Allocutions et interventions

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la concentración realizada en la Plaza "Prat", en Iquique, Chile, el 16 de noviembre de 1971

Date: 

16/11/1971

Autoridades civiles y militares;

Representantes de las organizaciones políticas y sociales;

Queridos trabajadores y vecinos de Iquique:  

En la tarde de ayer llegamos a esta ciudad.  En el programa se suponía que tendría lugar el acto de masas por la tarde, ayer.  Realmente en nuestro programa, a pesar del esfuerzo, no fue posible llegar con anticipación.  Por el camino nos detuvimos en diversos lugares, entre ellos el pueblo de Victoria.  

Y los del pueblo de Victoria —que nosotros pensábamos saludar en el camino—, ellos decían que tenían en la plaza también organizado un recibimiento.  Y un obrero de Victoria dijo que ellos también eran chilenos y que querían que los visitara.  A nosotros nos pareció ese argumento irrebatible:  cómo íbamos a pasar por allí, si fuera solamente porque se trataba de un pueblo más pequeño, y no detenernos.  Hicimos un esfuerzo y nos detuvimos, pero por todas estas razones llegamos tarde, y nos comunicaron que el radio había estado anunciando muchas horas la llegada.  También las actividades en Chuquicamata habían sido intensas, y a nuestra delegación prácticamente no le quedó tiempo para descansar.  Fue esta la razón por la que nosotros propusimos que parte del programa se realizara en el día de hoy, en especial este acto de masas.  

A nosotros nos parecía que cómo podíamos comenzar por un acto de masas, si apenas llegábamos a esta ciudad.  Nos parece que el contacto con un acto de esta índole es mucho más lógico y mucho más natural cuando el visitante ha tenido oportunidad de hacer algunos contactos con la ciudad.  

Hoy nosotros hemos tratado también de vencer el programa, pero yo creo que realmente el programa es el que nos ha ido venciendo a nosotros.  Hemos podido visitar algunos centros de trabajo.  

Hemos visitado, por ejemplo, el puerto, las instalaciones de embarque del salitre.  Hemos visitado la fábrica conservera de pescado, la fábrica de harina contigua a esa industria, los astilleros.  Pudimos al final de la tarde visitar la nueva fábrica de pilas.  Nos habían invitado a otros muchos lugares.  Los estudiantes querían que les hiciéramos una visita.  Muchos centros de trabajo nos pidieron también que los visitáramos.  Sin embargo, ello resultó absolutamente imposible.  

Estaba programado también un encuentro con los pescadores cubanos y el barco cubano que está trabajando o va a comenzar a trabajar junto con otro anterior buque pesquero, en cooperación con la industria conservera de aquí de Iquique.  Además, se programó un encuentro con el campeón mundial de pesca submarina, nuestro amigo Raúl Choque.  Todo esto dentro del término de un número determinado de horas.  

A nosotros nos ha dolido mucho no haber tenido posibilidad de visitar los demás centros.  Las horas que pudimos invertir conversando con los obreros de Iquique, para nosotros han sido de extraordinaria utilidad.  

Hemos podido apreciar algunos aspectos de la economía y del trabajo de ustedes.  Hemos podido ver, por ejemplo, en la fábrica conservera, las circunstancias en que se desenvuelve el trabajo; la capacidad establecida de esa industria que trabaja aproximadamente a un 30% de sus posibilidades.  Esa industria trabajando al 100% de sus posibilidades pues daría mayor empleo y produciría para la economía chilena muchos más recursos.  

La razón fundamental es que no hay suficiente materia prima para mantener la producción al máximo.  En ese sentido hemos tratado de establecer una cooperación entre nuestra flota pesquera y esta ciudad, este centro de elaboración de pescado.  

Ya hay un barco cubano que está pescando atún en la zona del Pacífico para incrementar la materia prima para esa industria.  

Y un segundo barco próximamente también se pondrá a trabajar para incrementar la materia prima igualmente.  

Eso es un ejemplo de las tareas que el esfuerzo del pueblo, el esfuerzo del movimiento revolucionario tiene que enfrentar:  cómo poner al máximo de capacidad de producción esta industria.  Y es en ese campo donde los países hermanos debemos movilizar alguna cooperación en la medida de nuestras fuerzas.  No hay duda de que en el campo de la pesca hay muchas posibilidades.  

Nosotros decíamos que Chile no solo ha tenido el privilegio del salitre y el privilegio del cobre, sino que tiene también el privilegio de mares muy ricos en recursos naturales.  Los peces están ahí, bastante cerca de las costas de Chile.  Los trabajadores están ahí, en ocasiones sin un empleo, dispuestos a participar en las actividades productivas.  

Hacen falta las embarcaciones, hace falta la experiencia.  

Pero al mismo tiempo veíamos que ustedes tienen un astillero y hay en el país otros astilleros que no están trabajando a plena capacidad de producción todavía.  

Nosotros hemos realizado un gran esfuerzo de desarrollo de la industria pesquera.  En nuestro país, hace 10 años, se producían 25 000 toneladas de pescado.  Nosotros pescamos fundamentalmente para consumo humano.  En la actualidad, en nuestro país se producen 180 000 toneladas.  Y, naturalmente, todo ese pescado es fundamentalmente para el consumo de la población.  

Ahora, nosotros no teníamos la suerte de contar con ningún astillero.  Nosotros teníamos algunos astilleros de madera.  Los barcos que nosotros poseemos hemos tenido que importarlos, la inmensa mayoría, del exterior.  Barcos de este tipo como los que están trabajando en los mares de Chile, nosotros tuvimos que importarlos de países de Europa.  No teníamos la suerte de contar con astilleros capaces de construir barcos de acero y con el personal calificado para llevar a cabo ese tipo de construcciones.  Tuvimos que importarlos.  

Aun así, hemos desarrollado nuestra flota pesquera. Nuestro país, a pesar de ser una isla, estaba de espaldas al mar. La Revolución llevó a cabo un esfuerzo para desarrollar la flota mercante y, además, la flota pesquera.  Ya nuestra flota mercante tiene aproximadamente 50 barcos de travesía.  Y nuestra flota pesquera también ha crecido considerablemente.  Se ha ido desarrollando una experiencia marinera:  experiencia en la marina mercante y experiencia en la marina pesquera.  Quizás algunos piensen que eso es fácil.  Pero realmente los barcos modernos de travesía tienen maquinarias complicadas y requieren personal calificado:  obreros, capitanes, mecánicos, ingenieros. Lo requieren igualmente los barcos pesqueros, con sus modernos equipos electrónicos, personal calificado.  

Por eso una de las primeras tareas fue la de organizar escuelas, institutos tecnológicos donde ingresaron miles de jóvenes para estudiar la marina mercante y estudiar la marina pesquera.  

Al principio, nuestros pescadores eran lo que ustedes llaman pescadores artesanales, pequeñas embarcaciones que salían por la madrugada, y regresaban al mediodía; que salían por la noche y regresaban al amanecer.  A nosotros nos han dicho que en Chile hay entre 10 000 y 15 000 pescadores artesanales.  
Al principio, incluso surgieron algunas contradicciones en nuestro país, pues los pescadores artesanales creían que los grandes barcos iban a perjudicar de una manera o de otra sus intereses como pescadores, como trabajadores del mar.  

