanoi, la capital de la República Democrática de Viet Nam. No lo hizo directamente desde La Habana, antes estuvo en Trinidad y Tobago, Guinea (Conakry), Argel, Bagdad y Nueva Delhi.
Como reportero del diario Granma tuve el privilegio de dar cobertura a todo el recorrido, aunque quedé con una insatisfacción que cuatro décadas no han podido borrar: ser excluido del pequeño grupo de periodistas cubanos que junto a Fidel traspasaron el Paralelo 17 y que en el sur de Viet Nam se reunieron con los combatientes del Ejercito de Liberación Nacional. Las razones de esto las explicaré más adelante.
Aquel histórico viaje comenzó en Puerto España, Trinidad y Tobago. Allí, en un pequeño hotel muy próximo al aeropuerto, Fidel sostuvo un encuentro con los primeros ministros de Trinidad y Tobago (Eric Williams), Jamaica (Michael Manley), Guyana (Forbes Burnham) y Barbados (Errol Barrow). Allí les agradeció la actitud de valentía que habían tenido esos países caribeños, meses antes, de establecer relaciones con Cuba, o sea al asumir una posición común en desobediencia a la política que había impuesto Estados Unidos a la mayoría de los países de la región.
Recuerdo algo importante de aquel encuentro. Fidel les habló de la necesidad que tenía los países de América Latina y el Caribe de integrarse y cooperar entre ellos. Y decía algo que entonces era solo un sueño: “Debemos tener una organización regional que defienda nuestros intereses sin los Estados Unidos”. No hubo que esperar demasiado. En este siglo XXI eso se materializó con la creación de la Comunidad Económica de Latinoamérica y el Caribe (CELAC).
En el mismo avión de Cubana de Aviación viajaron a Guinea (Conakry), Fidel, Manley y Burnham, quienes fueron recibidos por el líder africano Sekou Touré. Y, en el mismo avión, esos cuatro mandatarios llegaron a Argel el 6 de septiembre para participar en la IV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (NOAL). Ese encuentro, en el que participaron 70 países, se caracterizó en una primera etapa por un torrente de oratoria retórica, huidiza, anticomunista y derechista de varios Jefes de Estado y Gobierno que con ello trataron de asestarle un golpe mortal a los principios anticolonialistas, antiimperialistas, progresistas y democráticos del movimiento que comenzó a gestarse en Bandung.
Sus discursos en la tribuna y la sabiduría política del presidente de Argelia, Houari Boumediene, de Fidel Castro, de Indira Gandhi, de la India, del arzobispo Makarios, de Chipre, y de otros dirigentes impidieron que esa cumbre terminara en un fracaso. La tendencia anticomunista fue derrotada y los derechistas salieron desmoralizados y las fuerzas progresistas fortalecidas. Entre sus acuerdos más importantes estuvo el rechazo a la criminal agresión norteamericana y el apoyo a la heroica lucha de resistencia del pueblo de Viet Nam. Durante la cumbre varios países anunciaron su reconocimiento al Gobierno Provisional de Viet Nam del Sur. Otro acuerdo fue el respaldo al amenazado gobierno popular de Salvador Allende en Chile, cuyo canciller Clodomiro Almeida lo representó en la cumbre de Argel.
Tras concluir la cumbre, y efectuar una escala en Bagdad, donde Fidel sostuvo un encuentro con el presidente Saddam Hussein, el 11 de septiembre el IL-62 de Cubana de Aviación levantó vuelo hacia Nueva Delhi. Estando en el aire se reciben las primeras noticias sobre los trágicos acontecimientos que tienen lugar en Chile. Aproximadamente a las 6 de la tarde (hora de la India) se llega a la capital india, donde la delegación cubana recibe la confirmación sobre la muerte de Allende y que las fuerzas fascistas habían tomado el Palacio de la Moneda.
Les cuento que este periodista, quien había conocido a Allende cuando dio cobertura a su visita en Cuba, quedó profundamente impresionado y afectado. Pasé por un estado de crisis que me produjo vómitos constantes, diarreas y mareos. No pude salir de la habitación 11 (¿coincidencia?) que me asignaron en el moderno hotel Ashoka. No pude, pues, participar en las actividades que desarrolló Fidel esa noche en Nueva Delhi. Supe que a las 4 de la madrugada seguiríamos viaje a Hanoi. A eso de las 3 de la madrugada bajé a tomarme un te y le conté a Fundora y Robreño, que eran los jefes del grupo de prensa, lo que me pasaba. “En ese estado creo que tendrás que quedarte aquí en Delhi. Hablaré con la embajada”, me dijo Fundora. Volví a mi habitación y recogí mi maletín de mano. Salí a la calle y pedí al chofer del carro que me habían asignado que fuéramos para el aeropuerto. Fui de los primeros que subí al avión, un IL-18, pues el IL-62 debía quedarse en tierra ya que la pista de aterrizaje en Hanoi es corta. Cuando llegó Fundora, y cuando esperaba una fuerte reprimenda, lo que hizo fue preguntarme cómo seguía. “Mejor, le respondí, no podía perderme este viaje a Viet Nam”, país al que ya conocía pues tres años antes había estado en él como corresponsal de guerra. Al poco rato de levantar vuelo el avión, el equipo médico del Comandante me vio, me inyectó y desperté cuando llegué a Hanoi, en horas del mediodía.
