La epopeya continúa
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Se acercaba el fin. Al mediodía del 27 de junio de 1988, la aviación cubano-angolana asestó un duro revés a las tropas sudafricanas acantonadas en la presa de Calueque, entre ellas el 101 Batallón y el 8 Batallón de infantería reforzado (SAI, en inglés), al cual los Mig-23 le ocasionaron 11 muertos. Todas las instalaciones de la planta eléctrica quedaron destruidas, al igual que la tubería de bombeo que abastecía de agua al norte de Namibia. El golpe fue tan sorpresivo que la defensa antiaérea enemiga no reaccionó, ni de las cercanas bases aéreas del ejército racista se atrevió a salir caza alguno.
Cuando se ocupó Calueque días después, había desperdigados pertrechos, cajas de conservas de alimentos, mochilas y otros enseres que habían abandonado los sudafricanos en su precipitada huida. Pocos días después el régimen de Pretoria accedía a entablar conversaciones de paz, que comenzaron a concretarse a partir del 11 de julio. El alto el fuego se pactó un mes después. Y el 22 de diciembre siguiente se firmó el Acuerdo Tripartito en el que los racistas aceptaban la independencia de Namibia.
Ya al apartheid le habían quebrado la columna vertebral. Hubo reformas en Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano pudo desarrollar en la legalidad su labor como partido político y tras un cuarto de siglo encarcelado, Nelson Mandela fue liberado. Una vez que Pretoria cumplió con lo acordado, las tropas cubanas comenzaron a retirarse de Angola. Solo llevaban consigo a sus muertos y la satisfacción del deber cumplido, como proclamaron Fidel y Raúl. Hermoso epílogo para una leyenda: las casi tres décadas de la colaboración cubana con los pueblos de África que luchaban por su independencia
Argelia 1963
En diciembre de 1961, a solicitud del Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino, el barco cubano Bahía de Nipe, descargó en Casablanca (Marruecos) unos 1 500 rifles, 30 ametralladoras, cuatro morteros de 81mm de fabricación estadounidense y una gran cantidad de municiones. El periodista argentino-cubano Jorge Ricardo Masetti personalmente supervisó la operación, la cual le había sido encomendada por Fidel. Lar armas se trasladaron a un campamento cerca de la frontera argelina. Esta fue la primera ayuda militar que Cuba envió a África.
Durante el verano de 1963, las tensiones entre Marruecos y Argelia fueron creciendo. Existía un diferendo sobre los mal delimitados límites de las dos naciones. El 25 de septiembre tropas marroquíes ocuparon los puestos fronterizos argelinos de Hassi-Beida y Tindjoub. El 8 de octubre, los argelinos respondieron recuperándolos. La llamada entonces Guerra del Desierto había empezado.
El ejército marroquí tenía superioridad en armas y entrenamiento. El presidente argelino, Ahmed Ben Bella, solicitó la ayuda cubana a través del embajador de la Isla, Jorge Serguera.
En las primeras horas del 22 de octubre, el buque Aracelio Iglesias llegó a Orán. Otra nave, la Andrés González Lines, llegó el 29. Llevaban un batallón de 22 tanques T-34; unidades de artillería una con 18 piezas de 122 mm y otra con 18 antiaéreas, un grupo de 18 morteros de 120 mm y una batería de cañones antitanques de 57 mm. La fuerza total era de 686 hombres, incluyendo 170 que salieron de La Habana el 21 de octubre en dos vuelos especiales de Cubana de Aviación. La González Lines llevaba también 4 744 toneladas de azúcar que Cuba donaba al pueblo hermano.
Al frente del Grupo Especial de Instrucción iba el entonces comandante Efigenio Ameijeiras, que presidía un Consejo Militar de cinco miembros.
El ministro de Defensa argelino, Hoauri Boumedienne, decidió la participación cubana en un ataque coordinado con tropas argelinas. Pero la acción nunca se produjo. El rey marroquí Hassan accedió a entrevistarse con Ben Bella y el 30 de octubre, firmaron un acuerdo de cese el fuego. Los cubanos se transformaron en una unidad de instructores y entrenaron a dos batallones argelinos para transformarlos en una brigada motorizada. El 11 de marzo de 1964 se efectuó el acto de entrega de toda la técnica. Según Ameijeiras, “se les dejó todo el material ahí sin cobrarles nada, ni un centavo”. Y el 17 de marzo comenzó la retirada del personal cubano.
Congo 1965
Tres troncos étnicos se han fusionado a lo largo de la historia de Cuba para dar origen a nuestra nacionalidad: el aborigen el español, el africano. Del amerindio heredamos comidas, plantas y nombres de la geografía. Extinguido en parte por el genocidio colonial, en parte por la asimilación de los otros dos troncos, está presente en la información genética de muchos cubanos, aunque algunos lo nieguen. A la vez, hijos de españoles y africanos se mezclaron entre sí, como dijo el Poeta, e hicieron suyas las palmas, las sabanas y la estrella solitaria, tras hermanarse en más de treinta años de lucha, de cargar al machete contra la dominación española.