Desde luego, los hechos demostraron todo lo contrario:  el desarrollo de las grandes flotas pesqueras les dio la oportunidad a muchos pescadores para trabajar en mejores condiciones, mucho más cómodamente, con mucha mayor seguridad, y con muchas más facilidades en todos los órdenes.  

De manera que muchos pescadores pasaron después a trabajar en las flotas pesqueras.  Pero ya como algunos de ellos no eran jóvenes, muchos de los hijos de las familias de pescadores pasaron a trabajar en las flotas pesqueras.  Y al cabo de 12 años, ya nosotros nos encontramos muchas veces con familias de pescadores que nos dicen con el mayor orgullo:  "Mi hijo es capitán de tal barco", o "mi hijo es jefe de máquinas de tal otro barco."

Cuantos y cuantos jóvenes humildes, hijos de pescadores cubanos, hoy navegan por los mares del Atlántico, navegan por los mares del norte, por los mares del sur, por los mares de Africa, por los mares de América e incluso por los mares del Pacifico.  

En unos pocos años, jóvenes que apenas tienen 26 ó 27 años son jefes experimentados de embarcaciones, navegantes, capitanes que surcan los mares del mundo.  Muchos de ellos, todavía con menos de 30 años, navegan, marchan hacia Europa, hacia el Asia, trasladan nuestra azúcar a los más distintos lugares; y trasladan también hacia Cuba las mercancías que nosotros importamos.  

Hemos tratado de formar a nuestros trabajadores del mar, a nuestros pescadores y a nuestros marineros mercantes en un profundo espíritu revolucionario, en un profundo espíritu internacionalista; trabajadores capaces de darlo todo por su causa, por su patria, y capaces de prestarle realmente cualquier servicio a cualquier país hermano que lo necesite.  

En ocasiones han ocurrido algunas tragedias, terremotos, circunstancias de ese tipo, y nosotros tenemos la seguridad siempre de que nuestros marineros, nuestros trabajadores del mar, en cualquier circunstancia, en cualquier instante del día o de la noche que se les llame para decirles que hay que llevar cualquier auxilio, cualquier ayuda, inmediatamente, con extraordinario espíritu, tratan de hacerla.  

Nosotros hemos tratado de educar a nuestros marineros en un espíritu de disciplina, de respeto, de moral, de principios.  Y podemos decirles con entera satisfacción que nuestros tripulantes mercantes, en cualquier lugar del mundo donde llegan, son mirados con respeto por todas las autoridades, resultado de la educación revolucionaria que han recibido.  

Por eso, cuando nosotros tenemos noticias de que van a trabajar junto a tripulantes chilenos, y junto al pueblo chileno, en alguna embarcación pesquera, nosotros tenemos la seguridad de que esos cubanos que vienen ahí sabrán hacer el máximo esfuerzo junto a los chilenos, y sabrán ganarse el respeto y la consideración de los chilenos por su conducta y por su actitud (APLAUSOS).  

Porque, ¿quiénes son esos hombres?  No son hijos de ricos, no son hijos de millonarios.  Son hijos de familias humildes del pueblo los que hoy tienen la responsabilidad de realizar estas misiones.  Son muchos de ellos hijos de familias de pescadores.  

Por eso nosotros estamos completamente seguros de que los trabajadores del mar en Chile tienen magníficas perspectivas en la medida en que se desarrolle la producción pesquera y las flotas pesqueras de Chile.  Nosotros pensamos en las magníficas posibilidades que tiene el pueblo de Chile de mejorar su alimentación mediante el desarrollo de la industria pesquera y de la flota pesquera.  

Alguien nos ha dicho que ya hay un consumo de 15,6 kilogramos de pescado per cápita.  Pero hay países de Europa que consumen 40 y hasta 50 kilogramos de pescado per cápita.  Uno de los alimentos más completos, más digeribles, más útiles al ser humano, son los alimentos del mar.  Muchas veces la salud, la prolongación de la vida depende de una alimentación balanceada.  Y cuando se trabaja para el pueblo —y esta fue preocupación esencial de la Revolución— una de las cuestiones esenciales es lo que se puede hacer para que las condiciones de vida del pueblo mejoren; para que la alimentación de los niños, de los obreros, de las madres, de los ancianos, mejore.  

Vivimos en un mundo que tiene grandes problemas de alimentación.  Se considera que las dos terceras partes de la humanidad están deficientemente alimentadas.  Cuando la naturaleza le ha dado a un país unos mares tan ricos en pescado como a Chile, eso es realmente un gran privilegio.  

Les explico esto porque ustedes tienen la condición de puerto de mar.  La economía de esta comunidad de Iquique ha dependido unas veces, en otros tiempos, del salitre —cuando se exportaban más de 2 millones de toneladas de salitre, que se embarcaba por este puerto.  Llegó otro período en que vino la pesca de la anchoveta, y entonces se desarrollaron flotas, se construyeron importantes industrias.  Pero se produjeron también fenómenos naturales, como fue la desaparición de la anchoveta en determinados períodos.  Nosotros recordamos que hace años se hablaba mucho de la anchoveta y de la pesca para la producción de harina de pescado.  Y más tarde llegaron noticias a Cuba de que la anchoveta había desaparecido, que se había perdido de estos mares.  

Conversando nosotros con obreros del puerto y hablándoles de las cosas de nuestro país, ellos se interesaban por la caña.  Nosotros les explicábamos cuáles eran algunas de nuestras dificultades.  Y les decíamos:  Miren las ventajas que ustedes tienen:  tienen una riqueza minera sólida; en estas minas nunca llueve, jamás se paraliza por lluvia el flujo de extracción de minerales; en estas minas de salitre nunca ninguna circunstancia de la naturaleza interrumpe la producción.  Les explicábamos cómo en nuestro país la agricultura y la caña de azúcar, principal renglón de nuestra economía, dependía mucho del clima, y cómo en los años secos pues las consecuencias eran serias.  Que en un año seco, por ejemplo, la producción podía disminuir entre un 30% y un 40% en un año seco.  

Y para ponerles un ejemplo les decía:  Miren, a nosotros nos pasa como a ustedes con las anchovetas:  en un año malo de anchovetas hay poca producción de harina de pescado.  Y les decía:  Imagínense que la economía de ustedes dependiera de las anchovetas.  Afortunadamente para ustedes, la economía depende del cobre, la economía depende del salitre, y sólo en parte depende de la producción de harina de pescado.  

Pero se desarrolló una industria.  Sin embargo, las posibilidades del mar no están agotadas ni mucho menos, sobre todo las posibilidades de producción para el consumo humano.  

Según las informaciones que van apareciendo, hay grandes recursos en los mares de Chile para incrementar la producción de pescado de consumo humano.  Y según nosotros tenemos noticias en conversaciones con el Ministro de Tierra —que en el futuro dicen que se llamará Ministro de Mar, porque el Ministro de Tierra es el que se ocupa de los Asuntos del mar en Chile—, nos explicaba los planes que tienen de establecer centros de distribución de pescado, de crear flotas refrigeradas para la distribución de pescado y desarrollar la pesca.  Nosotros creemos que para la comunidad de Iquique, eso será una cosa muy útil y muy importante.  

