Fidel y la religión: Una conversación que transciende en los tiempos
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Cubahora
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Un cuarto de siglo y dos años después de la publicación de Fidel y la religión, conversaciones con Frei Betto, los razonamientos allí expuestos, ayudan a entender enigmas actuales del mundo contemporáneo…
Cuando terminó su conversación con Fidel Castro, el fraile dominico brasileño, Frei Betto, sabía que había reunido 23 horas de grabaciones con un material inédito, histórico, confesiones que ningún periodista u otro intelectual lograron extraer a una personalidad de la altura moral y política del entrevistado.
Un cuarto de siglo y dos años después de la publicación de Fidel y la religión, conversaciones con Frei Betto, los razonamientos allí expuestos, ayudan a entender enigmas actuales del mundo contemporáneo , globalizado, abocado al agotamiento de recursos naturales y al exterminio de su especie más desarrollada: el ser humano.
Glosando recientes palabras de su autor, el libro sigue quitando prejuicios y creando puentes entre creyentes y no creyentes, marxistas y religiosos.
Como señalara el doctor Armando Hart Dávalos en 1985, en nota de introducción a la primera edición cubana del libro, que alcanzó más de un millón de ejemplares, al concluir el diálogo entre el militante de profunda fe cristiana y el conocido dirigente comunista, ambos se sintieron más seguros de sus propias convicciones y más interesados en estrechar y profundizar relaciones en la lucha política práctica.
Según observación de Hart, testigo de la conversación, la raíz de este “milagro” se explicaba porque ambos protagonistas de la histórica conversación nutren su pensamiento en las fuentes originales del marxismo y la doctrina cristiana.
“El dogma tan predilecto de los reaccionarios sobre la imposibilidad de entendimiento entre cristianos y comunistas se viene al suelo sobre el fundamento de una comprensión profunda de ambas doctrinas”, anotaba.
Conviene recordar que el militante y filósofo de la Teología de la Liberación, ya con amplia experiencia en el trabajo de base en comunidades obreras y campesinas, no se limitó a formular las dudas más comunes acerca de cómo ven los marxistas la religión y la participación de los creyentes en los movimientos sociales y políticos revolucionarios.
En sus enjundiosas preguntas—en ocasiones tesis—, Betto incluyó sus puntos de vista, a veces complementando detalles, o dando interpretaciones de pasajes bíblicos y, en ocasiones, aflorando respetuosas discrepancias con el entrevistado.
Resalta, al propio tiempo, la atención paciente del Comandante en Jefe a los criterios del interlocutor, sus discrepancias desde el análisis marxista, e incluso, el reconocimiento ante ocasional falta de información sobre algún tema puntual, a pesar de mostrar una no común erudición teológica en dirigentes políticos contemporáneos.
La honestidad ética, intelectual y política del líder de la Revolución se advierte en todo momento. Subrayo, en particular, su confesión sobre la falta de prejuicios para admitir a religiosos en la lucha política por él encabezada a partir del golpe de Estado de Batista, pero a la vez, aprovecha para explicar las causas históricas que condujeron a errores posteriores y discriminaciones de derechos.
En aquellas conversaciones, Fidel reiteraba su respeto y conocimiento de las actividades del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, cuyo ministerio ejercía Juan Pablo II, y de su interés por América Latina y otros países.
Adelantándose a la repercusión que tendría la visita a Cuba en 1998 del también Jefe del Estado Vaticano, el Comandante en Jefe pronosticaba:
“Yo estoy absolutamente convencido de que la visita del Papa sería útil y positiva para la Iglesia, para Cuba y a la vez creo que sería útil para el Tercer Mundo, sería útil en muchos terrenos para todos los países”, señalaba.
DISCRIMINACIONES NO PROGRAMADAS
Acerca de cuestiones tan importantes como la garantía de derechos a todos los ciudadanos, en correspondencia con el respeto constitucional a la libertad religiosa en Cuba, Fidel admitía francamente que hubo discriminaciones en las primeras décadas de la Revolución.Confesaba: “Yo, por principio, no puedo estar de acuerdo con ningún tipo de discriminación.
Así. Te lo digo francamente. Si me preguntan si existe cierta forma de discriminación sutil con los cristianos, te digo que sí, honestamente tengo que decirte que no es una cosa superada todavía por nosotros. No es intencionada, no es deliberada, no es programada.”
