Fidel, siempre presente
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El 5 de septiembre de 1951, en la Escalinata de la Universidad de La Habana, se celebró un mitin de protesta contra el arbitrario aumento del pasaje de los ómnibus urbanos, decretado por el gobierno de Carlos Prío Socarrás; en el acto, convocado por la FEU, participaron estudiantes y pueblo en general. Uno de los oradores fue el joven abogado Fidel Castro.
De aquella etapa, Max Lesnik, periodista cubano radicado en Miami, ha recordado: «En todas aquellas lides heroicas del estudiantado cubano de mis tiempos juveniles, siempre presente, sin imaginar lo que le depararía después el destino como líder de una profunda revolución social, allí estaba a la vanguardia aquel joven de gran estatura física, de cuerpo atlético y cabello rubianco, de palabra aguerrida y vibrante, el Fidel de la colina universitaria —después en la montaña— quien sin dudas fuera el mejor exponente de la hornada de jóvenes cubanos que la historia señala como la "Generación del Centenario Martiano"».1
Al concluir el acto, los participantes se retiraban por los diferentes accesos a la Colina, cuando en la esquina de Marqués González, fueron detenidos por un gran número de «perseguidoras» al mando del comandante Rafael Casals,2 cuyos tripulantes, armados de porras y fustas, agredieron brutalmente a quienes por allí desfilaban. Según el periodista Pedro Antonio García,3 testigos presenciales, declararon que el entonces teniente Rafael Salas Cañizares agarró a Carlos Rodríguez Rodríguez —joven humilde, obrero y miembro del Partido Ortodoxo— y lo golpeó en el pecho y la cabeza. Cuando lo vieron levantarse, los agentes policiales lo acorralaron contra la pared y lo apalearon de nuevo. Como consecuencia de la golpiza recibida, al día siguiente, el joven falleció en el hospital Calixto García.
Cuando Fidel se enteró, inmediatamente se movilizó y consiguióque los restos del joven obrero fueran velados en el Salón de los Mártires de la Universidad. «Los estudiantes se declararon de luto. El cortejo hacia el cementerio salió por la calle 23. "Fidel iba por el camino, con una levita deportiva y la corbata de medio lado, debido al fuerte aire, repartiendo un Alma Mater especial donde se acusaba a los asesinos, al comandante Casals y a Salas Cañizares", recordaría años después Mary Pumpido, entonces una alumna de Medicina, participante de la peregrinación».4
El joven abogado Fidel Castro, fiel a sus ideales de justicia social, asumió la representación de la familia de Carlos Rodríguez en el proceso criminal contra los asesinos. El juicio se desarrolló el 4 de marzo de 1952 y el fiscal pidió para ambos militares una sanción de 20 años de prisión, además de una compensación monetaria a los familiares de la víctima.
Apenas seis días después, Cuba entera se estremecía. A un par de meses de las elecciones en las que se daba por triunfador al representante de la Ortodoxia, Fulgencio Batista Zaldívar encabezó un golpe de Estado, en el que uno de sus más cercanos colaboradores sería precisamente Salas Cañizares, quien por su traición a la Patria y sus tropelías fue recompensado con el grado de general.
El juicio fue suspendido y la causa, archivada. A la sombra del tirano, Salas Cañizares continuó su carrera criminal hasta que, el 29 de octubre de 1956, murió en el asalto protagonizado por fuerzas militares bajo su mando contra la embajada de Haití, donde se refugiaba un grupo de revolucionarios.5
Así eran la democracia y el respeto a las libertades y el derecho en aquella república corrompida. Cada vez más, el joven Fidel comprendía que la lucha civil no era el camino. Pronto se convertiría en el protagonista de la clarinada.
Referencias:
1 Max Lesnik: «Fidel vuelve a la escalinata», en Cubadebate, 8 de septiembre del 2010.
2 Nunca más participó en este tipo de acciones represivas. Al triunfo de la Revolución, fue juzgado y sancionado, luego abandonó el país.
3 Pedro Antonio García: «Y Batista absolvió el crimen», periódico Granma, 6 de septiembre del 2001.
4 bidem.
5 Un comando del Directorio Revolucionario ajustició el 27 de octubre en el cabaré Montmatre al jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), coronel Antonio Blanco Rico. Dos días después, un fuerte destacamento policial encabezado por Salas Cañizares, los coroneles Conrado Carratalá —jefe del Buró de Investigaciones— y Orlando Piedra, y el entonces capitán Esteban Ventura Novo —todos connotados asesinos y torturadores del régimen batistiano—, avanzó sobre la embajada y masacró a los nueve revolucionarios allí asilados irrespetando la inmunidad de la sede diplomática. A pesar de la violación del derecho internacional, la prensa fue silenciada y el grave suceso no fue repudiado por la OEA y la ONU.