Del rudo campesino peninsular y del esclavo indómito heredamos también la rebeldía y el ansia de libertad. No es de extrañar que en 1936 marcharan unos 1 400 de nuestros compatriotas a España a luchar contra el fascismo y escribir páginas de heroísmo. Quedaba por saldar la otra deuda y el 24 de abril de 1965, el Che y trece combatientes cubanos cruzaron el lago Tanganika y desembarcaron en el este del antiguo Congo belga, precisamente el país junto con Angola de donde procedían la mayor parte de nuestros antepasados del continente.
Ellos formaban parte de la vanguardia de la Columna 1 que, como aseveraba Jorge Risquet, quien también cumplió allí misión, “entrenaría y pelearía junto a los patriotas que empuñaban las armas contra el triunvirato de Kasavubu-Tshombe-Mobutu, hechura del imperialismo yanqui y los colonialistas belgas y contra el millar de mercenarios blancos reclutados, equipados y pagados por Washington”.
Pronto la Columna contó con unos 120 combatientes. A la vez, en mayo, llegó al Congo-Brazzaville la vanguardia de la Columna 2, que tomó el nombre de Batallón Patricio Lumumba y con unos 260 hombres constituyó el Segundo Frente del Che en la cuenca del gran río Congo.
Más de 50 acciones combativas desarrolló la Columna del Che, quien había adoptado el seudónimo de Tatu. Pero ante la falta de unidad de las fuerzas patrióticas, se decidió el retorno a Cuba de los internacionalistas. No fueron vencidos por el enemigo, pero el objetivo de su misión no pudo cumplirse dada la ausencia de un movimiento patriótico vertebrado con el cual colaborar.
El Batallón Patricio Lumumba actuó en condiciones más favorables y la ayuda al gobierno progresista del Congo-Brazzaville resultó efectiva frente a las amenazas y agresiones extranjeras. Muchos patriotas angolanos aprovecharon la estancia del contingente cubano y adquirieron valiosas experiencias que después utilizarían en su lucha contra el colonialismo portugués. También Cuba brindó ayuda a los independentistas de Guinea Bissau, que dirigidos por Amílcar Cabral, combatían por la libertad de su tierra.
No solo África
La Revolución Cubana también fue solidaria con los movimientos de liberación nacional de América Latina. En tan temprana fecha como 1959 prestó ayuda al pueblo dominicano en su lucha para derrocar la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo. Sangre cubana se derramó en el suelo natal de Máximo Gómez. Y no solo en esa isla caribeña se extendió la mano amiga e internacionalista. Los sandinistas en Nicaragua, los patriotas en Guatemala, Venezuela, Uruguay, Argentina, Perú y El Salvador, contaron con la hospitalidad de Cuba, donde se repusieron de heridas de guerra y torturas, entre otras atenciones.
Mientras ayudaba al movimiento de liberación venezolano, donde compatriotas nuestros se incorporaron a las guerrillas, cayó en combate Tony Briones Montoto, entre otros que allí ofrendaron sus vidas. Cubanos marcharon con el Che a Bolivia para fundar el Ejército de Liberación Nacional en el altiplano.
Angola 1975
Cansado de medio siglo de dictadura fascista y desangrado por más de una década de guerra colonialista en las posesiones africanas, el pueblo portugués derrocó la dictadura fascista en 1974 y demandó el fin de las hostilidades. En los Acuerdos de Alvor, el 15 de enero de 1975, Lisboa reconoció la independencia de Angola. Tres organizaciones del país africano, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), de izquierda; el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), con fuertes vínculos con el tirano congolés Joseph Mobutu, y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita), de retórica populista y favorita de la CIA estadounidense, fueron firmantes del Tratado con la metrópoli.
Estados Unidos, con la complicidad de Sudáfrica y del títere congolés Mobuto, financió, armó y entrenó al FNLA y la Unita para evitar el triunfo del MPLA. En última instancia, el ejército de Pretoria debía intervenir con sus tropas para ocupar Luanda e instalar un gobierno dócil a Washington.
Agostinho Neto, presidente del MPLA, solicitó a Cuba el envío de instructores militares, junto con armas y demás suministros necesarios para crear cuatro centros de instrucción en los que se entrenara y organizara en unidades a miles de patriotas con vistas a enfrentar la inminente agresión foránea. El 23 de agosto de 1975 se instaló en Luanda el Estado Mayor de la Misión Militar Cubana, encabezada por el primer comandante Raúl Díaz Argüelles.
