Juan Almeida: Fidel Castro, el más grande de los hombres
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Conversador, culto, sencillo, de mucha disciplina, audaz, de buen carácter, autodidacta, muy sencillo, el más grande de los hombres, un estratega y siempre amó la música. Estás son algunas de las cualidades con las que definieron a Fidel Castro Ruz: Melba Hernández, Juan Almeida y Frank Fernández.
En vísperas de conmemorar el próximo 13 de agosto el 98 Aniversario de su Natalicio. Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas rendirán tributo al Comandante a través de los testimonios de aquellos que compartieron momentos con él.
Fidel era el compañero que habría de hacer la Revolución
Primero conocí a Abel Santamaría, exactamente el 1ro de mayo de 1952, en el cementerio de Colón, en la peregrinación a la tumba de un joven dirigente que había sido asesinado poco tiempo antes, en las luchas de entonces. Ese día Abel me invitó a que fuera a su apartamento para que conociera a un joven que me iba a impresionar, que representaba mucho y que él consideraba que era la esperanza de Cuba. Ese joven era Fidel.
Fui esa noche, pero Abel no llegó. Volví al día siguiente, sobre la una o las dos de la tarde y conocí a Fidel. En ese apartamento vivían Abel y su hermana Haydée. Abel, desde que conoció a Fidel, se unió a él, como me pasó a mí también.
Aquel 2 de mayo lo primero que hizo Fidel fue exponerme sus ideas y sus planes, sus proyectos para organizar la lucha, que conllevarían al derrocamiento de Batista. Fue muy convincente. Me di cuenta de que Fidel era el compañero que habría de hacer la Revolución. En aquel momento el pueblo de Cuba lo que quería era un lugar donde enrolarse, tomar el fusil, para enarbolar las banderas de la libertad.
Fidel es sumamente agradable, muy conversador, muy culto, que sabe hablar de lo que quiere. Es un hombre muy sencillo, de mucha disciplina, no voy a decir que audaz porque eso lo sabemos todos. Le gusta mucho lo bello. De muy buen carácter, cuando se incomoda es porque algo ha llegado al extremo y se tiene que incomodar. Tiene mucha paciencia para hacerse entender, para expresarse.
Yo fui muy feliz desde el instante mismo en que conocí a Abel y a Fidel y me enrolé en esa acción e integré las filas del movimiento. Desde el punto de vista revolucionario nunca he sentido infelicidad, ni aun cuando era más grande el peligro, cuando era mayor el sacrificio. Esa es la gran verdad. No pienso que soy una excepción, a todos los revolucionarios les pasa igual. ¿Quieres felicidad más grande que la de Fidel, la que le da su lucha revolucionaria, su accionar, su entrega, su devoción, su consagración a la obra? Eso es lo que realmente da felicidad.
Fragmentos del testimonio de Melba Hernández recogido en el Libro: “Más allá de la leyenda” de los autores: Estela Bravo, Ernesto Mario Bravo, Olga Rosa Gómez Cortés.
El más grande de los hombres
Yo conocí a Fidel Castro en 1952, en la Universidad de La Habana, en los días del golpe de Estado propinado por Fulgencio Batista el 10 de marzo.
A la Universidad me llevó un compañero que se llama Fermín, fue cuando conocí a Fidel, empezamos a hablar, él estaba disgustado con la cuestión del golpe Estado. Tenía un libro debajo del brazo, lo recuerdo todavía, era un libro de portada azul, con un Lenin a relieve. Yo me fijé mucho en ese detalle. Caminaba inquieto, en la Plaza Cadenas. Decía: “Esto no se puede admitir, hay que hacer algo”. Fuimos tres compañeros, entre ellos Armando Mestre, que era estudiante del instituto y frecuentaba la Universidad. Me admiró verlo con los mismos ideales que teníamos nosotros de derrocar a Batista.
