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El Movimiento Revolucionario 26 de Julio: Génesis y significado

Date: 

00/05/2009

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Revista “Cinco Palmas”

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Después de más de 30 años de heroísmo y sacrificio, medio siglo de traición, oportunismo, frustraciones y desesperanza, provocaron finalmente en Cuba el colapso de la república a medias.

Sin embargo, como de las grandes crisis usualmente surgen las soluciones radicales, apenas habían transcurrido 17 meses del golpe militar reaccionario del 10 de marzo de 1952, cuando el Grito del Moncada concentró en un puñado de hombres y mujeres las ansias de libertad y el caudal de decoro de todo el pueblo, y reabrió la senda de la revolución pospuesta en 1898.

Así se gestó una nueva vanguardia liderada por el joven Fidel Castro, que en 22 meses de prisión fecunda completó el sentido de su vida, prediseñó un sistema factible de independencia económica, igualdad política y justicia social; perfeccionó sus ideas acerca de la insurrección armada popular, y forjó un núcleo inicial de cuadros para desencadenar el proceso que daría colofón a la revolución liberadora.

Centro funcional de ese proyecto, como en Martí el Partido Revolucionario Cubano, en Fidel lo sería el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7).

Lo que Fidel Castro previó durante 22 meses en prisión, acontecerá. El recrudecimiento de la soberbia y los desmanes de la tiranía, en conjunción con la crisis funcional de los partidos opositores, harían inevitable el enfrentamiento armado. Y deberá salir de Cuba para preparar en el exilio la expedición con la cual ha de iniciar la guerra. Al mismo tiempo, orienta la captación, organización y concienciación de los elementos más radicales y decididos dentro de los trabajadores, las capas medias y los sectores humildes de la población, de modo que se fortalece la esencia popular que ha de caracterizar el proceso insurreccional que él dirigirá.

El domingo 15 de mayo de 1955, él y 29 de sus compañeros salen excarcelados del Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos. Era la culminación de una masiva campaña popular por la amnistía de los presos políticos que obligó a la dictadura batistiana a disponer su libertad.

Cincuenta y tres días más tarde, el 7 de julio, Fidel partía hacia el exilio. Emprendía así —como él mismo expresó en hermosa paráfrasis al Bolívar referido por Martí— un viaje del cual no se regresa o se regresa con la tiranía descabezada a los pies.
Antes, entre las muchas actividades llevadas a cabo en ese corto lapso de siete semanas y media, ha desarrollado una cadena de acciones trascendentales que confluyen en la reorganización del movimiento que diseñó antes del Moncada. Se trata ahora de remodelarlo en concordancia con la nueva fase a la que debe acceder su proyecto insurreccional. De esta forma, el ya nominado por el mismo Fidel Movimiento Revolucionario 26 de Julio echó a andar por los caminos de nuestra historia.

En esos días, la atención de Fidel se concentra en dos vertientes nítidamente delimitadas: una, la de sus actividades públicas y publicísticas, y, la otra, la de su trabajo clandestino. Ambas, dirigidas a un mismo fin ulterior, el reinicio de la insurrección armada popular.

La contienda pública se hizo evidente en el instante mismo de la salida del presidio. Su principal finalidad táctica fue demostrar que, a pesar de la apertura democrática que el régimen simuló con las falsas elecciones de noviembre de 1954, con la restitución oficiosa de la Constitución de 1940 y con la amnistía, la dictadura continuaba siendo ilegítima y reaccionaria, y pretendía detentar, de manera indefinida, el gobierno a contrapelo de la voluntad del pueblo.

En contra de lo reiterado en la propaganda gubernamental, que coincidía con lo anhelado por los partidos políticos de oposición, por su parte, Fidel se esforzaba en esclarecer que el déspota no estaba dispuesto a ceder un ápice de poder y que, por tanto, no había condiciones para la llamada lucha cívica o lucha política más o menos pacífica.
Pero no bastaba mostrar la inconsistencia de esa vía y quedar con los brazos cruzados. Era necesaria una solución alternativa. Y, tan importante o más, darla a conocer y actuar en consecuencia. La cuestión era demostrar que no se llegaría a una solución por vía incruenta, pero, al mismo tiempo, que sí la habría mediante el uso de la violencia revolucionaria, y que existían quienes estaban dispuestos a emplearla.

Todo cuanto entonces Fidel dijo y escribió públicamente estuvo encaminado a alcanzar tales propósitos. Y a que se viera claramente cómo —al cerrar las posibilidades de arreglo político— el gobierno dictatorial había sido y continuaba siendo el único responsable de la violencia. La tiranía misma asignaba así vigencia y legitimaba históricamente la línea del Moncada: la de la insurrección armada popular.

Aquella contienda pública no puede verse por separado de la que paralelamente lleva adelante durante estas semanas. Una y otra forman parte de un mismo plan, se complementan para la promoción de los mismos objetivos: el derrocamiento del régimen batistiano, la toma del poder y el desarrollo de una revolución.

Ningún aspecto quedará olvidado en la batalla oculta que ya es el despegue de la fase preparatoria de la guerra. De ahí que ni un día, ni una hora de ese poco tiempo se haya perdido. De manera que cuando a Fidel le impiden utilizar uno a uno hasta el último medio de expresión para la lucha política, desenlace que él tenía previsto, ya ha culminado inadvertidamente para los cuerpos represivos la tarea estratégica esencial de ese momento: la reactivación de su Movimiento Revolucionario como vehículo para el desarrollo de la insurrección.

En su más amplia concepción histórica y práctico ideológica, el Movimiento 26 de Julio nace del reservorio de valores patrióticos y morales que tiene sus raíces más profundas en las tradiciones de combate de nuestro siglo XIX. Germina en la alborada de sangre iniciada por Carlos Manuel de Céspedes, elevada a cúspide ética en José Martí, y se fortalece en el rebrote de valor y rebeldía de sucesivas generaciones de revolucionarios cubanos, bajo la impronta cercana de Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras.

El Movimiento 26 de Julio está igualmente precondicionado por la inserción en nuestro ámbito de las ideas marxistas y leninistas, y por las luchas populares durante más de 50 años de república neocolonial, en cuya última etapa insurge el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) [PPC (O)]como gran partido de masas. Tras la muerte de Eduardo Chibás en agosto de 1951, y en franco diferendo raigal con la dirección incapaz de dar respuesta condigna al golpe del 10 de marzo de 1952, de sus filas emerge Fidel como tribuno del pueblo y forja una nueva vanguardia, la que surge del Moncada.  

Atender a los indicios políticos a corto plazo implica la consideración de lo ocurrido en dos fechas, el 10 de marzo de 1952 y el 26 de julio de 1953. Inmediatamente después, mientras los moncadistas están en prisión, una interrelación de situaciones se concatena para influir en la maduración y en el perfeccionamiento del proyecto revolucionario que Fidel había diseñado para el inicio de la insurrección armada popular mediante el asalto al Moncada.

1.    La existencia ya de un núcleo combatiente de vanguardia, los moncadistas, avalado por las vidas ofrendadas y su disposición a seguir combatiendo; con un programa realista de cambios anhelados por el pueblo, una inteligente táctica y una certera visión estratégica, y un efectivo método para atraer a las masas y encauzar la revolución, en concordancia con la idiosincrasia política, social, temperamental y psicológica de los cubanos.