Haciendo patente el criterio expuesto a Frei Betto de que la Revolución es como una obra de arte, y que debe ser perfeccionada continuamente, el Estado y las instituciones cubanas enmendaron en poco tiempo los vestigios de la autocrítica formulada entonces por el Comandante en Jefe.
Iría más lejos Fidel en sus definiciones, y argumentaba la libertad religiosa como un derecho inalienable del ciudadano, entre otros principios básicos en cuya defensa descansa toda la obra revolucionaria
“Consideramos que se debe respetar el derecho de los ciudadanos a su creencia, como hay que respetar su salud, su vida, su libertad y todos los demás derechos. Es decir, considero que ese es un derecho inalienable, pudiéramos decir del individuo, a su pensamiento filosófico, a su creencia religiosa, a tenerla o no tenerla….no es una simple cuestión de táctica política.”
Y subrayaba en otra parte:”(…)por razones estrictas de principios, más que políticas, nosotros fuimos consecuentes con las normas revolucionarias de respeto a las creencias e instituciones religiosas.”
Luego de haber sido discutido por toda la militancia partidista, el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (1991) admitió el ingreso a sus filas de los revolucionarios que acepten sus Estatutos y Programa, con independencia de sus creencias religiosas, exclusión que eliminaba una rémora proveniente de los duros enfrentamientos iniciales en la defensa de la Revolución.
ESPIRITUALIDAD E INDIVIDUO
Argumentando con su interlocutor que el socialismo y el comunismo se plantean no solo el progreso material de la sociedad y el individuo, sino también su crecimiento espiritual, el Jefe de la Revolución consideraba lo que podría aportar la religión a ese propósito, siempre partiendo del respeto a la decisión personal.
“Buscamos el más amplio desarrollo material y espiritual del hombre. En esos términos prácticamente lo he planteado yo, cuando hablo de la educación, de la cultura. Tu pudieras añadir, además, su desarrollo espiritual en el sentido religioso. Nosotros planteamos como principios que el individuo ha de tener esa libertada y esa posibilidad”
Tema novedoso en esta conversación, y desarrollado en décadas posteriores a la entrevista, es la posibilidad de cooperación en numerosos terrenos entre las instituciones religiosas y el estado revolucionario, abordado por Fidel al señalar que la unión entre marxistas y creyentes religiosos no se constriñe a una cuestión política, de táctica, sino a estrategias comunes.
“Debieran existir relaciones más estrechas, mejores, debiera haber relaciones de colaboración incluso, entre la Revolución y las Iglesias.”, apuntaba el líder cubano.
Esa tesis la había planteado ya en 1971 y en 1977, durante sus encuentros con representaciones de religiosos en Chile y en Jamaica, cuando sugirió la necesidad de una alianza estratégica entre marxistas y cristianos “para llevar a cabo los cambios sociales necesarios de nuestros pueblos”.
El Jefe de la Revolución, en el ejemplo de la fe cristiana, le argumentaba a Frei Betto cómo es posible lo anterior, recordando una conversación con obispos norteamericanos en la que “les dije que había cosas comunes, que nosotros podíamos suscribir perfectamente casi todos los mandamientos de la ley de Dios, tienen muchos parecidos con los nuestros”.
En tal sentido, destacaba la coincidencia filosófica de la Revolución con preceptos éticos religiosos que predican el amor al prójimo y condenan la mentira, la avaricia, el robo, la malversación, la corrupción.
“Cuando, por ejemplo, la Iglesia desarrolla el espíritu de sacrificio y el espíritu de austeridad, y cuando la Iglesia plantea la humildad, nosotros también plantemos lo mismo cuando decimos que el deber de un revolucionario es la disposición al sacrificio, la vida austera y modesta”.
“Entiendo que amor al prójimo es solidaridad”, señalaba Fidel, el resumir una pregunta sobre el desarrollo espiritual del hombre en la nueva sociedad.
RELIGIÓN, ODIO Y LUCHA DE CLASES
En las cuatro conversaciones con Frei Betto, el fraile y el comunista desmitifican viejos dogmas y mitos sobre el sentido de frases como la “religión es el opio de los pueblos”, o la Revolución atiza el “odio de clases y lucha de clases”, a los que Fidel hace una argumentada explicación que devela la relatividad de los conceptos y su aplicación en Cuba .
