No hay otra salida que la Revolución
Date:
00/00/2006
Source:
Periódico Granma
Hace 50 años, la semana antes de la partida en el yate Granma, el Movimiento 26 de Julio en México afronta serias dificultades. Una llamada telefónica urgente informa aquella tarde del sábado 17 de noviembre que agentes de la Dirección Federal de Seguridad allanaron la casa marcada con el número 712 en la calle Sierra Nevada, Lomas de Chapultepec, donde son detenidos Pedro Miret y Enio Leyva, así como la colindante 714, donde reside la periodista cubana Teresa Casuso y se guardan importantes lotes de armas, que son ocupadas.
Otro golpe recibe el Movimiento en la capital mexicana, poco tiempo después cuando agentes de la Dirección Federal de Seguridad se presentan en el apartamento de la Calle Comitán 22, donde reside desde hace algún tiempo el combatiente Arturo Chaumont y que en esos momentos está desocupado. Con una llave que piden al encargado del edificio, agentes penetran al apartamento y van directamente al lugar donde se hallan escondidas las armas, ocupándolas.
Granma, publicará a partir de hoy y hasta el sábado 25, algunos hechos de esa agitada semana de aquel grupo revolucionario empeñado en cumplir la promesa con el pueblo de Cuba: en 1956, seremos libres o mártires.
La mañana del lunes 19 de noviembre de 1956, en la base aérea de San Antonio de los Baños, el presidente Fulgencio Batista recibe del embajador yanki los cuatro aviones de reacción T-33, ante una numerosa comitiva de ministros y periodistas. Varios miembros de la misión militar de los Estados Unidos también participan, entre otros el jefe de la Misión, coronel Harold S. Isaacson, y el jefe de la misión aérea, coronel Leonard S. Dysinger. Luego de un breve discurso del embajador yanki, justificando la entrega de acuerdo al Plan de Ayuda Mutua suscrito entre ambos gobiernos, el tirano Batista hace uso de la palabra, agradeciendo servil la oportuna ayuda norteamericana.
Ese propio lunes 19 de noviembre, el periódico Alerta, cuyo director es el ministro de Comunicaciones del régimen, Ramón Vasconcelos, publica en primera página con el título: DECLARACIONES DE FIDEL CASTRO. PRESTO A DEPONER SU ACTUAL ACTITUD, la entrevista que su enviado especial Benjamín de la Vega hiciera al máximo líder del Movimiento 26 de Julio, con una amplia constancia gráfica del fotógrafo David Heneidi. Cumpliendo la petición hecha por Fidel de no situar el reportaje en territorio mexicano, el periodista matiza casi con ribetes novelescos su encuentro con el líder revolucionario según el cual, luego de tres días de intensa búsqueda en la capital mexicana, al fin pudo hacer contacto con tres jefes de grupos revolucionarios, quienes lo condujeron a un improvisado campo de aterrizaje, donde tomaron una pequeña avioneta de cuatro plazas y tras un accidentado viaje arriban cerca de la costa mexicana de Chetumel, en el estado de Quintana Roo. Allí toman un vehículo hasta el litoral y luego un viejo velero, que después de cuatro horas de viaje los lleva a un caserío marino, en una de cuyas casas aguarda por la llegada del líder revolucionario.
Desde sus comienzos, la entrevista se centra en torno al consabido tema de la conspiración trujillista contra Cuba y la actitud diáfana y terminante que al respecto proclamara el Movimiento 26 de Julio:
Resulta repugnante la contumacia con que los voceros de la dictadura se afanan en mencionar nuestro nombre junto al del déspota dominicano. Eso demuestra la impotencia, la falta de argumentos y de razones para combatirnos. Cuando el régimen tiene que acudir a la mentira simple y descaradamente y atrincherarse en ella porque carece de otros fundamentos para sostenerse, es señal de que está en sus días postreros.
Luego de refutar algunas acusaciones absurdas, entre ellas el envío de algunos miembros del Movimiento a Ciudad Trujillo para entrevistarse con el sátrapa dominicano y hasta el fusilamiento de Pedro Miret en la capital mexicana, anuncia Fidel que presentará por primera vez pruebas fidedignas e irrebatibles contra la conspiración trujillista, pero solo se limitará a mostrárselas y permitirle una fotografía de conjunto, pues las ha prometido a la revista Bohemia, y por consideración y gratitud con su director, Miguel Ángel Quevedo, no podrá revelar el contenido de dichas pruebas a otro órgano. No obstante, informa que Trujillo está reclutando un ejército de gángsteres, aventureros y mercenarios, que reciben un intenso entrenamiento con toda clase de armas en República Dominicana, dirigidos por Policarpo Soler, Jesús González Cartas, Cándido de la Torre y otros, de acuerdo con los documentos capturados recientemente a agentes trujillistas en la capital mexicana.