2.    El creciente descrédito de los personeros de la oposición que abogaban por soluciones seudo insurreccionales, putschistas, sin concretarlas en la práctica, de una parte, y, de la otra, quienes clamaban por aperturas cívicas, pacíficas, tanto más inútiles cuanto más ensoberbecido el régimen los desdeñaba.

3.    La consolidación de la tiranía en el poder, basada en un fuerte aparato de coerción policiaco-militar, y el empleo de métodos impositivos y represivos contra quienes se le oponen: una amplia gama de políticos opositores, desde los pacíficos hasta los insurreccionalistas, pero más en específico contra el explosivo movimiento estudiantil mayoritariamente insumiso, algunas bases obreras en rebeldía contra las dirigencias impuestas, dispersas comunidades campesinas despojadas de todo derecho y con escasa capacidad de respuesta, y hasta intelectuales progresistas y liberales que simplemente exigían el retorno a la institucionalidad.

4.    Las contradictorias situaciones que ocurren en el denominado sector insurreccional. De un lado, organizaciones que han desaparecido, como Acción Libertadora, o sufren un estado de disolución, como el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), o sus dirigencias han comenzado a desacreditarse, como la Triple A. De otra parte, jóvenes fuerzas que empiezan a organizarse como las que integran la Acción Revolucionaria Oriental de Frank País —después Acción Nacional Revolucionaria—, o las que han iniciado su polarización en torno al liderazgo emergente de José Antonio Echeverría —que dará origen al Directorio Revolucionario—, y otras, expansivas, con base principal en la Ortodoxia, que empatizan crecientemente con los moncadistas y pronto se activarán en función de ellos.

Al mismo tiempo, el movimiento se consolida y expande moralmente. Llega a ser conocido en todo el país. En condiciones tremendamente adversas, hace circular su programa, mientras entabla algunos debates políticos durante los 22 meses, en los cuales su dirigencia permanece encarcelada.

Lejos de debilitarse, a partir del Moncada, el movimiento aumenta su compromiso con el pueblo y con sus mártires, reafirma sus objetivos y perfecciona su proyecto de insurrección armada popular, mientras fortalece un núcleo central de cuadros imprescindibles para dar continuidad a la lucha.

En más de una ocasión he mencionado la gestación del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Oriente en el verano de 1953, porque para Fidel solamente existió un movimiento revolucionario, el que organizó después del 10 de marzo de 1952, que tuvo continuidad durante el transcurso de todo el proceso insurreccional, antes y después del asalto al cuartel Moncada.

Numerosas instrucciones de Fidel impartidas desde la celda confirman su voluntad de sostener la supervivencia del Movimiento. Entre las primeras, la que determina que aquellos contra quienes no existan cargos comprobados —y quieran hacerlo— nieguen haber participado en los hechos, de modo que pudieran ser absueltos en el juicio, con el fin de que estuviesen disponibles para acometer las tareas que se les encomendaran. Igualmente, las orientaciones a Melba Hernández y Haydée Santamaría para contactar a los miembros del Movimiento dispersos por el país y en el extranjero, con el objetivo de que se reagrupen y actúen de manera homogénea e independiente.

Con igual perspectiva debe considerarse la increíble reconstrucción de su autodefensa que culmina en la conformación de la primera edición de La historia me absolverá, en la cual ha de darse a conocer lo ocurrido en julio de 1953 en Oriente y el ideario por el cual se fue a ofrendar la vida: “El programa revolucionario nuestro incluido completo en el discurso. Todo él un documento básico sobre el cual llevar la lucha (...) Nuestras esperanzas se fundan en el pueblo. ¡Lancemos cuanto antes a la calle nuestro programa que es el único verdaderamente revolucionario, y nuestras ideas para organizar después el gran movimiento revolucionario que debe coronar los ideales de los que cayeron! Ahí está la tarea a la cual deben dedicarse las energías de ustedes y de los compañeros que comprendan esta verdad, y se lo comunico como una orden del Movimiento. [Porque] Si queremos que los hombres nos sigan hay que enseñarles un camino y una meta digna de cualquier sacrificio. Lo que fue sedimentado con sangre debe ser edificado con ideas”.2

Y cuando dirige desde la cárcel la fase final de la campaña por la amnistía, con tal eficacia que, simultáneamente con la excarcelación incondicional de todos los presos políticos, atraerá la adhesión de decenas de miles de personas que en el futuro engrosarán el Movimiento.

Reafirmación de esa realidad, en sus cartas del presidio, Fidel nunca habla en pasado del Movimiento. Para él continúa vigente; lo menciona y le da el tratamiento de entidad viva, actuante. Así, el 18 de junio de 1954 expresa: “Tengo una tremenda desconfianza y un concepto bastante malo de los montrealistas. La conducta de este grupo para conmigo y el movimiento ha sido la siguiente:  antes del 26 de Julio: desconocernos, excluirnos, sabotearnos y quitarnos gente, restregándole por la cabeza sus bolas, mentiras, pronósticos, y alardeando de las ventajas que les daban sus millones robados; durante el 26 y los días siguientes: envidiarnos, criticarnos, calumniarnos y llegar a decir inclusive que habíamos dado el golpe de acuerdo con Batista; después del proceso: callarse la boca y dejarnos solos en la lucha contra la calumnia, el crimen y la miseria.3

”Más que nunca estoy convencido de que debemos mantener independiente el movimiento como lo hicimos en los momentos más difíciles cuando nadie quería prestarnos la menor atención”.4
      
El 14 de agosto de ese año precisa en otra carta más amplia y detallada sus concepciones para la reorganización del Movimiento, incluido un nombre propio para nominarlo. Es la primera vez que aparece en su epistolario la expresión “26 de Julio”, para definir de manera diferenciada al Movimiento: “En primer término yo debo organizar a los hombres del 26 de Julio y unir en irrompible haz a todos los combatientes, los del exilio, la prisión y la calle, que suman más de ochenta jóvenes envueltos en el mismo jirón de historia y sacrificio. La importancia de tal núcleo humano perfectamente disciplinado, constituye un valor incalculable a los efectos de la formación de cuadros de lucha para la organización (...)

”Condiciones que son indispensables para la integración de un verdadero movimiento cívico: ideología, disciplina y jefatura. Los tres son esenciales pero la jefatura es básica (...)

”No puede organizarse un movimiento donde todo el mundo se crea con derecho a emitir declaraciones públicas sin consultar con nadie; ni puede esperarse nada de aquel que se integre por hombres anárquicos que a la primera discrepancia tomen el sendero que estiman más conveniente, desgarrando y destruyendo el vehículo (...)

”Las realidades de la política deben tomarse en consideración, es decir, tener bien puestos los pies sobre la tierra, pero sin sacrificar nunca la gran realidad de los principios”.5  

La transformación del 26-de-julio-fecha en 26-de-julio-entidad-protagónica queda manifestada con nitidez casi un mes después en carta en la cual explica cómo eludió comprometerse a participar en la formación de un movimiento cívico, dada la situación en la que se encontraban él y sus compañeros: “Diversas consideraciones me expuso [Luis Conte Agüero] y entre otros que el 26 de Julio pudiera ser eje y vanguardia o bien fiscal vigilante (...)

”Expresados estos antecedentes así como nuestros sentimientos al respecto, a tu pregunta sobre el papel que desempeñe C. [Conte] en el 26 de Julio, si colaborador, asesor o máximo representante nuestro en la calle, te contesto: defensor. Nada ha variado en absoluto en nuestro movimiento que mantiene su plena y total independencia y cada uno de sus miembros en el sitio señalado”.6

Este concepto queda definitivamente oficializado en un manifiesto del 3 de octubre de 1954, en el cual forma parte explícita del título mismo: “Durante dos semanas he meditado larga y profundamente sobre nuestro Movimiento, su posición y posibilidades ante la situación actual de Cuba (...)