Ya las tropas de Mobutu y el FNLA habían invadido tres provincias del norte. En el sur, los sudafricanos ocupaban las represas de Calueque y Ruacaná y entrenaban a unidades del FNLA y la Unita. No obstante, el MPLA conservaba una fuerte base social en Luanda, donde era mayoritario, y en 11 de las 16 provincias del país.
Una columna sudafricana, partiendo de Namibia, cruzó la frontera el 14 de octubre en dirección norte con el objetivo de entrar a Luanda antes del 11 de noviembre, día fijado para la proclamación de la independencia. Una fuerza de 16 instructores cubanos y unos cien alumnos angolanos del centro de entrenamiento la enfrentó cerca de Katengue. Los invasores encontraron por primera vez una resistencia organizada.
La situación se tornaba difícil para los patriotas. La independencia del país estaba en peligro. La dirección cubana decidió acceder a la solicitud angolana sobre el envío de tropas para enfrentar la agresión del régimen del apartheid. Se iniciaba así la Operación Carlota.
A solo 22 km de Luanda está Quifangondo, una aldea en el centro de una amplia llanura pantanosa, atravesada por un camino estrecho. Defendían el poblado unos 1 000 efectivos de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (Fapla, brazo armado del MPLA) y 88 cubanos. Detrás de la primera línea había 120 cubanos más de las tropas especiales. Los antillanos estaban a cargo de los BM-21 y los morteros de 120 mm.
Contra ellos Holden Roberto, el líder del FNLA lanzó 800 de sus coterráneos de la tribu bankongo, unos 1 200 soldados de Mobutu, encabezados por el comandante zairense del 7º Batallón, coronel Mamina Lama, 130 mercenarios portugueses, y dos grupos de asesores, uno sudafricano, bajo el mando del general de Wet Ben Roos, y otro de la CIA. Los sudafricanos y los portugueses tenían a su cargo los tanques y la artillería. El historiador londinense Edward George calcula la cifra total de atacantes en 3 320.
El fuego de los BM–21 y la artillería cubano-angolana hicieron estragos en los atacantes, diezmados cada vez que se acercaban al río Bengo. Uno tras otro los vehículos blindados quedaban destruidos al borde del camino. Los soldados del FNLA comenzaron a replegarse incluidos los que se encargaban de auxiliar a los artilleros. Cuando la retirada se convirtió en desbandada, los sudafricanos también abandonaron el campo de batalla. Años después Holden Roberto calificaría este enfrentamiento como “el peor día de mi vida”.
El 11 de noviembre Agostinho Neto proclamó en una Luanda libre el nacimiento de la República Popular de Angola. Pero el peligro no había pasado. Fue necesario establecer en la margen norte del río Queve una línea inexpugnable, a más de 250 kilómetros al sur de Luanda, que las tropas racistas no pudieron quebrar. Derrotar a los invasores de Cabinda (8-12 de noviembre). Frenar el avance sudafricano en Ebo (23 de noviembre).
La llegada de refuerzos desde Cuba cambió la correlación de fuerzas. Una fulminante ofensiva en el sur hizo retroceder al ejército sudafricano hasta su punto de partida, Namibia, entonces su colonia. El 27 de marzo de 1976 el último soldado de Pretoria abandonó el territorio angolano. En el norte, las tropas de Mobutu y los mercenarios fueron arrojados al otro lado de la frontera.
Pero no acabó la guerra
Cuba procedió entonces a la retirada gradual y progresiva de sus tropas en un lapso de tres años, tiempo suficiente para formar una fuerte Fapla. Entretanto, como ha puntualizado Fidel, “mantendríamos fuertes unidades de combate en las alturas de la meseta central, a 250 kilómetros aproximadamente de la frontera con Namibia”.
Para 1977 ya habían regresado a Cuba unos 12 000 internacionalistas, la tercera parte de sus efectivos. El plan de retirada se cumplía hasta ese instante según lo previsto. Pero la guerra no terminó. Aunque la Unita había quedado prácticamente destruida, pudo rehacerse gracias al dinero a manos llenas procedente de Estados Unidos y al apoyo logístico de Sudáfrica. El ejército de Pretoria incursionó con más frecuencia en el interior de Angola. Los destacamentos de la Unita también incrementaron sus ataques, sabotajes y acciones terroristas. Ambas fuerzas cometieron crímenes atroces ante el silencio cómplice de las grandes transnacionales de la información. Se produjo entonces la lógica paralización del proceso de retiro de las tropas internacionalistas cubanas.