En cuanto al probable acuerdo de Prío con Trujillo, el líder revolucionario considera falsa dicha versión, aunque expresa en un sutil emplazamiento, que no es él quien debe responder a esas imputaciones, sino el propio Prío. Respecto a la disposición del Movimiento 26 de Julio a aceptar una solución, en vista de la amenaza trujillista, responde:
El Movimiento 26 de Julio ha sustentado su postura sobre el hecho real demostrado durante casi cinco años de que en Cuba no hay otra salida que la Revolución. Si se lograra un acuerdo de Unidad Nacional, sobre la base de una solución decorosa de la crisis interna, tan necesaria hoy frente al peligro extraño, nuestro Movimiento estaría dispuesto a deponer su actitud insurreccional.
En dicha entrevista, Fidel admite la posibilidad de un acuerdo, pero con sólidas premisas que deben cumplirse previamente, las mismas enumeradas el 28 de octubre anterior, en su artículo La Patria y la Revolución en peligro, que no fueron publicadas. Como es de suponer, tales condiciones no resultan del agrado del régimen, que no está dispuesto a ceder a uno solo de los planteamientos. Por otra parte, proclama Fidel lo indispensable de la integración de un nuevo gobierno en dicha coyuntura, aunque conoce que es imposible la mencionada Unidad Nacional bajo la tiranía, pues la amenaza trujillista es tomada por Batista como pretexto para frustrar la Revolución y perpetuarse en el poder:
El Movimiento 26 de Julio no está pidiendo el poder para sí, no aceptaría siquiera la menor participación en ese Gobierno de Unidad Nacional; pide solo que se devuelvan los derechos que perdió el pueblo el 10 de marzo, porque la gran verdad es que desde aquel instante el país está profundamente dividido y no ha habido paz un solo minuto.
A continuación, el líder revolucionario vuelve sobre el tema de la integración de un nuevo gobierno de Unidad Nacional, y ratifica:
Nuestros hombres se comprometen formalmente a no aceptar ningún cargo electoral. Permaneceríamos como fuerza organizada vigilando el curso de los acontecimientos. Y si el país arriba felizmente a una nueva etapa democrática y constitucional, nos sentiríamos más que satisfechos de haber contribuido a redimir a la Patria sin sangre.
Y para que no quede duda alguna sobre el resultado de la gestión y de su incapacidad para dilatar siquiera el cumplimiento del compromiso contraído ante el pueblo, Fidel concluye en un verdadero ultimátum de rendición incondicional de Batista y sus seguidores:
Si en un plazo de dos semanas a partir de la publicación de esta entrevista no hay solución nacional, el Movimiento 26 de Julio quedará en libertad de iniciar en cualquier instante la lucha revolucionaria como única fórmula salvadora. Ratificamos plenamente la promesa de 1956. Pero aún en esas circunstancias, declaramos que si en medio de la lucha, elementos trujillistas invaden a Cuba, estamos dispuestos a hacer una tregua y volver nuestras armas contra los enemigos de la Patria.
Aquel 19 de noviembre, en las oficinas de la Dirección Federal de Seguridad en la capital mexicana, se confeccionan las fichas de identificación y son tomadas las huellas dactilares de los revolucionarios cubanos Pedro Miret Prieto y Enio Leyva Fuentes, acusados de tramar una conspiración contra el gobierno de Cuba, así como la de la periodista Teresa Casuso Morín, por contrabando de armas.
Por esta fecha, Mario Hidalgo recibe la visita en el apartamento de Callejón Sombrerero 9 de Raúl Castro, Ramiro Valdés y Horacio Rodríguez. Luego de conversar, Raúl le orientó que se preparara para trasladarse cuanto antes hacia cierto lugar, para lo cual le traerá el pasaje, una pistola, un par de botas y una maleta que debe llevar, sin ofrecer más detalles. Pero, a última hora, dicha orden es revocada. Regresa Horacio Rodríguez informándole que Arturo Chaumont va en su lugar y allí quedó la cosa. En efecto, Chaumont es trasladado por entonces a Veracruz y permanece en la casa campamento de Simón Bolívar 502 hasta el momento de la partida.