Sobre la primera expresión, el líder de la Revolución niega que se pueda asumir como un dogma absoluto, aunque reconoce tal vez sería una verdad ajustada a determinadas condiciones históricas concretas.
“En mi opinión—afirmaba—la religión, desde el punto de vista político, por si misma, no es un opio o un remedio milagroso. Puede ser un opio o un maravilloso remedio en la medida en que se utilice o se aplique para defender a los opresores y explotadores, o a los oprimidos y explotados”.
Luego exponía que la existencia de lucha de clases en la sociedad no fue inventado por los clásicos del marxismo, sino revelado por ellos, derivado de sus estudios sobre la realidad histórica, y cómo el pensamiento martiano, al igual que el de Marx, Engels, Lenin, y de las actuales generaciones de revolucionarios cubanos, no predica el odio a los hombres, sino a los sistemas.
“No predicaron odio contra los hombres, predicaron el odio contra el sistema. Eso es lo que pueden significar los criterios y los principios de la lucha de clases, y también el llamado odio de clases, que no es odio de unos hombres contra otros, sino odio a un sistema de clases, que no es lo mismo”, agregaba
Condenar y combatir el crimen, los abusos, la explotación, las injusticias y las desigualdades sociales, no puede estar contra la religión ni las prédicas cristianas, como tampoco luchar y defender derechos y causas justas, argumentaba.
“Hablábamos días atrás de la historia sagrada, y nos dijeron que hubo luchas incluso en el Cielo entre los ángeles, y si hubo luchas en el Cielo, cómo no van a explicarse las luchas en la Tierra”, añadía.
A veintisiete años de la publicación de Fidel y la religión, texto que se ha editado en 32 países y 23 idiomas, Frei Betto recordó cómo en Cuba, en 1986, le regalaba al Jefe de la Revolución una Biblia en español con la siguiente dedicatoria:
“Al Comandante Fidel, a quien Dios cree y a quien ama.”
Devolvía de ese modo el simbólico presente que su interlocutor le había hecho una de las noches de entrevista, en el que escribió un amistoso texto:
“Aún no lo ha logrado, pero si alguien puede hacer de mí un creyente es Frei Betto. A él dedico este afiche de los primeros años de la Revolución. Fraternalmente: Fidel Castro
Cuando terminó su conversación con Fidel Castro, el fraile dominico brasileño, Frei Betto, sabía que había reunido 23 horas de grabaciones con un material inédito, histórico, confesiones que ningún periodista u otro intelectual lograron extraer a una personalidad de la altura moral y política del entrevistado.
Un cuarto de siglo y dos años después de la publicación de Fidel y la religión, conversaciones con Frei Betto, los razonamientos allí expuestos, ayudan a entender enigmas actuales del mundo contemporáneo , globalizado, abocado al agotamiento de recursos naturales y al exterminio de su especie más desarrollada: el ser humano.
Glosando recientes palabras de su autor, el libro sigue quitando prejuicios y creando puentes entre creyentes y no creyentes, marxistas y religiosos.
Como señalara el doctor Armando Hart Dávalos en 1985, en nota de introducción a la primera edición cubana del libro, que alcanzó más de un millón de ejemplares, al concluir el diálogo entre el militante de profunda fe cristiana y el conocido dirigente comunista, ambos se sintieron más seguros de sus propias convicciones y más interesados en estrechar y profundizar relaciones en la lucha política práctica.
Según observación de Hart, testigo de la conversación, la raíz de este “milagro” se explicaba porque ambos protagonistas de la histórica conversación nutren su pensamiento en las fuentes originales del marxismo y la doctrina cristiana.
“El dogma tan predilecto de los reaccionarios sobre la imposibilidad de entendimiento entre cristianos y comunistas se viene al suelo sobre el fundamento de una comprensión profunda de ambas doctrinas”, anotaba.
Conviene recordar que el militante y filósofo de la Teología de la Liberación, ya con amplia experiencia en el trabajo de base en comunidades obreras y campesinas, no se limitó a formular las dudas más comunes acerca de cómo ven los marxistas la religión y la participación de los creyentes en los movimientos sociales y políticos revolucionarios.