”En lo que a mí toca, con paciencia infinita y por encima de tan enormes obstáculos he tratado de conducir el Movimiento hacia el lugar decoroso que debe ocupar en los destinos de Cuba, con la vista puesta en un mañana más o menos lejano y con fe ciega en el éxito (...)

”Nuestros compañeros en el exilio pasando hambre, trabajo y penalidades de todas clases no pueden responder sino a los dictados de la desesperación. La ayuda económica que les prestan los que cuentan con abundantes recursos, necesariamente mediatiza sus actividades. Sé que si nosotros estuviéramos con ellos en México vendrían con nosotros, y todos juntos tengo la seguridad de que vendríamos aunque fuera a nado, posiblemente sin anunciarlo tanto; pero nosotros estamos aquí presos y ellos vendrán con cualquiera, impelidos hacia la patria, aunque sea a morir con quien les impongan de jefe, no porque tenga sus ideales sino porque tenga más recursos económicos. Me preocupa la suerte de ellos, porque son buenos y Cuba los necesita. En los planes revolucionarios que se fraguan el 26 de Julio está totalmente preterido (...) Contra el 26 se alzaba la temible conjura de todos los intereses creados, porque era un hecho que se salía de todos los cauces tradicionales, un esfuerzo sin precedentes en la vida republicana, una proeza de fe y valor por un puñado de jóvenes sin bagaje político ni recursos de ninguna clase (...)

”Por eso, todos los pseudorrevolucionarios no tienen más que una aspiración, dividir el Movimiento y repartirse sus despojos, como auras tiñosas, vulgares politiqueros, incapaces de buscar y preparar hombres. Por eso no se dignaron tomar en consideración al Movimiento y aspiran sólo a utilizar sus hombres como carne de cañón. ¡Qué distinto sería si nosotros estuviéramos en libertad! Ellos lo saben. O la revolución se hacía seria y compacta, con el 26 de Julio a la vanguardia, o el 26 de Julio se lanzaba solo a la revolución”.7   
 
Para Fidel no sólo continuó existiendo el Movimiento, sino que mantuvo todo el tiempo una dirigencia. De ahí que el 19 de junio de 1954 les escriba a Melba y Haydée: “Aunque parezca mentira, no siempre pensábamos igual Abel y yo y sin embargo éramos los más identificados (...) Las circunstancias distintas de hoy no nos permiten la oportunidad de discutir como entonces todos los puntos pero tenemos una línea trazada a la que debemos ceñirnos. En Santiago de Cuba les dije que ustedes habían ganado un lugar en la dirección del Movimiento; así lo hice constar tan pronto me reuní con el resto de mis compañeros presos y tomamos oficialmente ese acuerdo. Consideramos además en esa oportunidad que la dirección del Movimiento estaría aquí en Isla de Pinos, donde se encontraba la mayoría de los que habían dirigido la lucha y los abnegados compañeros que voluntariamente escogieron el camino de la prisión. Por tanto, cualquier acuerdo sobre puntos esenciales debía tomarse aquí. Ustedes como miembros de la máxima dirección y responsables del Movimiento en la calle deben cumplir estrictamente los acuerdos que aquí se tomen y han de hacerlo con el celo, la disciplina que les imponen el deber y la responsabilidad de los cargos que ocupan...”.

Todos estos documentos muestran cómo Fidel comenzó a fortalecer su —de hecho— liquidado movimiento revolucionario inmediatamente después del 26 de julio de 1953, sobreponiéndose a una catastrófica situación: de los 158 movilizados para las acciones de ese día, 111 (el 70,2 %) fueron bajas: 61 (38,6 %) perdieron la vida y 50 (31,6 %) fueron apresados; de estos últimos, 32 resultaron condenados a diversas penas de encarcelamiento.  Si a las 111 bajas agregamos los 17 que ante la persecución de que eran objeto tuvieron que abandonar el país, las pérdidas de efectivos del contingente se elevaron al 81,0 %. En cuanto al grupo de diez dirigentes, el 90 % fue baja: cinco, la mitad, caídos y cuatro, presos; solo uno logró escapar y salir al exilio. Con esa capacidad de reacción ante la adversidad que lo ha caracterizado, desde los primeros días de prisión, Fidel ya empezó a manejar ideas para reestructurar su maltrecha organización revolucionaria.

No conozco otro caso en la historia en que, a partir de tan terrible y aplastante circunstancia, se haya podido reconstituir una organización revolucionaria en tan breve espacio de tiempo, al punto de que cinco años después alcanzara una absoluta victoria.  

En el presidio, Fidel estuvo impartiendo constantes recomendaciones para preservar la cohesión, pureza y disciplina del movimiento. El domingo 15 de mayo de 1955 y los siguientes días instruye a los moncadistas y otros revolucionarios afines que se le han unido para extender la organización a todo el país, darle una nueva estructura y reconformar su máxima dirección.

No resulta casual así que desde su salida del reclusorio, uno de los asuntos que Fidel trata de manera incidental y confidencialmente por separado con algunos de sus compañeros —no todos— en Nueva Gerona, en la travesía del Pinero a Batabanó y en los incontables contactos que mantuvo con los demás excarcelados, quienes no habían estado presos y con quienes regresaban del exilio, fue lo relacionado con el futuro de la organización, incluido el nombre completo que ya había concebido y estaba utilizando epistolarmente en la prisión: Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

Seis semanas después del 15 de mayo, Fidel ya tendría ganada una doble batalla, pública y política una, secreta y revolucionaria la otra.

La batalla pública y política se hizo evidente en el mismo instante de la salida, en Nueva Gerona. Su objetivo táctico fundamental fue demostrar que, a pesar de la apertura democrática que el régimen simuló con las falsas elecciones de noviembre de 1954, con la restitución oficiosa de la Constitución de 1940 en febrero y con la Ley de Amnistía en mayo de 1955, el ilegítimo equipo gobernante era la misma dictadura militar reaccionaria  que pretendía seguir indefinidamente en el poder. Por ende, no había condiciones para la llamada vía cívica o lucha política pacífica.

Más, no bastaba poner al descubierto la falta de perspectivas de esa vía y quedarse con los brazos cruzados. La cuestión era demostrar, además, que sí habría una solución: el empleo de la violencia revolucionaria.

Cuanto Fidel dijo y escribió con fines públicos en estas pocas semanas estuvo encaminado a lograr esos propósitos cardinales, y a que se viera claramente cómo —al cerrar toda posibilidad de arreglo incruento—, la tiranía sería responsable de lo que ocurriera. La dictadura misma vendría así a asignar vigencia y a legitimar históricamente la línea del Moncada, la de la insurrección armada popular.8

En su más amplia visión, la batalla pública librada por Fidel en estas semanas no puede verse por separado de la que venía desarrollando en el presidio, la que a su vez fue continuación de la iniciada el mismo 10 de marzo de 1952, cuya primera puesta en práctica había sido el asalto al Moncada. Era solo un episodio más de una única guerra contra la tiranía, extensiva al sistema que la hizo posible. Desde el primer momento, como había anunciado en la conferencia de prensa la tarde del 15 de mayo en Nueva Gerona, se dedicó a intentar la unidad de todos los factores que podrían vincularse para enfrentar unidos a la tiranía; no con los partidos políticos —como él mismo enfatizó—, sino con lo que denominó “fuerzas morales”, y mencionó específicamente al Movimiento Nacional Revolucionario, el Movimiento de Liberación Radical y al movimiento de los Humanistas. Y, por afinidad combativa, varias veces se reunió con las Mujeres Martianas, pues aspiraba a constituir un frente femenino en el Movimiento 26 de Julio.