En la localidad angolana de Cassinga radicaba un campamento de refugiados namibios ubicado a 250 kilómetros de la frontera con la entonces colonia sudafricana. En la mañana del 4 de febrero de 1978, aviones sudafricanos bombardearon y dispararon sin piedad a indefensos civiles, más de 500 paracaidistas lanzados desde naves del tipo Hércules C-130, de fabricación norteamericana, dieron comienzo a una dantesca cacería humana. Más de 300 de los 600 niños de edad escolar que vivían allí fueron masacrados por las bombas o cazados como animales. Madres con sus bebés en brazos, embarazadas y ancianos que no podían huir perecieron bayoneteados o baleados a boca de jarro. Jovencitas, incluso niñas, fueron violadas antes de morir.
Meses después, con los niños sobrevivientes, trasladados a Cuba, se fundó la primera escuela de la SWAPO (Organización del Pueblo de África Sudoccidental), en la Isla de la Juventud.
El 2 de agosto de 1983 las fuerzas de la Unita trataron de reeditar hechos similares en la aldea de Cangamba. Dieciséis batallones, seis baterías de artillería, morteros de 60, 81 y 120 milímetros, cohetes tierraaire, cayeron sobre la modesta agrupación de los 818 efectivos de las Fapla y 92 combatientes internacionalistas cubanos. La tenaz resistencia de los sitiados durante 10 días de intensos combates y la acción de la aviación FAR-Fapla que vino en su ayuda, obligaron a las fuerzas de la Unita a retirarse.
En Sumbe no había tropas, ni siquiera de las Fapla, solo 230 cooperantes civiles cubanos, médicos, profesores y constructores en su mayoría, de ellos 43 mujeres, y otros colaboradores civiles que la Unita pretendía secuestrar. Contra ellos embistieron unos 1 500 efectivos, incluido uno de sus batallones élites, dotados con moderno armamento de infantería y morteros de 60 a 82 mm. Sumados los funcionarios y civiles angolanos a los internacionalistas, los defensores de Sumbe apenas eran 460, entrenados y equipados con armas ligeras de infantería. Estos hombres y mujeres resistieron hasta que la llegada de refuerzos puso en fuga a los agresores.
Cuito Cuanavale
A finales de 1987, una importante agrupación de las Fapla que dentro del territorio angolano realizaba una importante operación en el sureste, llegó a estar amenazada con el aniquilamiento por parte de miles de efectivos sudafricanos en Cuito Cuanavale. Un revés de tal magnitud podía ocasionar un colapso de consecuencias imprevisibles. Ante las desesperadas llamadas de apoyo del Gobierno angolano, la alta dirección política y militar de Cuba decidió reunir a las fuerzas necesarias para asestar un golpe definitivo a las fuerzas sudafricanas, pese al serio peligro de agresión militar que por aquellos días, con la administración Reagan en la Casa Blanca, también se cernía sobre la Isla.
Como ha testimoniado Fidel, “nuestra patria repitió de nuevo la proeza de 1975. Un río de unidades y medios de combate cruzó rápidamente el Atlántico y desembarcó en la costa sur de Angola para atacar por el suroeste en dirección a Namibia mientras, 800 kilómetros hacia el este, unidades selectas avanzaron hacia Cuito Cuanavale y allí, en unión de las fuerzas angolanas que se replegaban, prepararon una trampa mortal a las poderosas fuerzas sudafricanas que avanzaban hacia aquella gran base aérea. Esta vez se habían reunido 55 000 soldados cubanos en Angola”.
Cuito resistió. Mientras que allí las tropas sudafricanas eran desangradas, por el suroeste una fuerte agrupación FAR-Fapla, apoyados por tanques, piezas de artillería y los Mig-23 que garantizaron el dominio aéreo, avanzaron hacia la frontera de Namibia, dispuestas a barrer literalmente a las fuerzas sudafricanas.
Los choques con los destacamentos de exploración en Donguena y Tchipa y el golpe aéreo contra sus posiciones en Calueque persuadieron a los sudafricanos de que era imposible una victoria militar. Y tuvieron que sentarse en la mesa de negociaciones.
La Operación Carlota terminó el 25 de mayo de 1991 con el regreso a la patria del último internacionalista. Pero no concluía con ella la Epopeya de Cuba en África y América Latina. Hoy día continúa la colaboración, ya no con armas y hombres, sino en otras esferas, como la salud y la educación. Pero esa es otra historia que se deberá contar en otra ocasión.
Fuentes consultadas
Los discursos pronunciados por Fidel (7 de diciembre de 1989 y 2 de diciembre de 2005) y por Raúl (27 de mayo de 1991). Los libros Misiones en Conflicto, La Habana, Washington y África (1959–1976), de Piero Gleijeses, y The Cuban Intervention in Angola, 1965-1991: From Che Guevara to Cuito Cuanavale (Cass Military Studies), de Edward George. Los textos periodísticos Entrevista con Jorge Risquet, por Juan Dufflar Amel (www.Lahaine.org) y La primera experiencia cubana en África: Argelia, 1961-1965, de Piero Gleijeses (Revista Temas, octubre de 1998)