En medio de los intensos trajines conspirativos, por esta fecha arriba a Ciudad México el dirigente comunista Flavio Bravo Pardo, con la finalidad de entrevistarse con Fidel Castro. Al parecer, ya unas semanas antes Osvaldo Sánchez Cabrera lo había hecho con similares propósitos. Por casualidad, Jesús Montané lo encuentra en la avenida Madero y propicia el encuentro. Cumpliendo un acuerdo del ejecutivo del Partido Socialista Popular, en aquella ocasión Flavio Bravo le expresa a Fidel la idea de posponer su regreso a Cuba, ya que considera que la situación interna del país, tanto objetiva como subjetiva, es desfavorable a una insurrección armada y puede estar condenada al fracaso. A su vez, propone a Fidel redactar una carta abierta a todos los partidos políticos y al pueblo en general, llamando a la unidad de la oposición, exigiendo una convocatoria a elecciones generales con garantías para todos, como último intento de hallar una solución pacífica, pues la segura negativa de Batista a esta proposición justificará ante la opinión pública el inicio de la insurrección. Por otra parte, considera el PSP que si se hace coincidir el desembarco con una poderosa huelga azucarera, se incrementarán las posibilidades de éxito. Pero la huelga azucarera solo podrá tener lugar después de comenzada la zafra, en el mes de enero, y por ello propone posponer la fecha de la expedición.
En aquella ocasión, Fidel responde que, aunque comprende los argumentos expuestos por Flavio Bravo, no tiene a esas alturas otra alternativa que regresar a Cuba en la fecha anunciada, tal y como prometiera al pueblo, pues las últimas detenciones de sus compañeros y la ocupación de numerosas armas los han obligado a pasar a la clandestinidad, en esos momentos están sometidos a una intensa persecución y, en caso de posponer la salida, se corre el riesgo de perderlo todo. Le reitera Fidel su esperanza de que a su llegada a suelo cubano, sucederán numerosos levantamientos en todo el país y, aunque queda muy poco tiempo, recaba del Partido su cooperación.
Al despedirse, Fidel Castro recomienda al enviado del PSP que regrese a La Habana en vuelo directo, sin utilizar la compleja vía clandestina que lo llevara a México, con tal de darle a conocer cuanto antes a la dirección del Partido su decisión de no cambiar los planes y al arribo de la expedición extender la lucha a todo el país.
Mientras tanto, los combatientes que se encuentran en el lejano rancho de Abasolo, en Tamaulipas, continúan el intenso entrenamiento. Con fusiles de palo y piedras haciendo las veces de granadas, deben arrastrarse, tirarse de cabeza y disparar. Comúnmente el entrenamiento termina con el asalto final a la posición enemiga, la cual siempre lleva la peor parte.
Concluidas las prácticas, algunos combatientes emplean sus horas de descanso, por la tarde, en bañarse o pescar en el río, otros juegan béisbol. Uno de los más entusiastas es Camilo Cienfuegos, quien organiza los equipos y a cada rato forman una bronca, discutiendo si el lanzamiento es strike o bola. A menudo, algunos combatientes salen de noche a cazar por las serranías cercanas, donde abundan el jabalí, el venado, el conejo, el gato montés, el tejón, el coyote, el tigrillo, además de una enorme variedad de aves, como el guajalote, la paloma y la codorniz. Pero los resultados nunca son los esperados.
Mientras se realizan las guardias nocturnas, casi todos los combatientes se reúnen en torno a las fogatas y escuchan cantar a José Ramón Ponce y Luis Arcos, que todos los días interpreta Sieteleguas y otras canciones mexicanas con mucha voz, aunque completamente desafinado.
Por esta fecha, Fidel Castro visita por última ocasión el rancho María de los Ángeles, donde le informan del descontento de varios combatientes en cuanto a la reducida ración de comida que se les ofrece, lo cual es causa de algunas indisciplinas. De inmediato, Fidel reúne a todos a la orilla del río y les habla de la dura y larga lucha que les espera, donde la mayor parte de ellos quedará en el camino. Por último, plantea que los compañeros que no quieran continuar pueden irse, pero que por lo menos permitan a los dispuestos a sacrificarse seguir luchando por la libertad de Cuba. Luego de las palabras de Fidel un silencio de respeto y emoción se impone por unos minutos en el grupo.
Aquella mañana, después de conversar un rato con los combatientes, Fidel dispone explotar algunos cartuchos de dinamita en un recodo del río Soto la Marina que atraviesa el rancho, lo que proporcionará buena cantidad de pescado para reforzar la ración de los combatientes, un poco escasa por entonces. La tarea es encomendada a Andrés Luján y Manuel Echevarría, quienes luego de amarrar los cartuchos a una piedra y prender la mecha, los lanzan a la profundidad del río donde se ven unos peces grandes. Cuando aquella carga explotó, se produjo un surtidor de agua tan grande que conmovió todos los alrededores y comenzaron a flotar infinidad de peces, algunos incluso que los propios pobladores del lugar no conocían.