Como parte de la batalla secreta, Léster Rodríguez viaja para Oriente, Reinaldo Benítez a Camagüey, Gustavo Arcos a Las Villas, José (Pepe) Suárez a Pinar del Río. A ellos se les incorporaron con igual propósito personas recién captadas, simpatizantes y colaboradores ya vinculados durante la distribución de la primera edición de La historia me absolverá, en la campaña por la amnistía y que habían venido a ver a Fidel a La Habana, después de su salida del reclusorio. Entre otros muchos, María Antonia Figueroa, de Santiago de Cuba; Cándido González, Calixto Morales y Raúl García Peláez, de Camagüey; Guillermo Rodríguez del Pozo, de Santa Clara; Ricardo González Tejo, José Manuel Torres e Ismael Pérez Falcón, procedentes de la Ortodoxia y del MNR, de Jovellanos y Universo Sánchez de Colón,9  René Reiné —quien ya trabajaba con Melba— y Héctor Ravelo, de Habana Campo.

En estas semanas, entre centenares de conversaciones de Fidel con innumerables personas de los más disímiles sectores y partidos políticos, resultan de especial significación las que sostiene con Rafael García Bárcena, en la casa de este y en la de Raúl Roa, en las cuales resaltan las diferentes posiciones que lo alejan del profesor de psicología en sus concepciones para el enfrentamiento a la dictadura, lo cual anuló toda posibilidad de unión. Mas, precisamente, ahí radica su importancia, pues a partir de ese resultado el grupo de jóvenes radicales que mantenían en precaria vigencia el Movimiento Nacional Revolucionario decidió incorporarse a Fidel, actitud que en los siguientes meses fue seguida por la mayor parte de los elementos más activos de esa organización.

También resultará de especial significado el mandato a Léster y la autorización a María Antonia Figueroa para conformar una primera dirigencia del 26 de Julio en Oriente. Su gestión implicará, en especial, la captación de los elementos más valiosos de Acción Libertadora de esa provincia (Otto Parellada y Oscar Lucero, entre ellos), única del país que todavía daba atisbos de existencia, aunque ya en extinción, y la incorporación en septiembre de 1955 de Frank País y los experimentados miembros de su extensa y bien estructurada Acción Nacional Revolucionaria.

En lo público político, Fidel actúa con sagacidad. Cuando sale de prisión y plantea que está por una solución pacífica, lo hace a sabiendas de que esta es imposible. De ahí que mientras hace esa declaración a la prensa, no detiene un segundo el trabajo clandestino preparador del reinicio de la guerra, a la cual nunca ha renunciado. Si algo queda por hacer y definir, es solo que la limitación del tiempo lo impide, porque ni una hora de ese tiempo se ha perdido. Lo más importante fue realizado antes de que ocurriera la clausura de La Calle, 16 de junio de 1955, periódico en el cual contaba con todo el espacio. Si Fidel hubiese marchado al exilio cuando se produjo el cierre de ese diario, habría partido con la tranquilidad de dejar cumplida esa vital tarea, la que debía garantizar en Cuba el aseguramiento de su proyecto revolucionario: la estructuración inicial del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

En este vertiginoso proceso se inserta y adquiere ribetes de singularidad la reunión que se efectuó en la humilde vivienda de dos ancianas jubiladas, militantes ortodoxas, en la calle Factoría 62, bajos, en La Habana, la noche del domingo 12 de junio de 1955. Allí, en ese momento, se fortaleció la dirección del movimiento organizado por Fidel después del 10 de marzo. Esa noche, allí, se encontraron nueve hombres, incluido Fidel (28),10  y dos mujeres, Haydée Santamaría Cuadrado (28) y Melba Elena Hernández Rodríguez del Rey (33); Antonio (Ñico) López Fernández (22), Pedro Miret Prieto (28), José Antonio (Pepe) Suárez Blanco (28), Pedro Celestino Aguilera González (30), Faustino Pérez Hernández (35), Armando Enrique Hart Dávalos (25) y Luis Bonito Milán (36), colectivo de dirección al cual también pertenecieron Jesús Sergio Montané Oropesa (32) y Juan Manuel Márquez Rodríguez (39), a quien la policía acababa de propinar una brutal golpeadura.

En el grupo figuraban los cinco dirigentes con los que ya contaba: tres de ellos de la época anterior al Moncada, Fidel, Miret y Montané, y Haydée y Melba, designadas antes de finalizar 1953. Se le incorporaban ahora tres moncadistas más: Ñico López, procedente del exilio; Pepe Suárez, excarcelado de Isla de Pinos, y Aguilera, surgido de la clandestinidad.11

Seis de ellos habían cumplido sanción por los sucesos del 26 de julio de 1953: Fidel, Miret, Montané, Pepe, Haydée y Melba. Se completaba con Hart y Faustino, procedentes del MNR y también ex presos políticos; Luis Bonito, dirigente sindical azucarero, y Juan Manuel Márquez, tabaquero, periodista, ex concejal de Marianao y luchador clandestino contra Machado en los años 30 y contra Batista en sus dos etapas dictatoriales.

Todos procedían del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), a excepción de Miret. Bonito y Márquez eran miembros del Consejo Director Nacional de ese partido; Fidel no había aceptado formar parte de él12  ni presidir su más importante Asamblea Municipal del país, la de La Habana,13  a la cual pertenecía como delegado desde el 27 de noviembre de 1951. Cuatro eran graduados universitarios: los abogados Fidel Castro, Melba Hernández y Armando Hart, y el dentista Pedro Aguilera.14   Cuatro tenían 28 años de edad; el mayor, 39, Juan Manuel, y el menor, 22, Ñico López.15  La edad promedio del grupo dirigente aumentó casi dos años, de 28,5 quienes lo formaron antes del Moncada (el mayor, Mario Muñoz, 41; el menor, René (Renato) Guitart, 22)16  a 30,3 los 13 de la primera Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio.

Únicamente, Haydée desempeñaba en ese momento un modesto empleo asalariado como auxiliar de oficina en el bufete de un abogado ortodoxo. Las actividades revolucionarias y la reclusión en presidio habían hecho perder los ingresos económicos a siete de ellos: Fidel, Miret, Montané, Pepe Suárez, Aguilera, Faustino y Juan Manuel.17   Melba y Hart ejercían en contadas ocasiones, sin cobrar, y únicamente para defender en los tribunales a opositores del régimen. Ñico López, recién llegado del exilio, también estaba desempleado. Luis Bonito recibía una subvención de 60 pesos al mes del PPC (O), pues dedicaba todo el tiempo a sus funciones como responsable del sector azucarero de la Sección Obrera del partido. Aguilera laboraba esporádicamente; pagaba por el uso de un sillón dental en la calle San Rafael y, cuando ganaba algo, sus escasos ingresos solo servían para mitigar un día el hambre propia y de uno o dos compañeros.  