A nosotros nos parece que si se desarrolla esa industria pesquera, también los astilleros podrán estar trabajando al máximo de producción.    Y creemos, además, que cuando se desarrolle la producción de pescado para consumo humano, queda un subproducto que se emplea en la producción de harina, además de la producción de anchovetas, juntando los años buenos con los años malos.  

Actualmente hay barcos grandes que hacen todo esto:  pescan con grandes redes, elaboran el pescado en el barco y producen la harina de pescado.  

Nuestro país no está en las proximidades de grandes áreas pesqueras.  A veces nuestros barcos están pescando a 4 000 y 5 000 kilómetros, y el pescado lo trasladamos en barcos refrigerados.  

Ustedes no se imaginan lo que constituye el privilegio de tener aquí estas áreas de pesca a unos cuantos cientos de kilómetros, lo que esto puede significar para ustedes.  

Nosotros visitamos también los puertos, conversamos con los trabajadores.  Visitamos el embarcadero de salitre.  Como les decíamos, habíamos visitado la fábrica, muy moderna, de producción de pilas.  Y cuando nosotros vemos la fábrica de pilas, digo:  Bueno, pues seguramente podemos ser clientes de los iquiqueños en esta materia de las pilas.  Y cuando pregunto:  Pero, ¿producen muchas pilas?  ¿Pueden exportar pilas?  Entonces nos dicen:  No, tenemos una fábrica que va a producir 2 millones de pilas mensuales, pero necesitamos 4 millones.  Y dicen:  Bueno, tal vez al final va a producir 3 millones.  De manera que nosotros estábamos decididos a ser clientes de los iquiqueños en materia de pilas de linternas y de radio, pero nos hemos quedado desabastecidos completamente.  

Sin embargo, ahí podemos apreciar lo que es una industria de este tipo.  Y es que realmente calculamos los millones de divisas que gasta el país en pilas.  Y desde luego, para hacer las pilas hay que importar una serie de productos.  Pero cuando uno calcula lo que cuestan esos productos y lo que cuesta traer las pilas, posiblemente en esa industria Chile se ahorre por lo menos 2 millones de dólares todos los años, además de darles empleo a más de 100 trabajadores, entre ellos muchas compañeras, muchas mujeres en cada turno.  Es decir, se aumenta el empleo, se ahorran las importaciones y se resuelven necesidades del país.  

Este tipo de industria es un ejemplo de desarrollo.  

Es posible que en el futuro muchas de las materias primas que se importan tal vez las produzcan aquí en Chile.  

Tenemos otro ejemplo:  la fábrica de conservas.  Por cada lata de conserva que se produce ahí, el país gasta casi un escudo en hojalata.  De manera que cuando ellos estén produciendo tres veces más, tendrán que gastar tres veces más divisas en hojalata.  Pero Chile tiene una fábrica de acero, una industria siderúrgica, la de Huachipato.  

Claro, todavía la industria chilena no produce una lata tan bonita como la lata importada.  Esa lata no viene estampada.  La lata que se importa de Estados Unidos viene más bonita; una industria más desarrollada, un estampado muy bonito.  Sin embargo, la lata chilena no tiene ese estampado tan bonito.  Viene sin estampar.  Pero entonces los obreros también usan esas latas, las usan y entonces les ponen la etiqueta.  Al fin y al cabo, si la lata es chilena y el papel de la etiqueta es chileno, debemos pensar que no siempre lo bonito sea lo más fundamental.  

Por ejemplo, nosotros les decimos a nuestros obreros:  Ustedes tienen que hacer un producto de calidad y hacerlo lo más bonito posible siempre; no descuidar la presentación, no descuidar la forma.  Pero a veces, desgraciadamente, los países que son muy desarrollados, que tienen mucha técnica, producen artículos que nosotros no podemos producir.  Nos interesa la higiene, nos interesa la calidad.  

Pero ahí tienen ustedes un buen ejemplo:  Si desarrollan la flota pesquera, tendrán mucho más pescado.  Eso es muy bueno.  Pero entonces, a la vez, si no desarrollan la industria siderúrgica, mientras más pescado tengan, más divisas van a gastar por otro lado en hojalata.  Lo bueno es cuando el país con su hierro, con su carbón, con sus altos hornos, con sus obreros, produce la hojalata; con sus barcos produce su pescado —con sus barcos, con sus obreros—; y si los barcos se pueden construir en los astilleros chilenos, con acero chileno y con obreros chilenos, mucho mejor.  Eso es precisamente el desarrollo, eso es lo que determina que en el país todos puedan trabajar, eso es lo que determina que las condiciones de vida mejoren.  

Lo triste de nuestros países es que habiendo tenido grandes recursos económicos, no nos dejaron desarrollar, impidieron nuestro desarrollo.  

En nuestro país, por ejemplo, ¿por qué no se desarrollaba esa industria?  ¡Ah!, porque las mercancías extranjeras tenían preferencia, porque las mercancías norteamericanas tenían exenciones de impuestos.  ¿Y cómo podía surgir una industria nacional aun en el capitalismo —aun en el capitalismo, no digo ya en el socialismo—, cómo podía surgir una industria nacional si los productos que venían de allá venían ya con mejor presentación, los vendían más baratos?  De esa manera nuestros países no desarrollaban la industria y se acostumbraban a importarlo todo.  De esa manera se fueron quedando atrasados nuestros países.  Pero cuando llega la hora de los pueblos, cuando llega la hora de la revolución, de la justicia, de la recuperación de los recursos nacionales, de trabajar no para intereses de poderosas compañías extranjeras, sino trabajar por el pueblo y trabajar por el bienestar del pueblo...  (APLAUSOS.)

Porque antes, ¿qué es lo que determinaba que se pusiera una industria o no?  ¡Ah!, porque una poderosa empresa decía:  "A mí me conviene este negocio." No pensaba en el pueblo, pensaba en su negocio.  ¿Muchas veces qué dejaba?  El salario era lo único que dejaba y los huecos.  Las grandes ganancias se marchaban.  Traían un dólar, y por un dólar que traían una vez se estaban llevando dólares toda la vida.  ¡Esos dólares salían del sudor de los trabajadores!  (APLAUSOS.)

Cuando llega la hora de los pueblos, entonces nos encontramos con todas esas limitaciones.  Necesitamos acero y no tenemos acero.  Necesitamos hojalata y no tenemos hojalata.  

Necesitamos barcos y no tenemos acero para los barcos, ni técnicos, ni ingenieros, ni especialistas.  Necesitamos productos químicos para la preservación de los alimentos, y no tenemos los productos químicos.  Necesitamos productos químicos para proteger la hojalata, para evitar la contaminación del alimento, pero el país entonces no produce esos productos químicos.  Hay que traerlo de aquí, de allá, del otro lado.  Necesitamos una pintura para imprimir la hojalata, y no tenemos la pintura, ni la técnica, ni las máquinas para imprimir esa hojalata.  Y nos vemos en esa situación de que casi todo hay que importarlo.  

Vean ustedes la circunstancia de que, en todo el norte, la leche que se consume es una leche que viene de Holanda.  