Las aguas del río Soto la Marina eran abundantes en varias especies, entre ellas la trucha, la carpa, la perca negra, el bagre y el camanuchil barbudo, algunas desconocidas por los cubanos. Los combatientes llenan casi dos sacos de pescado. También emergen unas jicoteas grandísimas, que varios compañeros capturan cuando andan medio atontadas en la orilla. Aquel día, los combatientes cocinan un arroz con jicotea cuya carne queda tan dura que casi no puede comerse.
Durante todo este periodo, un aproximado de 45 combatientes pasan por el rancho María de los Ángeles, de Abasolo, aunque solo 34 estuvieron de forma permanente, pues el resto solo lo hizo por poco tiempo.
Antes de partir, Fidel dispone el regreso de Walfrido Moreno a Ciudad México, debido a afrontar algunas dificultades en el adiestramiento. Faustino Pérez le dio algún dinero y con un guía sale a Ciudad Victoria. A su llegada a la capital mexicana, Walfrido se dirige a la casa de Cuzco 643, colonia Lindavista, donde permanece hasta finales de noviembre.
Ya por entonces, Fidel Castro considera oportuno mostrar a Faustino Pérez, quien funge como responsable del rancho, la ruta por donde debe conducir a los combatientes hasta el lugar de la partida y mostrarle el barco. Una tarde salen del rancho, acompañados por Cándido González, pasan la noche en el motel El Peñón, en Ciudad Victoria, para luego continuar viaje. Fidel orienta a Faustino en aquella ocasión que se alojen en distintos hoteles en Ciudad Victoria y en Tampico, tratando de comunicarse entre sí.
Finalmente llegan al puerto de Tuxpan, donde está fondeado el yate Granma aún en los arreglos finales. Toman un botecito para acercarse y Fidel señaló el barco. Faustino no puede imaginarse que se trata de aquel yate tan pequeño. Cuando llegan y empiezan a inspeccionar los espacios, para calcular cuántos compañeros pueden caber, Faustino guarda en secreto su impresión y no se lo comunica a Fidel.
Después de su regreso a la capital mexicana, Fidel logra comunicarse con el capitán Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de control de la Dirección Federal de Seguridad, quien le confirma la traición y ofrece más detalles. Por aquel entonces, Gutiérrez Barrios reside en la calle Teziutlán 30, esquina a Caxpa, en el barrio de San Lucas, Coyoacán, y Fidel lo visita en su casa, salen a caminar y conversan en la calle. En esa ocasión, el oficial de la Federal le comenta que los están golpeando demasiado y que aquello no puede ser casual. En el caso de Pedro Miret, Enio Leyva y Teté Casuso, llegó una información muy precisa a la Federal de Seguridad de la cantidad de armas que había y el lugar exacto donde se encontraban. En su opinión, no puede ser otro que algún colaborador cercano a Fidel que está dando información a la embajada cubana y esta pasa los datos a la policía de Gobernación. Se trata evidentemente de una delación y aquello lo comenta Gutiérrez Barrios con Fidel en aquel momento, que lo traiciona una de la gente suya, porque de otra manera no se puede saber.
De esa manera, van precisándose aún más los detalles de la traición. Resulta evidente que un delator hizo posible la captura de una parte de las armas, pero afortunadamente Fidel pudo obtener informes de inteligencia, llegando a conocer qué había ocurrido e incluso hasta los datos que poseía Batista. El negocio ascendía a 25 000 dólares. Pero, por desconfianza mutua, acordaron que el traidor entregara una parte de las armas y por esta primera entrega recibió 5 000 dólares. Después, si informaba el resto de lo que sabía, recibiría los 20 000 dólares restantes. La próxima semana entregaría la otra parte y con ella el barco, que era lo más importante.
Sin embargo, Fidel y sus compañeros no conocerán con certeza y suficientes pruebas quién fue el traidor que puso en peligro todo aquel esfuerzo, hasta años después que se supo por confesión propia del delator Rafael del Pino (*).
(*) Rafael del Pino había desertado unos días antes del campamento de Abasolo. Traicionó la confianza de Fidel, quien desde años atrás lo trató con amistad e incluso participaron juntos cuando el Bogotazo de abril de 1948. Fidel conocía bien que no operaban en Del Pino tanto factores de tipo ideológico, como de amistad, simpatía personal y el gusto por la acción. Se unió al Movimiento en Miami, después de traficar con los auténticos en el envío de armas a Cuba y desde hace algún tiempo trabajaba en Ciudad México como chofer y escolta del líder revolucionario, por lo que llegó a conocer bastante sobre los planes de la expedición, aunque no todo.