En la medida en que yo iba viendo a Fidel, veía que crecía. Para mí Fidel es grandísimo. Él le dio la dignidad al negro, a la mujer, al niño. No he conocido una persona ni he leído de una persona las cosas que he sentido y que he visto de Fidel, por lo que ha hecho por su patria y no solo por su patria, por el mundo. Fidel es un autodidacta de las ciencias y del arte militar, porque no estudió una carrera militar y es un estratega; y en política… para mí es uno de los políticos más grandes de este siglo.
Estuve en el Moncada, en el presidio, en el desembarco del Granma, en el triunfo, y después en todos los demás procesos: Girón, la Crisis de Octubre, en la lucha contra bandidos, en todo. Yo he sido un soldado de esta Revolución y he estado siempre junto a Fidel Castro Ruz. Y como te dije ya, es una gran satisfacción haber luchado junto a él.
En el Granma, horas antes del desembarco, se cayó un hombre al agua, empezamos a buscarlo y el hombre no aparecía, nosotros gritábamos: “Roque, Roque” y Roque no aparecía, hasta que al final dijo Fidel: “De aquí no nos vamos hasta que no lo salvemos”. Eso conmovió a la gente, le levantó la combatividad escuchar esa frase y nos dijimos: “¡Con este hombre no hay nadie abandonado, no hay olvidados!”
De todos nosotros al que más escuchaba era al Che, con quien más dialogaba, debe ser porque él pensaba que era más intelectual que nosotros; guerrero también, pero más intelectual. Con el Che tenía diálogos más de futuro. Lo hizo comandante primero, fue el primer comandante que hizo Fidel Castro en la Sierra, con el consenso de todos nosotros.
Nos dijo que por ser el más preparado, el más estratega. Después fuimos Raúl y yo, luego Camilo, Ramirito y los demás. Al Che le escribía relatos de la guerra, de operaciones, de cómo se iban comportando las operaciones, las ideas que tenía y ya, después del triunfo, tenían tertulias.
Los adjetivos y los calificativos con la única persona que yo los he empleado es con Fidel, vi que es el más grande de los hombres que he conocido.
Fragmentos del testimonio de Juan Almeida recogido en el Libro: “Más allá de la leyenda” de los autores: Estela Bravo, Ernesto Mario Bravo, Olga Rosa Gómez Cortés.
Siempre amó la música
Un día, cuando Fidel venía de un juego de básquet, con cierta preocupación le dije que lo veía más inclinado hacia el deporte que a la música y me aclaró: “A mí sí me gusta la música, lo que pasa es que de niño estaba en un coro y cuando fueron a hacer la prueba colectiva, doblé, moví la boca y aprobé. Pero, desgraciadamente, el profesor de canto era muy exigente y al hacerme el examen individual me suspendió”. Él no fue el más musical de su familia... Pero Fidel siempre amó la música.
Cuando se organizaba el acto por el aniversario 40 del triunfo de la Revolución, me llegó un mensaje donde me decían que Raúl, de puño y letra, solicitaba que hablaran conmigo para que compusiera una pieza a estrenar en la ocasión. Él insistía en que el homenaje debía ser breve, donde solo intervendría Fidel, y yo con el piano.
Así nació Oda a la Patria, una pieza de diez minutos que sintetizaba aquellos 40 años, inspirada en Fidel, porque Fidel es la Revolución.
Aquella noche del 1ro. de enero de 1999, en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, durante el acto toqué la obra, acompañado por imágenes maravillosas de Roberto Chile y otras de archivo.
Según el guión, mientras se interpretara Oda a la Patria, Fidel estaría sentado, observando desde lo alto del balcón del antiguo ayuntamiento, lugar exacto donde él proclamó la victoria hacía cuatro décadas. Pero resulta que Fidel no se sentó.
Recuerdo que terminé y vi a Fidel de pie. Tras los aplausos fui hacia él y después de felicitarme le dije: “Comandante, después del himno nacional usted debía sentarse, porque la pieza tiene diez minutos y es mucho tiempo para que esté de pie”. Y me respondió: “Pero Frank, ¡cómo tú crees que me voy a sentar, si tú estás tocando!”.
Fragmentos del testimonio de Frank Fernández recogido en el libro “Yo conocí a Fidelˮ, de Wilmer Rodríguez Fernández.