En el lente de Oller, crónicas de la Revolución
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Jorge Oller Oller es premio nacional de Periodismo José Martí, maestro e investigador de la fotografía cubana y fundador del periódico Granma. Han pasado los años y me honro de tenerlo como amigo y mentor. Hablar de él y de sus imágenes es hablar de cubanía.
Sus fotos son un testimonio fiel de la obra del pueblo y de su indiscutible líder, Fidel Castro. Como fotorreportero, Oller lo acompañó muchísimas veces, en Cuba y en el exterior.
–¿Cuándo viste por primera vez a Fidel? ¿Cuál fue la primera foto que le hiciste?
–La primera vez que vi a Fidel, y también lo retraté, fue en la Estación Central de los Ferrocarriles, alrededor de las ocho de la mañana del lunes 16 de mayo de 1955. Yo reportaba para el diario Información la llegada a La Habana de los jóvenes asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, los cuales habían sido amnistiados el día anterior, ante el reclamo popular. Fidel y sus compañeros salieron del Presidio Modelo de la Isla de Pinos, aplaudidos por los lugareños, y abordaron la embarcación El Pinero, que los llevó a Batabanó, y de ahí vinieron en tren hasta la capital.
«El andén, el salón de espera de la estación y la calle Factoría estaban abarrotados de universitarios, trabajadores, dirigentes de la feu y del Partido Ortodoxo y, en general, el pueblo, que fueron a recibirlos. Por sugerencia de los maleteros, me había encaramado en un lugar del muro que delimitaba los terrenos del ferrocarril, frente a las vías donde se estacionaba normalmente el vagón de Batabanó.
«Llegó el tren y, tal como me habían asegurado los encargados de las maletas, quedé frente a la escalerilla del coche. Pero, por ahí, no podían bajar los moncadistas, debido al gran número de amigos que se apiñaban y querían ser de los primeros en saludar y abrazar a Fidel. El líder del Moncada decidió entonces salir por una de las ventanillas. Llevaba una pequeña bandera cubana en la mano. Un grupo de jóvenes que estaban en el andén lo ayudó.
«Todos cantaban el Himno Nacional y se escuchaban los vivas a Fidel y sus compañeros. Yo, que estaba frente a esa escena, hice mi primer retrato a Fidel.
«Fue también la primera manifestación popular y espontánea en La Habana en apoyo a la causa de Fidel y de los moncadistas, quienes fueron vitoreados y llevados en hombros hasta los autos para continuar su lucha revolucionaria».
–¿Cuántas veces estuviste en coberturas periodísticas con Fidel, en Cuba y en el exterior?
–Cuatro años después volví a retratarlo cuando entró victorioso en La Habana, el 8 de enero de 1959, y continué haciéndolo, después de Información, en los diarios Combate, Hoy y Granma, y en la agencia de noticias Prensa Latina, más tarde en Hoy. Fui fundador de Granma y estuve activo hasta que mi salud me lo permitió. Me jubilé el 31 de enero de 1992. Durante 33 años tuve el honroso privilegio de reportar muchísimas actividades del Comandante en Jefe, y en 20 oportunidades lo acompañé en recorridos que realizó en el extranjero.
–¿Cuál recuerdas más?
–Recuerdo mucho el viaje a Chile, por el gran cariño que le tributaron el presidente Salvador Allende y su pueblo a Fidel, durante toda su estancia. Fue también mi primera experiencia de viajar con Fidel al exterior, y tenía la gran responsabilidad de enviar a Granma las fotos, debidamente identificadas, de las numerosas e importantes actividades que realizaban ambos mandatarios diariamente, en su recorrido por el país, para que salieran publicadas lo más pronto posible. No se había organizado aún el envío de las radiofotos, y los rollos fotográficos que tiraba se enviaban por avión a Cuba. Nada sabía de mi trabajo hasta cuatro o cinco días después, cuando recibíamos los diarios y miraba con alivio mis fotos publicadas.
–¿Qué foto recuerdas con más cariño?
–Hay varias, pero la que me viene a la mente ahora, no porque sea buena, sino porque me ayudó a obtener una fotografía que era muy difícil de lograr, fue la del espejo del Palacio de la Moneda. Sucedió en la recepción que daba el presidente Allende a nuestro Comandante en Jefe. Los invitados los rodearon tratando de saludarlos, darles la mano o intercambiar algunas palabras, imposibilitando a los fotógrafos y camarógrafos hacer alguna toma decorosa.
«Alzábamos las cámaras y disparábamos a rumbo, tratando de centrar la escena, pero no teníamos ninguna seguridad de lograrlo. Mirando los alrededores, vi los espejos que adornaban las paredes y, en uno de ellos, se reflejaban claramente Fidel y Allende conversando con los amigos, y así pude retratarlos».
–¿Cómo definirías al Fidel que eternizaste en imágenes?
–Cuando hemos visto las multitudes de países grandes y pequeños, situados en cualquier lugar del planeta, que hablan distintos idiomas o tienen diferentes creencias, aplaudir con tanto calor y cariño, junto al pueblo cubano, a Fidel, por su incansable lucha por la libertad, la igualdad y el derecho a la vida de todos los hombres y mujeres del mundo, lo definiría sin vacilaciones como el paladín de la Patria y de la humanidad.
–¿Cuál fue el momento más difícil en coberturas con Fidel?
–En mayor o menor grado, casi todas fueron difíciles, primero porque te desenvuelves en un terreno que no conoces, y se agrava si hablan otro idioma o existen normas que desconoces que te impiden realizar con éxito tu trabajo. O conquistar y mantener un buen puesto en la primera línea de un acto o conferencia, cuando hay cientos de colegas con cámaras, luchando por él.