Solamente cinco eran casados, los tres de mayor edad (Juan Manuel, Bonito y Faustino) más Aguilera y Miret. Y seis tenían hijos menores: Fidel, Montané, Aguilera y Juan Manuel, uno; Faustino, dos, y Bonito, tres. Ninguno poseía automóvil; los dos únicos que lo tuvieron antes del Moncada, los habían perdido, Fidel y Montané, así como sus hogares: vivían agregados en casas de respectivas hermanas.

En torno a la reunión de Factoría 62 no se ha podido determinar con exactitud la totalidad de los temas discutidos y el alcance de algunos de ellos. Los puntos de mayor coincidencia de varios testimonios y entrevistas a algunos de los participantes,18  confluyen hacia los siguientes asuntos:

1.    El objetivo de la reunión era dejar constituida la nueva máxima Dirección del Movimiento, cuya razón fundamental continuaba siendo el derrocamiento de la tiranía y el establecimiento de un sistema de justicia social, para lo cual se emplearía la vía armada, la insurrección armada popular.
2. Después de manejar y desechar otras propuestas como Movimiento del Moncada o Movimiento Chibasista Revolucionario, los participantes estuvieron de acuerdo en que el nombre de la organización sería Movimiento Revolucionario 26 de Julio.  
3. La dirección se ejercería de forma colectiva, pero la jefatura superior recaería en  Fidel.
4. Estructuralmente, la máxima Dirección funcionaría en dos frentes: Interno y Externo.
5. Fidel marcharía al extranjero para organizar un contingente armado y adiestrado con el cual volver a Cuba e iniciar la guerra. En la medida en que lograra asentarse llamaría a otros integrantes de la Dirección para fortalecer el trabajo en el Frente Externo.
6. El Frente Interno lo integrarían los miembros de la Dirección Nacional que radicaran dentro del país.  Una de sus tareas iniciales sería organizar una dirección en cada una de las seis provincias, las cuales se encargarían a su vez de conformar las direcciones municipales del Movimiento. Miret, Faustino y Hart formarían de conjunto una especie de comisión de organización.
7. Algunos desempeñarían también tareas específicas con carácter nacional: Pedro Miret: Responsable Bélico, nominación que se utilizó en las provincias; Faustino Pérez: Finanzas; Faustino Pérez y Armando Hart, indistintamente: Propaganda; Luis Bonito: Responsable Obrero; Ñico López, ayudado por Pepe Suárez: Responsable del Trabajo en la Juventud.19

No existe certidumbre unánime acerca de que otros asuntos se tratasen en esa reunión. Unos lo aceptan, otros no.  Pero se hablaran allí o no, lo cierto es que después de partir Fidel para México, el 7 de julio de 1955, se definieron enseguida determinadas situaciones prácticas:
Montané permaneció en La Habana para organizar un aparato de impresión clandestina, hasta agosto en que viajó a México para unirse a Fidel.
Miret atendió preferencialmente la provincia de Oriente.
Faustino prestó atención a Las Villas.
Hart se encargó de Matanzas.
Aguilera tuvo a su cargo el trabajo práctico de organización, distribución de propaganda y recolección de fondos en La Habana.
Melba continuó en la organización de Habana Campo hasta octubre, cuando se incorporó al Frente Externo en México.
Pepe Suárez se responsabilizó con Pinar del Río. Simultáneamente fue asumiendo lo relacionado con las armas y los grupos de combate en la capital, auxiliado por René Verdecia Pérez; en especial, al incorporarse Miret al Frente Externo, en el segundo semestre de 1956.

Los recorridos para el trabajo dentro de la juventud llevaron a Ñico López a colaborar con efectividad en la organización del Movimiento en varias provincias; en particular, La Habana, Matanzas y Las Villas.

El posterior funcionamiento y la estructura del MR-26-7 en La Habana y en el resto del país no es objetivo de este trabajo. Sin embargo, puede resultar de interés conocer algunas cuestiones asignables a estos primeros momentos del período fundacional, según trasciende del epistolario y otros documentos de Fidel y algunos de sus compañeros de la Dirección en aquellos meses:

•      Quedó sin constituirse el Frente Femenino del Movimiento.20
•    El trabajo en el sector obrero avanzó muy poco, y de manera casi espontánea, pues careció de dirección centralizada y bien orientada, a excepción de Oriente. En esto influyó el fallo de los dos primeros y sucesivos jefes nacionales de ese frente (Luis Bonito y José María de la Aguilera). Además, muchos de los trabajadores más combativos, al incorporarse, desechaban el trabajo organizativo de células obreras con vistas a preparar un movimiento de huelga general y preferían funcionar en los grupos de acción.21

•    El sentido del trabajo en la juventud, distorsionado, devino violento enfrentamiento en el seno de la Juventud Ortodoxa por el control de sus cargos dirigentes, hasta que en seguimiento de la reorientación decidida por Fidel se dio paso a la actividad de agitación y propaganda revolucionaria de las Brigadas Juveniles en el último trimestre de 1955.22

•    Las secciones financieras tardaron en establecer sistemas estables para la recaudación, lo que entorpeció el acopio de fondos siquiera a un nivel mínimo. En diciembre de 1955 se envió la primera remesa de 1 000 pesos a México. Durante este período no pudo establecerse la cotización fija de los trabajadores y de los jóvenes.23  En enero de 1956, los ingresos en los clubes 26 de Julio de Estados Unidos también distaban mucho de acercarse a las cifras estimadas cuando se fundaron.24

El aparato clandestino impresor también sufrió altibajos. Todavía en septiembre de 1955, Fidel urgía la impresión y distribución del Manifiesto N° 1 que él había enviado dos meses antes, a principio de julio.25
 
La circunstancia de que los miembros de la Dirección Nacional pertenecientes al Frente Interno residieran en la capital y atendieran aquí los asuntos locales, impidió ver la necesidad de estructurar una completa y eficiente Dirección Provincial en La Habana. Tal imprevisión mostraría su gravedad desde mediados de 1956, cuando la mayor parte de los dirigentes fueron llamados a México,26  y Hart y Haydée se trasladaron a Oriente para fortalecer allá el sólido colectivo provincial encabezado por Frank País, quien ya era jefe nacional de Acción. Todo esto, más la falta de armamento, desarticularía el potencial combativo en occidente, donde de los 13 miembros que tenía ya la Dirección Nacional27 solo estarían dos al momento del desembarco del Granma, Aguilerita y Pepe Suárez, sin armas, sin recursos y carentes de don de mando y capacidad de convocatoria.

Al salir exiliado el 7 de julio de 1955, Fidel comenzaría a oficializar públicamente el Movimiento. En carta que hace llegar a los compañeros de La Habana, una semana después de su partida, anticipa que para el 26 de julio piensa “enviar unas declaraciones a Cuba que deben tener la más amplia divulgación posible por vías legales”.28  El documento llega adjunto a una carta del miércoles 20.29  Es muy escueto. En nueve cortos párrafos reitera el carácter ilegítimo del régimen y arremete contra los que predican “la sumisión pacífica del pueblo”, al tiempo que reafirma, por parte del Movimiento, la lealtad a los ideales y a los caídos, la demostrará más que con palabras, con los hechos. Su mayor importancia histórica radica en que es el primer documento que, destinado a hacerse público, aparece firmado por Fidel Castro en nombre y en representación del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

De ahí en adelante, el nombre completo también comenzaría a figurar permanentemente en el lenguaje coloquial de sus miembros y en toda la correspondencia interna de la organización. Sus primeras manifestaciones aparecieron en documentos secretos (“Respuesta al Comisionado del PRC Insurreccional”30 ), documentos públicos (Manifiestos números 1 y 2 del 26 de Julio); credenciales de representación, como las entregadas en Nueva York el 3 de noviembre a Acción Cívica Cubana, Comité Ortodoxo y Comité Obrero Democrático de Exiliados Cubanos; en el patronímico común (Club 26 de Julio) de las agrupaciones que surgen a partir de noviembre en Estados Unidos; en los discursos de Fidel, como el del teatro Flagger de Miami, el 20 de noviembre; hasta proliferar en decenas de miles de paredes y muros de toda Cuba a final del año 1955.

