Fidel y la brigada “Moto Méndez”: “La felicidad de hacer el bien”
Date:
18/08/2010
Source:
Cubadebate
Decía Cintio Vitier que “las esencias se intuyen y se disfrutan, no se analizan”. Y es posible entender esa lógica frente al hecho, difícil de razonar con frialdad, de la Brigada Solidaria “Moto Méndez”, que lleva el nombre de un guerrillero boliviano del Siglo XIX e involucra a genetistas, neuropediatras, neurofisioterapeutas, otorrinolaringólogos, defectólogos y psicólogos, que realizan una tarea de diagnóstico y posterior tratamiento de discapacitados.
Procedentes de Bolivia, 213 brigadistas regresaron en la noche de este martes a La Habana y los recibió el Comandante en Jefe Fidel Castro en el Aeropuerto Internacional “José Martí”.
¿Podría imponerse el frío razonamiento al dato de las más de 3 millones de casas visitadas en cuatro países, al de las aldeas descubiertas -solo en Bolivia fueron 101, que ni siquiera estaban en los mapas- y sobre todo, al millón de personas discapacitadas atendidas? Para que se tenga una idea: 3 millones de viviendas son casi tantas como las que existen en toda Cuba. Un millón de discapacitados supone el dolor multiplicado exponencialmente, pero también, atención y alivio multiplicados por cifras millonarias, matemática de lo cualitativo.
“Ustedes se han enfrentado a casos verdaderamente severos, como los de seres humanos que nacen ciegos y sordomudos y no han visto nunca un rayo de luz, ni han escuchado un sonido. Es decir, no han tenido contacto con la vida a pesar de haber nacido, y bastan esos dos simples elementos para sentirse felices, cantar y comunicarse con los demás, sencillamente, vivir”, les diría Fidel, quien leyó de pie y con voz vibrante, su “Mensaje a internacionalistas que regresan de Bolivia”.
En la salita de espera de la terminal aérea, Odalys Bravo, la jefa de la Brigada recién llegada, narró con palabras emocionadas la hazaña de los especialistas, que se enfrentaron a las duras condiciones del altiplano, con temperaturas que muchas veces bajaban de cero grado centígrados y en montañas que en ocasiones superaban los 6 000 metros sobre el nivel del mar. En ninguna circunstancia dejaron de hacer su trabajo. “Recorrimos los 9 departamentos, las 112 provincias, los 127 municipios y llegamos a 101 comunidades que no aparecían registradas en el mapa geográfico del país…”
Pudieron reconocer a 82 087 bolivianos con discapacidad. Ofrecieron más de 10 000 consultas de genética clínica, en una nación que cuenta solo con dos genetistas en el sistema de la sanidad pública. A su vez, los neuropediatras, neurofisioterapeutas, otorrinolaringólogos, defectólogos y psicólogos dieron más de 15 000 consultas.
Roberto González Martín, viceministro de Salud cubano, contextualizó esa ayuda, “un aporte concreto a la paz”, enfatizó. No solo se han beneficiado las familias bolivianas, sino las de Venezuela, Ecuador y Nicaragua. Sumando la ayuda internacionalista a estos países, en 9 meses “se han visitado más de 3 329 000 casas y cerca de un millón de discapacitados, a quienes se les pudo llegar, a quienes se les pudo diagnosticar. Ellos recibieron la mano de nuestros compañeros y se sintieron personas en este mundo”.
“Las personas que ustedes atienden, portadores de una gama de sufrimientos, los retribuyen a ustedes con la felicidad de hacer el bien, algo que no se compra con todo el oro del mundo”, les diría Fidel poco después de anunciar que había firmado cada ejemplar de los 213 libros de La victoria estratégica que recibiría igual cantidad de brigadistas llegados de Bolivia. Ellos estarán en la Isla solo dos semanas, tiempo justo para unas vacaciones antes de partir a Ecuador.
No solo puso su firma en una de las primeras páginas, exactamente en la que reproduce el símbolo rojo y negro del Movimiento 26 de Julio -organización que condujo a la fuerzas antibatistianas al Triunfo de la Revolución del Primero de Enero de 1959. Escribió el nombre de cada uno de los brigadistas y la fecha en que llegaron a La Habana, el 17 de agosto de 2010. Hubo un murmullo en la sala cuando él dio la noticia. “¿Cuántas horas le dedicó, pobrecito?”, dijo una muchacha a mi derecha. “Muchas, seguro”, respondió otra. “Pues yo creo que con ese libro no me va a hacer falta el abrigo, aunque vayamos al Polo Norte”, terció un joven doctor, que hacía lo imposible para contener las lágrimas.