¡Y vean ustedes que Holanda está lejos!  Viene de Alemania.  ¡Vean ustedes que Alemania está lejos!  Tiene que atravesar el Atlántico, cruzar por el Canal de Panamá y llegar hasta Chile.  ¡Y desde allá viene una botella de leche!  Con una tapa, con un cristal, de una vaca que un holandés, posiblemente a 100 kilómetros de la costa, se levantó de madrugada y ordeñó (RISAS y APLAUSOS).  Después pasó algún carro y la recogió, la llevó a la industria; la esterilizaron; la envasaron en una botella que hicieron en una fábrica de vidrio; la cargaron en un camión; la llevaron a un puerto; posiblemente, con unas grandes grúas muy mecanizadas, la cargaron y la metieron en un barco.  El barco zarpó, cruzó el Canal, llegó aquí; la desembarcaron por el puerto y la llevaron para la tienda esa...  ¿Cómo la llaman ustedes?  

(DEL PUBLICO LE DICEN:  "El supermercado")

Bueno, supermercado no.  Eso es cuando es grande.  La pulpería, ¿no?  

Bueno:  la desembarcaron aquí, la montaron en un tren, la llevaron a Chuquicamata.  Y entonces ya se consume.  

¿Se imaginan cuánto trabajo?  ¿No sería más lógico que esa vaca hubiese sido chilena?  (RISAS) ¿Que ese ordeñador hubiese sido chileno?  Y que el camionero, el carro, la caja, el estibador, el barco...  Bueno, si hay que importarla, importarla desde allá de Puerto Montt, o de Santiago de Chile, que está mucho más cerca (APLAUSOS).  

Si en el desierto no hay pasto, y no hay pasto porque no hay agua...  ¡Y quizás algún día haya agua!  La ciencia moderna admite posibilidades extraordinarias.  Yo creo que hasta la de hacer llover.  ¡Fíjense!  Pero trasladar agua desde grandes distancias, hacer embalses...  Algún día empleando la energía nuclear se producirá, se desalinizará el agua del mar.  Es decir, hay posibilidades futuras, pero Chile tiene grandes recursos naturales.  

Todo ese empleo pudiera ser empleo chileno.  No estoy en contra del comercio, ni mucho menos.  Hay, por ejemplo, muchas cosas que no es fácil que un país las pueda hacer.  Ningún país podrá producir todo lo que necesita.  ¡No!  Pero hay muchos artículos que nosotros importamos como resultado del subdesarrollo, como resultado de las deformaciones de nuestra economía.  

¿Es lógico que haya muchas personas que no tengan trabajo, que estén paradas, y que por otro lado estemos importando cosas para las cuales existen recursos naturales que pueden desarrollarse y recursos humanos que pueden aplicarse?  

Desde luego, nosotros conversando con los obreros de la mina de Chuquicamata, les explicábamos la leche que se podría producir con 100 toneladas más de cobre diarias, sumando todo eso al año y pensando en un cobre no a 72 centavos, sino a 50 centavos.  Todas esas son cuestiones relacionadas con el desarrollo y el porvenir de un país.  

Revolución significa que el pueblo tiene, por primera vez, la oportunidad de trabajar para su futuro; revolución significa que cada cosa que se haga, se hace o se desee hacer, es para beneficio del pueblo.  ¡Pero las revoluciones no son fáciles!  Nadie crea que las revoluciones son fáciles.  

Cuando nosotros quisimos hacer nuestra Revolución, nos encontramos grandes obstáculos, grandes dificultades.  ¿Por qué?  Porque los que nos explotaban, los que se llevaban el sudor de nuestros obreros, los que obtenían las ganancias de nuestra azúcar y de nuestro níquel, quisieron castigarnos.  Quisieron castigar a un país que no pretendía otra cosa que mejorar las condiciones de vida de su pueblo.  Quisieron castigar a un pueblo que no pretendía otra cosa que trabajar, construir su porvenir sin quitarle nada a nadie, sin robarle nada a nadie.  Lo que se quiso castigar en nuestro pueblo fue su voluntad y su decisión de proclamarse en pueblo soberano, en pueblo libre, en pueblo decidido a recuperar sus recursos naturales, y en pueblo decidido a trabajar por su bienestar, a ganarse la vida con el sudor de su frente, sin quitarle nada a nadie.  ¡Pero no permitiendo tampoco que nadie le quitara su sudor!  (APLAUSOS.)

Lógicamente, se hizo todo lo posible para arruinarnos.  Se hizo todo lo posible para entorpecer el trabajo revolucionario.  Y cuando a veces nuestros jóvenes desarrollaban la Campaña de Alfabetización y los estudiantes se iban a los campos y a las montañas a educar —porque nuestro país no es como el norte grande, nuestro país es un paisaje diferente:  hay ciudades, pero también hay millones de personas que viven aisladas en los campos—, cuando se fue a hacer la Campaña de Alfabetización fue necesario mandar decenas de miles de jóvenes a esos campos.  

Y, ¿qué ocurría?  A veces había elementos armados en el extranjero, entrenados en el extranjero, pagados por el extranjero, que se movían por los campos sembrando el terror, y en ocasiones llegaron a asesinar a estudiantes que estaban enseñando a leer y a escribir.  ¡Vean ustedes qué moral!  ¡Vean ustedes qué actitud!  ¡Asesinar a jóvenes que estaban enseñando a sus hermanos a leer y a escribir!  

Se trató por todos los medios de privar a nuestro país de médicos.  Se trató por todos los medios de privar a nuestro país de mercados, de materias primas, de piezas de repuesto.  

Hay que tener en cuenta que todas las máquinas de nuestras industrias y de nuestro transporte provenían de Estados Unidos, y que un día, de la noche a la mañana, se prohibió de manera absoluta la exportación de una sola pieza a Cuba para la industria, para el transporte, para la agricultura.  No sólo nos quitaron los mercados.  Porque la situación de nuestro país era difícil y aquel 80% de nuestra azúcar se vendía en ese mercado.  No es el caso, por suerte para ustedes, de Chile, que sólo venden un 14% del cobre en ese mercado.  Pero nosotros vendíamos el grueso de nuestra azúcar y nos quitaron el mercado de un día para otro.  Todo.  

Prohibieron la exportación de cualquier pieza:  de un tornillo, de una arandela, de una tuerca, de una bujía de automóvil.  Y un país que no tenía industrias porque no se las habían permitido desarrollar, se vio de repente privado de combustible, de mercado, de materias primas y de piezas de repuesto, siendo así que el 90% de nuestras máquinas habían sido construidas en aquel país.  

Por esas pruebas difíciles ha pasado nuestro pueblo.  Ese precio tuvo que pagarlo nuestro pueblo por querer ser libre, soberano, independiente, y realizar un sistema de justicia social para su pueblo (APLAUSOS).  

Después de eso, la mentira todos los días, a todas horas; las peores calumnias.  Pero de eso para qué hablar, si todo eso se ha desplomado, si todo eso se ha derrumbado ante la toma de conciencia de nuestros pueblos hermanos, ante los vínculos de afecto, ante la comprensión de la comunidad de nuestros problemas que ha quedado evidenciada en estos tiempos entre nuestros dos pueblos.  Pero todas esas medidas se adoptaron.  

Pero las revoluciones no sólo se tienen que enfrentar a los problemas objetivos de los adversarios.  Están los propios problemas de los revolucionarios, su falta de conocimientos, su inexperiencia.  Porque, de repente, todos los que sabían, todos los que tenían conocimientos, muchos de ellos eran extranjeros y se fueron, y a otros se los llevaron.  Trataron por todos los medios de sobornarlos.  Y en fin, también les habían creado una mentalidad, un temor, una cosa inusitada.  De manera que de antemano los reaccionarios tratan de crear en la mente de los pueblos el miedo para constituir un obstáculo al desarrollo social de los pueblos.  