En sus enjundiosas preguntas—en ocasiones tesis—, Betto incluyó sus puntos de vista, a veces complementando detalles, o dando interpretaciones de pasajes bíblicos y, en ocasiones, aflorando respetuosas discrepancias con el entrevistado.
Resalta, al propio tiempo, la atención paciente del Comandante en Jefe a los criterios del interlocutor, sus discrepancias desde el análisis marxista, e incluso, el reconocimiento ante ocasional falta de información sobre algún tema puntual, a pesar de mostrar una no común erudición teológica en dirigentes políticos contemporáneos.
La honestidad ética, intelectual y política del líder de la Revolución se advierte en todo momento. Subrayo, en particular, su confesión sobre la falta de prejuicios para admitir a religiosos en la lucha política por él encabezada a partir del golpe de Estado de Batista, pero a la vez, aprovecha para explicar las causas históricas que condujeron a errores posteriores y discriminaciones de derechos.
En aquellas conversaciones, Fidel reiteraba su respeto y conocimiento de las actividades del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, cuyo ministerio ejercía Juan Pablo II, y de su interés por América Latina y otros países.
Adelantándose a la repercusión que tendría la visita a Cuba en 1998 del también Jefe del Estado Vaticano, el Comandante en Jefe pronosticaba:
“Yo estoy absolutamente convencido de que la visita del Papa sería útil y positiva para la Iglesia, para Cuba y a la vez creo que sería útil para el Tercer Mundo, sería útil en muchos terrenos para todos los países”, señalaba.
DISCRIMINACIONES NO PROGRAMADAS
Acerca de cuestiones tan importantes como la garantía de derechos a todos los ciudadanos, en correspondencia con el respeto constitucional a la libertad religiosa en Cuba, Fidel admitía francamente que hubo discriminaciones en las primeras décadas de la Revolución.Confesaba: “Yo, por principio, no puedo estar de acuerdo con ningún tipo de discriminación.
Así. Te lo digo francamente. Si me preguntan si existe cierta forma de discriminación sutil con los cristianos, te digo que sí, honestamente tengo que decirte que no es una cosa superada todavía por nosotros. No es intencionada, no es deliberada, no es programada.”
Haciendo patente el criterio expuesto a Frei Betto de que la Revolución es como una obra de arte, y que debe ser perfeccionada continuamente, el Estado y las instituciones cubanas enmendaron en poco tiempo los vestigios de la autocrítica formulada entonces por el Comandante en Jefe.
Iría más lejos Fidel en sus definiciones, y argumentaba la libertad religiosa como un derecho inalienable del ciudadano, entre otros principios básicos en cuya defensa descansa toda la obra revolucionaria
“Consideramos que se debe respetar el derecho de los ciudadanos a su creencia, como hay que respetar su salud, su vida, su libertad y todos los demás derechos. Es decir, considero que ese es un derecho inalienable, pudiéramos decir del individuo, a su pensamiento filosófico, a su creencia religiosa, a tenerla o no tenerla….no es una simple cuestión de táctica política.”
Y subrayaba en otra parte:”(…)por razones estrictas de principios, más que políticas, nosotros fuimos consecuentes con las normas revolucionarias de respeto a las creencias e instituciones religiosas.”
Luego de haber sido discutido por toda la militancia partidista, el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (1991) admitió el ingreso a sus filas de los revolucionarios que acepten sus Estatutos y Programa, con independencia de sus creencias religiosas, exclusión que eliminaba una rémora proveniente de los duros enfrentamientos iniciales en la defensa de la Revolución.
ESPIRITUALIDAD E INDIVIDUO
Argumentando con su interlocutor que el socialismo y el comunismo se plantean no solo el progreso material de la sociedad y el individuo, sino también su crecimiento espiritual, el Jefe de la Revolución consideraba lo que podría aportar la religión a ese propósito, siempre partiendo del respeto a la decisión personal.
“Buscamos el más amplio desarrollo material y espiritual del hombre. En esos términos prácticamente lo he planteado yo, cuando hablo de la educación, de la cultura. Tu pudieras añadir, además, su desarrollo espiritual en el sentido religioso. Nosotros planteamos como principios que el individuo ha de tener esa libertada y esa posibilidad”
Tema novedoso en esta conversación, y desarrollado en décadas posteriores a la entrevista, es la posibilidad de cooperación en numerosos terrenos entre las instituciones religiosas y el estado revolucionario, abordado por Fidel al señalar que la unión entre marxistas y creyentes religiosos no se constriñe a una cuestión política, de táctica, sino a estrategias comunes.