La bienvenida a Fidel fue apoteósica. Centenares de miles de vietnamitas bajo una temperatura de más de 30 grados centígrados se alinearon a lo largo de diez kilómetros. Escribí en un primer despacho para Granma: “El calor ofrecido por el pueblo vietnamita a Fidel y a la comitiva oficial que lo acompaña sobrepasa el límite de lo descriptible. Hanoi está de fiesta…la visita de Fidel ha conmocionado a cada hombre y mujer, a cada joven y anciano, a cada niño. Hay que verlos en las calles ansiosos por ver a Fidel, hay que verlos desplegando pequeñas banderas de Viet Nam y Cuba al paso de la delegación cubana, hay que verlos gritando en español Viva Cuba, Viva Fidel. Estas expresiones llegan profundamente a nuestros corazones porque sabemos que brotan de rostros de héroes de la guerra, de forjadores de la victoria contra la agresión yanqui”.
Le Duan, primer secretario del Partido de los Trabajadores de Viet Nam, Pham Van Dong, primer ministro, y Vo Nguyen Giap, el héroe de Dien Bien Phu, dieron la bienvenida a Fidel en el aeropuerto. Por vez primera se usó en Viet Nam un auto descubierto para recibir a un Jefe de Estado o Gobierno que lentamente avanzó hasta el Palacio Presidencial. Y allí Fidel dijo: “Viet Nam es el más extraordinario ejemplo del espíritu revolucionario de un pueblo. Por eso hemos viajado desde Cuba, tan distante geográficamente, pero tan cerca en las ideas y en los sentimientos”. Ese mismo primer día comenzaron las conversaciones oficiales entre las delegaciones de Viet Nam y Cuba y hubo una cena de bienvenida a Fidel.
La visita se había programado para dos semanas, pero los acontecimientos en Chile determinaron fuese acortada.
El 13 de septiembre, Fidel visitó la casa en que vivió el presidente Ho Chi Minh, situada justamente al lado del Palacio Presidencial. Lo hizo acompañado por Pham Van Dong y Giap. Esa casa fue construida en los días en que los bombardeos yanquis a Hanoi fueron más intensos. Recorrió la habitación donde el tío Ho falleció el 1 de septiembre de 1969. Y allí, Pham Van Dong comentó: “El sueño más profundo de Ho Chi Minh era ir al sur. Pero en los últimos años de su vida él estaba muy delicado físicamente, y así y todo él nos pedía: “Quiero ir ahora al Sur para unirme a los combatientes”. También Fidel estuvo en el estuario, fuera de la casa, donde Ho Chi Minh acostumbraba a sentarse en los atardeceres y dar alimentos a sus peces.
El propio día Fidel estuvo en el Museo del Ejército Popular de Viet Nam. Y allí, ante una maqueta, Giap le explicó detalladamente la batalla de Dien Bien Phu, que se extendió por 55 días, y que puso fin al dominio colonial francés en Viet Nam. Fidel, como ha sido siempre su estilo, ansioso de conocer cada detalle, hizo numerosas preguntas al héroe vietnamita. Algunas de ellas: ¿Qué posibilidades tenían las fuerzas francesas de reforzar por tierra a Dien Bien Phu? ¿Por qué no intentaron reforzar por tierra? ¿Cómo hicieron el traslado de los abastecimientos a los defensores de Dien Bien Phu? ¿Cuántos cañones y piezas de artillería tenían? ¿Cómo era las trincheras? Haciendo gala de buena memoria, Giap recordaba con precisión cada cifra. Al final del encuentro, Giap impuso los sellos de combatientes de Dien Bien Phu a Fidel, a Carlos Rafael Rodríguez, a Osmany Cienfuegos, a Héctor Rodríguez Llompart, a Pepín Naranjo, a Melba Hernández, al embajador Raúl Valdés Vivó y a otros integrantes de la delegación cubana.
El 14 de septiembre, una parte del reducido grupo de periodistas, personal médico e incluso algunos integrantes del cuerpo de seguridad del Comandante en Jefe emprendimos camino hacia Haiphong, puerto de Viet Nam que durante muchos años fue centro de los ataques de la aviación norteamericana. Solo quedaron Santiago Álvarez e Iván Nápoles, del ICAIC, y el fotógrafo Pablo Caballero, de los Estudios Revolución, en Hanoi. Pensamos que éramos una avanzada y que detrás vendría la caravana de Fidel. Lo mismo que había ocurrido en Hanoi sucedió en Haiphong. Miles de gentes en las calles para dar la bienvenida a Fidel. En su nombre la recibimos los periodistas cubanos, entre ellos recuerdo a Ricardo Sáenz, de Juventud Rebelde, y a Carlos Mora, de Prensa Latina. Nos entregaron flores e incluso participamos en un mitin de masas de apoyo a Cuba.