El camino es difícil, porque se parte de un subdesarrollo, se parte de la falta de técnicos y de técnica, de la falta de industrias.  Y también, además —como decíamos—, de los propios factores subjetivos, los propios revolucionarios.  Y los propios revolucionarios cometemos errores.  

De manera que un proceso por el desarrollo, un proceso revolucionario, no es un proceso fácil.  Es un proceso difícil.  Pero, sin embargo, lo que nuestro país ha demostrado es que las dificultades pueden ser vencidas.  Lo que nuestro país ha demostrado, además, es que hoy un pueblo pequeño que hace la Revolución no está solo en el mundo.  Yeso es muy importante.  

Y ustedes dirán:  Si los dejaron sin petróleo, si los dejaron sin mercado, si los dejaron sin materia prima, si los dejaron sin todo eso, ¿cómo pudieron ustedes sobrevivir?  Porque, además, nos amenazaron, organizaron expediciones, organizaron invasiones contra el país.  Entonces, ¿cómo pudieron sobrevivir? ¡Ah!, porque un pequeño país como el nuestro, solo, un pequeño país frente al imperialismo, no está solo en el mundo de hoy.  Nosotros tuvimos la suerte de que hicimos la Revolución en un momento en que pudimos recibir amplia y generosa ayuda del exterior.  Esa ayuda, desde luego, no nos la dieron los burgueses ni los imperialistas de ninguna parte del mundo.  ¡Esa ayuda nos la dio el único campo que podía darnos esa ayuda:  el campo socialista!  (APLAUSOS.)

Cuando llegó la hora difícil, cuando llegó la hora en que los imperialistas querían aplastarnos, se encontraron una tremenda sorpresa:  encontraron a un pueblo unido, decidido, que pudo contar con armas, que pudo contar con combustible, que pudo contar con ayuda para resistir el bloqueo.  

Es verdad que los imperialistas obligaron a nuestro país a pagar un alto precio.  Es verdad que durante casi 10 años nuestro pueblo apenas pudo ocuparse de la economía, porque los primeros 10 años tuvo que dedicarlos casi por entero a sobrevivir, a sobrevivir; a defenderse y a sobrevivir durante casi 10 años.  

No se sabe los recursos que nos obligaron a gastar.  No se sabe la sangre que nos obligaron a verter con sus fechorías, sus sabotajes, sus crímenes, sus grupos de mercenarios y de bandidos, tratando de destruir, de sembrar el terror, armados y alentados por un poderoso país, a pocas millas de nuestras costas.  

Nosotros hemos vivido esta historia.  Pero nuestro pueblo se ha forjado, se ha templado en esa lucha.  Ha aprendido a tener confianza.  Ha aprendido a tener seguridad.  Ha consolidado su unidad.  Ha consolidado su conciencia.  Y hoy día marcha hacia adelante con una gran seguridad.  Porque hoy no sólo somos capaces de defendernos; hoy no sólo tenemos un pueblo organizado y preparado; hoy no sólo tenemos a nuestras fuerzas armadas en perfectas condiciones de combate, en perfecta preparación combativa, y perfectamente equipadas para salirle al paso a cualquier agresión, sino que tenemos también ya la posibilidad:  ya no sólo estamos en condiciones de defendernos, sino de trabajar para nuestro desarrollo y nuestro progreso (APLAUSOS).  

Hoy día nuestro país trabaja a un ritmo como nunca antes lo hizo.  Hoy en nuestro país se inician programas de desarrollo social importantes, de construcción de viviendas.  Hoy en nuestro país se construyen en un año más escuelas que en los 10 primeros años de la Revolución.  Hoy en nuestro país se construyen en un año más presas, más caminos, más sistemas de riego que en los 10 primeros años de la Revolución.  Hoy en nuestro país hay un ritmo de desarrollo.  Hoy en nuestro país se trabaja ya no sólo para sobrevivir, sino también para desarrollarse.  No se trabaja sólo para sobrevivir, sino también para vivir.  

Ahora bien:  nuestro país tiene las limitaciones que tiene todo país que comienza a desarrollar su economía; un país pequeño que se enfrenta a los problemas del mundo de hoy.  El mundo de hoy tiene una técnica altamente desarrollada.  El mundo de hoy requiere grandes barcos.  Naturalmente que un mercante, como ustedes saben, hoy día los hay incluso de 50 000 toneladas, de 100 000 toneladas.  Hay países que hoy están construyendo barcos se dice que hasta de 500 000 toneladas.  Los transportes de petróleo que hoy se construyen son de 200 000, de         300 000.  

Y ustedes podrían preguntarse:  ¿Puede Iquique, en el astillero de Iquique, construir un mercante de 200 000 toneladas, un petrolero de    200 000 toneladas?  Lo que un barco de esa índole requiere es no sólo una cantidad de acero de gran calidad, no sólo grandes maquinarias, no sólo ingenieros extraordinariamente experimentados.  Requiere motores de enorme potencia, requiere equipos electrónicos de todos los tipos:  radares, pilotos automáticos, sistemas automáticos de control de carga, métodos de navegación; en fin, son máquinas extraordinariamente complicadas.  

.Ahora, un pequeño país no puede hacer un astillero para construir barcos de 200 000 toneladas.  Un pequeño país no puede construir aviones como esos que vemos volar sobre nuestros cielos, o un avión cuatrimotor, o un avión de propulsión para transporte.  Un pequeño país no los puede construir.  ¿Por qué?  Primero, porque tiene que hacer inversiones enormes en la industria.  Segundo, porque una vez construidos, ¿a dónde los vende?  El país puede necesitar dos, tres; pero nadie puede desarrollar una gran industria para construir tres unidades.  

¿Qué significa esto?  Que nuestros países, nuestros pueblos hermanos de América Latina, que tenemos problemas similares, que hablamos el mismo idioma, que hemos soportado los mismos problemas, tenemos que ver la forma de cómo estrechamos nuestros intereses, de cómo acercamos nuestras relaciones.  ¿De qué forma?  Bueno, vamos a ponerles un ejemplo.  Si ustedes, por ejemplo, tuvieran una gran fábrica de pilas y fueran capaces de producir pilas para ustedes y para Cuba, pues es mucho más económico que ustedes hicieran la fábrica de pilas y nosotros comprábamos las pilas.  

Si ustedes van a hacer un astillero grande, que sea capaz de construir 100 grandes barcos al año y darles trabajo a miles de chilenos, entonces esto sólo se puede hacer si los demás países de América Latina les compran a ustedes los barcos, Cuba y todos los demás países.  

Si otro país hace una fábrica de aviones, sólo puede hacerla en el mundo de hoy si otros países de América Latina pueden ser consumidores de esos productos.  

Es decir que para poder poner la industria moderna, para salir del subdesarrollo, ya no se puede pensar sólo a escala nacional.  Hay que pensar a escala del conjunto de los países de América Latina.  

Ahora bien:  nosotros no somos ilusos.  Nosotros somos revolucionarios.  Nosotros sabemos perfectamente bien que para que exista cualquier posibilidad de verdadera cooperación entre los países de América Latina, y que sería la única forma de sobrevivir en el mundo de mañana, será necesario que la política de todos nuestros países esté al servicio de los pueblos.  Es imposible pretender que se puedan unir el aceite y el vinagre (APLAUSOS).  