Otro golpe recibe el Movimiento en la capital mexicana, poco tiempo después cuando agentes de la Dirección Federal de Seguridad se presentan en el apartamento de la Calle Comitán 22, donde reside desde hace algún tiempo el combatiente Arturo Chaumont y que en esos momentos está desocupado. Con una llave que piden al encargado del edificio, agentes penetran al apartamento y van directamente al lugar donde se hallan escondidas las armas, ocupándolas.
Granma, publicará a partir de hoy y hasta el sábado 25, algunos hechos de esa agitada semana de aquel grupo revolucionario empeñado en cumplir la promesa con el pueblo de Cuba: en 1956, seremos libres o mártires.
La mañana del lunes 19 de noviembre de 1956, en la base aérea de San Antonio de los Baños, el presidente Fulgencio Batista recibe del embajador yanki los cuatro aviones de reacción T-33, ante una numerosa comitiva de ministros y periodistas. Varios miembros de la misión militar de los Estados Unidos también participan, entre otros el jefe de la Misión, coronel Harold S. Isaacson, y el jefe de la misión aérea, coronel Leonard S. Dysinger. Luego de un breve discurso del embajador yanki, justificando la entrega de acuerdo al Plan de Ayuda Mutua suscrito entre ambos gobiernos, el tirano Batista hace uso de la palabra, agradeciendo servil la oportuna ayuda norteamericana.
Ese propio lunes 19 de noviembre, el periódico Alerta, cuyo director es el ministro de Comunicaciones del régimen, Ramón Vasconcelos, publica en primera página con el título: DECLARACIONES DE FIDEL CASTRO. PRESTO A DEPONER SU ACTUAL ACTITUD, la entrevista que su enviado especial Benjamín de la Vega hiciera al máximo líder del Movimiento 26 de Julio, con una amplia constancia gráfica del fotógrafo David Heneidi. Cumpliendo la petición hecha por Fidel de no situar el reportaje en territorio mexicano, el periodista matiza casi con ribetes novelescos su encuentro con el líder revolucionario según el cual, luego de tres días de intensa búsqueda en la capital mexicana, al fin pudo hacer contacto con tres jefes de grupos revolucionarios, quienes lo condujeron a un improvisado campo de aterrizaje, donde tomaron una pequeña avioneta de cuatro plazas y tras un accidentado viaje arriban cerca de la costa mexicana de Chetumel, en el estado de Quintana Roo. Allí toman un vehículo hasta el litoral y luego un viejo velero, que después de cuatro horas de viaje los lleva a un caserío marino, en una de cuyas casas aguarda por la llegada del líder revolucionario.
Desde sus comienzos, la entrevista se centra en torno al consabido tema de la conspiración trujillista contra Cuba y la actitud diáfana y terminante que al respecto proclamara el Movimiento 26 de Julio:
Resulta repugnante la contumacia con que los voceros de la dictadura se afanan en mencionar nuestro nombre junto al del déspota dominicano. Eso demuestra la impotencia, la falta de argumentos y de razones para combatirnos. Cuando el régimen tiene que acudir a la mentira simple y descaradamente y atrincherarse en ella porque carece de otros fundamentos para sostenerse, es señal de que está en sus días postreros.
Luego de refutar algunas acusaciones absurdas, entre ellas el envío de algunos miembros del Movimiento a Ciudad Trujillo para entrevistarse con el sátrapa dominicano y hasta el fusilamiento de Pedro Miret en la capital mexicana, anuncia Fidel que presentará por primera vez pruebas fidedignas e irrebatibles contra la conspiración trujillista, pero solo se limitará a mostrárselas y permitirle una fotografía de conjunto, pues las ha prometido a la revista Bohemia, y por consideración y gratitud con su director, Miguel Ángel Quevedo, no podrá revelar el contenido de dichas pruebas a otro órgano. No obstante, informa que Trujillo está reclutando un ejército de gángsteres, aventureros y mercenarios, que reciben un intenso entrenamiento con toda clase de armas en República Dominicana, dirigidos por Policarpo Soler, Jesús González Cartas, Cándido de la Torre y otros, de acuerdo con los documentos capturados recientemente a agentes trujillistas en la capital mexicana.