Al día siguiente, supimos que Fidel, con una pequeña comitiva, había ido para el sur de Viet Nam. Mucho tiempo después, el compañero Valdés Vivó me explicó que por el adelanto del viaje y para garantizar la seguridad de Fidel hubo necesidad de reducir el grupo que iría al Sur. Fue una decisión entendible de los vietnamitas.
Regresamos a Hanoi, y casi al mediodía del 14 de septiembre nos trasladamos al aeropuerto para recibir a Fidel y a la comitiva cubana. Descendió de un avión An-24, se le veía feliz, y junto a la escalerilla lo recibió el general Giap, quien le dio un fuerte abrazo y, en español, decía: “Gran victoria de Cuba y Viet Nam”. Lo repitió tres veces.
Como periodista de Granma debía hacer algo para que nuestro pueblo tuviese la gran noticia del encuentro de Fidel con los combatientes de Viet Nam del Sur. Se me ocurrió, en el mismo aeropuerto, interrogar a Santiago Álvarez, capaz de sintetizar todo lo esencial que había ocurrido en los dos días del viaje al sur. Titulé la crónica El viaje de Fidel a Viet Nam y el documental “Los cuatro puentes”, que envié a La Habana el 16 de septiembre.
Empecé la crónica así: “Fidel Castro traspasó el paralelo 17, la artificial demarcación militar trazada por los imperialistas yanquis, y visitó las zonas liberadas por los patriotas de Viet Nam del Sur. Este sensacional acontecimiento se produjo durante el sábado, y fue conocido por la población de Hanoi en la mañana de hoy, poco antes de que Fidel descendiese en el aeropuerto de Gia Lam de un AN-24 que lo trajo de retorno desde la Cuarta Zona Militar. Al bajar del avión, el rostro de Fidel reflejaba una inmensa felicidad. No era para menos: acababa de materializar el hermoso sueño de avanzar por los lugares donde la guerra de agresión yanqui alcanzó sus niveles más destructivos y donde, al propio tiempo, las expresiones de heroísmo del pueblo de Viet Nam se sucedieron minuto tras minuto a lo largo de los últimos diez años en el combate contra el más poderoso y criminal imperialismo que ha conocido la humanidad”.
Santiago Álvarez, con esa locuacidad que lo caracterizaba, me contó sobre la experiencia vivida. Lo encontré casi irreconocible usando sobre su cabeza un casco verde que le obsequiaron los combatientes vietnamitas y sus ropas estaban salpicadas de barro rojo. Y aún con un estado de tensión elevado reconstruyó lo que pasó, escena por escena, momento por momento. Del encuentro de Fidel con tres héroes de las milicias en Vinh Linh, de los cráteres abiertos por las bombas yanquis, de la destrucción de caminos y puentes que hicieron difícil avanzar la caravana de jeeps y ómnibus empleados, del cruce del río Ben Hai que corre junto a la ficticia línea del paralelo 17, de la visita a la base de Doc Mien, que formó parte del complejo estratégico electrónico de Estados Unidos, de la colina 241, que los imperialistas llamaban la base Carol, y donde Fidel habló a los combatientes, de la asistencia brindada por nuestros médicos a cuatro trabajadores vietnamitas a los que explotó una bomba mientras labraban la tierra.
Santiago se proponía titular su documental “Los cuatro puentes”. ¿Por qué?, le pregunté, y me respondió: “Ese titulo me lo sugirió el paso por cerca de Dong Ha. Allí hay tres puentes sobre el río Cam Lo. El primero fue construido por los franceses, representa el colonialismo y está hoy destruido; el segundo, construido por los norteamericanos representa el neocolonialismo y también está destruido; el tercero, es obra de los vietnamitas y por él cruzaron Fidel y su delegación, está nuevecito, es modesto, sobre pontones, pero sobre él pasan todos los vietnamitas. “¿Y cuál es el cuarto puente, Santiago? ”Ese es el que yo llamo El Puente de la Solidaridad y de la Amistad con Viet Nam. Ese existe desde hace muchos años por aire, por mar, por tierra, por la radio, por la prensa, por el cine, por los comités de solidaridad de todo el mundo”.
El 18 de septiembre salimos de Hanoi. Se hicieron escalas técnicas en Calcuta y Delhi –aquí se tomó nuevamente el IL-62–, y después en Praga y Gander. Fidel habló en varios aeropuertos con la prensa. Junto con la visita a Viet Nam y la cumbre de No Alineados, muy presente estuvo el tema de la tragedia ocurrida en Chile. Denunció la participación norteamericana en el complot para derrocar a Allende, los métodos fascistas de los militares golpistas y la valentía y dignidad del presidente Allende que lo convertiría en una bandera de lucha para el pueblo chileno.
Treinta y seis horas después estaríamos en La Habana. Fueron 18 días muy productivos e inolvidables.