Además del amplio universo de ideas proveniente de sus trabajos de prensa a partir del 10 de marzo de 1952, de su discurso de autodefensa en la Causa 37 de 1953 del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba (La historia me absolverá) y varias cartas y otros documentos del presidio que integran sus antecedentes, la perspectiva histórica, política y ética del MR-26-7 se define, fortalece y ensancha con el copioso epistolario de Fidel de mayo de 1955 a noviembre de 1956, y muy especialmente en sus declaraciones a la prensa al salir hacia el exilio,31  en el “Manifiesto N° 1 del 26 de Julio Al Pueblo de Cuba”,32  en el “Mensaje al Congreso de Militantes Ortodoxos”,33  en el “Manifiesto N° 2 del 26 de Julio Al Pueblo de Cuba”,34  en los escritos periodísticos “Sirvo a Cuba. Los que no tienen el valor de  sacrificarse”,35  “¡Frente a todos!”,36  “La condenación que se nos pide”,37  y el antológico “El Movimiento 26 de Julio”.38   

Todos ellos permiten aprehender el pensamiento de Fidel acerca de los diversos problemas económicos y sociales de su momento, su alineación clasista, las concepciones estratégicas y tácticas de su proyecto revolucionario, la estructura funcional que fue concibiendo para el movimiento, sus apreciaciones de las demás organizaciones políticas, de las fuerzas enemigas y de las que podían ser aliadas.
Pero sobre todo —y esta es la clave para comprender cómo fue posible seguir exitosamente hacia adelante a pesar de tantas dificultades—, en ellos se manifiesta su enorme capacidad de reacción ante la adversidad, su coherencia con lo mejor del acerbo patriótico en nuestra historia; su fidelidad a los principios, su tenacidad, su inclaudicable disposición para la lucha, su infinito optimismo,  su fe en el pueblo y una absoluta confianza en el triunfo de la causa a la que dedicaba por completo la vida.

Sus palabras de despedida, que divulgaría la prensa cuando partiera exiliado, ratificaron la esencia del método a seguir por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio. En uno de sus fragmentos se lee: “Cerradas al pueblo todas las puertas para la lucha cívica, no queda más solución que la del 68 y el 95”.39
Esa disposición se ratificaba pocos días después de salir hacia México, cuando preguntaba y respondía en una de sus cartas: “¿Cómo se imaginarán los demás que es esta vida? Es triste, solitaria y dura. Parece que lo destruyen a uno en mil pedazos cuando lo alejan de la patria, de la patria a la que solo se puede volver honrosamente, o no volver nunca más”.40  Dos semanas antes ya había asegurado: “En el más infortunado de los casos, de nosotros podrá decirse el día de mañana que supimos morir ante un imposible, pero nunca que se nos vio llorar de impotencia”.41  

Tal actitud irreductible descubre —al mismo tiempo— uno de los secretos que condicionarían el triunfo de la insurrección, y es una de las claves que han hecho invencible a la Revolución: “Estoy optimista de lo que llevo hecho, sencilla y discretamente —reafirmaba en carta posterior—. Considero tan importante y delicado lo de afuera, que soporto con resignación la amargura de esta ausencia y convierto toda mi pena en impulso, en deseo ardiente de verme peleando cuanto antes en la tierra cubana. Vuelvo a reiterar mi promesa de que si lo que anhelamos no fuera posible, si nos quedáramos solos, me verían llegar en bote, a una playa cualquiera, con un fusil en la mano”.42

Esos rasgos matizan su actuación política, jurídica, propagandística, proselitista y organizativa, aplicadas simultánea o alternativamente con la acción bélica, según las cambiantes situaciones antes y después del Moncada, antes y después del presidio y del exilio, antes y después del Granma.

En ellos resulta fácil identificar la personalidad de Fidel, su capacidad para hacer viable la solución armada, su tenacidad para sostenerla y reiterarla, a pesar de la eterna y angustiosa carencia de recursos económicos y materiales y de los reveses que sufriría. Él, y su firme determinación de avalar sus ideas con la propia vida. Él, y su conciencia de la necesidad de incorporar a las masas a la ejecución de su proyecto y organizar, desde el inicio, destacamentos de civiles armados para llevar adelante el combate contra el aparato militar-policiaco de la dictadura con el objetivo de destruirlo, lo que hace evidente que en su propósito ulterior estaba implícito un fin estratégico; el de la revolución social.

En el transcurso de los siete años de enfrentamiento a la tiranía, de 1952 a 1958, serán incontables los aportes de otras organizaciones e individualidades que hicieron posible el derrocamiento de la tiranía.

Mas, la insurrección armada popular solamente pudo triunfar con la acción y el soporte moral, económico y material de gran parte del pueblo, en los que se refleja una fuerte voluntad de rebeldía colectiva, que devendría enorme tributo de esfuerzo, sacrificio y vidas en todo el país —y fuera de él— que coadyuvaron a su éxito, en lo general. Y, en lo particular, fue posible debido a la existencia de un coherente proyecto estratégico y efectivos planes tácticos que se tradujeron en respuestas adecuadas de la vanguardia revolucionaria a los dilemas de cada momento, con Fidel Castro, su Movimiento Revolucionario y su Ejército Rebelde, como referentes y principales fuerzas propulsores del decurso histórico nacional. La convergencia de todos estos factores dinámicos, actuando unidos en una misma dirección, hizo posible el primero de enero de 1959.

Otras fuentes

Entrevistas efectuadas por el autor a Ramón Álvarez Martínez, Pedro Celestino Aguilera González, Julio Bauta Delgado, Reinaldo Benítez Nápoles, Luis Bonito Milán, Omar Borges Torres, Julio Camacho Aguilera, Baudilio Castellanos García, Carmen Castro Porta, María Lidia Castro Argota, Pablo Díaz González, Concepción Cheda Durán, Gloria Cuadras de la Cruz, Arturo Duque de Estrada Riera, Wilfredo Denies Valdés, José Díaz Rodríguez, Isidro Dorta Díaz, Luis Fernández Rueda, María Antonia Figueroa Araújo, Francisco González Álvarez, José Saúl González Hernández, Ricardo Rubén González Tejo, Juan Gener Saíz, Melba Elena Hernández Rodríguez del Rey, Armando Enrique Hart Dávalos, Andrés Horta Pagés, Enio Leyva Fuentes, Octavio Louit Venzant, Rosa Mier López, Jesús Sergio Basilio Montané Oropesa, Calixto Morales Hernández, Manif Nallib Abdala, César Pascual Montaña, Aida Pelayo Pelayo, Faustino Pérez Hernández, Quintín Pino Machado, Héctor Ravelo Fortes, Santiago Riera Hernández, Raúl Roa García, Guillermo Rodríguez del Pozo, Léster Rodríguez Pérez, Luis Orlando Rodríguez Rodríguez, Badish Saker Saker, Universo Sánchez Álvarez, José Rafael Sánchez Castellanos, Aldo Santamaría Cuadrado, Jesús Soto Díaz, Enrique Soto Gómez, Luis Enrique TelleríaVarona, Juan Manuel Torres Díaz, Humberto Torres (Fonseca), Ernesto Vera Méndez, René Pedro Verdecia Pérez.