En cuanto al probable acuerdo de Prío con Trujillo, el líder revolucionario considera falsa dicha versión, aunque expresa en un sutil emplazamiento, que no es él quien debe responder a esas imputaciones, sino el propio Prío. Respecto a la disposición del Movimiento 26 de Julio a aceptar una solución, en vista de la amenaza trujillista, responde:
El Movimiento 26 de Julio ha sustentado su postura sobre el hecho real demostrado durante casi cinco años de que en Cuba no hay otra salida que la Revolución. Si se lograra un acuerdo de Unidad Nacional, sobre la base de una solución decorosa de la crisis interna, tan necesaria hoy frente al peligro extraño, nuestro Movimiento estaría dispuesto a deponer su actitud insurreccional.
En dicha entrevista, Fidel admite la posibilidad de un acuerdo, pero con sólidas premisas que deben cumplirse previamente, las mismas enumeradas el 28 de octubre anterior, en su artículo La Patria y la Revolución en peligro, que no fueron publicadas. Como es de suponer, tales condiciones no resultan del agrado del régimen, que no está dispuesto a ceder a uno solo de los planteamientos. Por otra parte, proclama Fidel lo indispensable de la integración de un nuevo gobierno en dicha coyuntura, aunque conoce que es imposible la mencionada Unidad Nacional bajo la tiranía, pues la amenaza trujillista es tomada por Batista como pretexto para frustrar la Revolución y perpetuarse en el poder:
El Movimiento 26 de Julio no está pidiendo el poder para sí, no aceptaría siquiera la menor participación en ese Gobierno de Unidad Nacional; pide solo que se devuelvan los derechos que perdió el pueblo el 10 de marzo, porque la gran verdad es que desde aquel instante el país está profundamente dividido y no ha habido paz un solo minuto.
A continuación, el líder revolucionario vuelve sobre el tema de la integración de un nuevo gobierno de Unidad Nacional, y ratifica:
Nuestros hombres se comprometen formalmente a no aceptar ningún cargo electoral. Permaneceríamos como fuerza organizada vigilando el curso de los acontecimientos. Y si el país arriba felizmente a una nueva etapa democrática y constitucional, nos sentiríamos más que satisfechos de haber contribuido a redimir a la Patria sin sangre.
Y para que no quede duda alguna sobre el resultado de la gestión y de su incapacidad para dilatar siquiera el cumplimiento del compromiso contraído ante el pueblo, Fidel concluye en un verdadero ultimátum de rendición incondicional de Batista y sus seguidores:
Si en un plazo de dos semanas a partir de la publicación de esta entrevista no hay solución nacional, el Movimiento 26 de Julio quedará en libertad de iniciar en cualquier instante la lucha revolucionaria como única fórmula salvadora. Ratificamos plenamente la promesa de 1956. Pero aún en esas circunstancias, declaramos que si en medio de la lucha, elementos trujillistas invaden a Cuba, estamos dispuestos a hacer una tregua y volver nuestras armas contra los enemigos de la Patria.
Aquel 19 de noviembre, en las oficinas de la Dirección Federal de Seguridad en la capital mexicana, se confeccionan las fichas de identificación y son tomadas las huellas dactilares de los revolucionarios cubanos Pedro Miret Prieto y Enio Leyva Fuentes, acusados de tramar una conspiración contra el gobierno de Cuba, así como la de la periodista Teresa Casuso Morín, por contrabando de armas.
Por esta fecha, Mario Hidalgo recibe la visita en el apartamento de Callejón Sombrerero 9 de Raúl Castro, Ramiro Valdés y Horacio Rodríguez. Luego de conversar, Raúl le orientó que se preparara para trasladarse cuanto antes hacia cierto lugar, para lo cual le traerá el pasaje, una pistola, un par de botas y una maleta que debe llevar, sin ofrecer más detalles. Pero, a última hora, dicha orden es revocada. Regresa Horacio Rodríguez informándole que Arturo Chaumont va en su lugar y allí quedó la cosa. En efecto, Chaumont es trasladado por entonces a Veracruz y permanece en la casa campamento de Simón Bolívar 502 hasta el momento de la partida.