Fue un acto intenso. Duró apenas 24 minutos, pero difícilmente lo olvidarán los que lo vivieron. Estaba allí el Comandante en Jefe de verdeolivo, con un mensaje donde se apretaban esas esencias que “se intuyen y se disfrutan”, y que trascienden la tarea de la Brigada “Moto Méndez”. Esencias ligadas a la “felicidad de hacer el bien”, la humanísima tabla de salvación que propone Fidel a un mundo en las vísperas de su probable naufragio.
Procedentes de Bolivia, 213 brigadistas regresaron en la noche de este martes a La Habana y los recibió el Comandante en Jefe Fidel Castro en el Aeropuerto Internacional “José Martí”.
¿Podría imponerse el frío razonamiento al dato de las más de 3 millones de casas visitadas en cuatro países, al de las aldeas descubiertas -solo en Bolivia fueron 101, que ni siquiera estaban en los mapas- y sobre todo, al millón de personas discapacitadas atendidas? Para que se tenga una idea: 3 millones de viviendas son casi tantas como las que existen en toda Cuba. Un millón de discapacitados supone el dolor multiplicado exponencialmente, pero también, atención y alivio multiplicados por cifras millonarias, matemática de lo cualitativo.
“Ustedes se han enfrentado a casos verdaderamente severos, como los de seres humanos que nacen ciegos y sordomudos y no han visto nunca un rayo de luz, ni han escuchado un sonido. Es decir, no han tenido contacto con la vida a pesar de haber nacido, y bastan esos dos simples elementos para sentirse felices, cantar y comunicarse con los demás, sencillamente, vivir”, les diría Fidel, quien leyó de pie y con voz vibrante, su “Mensaje a internacionalistas que regresan de Bolivia”.
En la salita de espera de la terminal aérea, Odalys Bravo, la jefa de la Brigada recién llegada, narró con palabras emocionadas la hazaña de los especialistas, que se enfrentaron a las duras condiciones del altiplano, con temperaturas que muchas veces bajaban de cero grado centígrados y en montañas que en ocasiones superaban los 6 000 metros sobre el nivel del mar. En ninguna circunstancia dejaron de hacer su trabajo. “Recorrimos los 9 departamentos, las 112 provincias, los 127 municipios y llegamos a 101 comunidades que no aparecían registradas en el mapa geográfico del país…”
Pudieron reconocer a 82 087 bolivianos con discapacidad. Ofrecieron más de 10 000 consultas de genética clínica, en una nación que cuenta solo con dos genetistas en el sistema de la sanidad pública. A su vez, los neuropediatras, neurofisioterapeutas, otorrinolaringólogos, defectólogos y psicólogos dieron más de 15 000 consultas.
Roberto González Martín, viceministro de Salud cubano, contextualizó esa ayuda, “un aporte concreto a la paz”, enfatizó. No solo se han beneficiado las familias bolivianas, sino las de Venezuela, Ecuador y Nicaragua. Sumando la ayuda internacionalista a estos países, en 9 meses “se han visitado más de 3 329 000 casas y cerca de un millón de discapacitados, a quienes se les pudo llegar, a quienes se les pudo diagnosticar. Ellos recibieron la mano de nuestros compañeros y se sintieron personas en este mundo”.
“Las personas que ustedes atienden, portadores de una gama de sufrimientos, los retribuyen a ustedes con la felicidad de hacer el bien, algo que no se compra con todo el oro del mundo”, les diría Fidel poco después de anunciar que había firmado cada ejemplar de los 213 libros de La victoria estratégica que recibiría igual cantidad de brigadistas llegados de Bolivia. Ellos estarán en la Isla solo dos semanas, tiempo justo para unas vacaciones antes de partir a Ecuador.
No solo puso su firma en una de las primeras páginas, exactamente en la que reproduce el símbolo rojo y negro del Movimiento 26 de Julio -organización que condujo a la fuerzas antibatistianas al Triunfo de la Revolución del Primero de Enero de 1959. Escribió el nombre de cada uno de los brigadistas y la fecha en que llegaron a La Habana, el 17 de agosto de 2010. Hubo un murmullo en la sala cuando él dio la noticia. “¿Cuántas horas le dedicó, pobrecito?”, dijo una muchacha a mi derecha. “Muchas, seguro”, respondió otra. “Pues yo creo que con ese libro no me va a hacer falta el abrigo, aunque vayamos al Polo Norte”, terció un joven doctor, que hacía lo imposible para contener las lágrimas.
Fue un acto intenso. Duró apenas 24 minutos, pero difícilmente lo olvidarán los que lo vivieron. Estaba allí el Comandante en Jefe de verdeolivo, con un mensaje donde se apretaban esas esencias que “se intuyen y se disfrutan”, y que trascienden la tarea de la Brigada “Moto Méndez”. Esencias ligadas a la “felicidad de hacer el bien”, la humanísima tabla de salvación que propone Fidel a un mundo en las vísperas de su probable naufragio.