Entrevistas efectuadas por José M. Leiva Mestres y Pedro Celestino Aguilera a José Antonio (Pepe) Suárez Blanco y Luis Bonito Milán.

Entrevistas efectuadas por Tad Szulc a Armando Hart Dávalos, Melba Hernández y Pedro Miret Prieto.
Conversaciones grabadas de Faustino Pérez, Pedro Miret y Armando Hart acerca de la amnistía política de mayo de 1955 y la integración de la primera Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Transcripción en archivo del autor.
Diversos números de las revistas Bohemia, 1955-1956, y Carteles, 1955; y diarios La Calle y Prensa Libre, 1955.

Notas

1) Intervención especial en el Taller Científico Cincuenta Aniversario del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, patrocinado por la Oficina de Historia del Consejo de Estado y la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, 12-13 de junio de 2005 en el Palacio de Convenciones. Para su publicación en Cinco Palmas se le han incorporado numerosas notas y otras referencias que, lógicamente, no figuraron en la versión oral.

2) Fidel Castro: “De Fidel a M.” [Melba Hernández]. “Estrictamente confidencial”. Mensaje escrito con tinta invisible, entre líneas, en una carta dirigida a “Mi queridísima Myrta” [Myrta Díaz-Balart], el 12 de mayo de 1954. Firma: Fidel. Fondo Fidel Castro Ruz, Archivos de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado de la República de Cuba, en lo adelante OAH.

3) Carta citada de Fidel Castro a Melba Hernández.

4 Fidel Castro: Carta a “Queridas H. y M.” [Haydée Santamaría y Melba Hernández], Isla de Pinos, Junio 18 de 1954. OAH.

5 Fidel Castro: Carta a “Querido Luis” [Luis Conte Agüero], Isla de Pinos,  Agosto 14 de 1954. Texto tomado de Luis Conte Agüero: Cartas del presidio. Anticipo de una biografía de Fidel Castro, Editorial Lex, La Habana, 1959, pp. 59-62.

6 Fidel Castro: Carta a “Mi querida M.” [Melba Hernández], Isla de Pinos, Septiembre 5 de 1954.  OAH.

7 “De Fidel Castro y demás compañeros presos a todos los miembros del 26 de Julio”. Redactado por Fidel el 3 de octubre de 1954, fue refrendado por los combatientes del 26, quienes, en ese momento, cumplían sanciones en el Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos. OAH.

8 Un amplio reportaje de lo ocurrido en estos 53 días, puede consultarse en Mario Mencía: “Solución: la del 68 y el 95”, en Bohemia, La Habana, año 77, nos. 20 al 33, mayo 17, 24, 31; junio 7, 14, 21, 28; julio 5, 12, 19, 26; y agosto 2, 9, 16 de 1985.     

9 El 20 de junio de 1955, Fidel encomendó al dirigente obrero azucarero de filiación ortodoxa, Jaime López, organizar el movimiento en la provincia de Matanzas, pero este se desentendió del compromiso, según han atestiguado quienes presenciaron la conversación y después tuvieron a su cargo la verdadera organización inicial en parte de esa provincia: Ricardo González Tejo, Juan Manuel Torres Díaz e Ismael Pérez Falcón. El 7 de septiembre, el jefe del MR-26-7 escribía desde México a los dirigentes radicados en Cuba: “De algunos compañeros responsables no sabemos una palabra. Por distintos conductos palpé la impresión de que algunos habían tenido censurables vacilaciones. Concretamente: los líderes obreros B. [Luis Bonito] y J. [Jaime López]; el último con creciente flojera de ánimo”. Un mes después, la Dirección Nacional designó a Aldo Santamaría Cuadrado, hermano de Abel y de Haydée, para ocupar tal responsabilidad. Aldo laboraba en la Compañía Rayonera de Matanzas y se había destacado por su dedicación al trabajo clandestino en esa provincia.  En abril de 1956, Luis Bonito sería sustituido por el dirigente obrero bancario ortodoxo de La Habana José María de la Aguilera Fernández, quien tampoco funcionó como organizador de ese frente del movimiento a nivel nacional, sino que dio prioridad a la línea de acción.

10  La cifra entre paréntesis indica los años de edad que cada uno tenía el 12 de junio de 1955.

11 Aunque Ñico López y Aguilerita habían combatido en Bayamo, el término “moncadista” se aplica a ellos como a todos los revolucionarios que participaron en las acciones del 26 de julio de 1953, sin importar que fuera o no en el ataque directo al cuartel Moncada.

12 En la primera reunión del Consejo Director Nacional del PPC (O), después de firmada la Carta de la Unidad Ortodoxa (5 de abril de 1955), efectuada la noche del sábado 14 de mayo, víspera de la excarcelación de los moncadistas, se acordó unánimemente invitar a Fidel Castro a que integrara ese máximo órgano, junto a Conchita Fernández, Pedro Iglesias Betancourt, Luis Conte Agüero y Rafael García Bárcena. El cónclave fue presidido por Raúl Chibás, recién electo nuevo presidente del Partido Ortodoxo.
 
13 El acuerdo con esa propuesta fue adoptado por unanimidad en la reunión de esa instancia funcional el miércoles 27 de abril de 1955, dirigida por Manuel Bisbé Alberni, presidente de la Asamblea Provincial capitalina. La responsabilidad que se ofrecía a Fidel había sido desempeñada durante cuatro años por José Pardo Llada, ahora dedicado a organizar un nuevo partido, el Movimiento de la Nación.

14 Faustino casi había terminado los estudios de Medicina, pero dejó alguna asignatura sin examinar y no quiso hacer la tesis para evitar que su título tuviese la firma de un ministro de la tiranía; la hizo en 1959, y fue Hart quien rubricó el título como Ministro de Educación. Miret interrumpió su carrera de Ingeniería Civil en el tercer año para dedicarse por completo a conspirar y a la preparación militar de luchadores contra la dictadura.

15 Expedicionarios del Granma, ambos serían apresados y asesinados tras el desembarco. Ñico, el 8 de diciembre de 1956; Juan Manuel, siete días después.

 16 Los dos perderían la vida en el Moncada el 26 de julio de 1953. Guitart sería el primero en caer en el combate; Muñoz, el primero en ser asesinado después de finalizada la acción.

17  Fidel había rechazado dos importantes ofrecimientos: “renuncié a un sueldo de quinientos pesos mensuales que me ofreció una Compañía de Seguros, porque yo no lucro con mi prestigio, que no es mío sino de una causa; renuncié al sueldo [$ 200] de un periódico importante de la capital [Diario Nacional] para que fuese colaborador suyo, y me puse a escribir en el periódico de Luis Orlando [La Calle] que no podía pagarle un centavo a nadie ...”. Fidel Castro: “¡Frente a todos!”, en Bohemia, La Habana, año 48, no. 2, 8 de enero de 1956, p. 81.

18 Faustino Pérez Hernández, Armando Hart Dávalos, Luis Bonito Milán, Pedro Celestino Aguilera González, José (Pepe) Suárez Blanco, Pedro Miret Prieto y Melba Hernández.