¿Por qué se pueden buscar cooperaciones entre Chile y Cuba?  Sencillamente porque tanto nuestro país, nuestro gobierno, como el país y el gobierno chilenos están preocupados por todas aquellas cosas que les puedan interesar a los pueblos.  

Y nosotros pasamos por el salitre y decíamos:  Bueno, pero qué cosa triste:  ¡Aquí los obreros del salitre preocupados por qué porvenir tiene el salitre, y nosotros allá construyendo fábricas de nitrógeno!  ¿Por qué?  Porque necesitábamos el nitrógeno, y sin embargo, no podíamos comprar salitre chileno.  Y mientras tanto, gastábamos decenas de millones en Europa comprando nitrógeno, y Chile gastaba decenas de millones comprando azúcar.  Y nosotros no sólo gastábamos dinero comprando nitrógeno sino comprando nuevas industrias; y Chile, por otro lado, gastando decenas de millones para poner industrias para producir azúcar.  

¿Cuánto ha costado todo esto a nuestros pueblos?  ¿Y por qué?  ¿Quién nos impuso eso y por qué nos impusieron esa criminal política?  

Nosotros ponemos un ejemplo.  Pero, ¿qué posibilidades extraordinarias tendrían nuestros pueblos, todos nuestros pueblos sin excepción, si supieran que tenían la cooperación de todos los demás pueblos hermanos de América Latina?  Cualquiera de nuestros países entonces podría desarrollar programas económicos coordinados con los demás países.  Y eso abriría infinitas posibilidades a nuestros pueblos.  No digamos infinitas posibilidades, sino las únicas posibilidades del mundo de mañana.

Los forjadores de nuestras patrias lucharon por una América unida, lucharon por la unión de nuestros pueblos.  Pero desgraciadamente lo que hicieron durante estos 150 años fue dividirnos, separarnos, debilitarnos; dividirnos para poder oprimirnos, dividirnos para poder absorbernos, dividirnos para poder destruirnos.  

Así, cuando los imperialistas agredieron a nuestra patria, estaban agrediendo a un pequeño país.  Ejercieron toda su influencia sobre todos los demás países.  Utilizaron sus organizaciones coloniales para mantener a Cuba sola y aislada.  

Cuando ya los pueblos de América Latina en el siglo pasado habían conquistado su independencia de la colonia, a nuestro país le correspondió la dolorosa suerte de seguir sometido al coloniaje europeo durante casi 80 años más.  

Cuando después de duras luchas creíamos llegada la hora de enarbolar con toda razón una bandera y de entonar un himno patriótico, aquella bandera y aquel himno eran meros símbolos de un país que tuvo que aceptar la imposición de una enmienda constitucional que daba derecho a Estados Unidos a intervenir con sus fuerzas armadas en nuestro territorio cuando les diera la gana.  

Cuando al fin triunfa la Revolución, ellos fueron lo suficientemente poderosos para mantener a Cuba como un islote aislado.  Y cierto es que los pueblos, con sus sentimientos y con sus corazones acompañaron a Cuba.  Pero, ¿qué podían hacer los pueblos si no eran dueños de sus propios destinos?  ¿Qué podían hacer los pueblos si mientras los pueblos sentían de una manera, los que dirigían a los pueblos actuaban de otra?  

Esas fueron las causas por las cuales nuestro pequeño país se tuvo que enfrentar solo.  Y no decimos solo, porque recibimos ayuda amplia y generosa.  Pero, desgraciadamente, esa ayuda amplia y generosa no nos llegó de los pueblos hermanos de América Latina.  Esa ayuda amplia y generosa nos llegó de otros continentes y nos llegó de otros pueblos.  Cuando decimos esto no lo decimos jamás como reproche, porque nosotros sabemos que en el corazón de los pueblos de América Latina había simpatías hacia la Revolución, y veían con simpatía aquel pequeño país que se levantaba contra el poderoso coloso.  Eso lo sabemos nosotros.  Pero cuando lo decimos hoy, a título de ejemplo, es simplemente para expresar que no somos ilusos.  Y para que haya política al servicio de nuestros pueblos, para que haya política será necesario que pueblos y gobiernos estén identificados en el mismo camino, que pueblos y gobiernos marchen en defensa de los mismos intereses.  En dos palabras:  ¡Que los gobiernos representen a los pueblos!  (APLAUSOS.) Que los gobiernos representen los intereses de los pueblos y no cumplan órdenes emanadas del imperialismo.  

Pero, en fin, nosotros creemos que los pueblos toman conciencia y toman cada vez más conciencia.  Nosotros creemos que se vive una fase nueva, decisiva, en la historia de este continente.  Nosotros creemos que las manifestaciones de independencia son cada vez mayores, que las masas toman conciencia de esos problemas, y que no estará lejano el día en que el círculo de gobiernos populares se amplíe.  

¡Y no hay que desalentarse con los reveses!  ¡No hay que desalentarse si en un momento dado, en un punto dado, se produce un retroceso!  

Nosotros, como visitantes aquí, tenemos el elemental deber de ceñir nuestra palabra a todas aquellas cuestiones que no puedan servir de pretexto a los enemigos de nuestros pueblos.  Y por eso nosotros, cuando hablamos así, simplemente exponemos nuestras ideas.  ¡No queremos mencionar nombres!  Pero sí decimos que no hay que desalentarse por reveses.  Los reveses sólo serán reveses pasajeros.  ¡La victoria, más tarde o más temprano, será de los pueblos!  

Nosotros estuvimos durante mucho tiempo solos.  ¡Solitos!  Pero no perdíamos la confianza, no perdíamos la fe.  No nos desalentábamos nunca.  

Hoy tenemos muchas menos razones para desalentarnos.  Hoy, ya por lo menos el círculo de nuestras relaciones con un pueblo querido, con un pueblo valeroso, se ha ampliado extraordinariamente.  Ya el círculo de nuestras relaciones con el pueblo chileno ha alcanzado el más alto grado que tuviera jamás en toda su historia (APLAUSOS).  Y esto significa mucho.  

Y podemos, entre nuestros dos pueblos y nuestros dos gobiernos, marchar por el camino de la cooperación fraternal, por el camino de la cooperación que marquen los intereses de nuestros dos países, como verdaderos hermanos, en todos los campos.  

De manera que por eso ustedes podrán contar con nuestro país y con nuestro pueblo, en la medida de sus modestos recursos, en la medida de sus posibilidades.  

La palabra hermano aquí tiene un sentido concreto y verdadero.  La palabra solidaridad aquí tiene un sentido concreto y verdadero.  

Mucho lamentamos nosotros que lo que podamos hacer de cooperación hacia el pueblo chileno sea poco, como país pequeño, subdesarrollado, con muchos problemas como tenemos hoy.  Pero lo poco que esté al alcance de nosotros, tengan la seguridad los chilenos de que podrán contarlo como cosa suya (APLAUSOS).  

Esos son los sentimientos de nuestro pueblo.  Nadie pensará jamás —o tendrá derecho a pensar— que ninguno de nosotros persiga otro interés, persiga intereses particulares.  