En medio de los intensos trajines conspirativos, por esta fecha arriba a Ciudad México el dirigente comunista Flavio Bravo Pardo, con la finalidad de entrevistarse con Fidel Castro. Al parecer, ya unas semanas antes Osvaldo Sánchez Cabrera lo había hecho con similares propósitos. Por casualidad, Jesús Montané lo encuentra en la avenida Madero y propicia el encuentro. Cumpliendo un acuerdo del ejecutivo del Partido Socialista Popular, en aquella ocasión Flavio Bravo le expresa a Fidel la idea de posponer su regreso a Cuba, ya que considera que la situación interna del país, tanto objetiva como subjetiva, es desfavorable a una insurrección armada y puede estar condenada al fracaso. A su vez, propone a Fidel redactar una carta abierta a todos los partidos políticos y al pueblo en general, llamando a la unidad de la oposición, exigiendo una convocatoria a elecciones generales con garantías para todos, como último intento de hallar una solución pacífica, pues la segura negativa de Batista a esta proposición justificará ante la opinión pública el inicio de la insurrección. Por otra parte, considera el PSP que si se hace coincidir el desembarco con una poderosa huelga azucarera, se incrementarán las posibilidades de éxito. Pero la huelga azucarera solo podrá tener lugar después de comenzada la zafra, en el mes de enero, y por ello propone posponer la fecha de la expedición.
En aquella ocasión, Fidel responde que, aunque comprende los argumentos expuestos por Flavio Bravo, no tiene a esas alturas otra alternativa que regresar a Cuba en la fecha anunciada, tal y como prometiera al pueblo, pues las últimas detenciones de sus compañeros y la ocupación de numerosas armas los han obligado a pasar a la clandestinidad, en esos momentos están sometidos a una intensa persecución y, en caso de posponer la salida, se corre el riesgo de perderlo todo. Le reitera Fidel su esperanza de que a su llegada a suelo cubano, sucederán numerosos levantamientos en todo el país y, aunque queda muy poco tiempo, recaba del Partido su cooperación.
Al despedirse, Fidel Castro recomienda al enviado del PSP que regrese a La Habana en vuelo directo, sin utilizar la compleja vía clandestina que lo llevara a México, con tal de darle a conocer cuanto antes a la dirección del Partido su decisión de no cambiar los planes y al arribo de la expedición extender la lucha a todo el país.
Mientras tanto, los combatientes que se encuentran en el lejano rancho de Abasolo, en Tamaulipas, continúan el intenso entrenamiento. Con fusiles de palo y piedras haciendo las veces de granadas, deben arrastrarse, tirarse de cabeza y disparar. Comúnmente el entrenamiento termina con el asalto final a la posición enemiga, la cual siempre lleva la peor parte.
Concluidas las prácticas, algunos combatientes emplean sus horas de descanso, por la tarde, en bañarse o pescar en el río, otros juegan béisbol. Uno de los más entusiastas es Camilo Cienfuegos, quien organiza los equipos y a cada rato forman una bronca, discutiendo si el lanzamiento es strike o bola. A menudo, algunos combatientes salen de noche a cazar por las serranías cercanas, donde abundan el jabalí, el venado, el conejo, el gato montés, el tejón, el coyote, el tigrillo, además de una enorme variedad de aves, como el guajalote, la paloma y la codorniz. Pero los resultados nunca son los esperados.
Mientras se realizan las guardias nocturnas, casi todos los combatientes se reúnen en torno a las fogatas y escuchan cantar a José Ramón Ponce y Luis Arcos, que todos los días interpreta Sieteleguas y otras canciones mexicanas con mucha voz, aunque completamente desafinado.
Por esta fecha, Fidel Castro visita por última ocasión el rancho María de los Ángeles, donde le informan del descontento de varios combatientes en cuanto a la reducida ración de comida que se les ofrece, lo cual es causa de algunas indisciplinas. De inmediato, Fidel reúne a todos a la orilla del río y les habla de la dura y larga lucha que les espera, donde la mayor parte de ellos quedará en el camino. Por último, plantea que los compañeros que no quieran continuar pueden irse, pero que por lo menos permitan a los dispuestos a sacrificarse seguir luchando por la libertad de Cuba. Luego de las palabras de Fidel un silencio de respeto y emoción se impone por unos minutos en el grupo.
Aquella mañana, después de conversar un rato con los combatientes, Fidel dispone explotar algunos cartuchos de dinamita en un recodo del río Soto la Marina que atraviesa el rancho, lo que proporcionará buena cantidad de pescado para reforzar la ración de los combatientes, un poco escasa por entonces. La tarea es encomendada a Andrés Luján y Manuel Echevarría, quienes luego de amarrar los cartuchos a una piedra y prender la mecha, los lanzan a la profundidad del río donde se ven unos peces grandes. Cuando aquella carga explotó, se produjo un surtidor de agua tan grande que conmovió todos los alrededores y comenzaron a flotar infinidad de peces, algunos incluso que los propios pobladores del lugar no conocían.