19 “¿Cómo marcha la tarea de organizar la Juventud Ortodoxa en todos los términos de la Isla?”, preguntaba Fidel tres semanas después de su partida: Carta “A los compañeros de la Dirección”, agosto 2 de 1955. OAH.

20  Fidel Castro: Carta a “Querido médico” [Faustino Pérez], julio 14 de 1955; carta a “Mi admirada amiga” [Carmen Castro Porta], septiembre 17 de 1955; carta a “Mi querida doctora” [Melba Hernández], dictada a Jesús Montané, septiembre 26 de 1955; carta a “Mi querida doctora” [Melba Hernández], dictada a Jesús Montané, octubre 4 de 1955. Fondo Fidel Castro Ruz de la Oficina de Historia del Consejo de Estado. Faustino Pérez: Carta a “Querido amigo” [Fidel Castro], La Habana, octubre 3 de 1955, firma El Médico (Fondo no. 29, Faustino Pérez Hernández. OAH). Entrevistas del autor a Faustino Pérez, Aida Pelayo Pelayo, Carmen Castro Porta, Concepción Cheda Durán y Rosa Mier Febles.

21  Fidel Castro: Carta a “Querida Doctora” [Melba Hernández], agosto 27 de 1955; carta a “Querida Doctora” [Melba Hernández], septiembre 7 de 1955. OAH. Carta a Carmen Castro Porta, citada; carta de Faustino Pérez a Fidel, citada. Entrevistas del autor a Ramón Álvarez Martínez, Luis Bonito Milán, René Pedro Verdecia Pérez, Julio Camacho Aguilera, Jesús Soto Díaz, Octavio Louit Venzant y José Díaz Rodríguez.

22  Fidel Castro: Cartas a “Querida Doctora” [Melba Hernández], agosto 10 de 1955; “A los compañeros de la Dirección”, citada; a Melba Hernández, septiembre 7 de 1955, citada; a Melba Hernández, octubre 4 de 1955, citada; “A los compañeros de la Dirección”, Cayo Hueso, diciembre 4 de 1955. OAH. Artículo “La condenación que se nos pide”, en Bohemia, La Habana, año 48, no. 11, 11 de marzo de 1956, p. 51. Carta de Faustino Pérez a Fidel, citada. Carta de Antonio López Fernández a “Entrañable amigo” [Fidel Castro], “A los 27 días del mes de Septiembre” [de 1955], firma Ñico (Fondo Antonio López Fernández. OAH. Entrevistas del autor a Léster Rodríguez Pérez, Enrique Soto Gómez, César Pascual Montaña, Calixto Morales Hernández, Reinaldo Benítez Nápoles, Quintín Pino Machado, Enio Leyva Fuentes, José Saúl González Hernández, Manif Nayib Abdala, Omar Borges Torres y Francisco González Álvarez.

23  Fidel Castro: Cartas a “Querido Médico” [Faustino Pérez], julio 14 de 1955, citada; a “Julia Pezuela” [Natalia Revuelta Clews], julio 28 de 1955, firma Dick; “A los compañeros de la Dirección”, agosto 2 de 1955, citada; a “Querido amigo” [Pedro Pérez Font], agosto 26 de 1955; a “Querida Doctora”, agosto 27 de 1955; a “Querida Doctora” [Melba Hernández], septiembre 7 de 1955; todas en la OAH. Cartas a Melba Hernández, septiembre 26 de 1955 y octubre 4 de 1955, citadas; “A los compañeros de la Dirección”, Cayo Hueso, diciembre 4 de 1955, OAH.  Carta de Faustino Pérez a Fidel, citada.

24  Fidel Castro: Carta a “Querido compañero” [Luis García Leal], México, enero 18 de 1956.

25  Fidel Castro: Cartas a Faustino Pérez, julio 14 de 1955, citada; a “Querida Doctora” [Melba Hernández], julio 20 de 1955; a “Querida Doctora” [Melba Hernández], julio 24 de 1955; “A los   compañeros de la Dirección”, agosto 2 de 1955, citada; a “Querida Doctora” [Melba Hernández], agosto 8 de 1955; a “Querida Doctora” [Melba Hernández], agosto 10 de 1955; a “Querida Doctora” [Melba Hernández], agosto 12 de 1955; a Melba Hernández, agosto 27 de 1955, citada; a Melba Hernández, septiembre 7 de 1955, citada; a Carmen Castro Porta, septiembre 7 de 1955, citada; a Melba Hernández, octubre 4 de 1955, citada; “A los compañeros de la Dirección”, Miami, noviembre 18 de 1955; “A los compañeros de la Dirección del MR 26 de Julio”, noviembre 18 de 1955; todas en la OAH. “A los compañeros de la Dirección”, diciembre 2 de 1955, citada. Carta de Faustino Pérez a Fidel, citada.

26  En México se concentraron Fidel Castro, Juan Manuel Márquez, Ñico López, Pedro Miret, Faustino Pérez, Jesús Montané, Melba Hernández y Mario Hidalgo Barrios.

27  No es de significación contar todavía a Jesús Suárez Gayol, recién llegado de Camagüey para ocupar la jefatura nacional de las Brigadas Juveniles en sucesión de Mario Hidalgo, pues iniciaba sus primeros contactos en La Habana.

28 Fidel Castro: Carta a Faustino Pérez, julio 14 de 1955, citada.

29 “Declaraciones al Pueblo de Cuba”, original manuscrito en Fidel Castro: Carta a “Querida Doctora” [Melba Hernández], julio 20 de 1955, con instrucciones para su reproducción y entrega por lo menos a Luis Conte Agüero, José Pardo Llada, Guido García Inclán, Manuel Palacio Blanco, Enrique de la Osa de la sección “En Cuba” de la revista Bohemia, Robreño del Canal 11, Max Lesnick, y Ñico [López].

30  Adjunto a carta de Fidel Castro a “Compañeros” [Dirección Nacional radicada en Cuba], septiembre 7 de 1955, “a fin de que sea conocido y discutido por ustedes”.

31  “Fidel Castro”, en encuesta realizada por Rodolfo Rodríguez Zaldívar, publicada con el título “Opiniones sobre el regreso de Prío”, en Bohemia, año 47, no. 28, La Habana, 10 de julio de 1955, p. 64.

32  “En nombre del MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO 26 DE JULIO, a los 8 días del mes de agosto de 1955. Firma lo expuesto, Fidel Castro”.

33  “Con un abrazo fraternal a todos los compañeros, le ruego a la presidencia que dé lectura a este mensaje. Para ser presentado el 16 de agosto de 1955. Fidel Castro”.

34  “En nombre de la Dirección Nacional del MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO 26 DE JULIO, firma en la Isla de Nassau, el 10 de diciembre de 1955. Fidel Castro”.

35  Bohemia, año 47, no. 47, La Habana, 20 de noviembre de 1955, p. 59.

36  Bohemia, citada, nota 16.

37  Bohemia, citada, nota 21.

38  Bohemia, año 48, no. 14, La Habana, domingo 1° de abril de 1956.  Firmado en México el 19 de marzo de 1956.

39 Fidel Castro, en encuesta realizada por Rodolfo Rodríguez Zaldívar, publicada en  Bohemia, año 47, no. 28, La Habana, 10 de julio de 1955, con el título “Opiniones sobre el regreso de Prío”.

40  Carta del 28 de julio de 1955, citada.

41 Carta del 14 de julio de 1955, citada.

42 Carta del 2 de agosto de 1955, citada.