Nosotros estamos completamente seguros de que ningún chileno podrá creer jamás a los calumniadores cuando digan que nosotros queremos los recursos naturales de Chile.  Porque algunos lo dijeron cuando vinieron los barcos que vinieron a pescar aquí; pero vinieron a pescar, a trabajar en cooperación y para las industrias chilenas.  

Algo más:  nuestro país defendió la tesis de las 200 millas, ¡la tesis de las 200 millas!, a pesar de que no era una cuestión concreta nuestra, a pesar de que las circunstancias de Cuba no son las de Chile.  Y a pesar de que incluso, en concreto, las 200 millas a nosotros nos perjudican, digamos, a nosotros.  Pero, sin embargo, no tuvimos ninguna vacilación en apoyar la tesis de las 200 millas de las aguas pesqueras.  

Tengan en cuenta que nosotros estamos al lado de Estados Unidos.  Y si ellos dicen 200 millas, nosotros caemos dentro de las aguas pesqueras de Estados Unidos.  A mí me parece que ustedes comprenden, ¿verdad?  En Estados Unidos tienen 12 millas, y de vez en cuando nuestros barcos que están a 30 los capturan y se los llevan presos.  Con eso les digo que la situación nuestra es delicada.  

Pero, sin embargo, nosotros no tuvimos la menor duda, ¡ni la menor duda!, de apoyar la tesis de las 200 millas.  ¿Por qué?  Porque esa es la política de Cuba.  Esa es la política de principios, internacionalista, en que se apoya nuestra patria.  Esa es la conciencia en la que se forma nuestro pueblo.  Y no se pregunta qué es lo que le conviene a Cuba.  Mira hacia el futuro, y dice:  "¿Qué es lo que les conviene a los pueblos de América Latina?"  Porque lo que a Cuba le conviene es lo que les convenga a nuestros pueblos hermanos de América Latina (APLAUSOS).  

Esta es nuestra posición.  Nuestro pueblo se ha formado de esa forma, y mantiene y mantendrá —con firmeza invariable— esa línea.  

Esperamos que la cooperación entre Cuba y Chile se desarrolle, y entre Cuba e Iquique también se desarrolle, como parte que son ustedes de Chile (APLAUSOS).  

Nosotros agradecemos infinitamente las atenciones que ustedes han tenido para con nuestra delegación.  Nosotros les decimos de todo corazón que nos ha impresionado esta ciudad, nos ha impresionado este puerto, nos han impresionado estos paisajes, desde que se llega aquí, desde que se comienza a bajar por esas impresionantes montañas, desde que se toma contacto con la población de Iquique, desde que se tiene contacto con el océano; cuando se marcha por sus calles, cuando nos encontramos con sus hombres, cuando nos encontramos con su pueblo.  

No olvidaremos las atenciones de ustedes, las emociones que hemos recibido en ocasión de esta visita, los homenajes que ustedes han rendido a nuestro pueblo.  

Hemos tenido ocasión de ver la obra de los que lucharon, de los que convirtieron esta ciudad en baluarte y cuna del movimiento obrero y del movimiento popular chileno.  Hemos tenido oportunidad de rendir profundo tributo de recordación y agradecimiento a Luis Emilio Recabarren (APLAUSOS), que fue el fundador del Partido Obrero, que después se transformó en el Partido Comunista de Chile.  

A lo largo y ancho de este viaje por las tierras del norte, a lo largo y ancho de este norte grande, en los pueblos, en las minas, en todas partes, entre los obreros, los estudiantes, los intelectuales y el pueblo todo, hemos visto con cuánto respeto y cuánto cariño se recuerda su figura y se agradece su obra.  

¡Cuántos hombres lucharon, cuántos hombres cayeron, cuántos hombres dieron su sudor y su vida por esta oportunidad de hoy!  Esta oportunidad que hoy tiene el pueblo chileno de trabajar para su futuro, de emprender este difícil camino.  Entiéndase bien que la oportunidad no es la obra.  La oportunidad no es todavía el bienestar.  El bienestar y la felicidad humana nosotros no sólo los concebimos como bienes materiales:  los concebimos como bienes materiales, pero los concebimos también —y muy esencialmente— como bienes morales, como bienes espirituales.  

Hay sociedades humanas que han alcanzado grandes riquezas con el desarrollo tecnológico, pero que están moral y espiritualmente arruinadas.  El bienestar no es sólo la conquista de los bienes con que las necesidades materiales se satisfacen.  Eso es, en todo caso, una base.  Bienestar es también el espíritu de fraternidad humana.  Bienestar es la hermandad y la amistad verdadera entre los hombres.  Bienestar es la salud humana.  Bienestar es la conciencia moral del hombre.  

Y entre los bienes que una revolución puede llevar a la sociedad humana, el más alto de todos es aquel que permite que los hombres, en vez de ser unos enemigos de otros, que los hombres en vez de ser devoradores de hombres, se conviertan definitivamente en hermanos, se conviertan definitivamente en seres capaces de sentir el amor y capaces de sentir la necesidad de trabajar juntos, de sacrificarse por los demás.  

Una de las cosas más bellas que algunos de los visitantes a nuestro país encuentran, es el enorme cambio humano que se ha producido en nuestro pueblo, el enorme cambio humano.  

La obra de una revolución no se mide sólo en piedras, no se mide sólo en fábricas.  Se mide en eso, pero se mide esencialmente en los factores morales y humanos.  

Y a nosotros nos produce mucha satisfacción cuando los visitantes pueden observar ese sentido de fraternidad, de desinterés que caracteriza a nuestro pueblo, resultado de la educación revolucionaria.  Luchamos por constituir sociedades humanas justas, sociedades que realmente merezcan el nombre de humanas.  

La explotación del hombre por el hombre convirtió a la sociedad humana en una selva, donde imperaba la ley del más fuerte, del más poderoso, del más astuto, del más rico.  Convirtió a la sociedad humana en un zoológico.  

La revolución aspira a convertir las sociedades humanas en verdaderas sociedades humanas.  Y eso lo traducimos nosotros en algún ejemplo:  Si en nuestro país alguien queda huérfano, no es huérfano; tiene por hermano a todos los demás compatriotas; tiene por padre y por hermano a todos los demás compatriotas.  Si en nuestra patria alguien se enferma, y para salvar la vida de esa persona hubiera que gastar lo que fuera necesario, se gasta lo que sea necesario.  Si para salvar, no ya una vida, para salvar la vista de cualquier ciudadano, es necesario enviarlo a donde sea, a cualquier parte del mundo, ese ciudadano no tiene que ser hijo de millonario.  Basta con que sea ciudadano de ese país.  Basta con que sea cubano y tendrá la posibilidad de que todos los recursos del país se pongan a su disposición y a su servicio.  Ese como ejemplo de solidaridad social.  

Pero cuando un ciudadano cubano, un humilde pescador o un humilde obrero ha sido secuestrado por bandidos, piratas al servicio del imperialismo; o cuando ha sido arrestado o cuando se ha cometido con él alguna injusticia, ¿cómo reacciona nuestro pueblo?  ¡El pueblo entero en esa circunstancia ha estado dispuesto a hacer lo necesario por salvar la vida de esos hombres!  Y puesto que todos somos hermanos, en nuestro país por defender a un revolucionario, por salvar a un revolucionario, si todos los demás tienen que morir, están dispuestos a perecer para defender a ese hermano, para defender a ese revolucionario (APLAUSOS).  