“Debieran existir relaciones más estrechas, mejores, debiera haber relaciones de colaboración incluso, entre la Revolución y las Iglesias.”, apuntaba el líder cubano.
Esa tesis la había planteado ya en 1971 y en 1977, durante sus encuentros con representaciones de religiosos en Chile y en Jamaica, cuando sugirió la necesidad de una alianza estratégica entre marxistas y cristianos “para llevar a cabo los cambios sociales necesarios de nuestros pueblos”.
El Jefe de la Revolución, en el ejemplo de la fe cristiana, le argumentaba a Frei Betto cómo es posible lo anterior, recordando una conversación con obispos norteamericanos en la que “les dije que había cosas comunes, que nosotros podíamos suscribir perfectamente casi todos los mandamientos de la ley de Dios, tienen muchos parecidos con los nuestros”.
En tal sentido, destacaba la coincidencia filosófica de la Revolución con preceptos éticos religiosos que predican el amor al prójimo y condenan la mentira, la avaricia, el robo, la malversación, la corrupción.
“Cuando, por ejemplo, la Iglesia desarrolla el espíritu de sacrificio y el espíritu de austeridad, y cuando la Iglesia plantea la humildad, nosotros también plantemos lo mismo cuando decimos que el deber de un revolucionario es la disposición al sacrificio, la vida austera y modesta”.
“Entiendo que amor al prójimo es solidaridad”, señalaba Fidel, el resumir una pregunta sobre el desarrollo espiritual del hombre en la nueva sociedad.
RELIGIÓN, ODIO Y LUCHA DE CLASES
En las cuatro conversaciones con Frei Betto, el fraile y el comunista desmitifican viejos dogmas y mitos sobre el sentido de frases como la “religión es el opio de los pueblos”, o la Revolución atiza el “odio de clases y lucha de clases”, a los que Fidel hace una argumentada explicación que devela la relatividad de los conceptos y su aplicación en Cuba .
Sobre la primera expresión, el líder de la Revolución niega que se pueda asumir como un dogma absoluto, aunque reconoce tal vez sería una verdad ajustada a determinadas condiciones históricas concretas.
“En mi opinión—afirmaba—la religión, desde el punto de vista político, por si misma, no es un opio o un remedio milagroso. Puede ser un opio o un maravilloso remedio en la medida en que se utilice o se aplique para defender a los opresores y explotadores, o a los oprimidos y explotados”.
Luego exponía que la existencia de lucha de clases en la sociedad no fue inventado por los clásicos del marxismo, sino revelado por ellos, derivado de sus estudios sobre la realidad histórica, y cómo el pensamiento martiano, al igual que el de Marx, Engels, Lenin, y de las actuales generaciones de revolucionarios cubanos, no predica el odio a los hombres, sino a los sistemas.
“No predicaron odio contra los hombres, predicaron el odio contra el sistema. Eso es lo que pueden significar los criterios y los principios de la lucha de clases, y también el llamado odio de clases, que no es odio de unos hombres contra otros, sino odio a un sistema de clases, que no es lo mismo”, agregaba
Condenar y combatir el crimen, los abusos, la explotación, las injusticias y las desigualdades sociales, no puede estar contra la religión ni las prédicas cristianas, como tampoco luchar y defender derechos y causas justas, argumentaba.
“Hablábamos días atrás de la historia sagrada, y nos dijeron que hubo luchas incluso en el Cielo entre los ángeles, y si hubo luchas en el Cielo, cómo no van a explicarse las luchas en la Tierra”, añadía.
A veintisiete años de la publicación de Fidel y la religión, texto que se ha editado en 32 países y 23 idiomas, Frei Betto recordó cómo en Cuba, en 1986, le regalaba al Jefe de la Revolución una Biblia en español con la siguiente dedicatoria:
“Al Comandante Fidel, a quien Dios cree y a quien ama.”
Devolvía de ese modo el simbólico presente que su interlocutor le había hecho una de las noches de entrevista, en el que escribió un amistoso texto:
“Aún no lo ha logrado, pero si alguien puede hacer de mí un creyente es Frei Betto. A él dedico este afiche de los primeros años de la Revolución. Fraternalmente: Fidel Castro