Las aguas del río Soto la Marina eran abundantes en varias especies, entre ellas la trucha, la carpa, la perca negra, el bagre y el camanuchil barbudo, algunas desconocidas por los cubanos. Los combatientes llenan casi dos sacos de pescado. También emergen unas jicoteas grandísimas, que varios compañeros capturan cuando andan medio atontadas en la orilla. Aquel día, los combatientes cocinan un arroz con jicotea cuya carne queda tan dura que casi no puede comerse.
Durante todo este periodo, un aproximado de 45 combatientes pasan por el rancho María de los Ángeles, de Abasolo, aunque solo 34 estuvieron de forma permanente, pues el resto solo lo hizo por poco tiempo.
Antes de partir, Fidel dispone el regreso de Walfrido Moreno a Ciudad México, debido a afrontar algunas dificultades en el adiestramiento. Faustino Pérez le dio algún dinero y con un guía sale a Ciudad Victoria. A su llegada a la capital mexicana, Walfrido se dirige a la casa de Cuzco 643, colonia Lindavista, donde permanece hasta finales de noviembre.
Ya por entonces, Fidel Castro considera oportuno mostrar a Faustino Pérez, quien funge como responsable del rancho, la ruta por donde debe conducir a los combatientes hasta el lugar de la partida y mostrarle el barco. Una tarde salen del rancho, acompañados por Cándido González, pasan la noche en el motel El Peñón, en Ciudad Victoria, para luego continuar viaje. Fidel orienta a Faustino en aquella ocasión que se alojen en distintos hoteles en Ciudad Victoria y en Tampico, tratando de comunicarse entre sí.
Finalmente llegan al puerto de Tuxpan, donde está fondeado el yate Granma aún en los arreglos finales. Toman un botecito para acercarse y Fidel señaló el barco. Faustino no puede imaginarse que se trata de aquel yate tan pequeño. Cuando llegan y empiezan a inspeccionar los espacios, para calcular cuántos compañeros pueden caber, Faustino guarda en secreto su impresión y no se lo comunica a Fidel.
Después de su regreso a la capital mexicana, Fidel logra comunicarse con el capitán Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de control de la Dirección Federal de Seguridad, quien le confirma la traición y ofrece más detalles. Por aquel entonces, Gutiérrez Barrios reside en la calle Teziutlán 30, esquina a Caxpa, en el barrio de San Lucas, Coyoacán, y Fidel lo visita en su casa, salen a caminar y conversan en la calle. En esa ocasión, el oficial de la Federal le comenta que los están golpeando demasiado y que aquello no puede ser casual. En el caso de Pedro Miret, Enio Leyva y Teté Casuso, llegó una información muy precisa a la Federal de Seguridad de la cantidad de armas que había y el lugar exacto donde se encontraban. En su opinión, no puede ser otro que algún colaborador cercano a Fidel que está dando información a la embajada cubana y esta pasa los datos a la policía de Gobernación. Se trata evidentemente de una delación y aquello lo comenta Gutiérrez Barrios con Fidel en aquel momento, que lo traiciona una de la gente suya, porque de otra manera no se puede saber.
De esa manera, van precisándose aún más los detalles de la traición. Resulta evidente que un delator hizo posible la captura de una parte de las armas, pero afortunadamente Fidel pudo obtener informes de inteligencia, llegando a conocer qué había ocurrido e incluso hasta los datos que poseía Batista. El negocio ascendía a 25 000 dólares. Pero, por desconfianza mutua, acordaron que el traidor entregara una parte de las armas y por esta primera entrega recibió 5 000 dólares. Después, si informaba el resto de lo que sabía, recibiría los 20 000 dólares restantes. La próxima semana entregaría la otra parte y con ella el barco, que era lo más importante.
Sin embargo, Fidel y sus compañeros no conocerán con certeza y suficientes pruebas quién fue el traidor que puso en peligro todo aquel esfuerzo, hasta años después que se supo por confesión propia del delator Rafael del Pino (*).
(*) Rafael del Pino había desertado unos días antes del campamento de Abasolo. Traicionó la confianza de Fidel, quien desde años atrás lo trató con amistad e incluso participaron juntos cuando el Bogotazo de abril de 1948. Fidel conocía bien que no operaban en Del Pino tanto factores de tipo ideológico, como de amistad, simpatía personal y el gusto por la acción. Se unió al Movimiento en Miami, después de traficar con los auténticos en el envío de armas a Cuba y desde hace algún tiempo trabajaba en Ciudad México como chofer y escolta del líder revolucionario, por lo que llegó a conocer bastante sobre los planes de la expedición, aunque no todo.