En nuestro país la patria cobra una dimensión muy alta, porque la patria no es de unos cuantos:  es de todos.  La bandera y el himno cobran una dimensión muy alta:  porque son la bandera y el himno de todos.  Eso es lo que significa la revolución.  

Pero la Revolución no son sólo los sentimientos nacionales.  En nuestra patria se levantan los valores nacionales, la cultura nacional.  Revolución quiere decir que los sentimientos que se sienten hacia cada cubano son capaces de trasmitirse también hacia afuera, hacia los demás pueblos revolucionarios, hacia los demás pueblos, y, en primer término, a nuestros pueblos hermanos.  

A la formación de la conciencia revolucionaria internacionalista de nuestro pueblo ha servido de mucho la gran lección que hemos recibido en los momentos difíciles, muy difíciles, cuando nos vino de otros pueblos la ayuda generosa.  

Hemos hablado hoy de estos temas en Iquique.  Y les decíamos que nos llevaremos una impresión imborrable de todo:  de la naturaleza, del pueblo, de los mares.  Incluso nos hicieron el gran honor de llevarnos unas horas por las costas, de organizar un encuentro con el campeón, de formalizar un reto entre el equipo de Cuba y el equipo campeón de Chile, para unas competencias amistosas en Cuba, en la segunda quincena de enero.  

Ahora me preguntaba el alcalde si yo iba a competir.  Y yo dije:  ¡No!  Yo no voy a competir con (Raúl) Choque, pero yo voy a competir contigo (RISAS Y APLAUSOS).  

Debemos decir que el alcalde se ha portado magníficamente bien, incluso nos ofreció un trofeo que le regalaron cuando el campeonato.  ¡Calculen ustedes lo que significa espiritualmente eso para el alcalde!  El orgullo que él sentía cuando:  "Chile, Campeón Mundial y campeón entre los campeones, un iquiqueño." y yo le dije:  "Bien, cuando vayas a Cuba, te lo voy a devolver.  Te lo voy a devolver, si ganan, ¡si ganan!" (RISAS.) De todas maneras yo creo que ese trofeo va a ir y venir y volver, y ese trofeo va a estar viajando de un lado a otro.  

Así que se ha formalizado la competencia.  

Tuvimos oportunidad de ver por primera vez en nuestras vidas los lobos marinos.  Los habíamos visto en películas, en postales, en fotografías; pero nunca los habíamos visto tan cerquita, de carne y hueso, en esas imponentes montañas cubiertas de guano que parece nieve.  Y algo más:  un lobo marino se encaramó en una roca, y allí se acostó cuan largo era.  Y cuando pasamos, incluso nos saludó (RISAS).  Se levantó.  Todo el mundo dice:  Se va.  Y no:  Se puso muy erguido.  Entonces nosotros decíamos:  ¡Qué bien está organizado el protocolo en Chile!  (RISAS Y APLAUSOS.)  ¡Han amaestrado un lobo de mar!

Todas esas cosas pasaron.  Y nosotros decíamos:  Bueno, ciertamente que a veces nos parece que ya no nos emocionamos cuando nos vamos poniendo viejos.  A lo mejor le tenemos envidia a la época de los 15, los 16 años.  Pero hoy los compañeros de nuestra delegación y todos nosotros parecíamos niños de 12 años en las costas del Pacífico.    Y así hemos pasado un gran día.  

También al regresar tuvimos un momento de emoción al pasar por el punto donde tuvo lugar aquel singular y extraordinario acto de valor humano, protagonizado por el Capitán Arturo Prat (APLAUSOS), que mereció incluso el reconocimiento de su caballeroso e hidalgo adversario, el Almirante Grau, en aquella dolorosa lucha entre pueblos hermanos.  

En este recorrido y en este viaje, nuestros sentimientos se encaminan hacia la elevación de todo aquello que contribuya a la mayor amistad y hermandad entre nuestros pueblos y los demás pueblos de América Latina.  Y nuestros pueblos han ido escribiendo su historia a lo largo de duras y difíciles luchas.  

A veces han luchado.  Pero el futuro no será de lucha entre nuestros pueblos.  Será de unión.  Pero siempre la historia recogerá, en todas las circunstancias, aquellos gestos que sirvieron como símbolo de la capacidad de sacrificio y del valor de los hombres.  Y a ese símbolo rendimos tributo nosotros también en el día de hoy.  

De este modo, con este acto, termina oficialmente el programa.  

Tenemos todavía algunos otros compromisos más informales.  Yo no sé si ustedes habrán visto por ahí algunos periódicos.  Resulta que por allá por "María Elena", al acabarse el acto, había una cancha de básquet.  Entonces surgió improvisadamente, porque aunque el protocolo está bien organizado, no está tan bien organizado como para organizar cosas improvisadas.  Pero bien:  había una cancha de básquet.  Surgieron allí unas disputas y un partido de básquet entre periodistas y algunos miembros de la delegación y de los que nos acompañan.  

Los periódicos han sacado fotografías profusamente de todo esto.  Creo que alguien hizo negocio.  Me contaron que hay una fotografía en que andamos nosotros por el suelo con una pelota.  Alguien sacó la foto y la vendió, dicen que en 300 dólares.  Y realmente lo que nos preocupa no es que haya vendido la foto en 300 dólares, sino que no me ha dado absolutamente ninguna comisión (RISAS).  Creo que entre los dos tenemos derecho a percibir alguna ganancia (RISAS).  Debió haberme dado por lo menos la mitad.  Hizo el negocio solo.  Si me hubiera dado una parte hubiera podido hacer alguna contribución en algo.  Pero él vendió la fotografía y no dio nada.  

Pero hay otro periódico que sí que es un periódico que tiene una chispa terrible.  Y el colmo es que aparezco yo bailando una danza con el Ministro de la Presidencia (RISAS).  Pero, ¡¿cómo?!  Pues sí señor.  Muy seriamente dicen:  "Castro baila una danza con Suárez."  Han sacado una fotografía después del juego o no sé dónde, y de verdad que parece que estamos bailando una danza.  El periódico Clarín.  Pero, desde luego, declaro que no nos vamos a querellar.  El periódico Clarín siempre ha sido amigo de Cuba.  Y nosotros también nos hemos reído de todas esas bromas que ha hecho.  

Pero bien:  lo que queremos decir es que está pendiente un micropartido con los periodistas.  Así que ese es uno de los números que quedan.  No los invitamos verdaderamente porque son muchos, y no van a caber por allí.  Pero si ustedes quieren pueden mandar una representación.  

Todo el problema es que no tenemos referee.  En la última vez "referió" un carabinero y "referió" perfectamente bien.  Algunos lo acusaron de parcialidad —lo dicen algunos periódicos—, y la verdad es que "referió" con absoluta imparcialidad, a pesar de que había un oficial de carabineros que estaba jugando en el equipo (RISAS).  

Así que el problema más serio es conseguir un referee.  Si hay un referee podemos proseguir la competencia esta que tenemos con los periodistas aquí en Iquique.  Porque allá en "María Elena" faltaba oxígeno; pero aquí estamos a orillas del mar y creemos que los periodistas van a salir mal esta noche, si es que no se han entrenado o no han traído refuerzo.  

Bueno, eso es todo.  Un millón de gracias (APLAUSOS).

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