De la Sierra Maestra al Segundo Frente
Fecha:
Fuente:
Autor:
Querido Fidel: alrededor del día 30 del mes pasado [marzo] empecé a escribirte poco a poco el informe para enviártelo cuando tuviera visión de conjunto de todo el territorio ocupado, pero las precipitaciones de los acontecimientos que se sucedieron y que detalladamente te explicaré más adelante, me lo impidieron por lo que rompí aquel informe iniciado para hacerte este, general, a los cuarenta días de haber realizado el cruce.
Desde San Lorenzo, donde cayera el Padre de la Patria, te hice un pequeño informe donde te explicaba lo realizado en esos diez días y te informaba que estaba próximo a partir. Primero pensaba hacer el cruce en dos etapas, aconsejado por Enrique López, partiendo el día 9 de marzo por la noche y haciendo una escala, que siempre consideré peligrosa, para concluirlo en la noche del día diez. Hice contacto con los dirigentes locales de Palma Soriano, quienes me brindaron y me dieron buena ayuda, a los que le comuniqué por conducto de su jefe que paralizaran todas las órdenes de sabotajes con dos días de anticipación por la zona de su territorio que debíamos atravesar. Estos compañeros solo fallaron en que no me pudieron llevar los vehículos solicitados y los pocos que fueron, llegaron con gran retraso, por lo que fue imposible salir el día nueve.
Haciendo nuevas investigaciones al día siguiente, descubrí que era factible y mucho menos peligroso, realizar la travesía de un solo tirón y sorprenderlos con la misma, aprovechando el tradicional acuartelamiento de las tropas gubernamentales todos los diez de marzo. Durante ese día escuché el insolente y terco discurso del dictador, por lo que comprendí y así lo hice saber a los muchachos, que nuestra operación, ahora más que nunca, adquiría una importancia capital.
Orden de partida
Desde San Lorenzo, término de Jiguaní, a las ocho de la noche di órdenes de partida con un retraso de dos horas, pues Enrique López había ido con uno de nuestros jeeps a buscar tres choferes de su tropa, detalle que se le había olvidado. Resolví dejar el jeep y los tres choferes, quienes fueron sustituidos por muchachos de nuestra columna. Los carros eran de vecinos de la zona y quería devolverlos, cosa que resultó imposible.
La caravana rebelde iba formada de la siguiente forma: un jeep con su chofer, el guía y tres hombres armados; de punta de vanguardia un jeep con cinco hombres armados; una camioneta Power con el resto de la vanguardia y un guía; una zapa grande con cama de camión, un jeep en que viajábamos Casilla, Efigenio [Ameijeiras Delgado] y yo, el chofer y el guía; una zapa grande idéntica a la anterior. Íbamos como a una distancia de doscientos metros, un vehículo de otro, casi todos con guías, por lo menos hasta la Carretera Central. Íbamos bastante apretados, aunque con intenciones de apoderarnos de más carros por el camino, cosa que logramos en dos barrios antes de llegar a la Central, obteniendo tres vehículos más de buena capacidad, y separando los pelotones con sus respectivos jefes e instrucciones precisas de lo que debían hacer en las posibles eventualidades que pudieran presentársenos.
El cruce de la central
Ya teníamos nueve carros que eran suficientes y a una distancia de 20 minutos de la carretera; di las últimas instrucciones referentes a la parte más importante del atrevido viaje: el cruce de la Central, por donde debíamos transitar un espacio de unos doscientos metros. Ya previamente se había mandado un jeep para que inspeccionara el tramo y los alrededores del cruce. Un hombre nuestro, vestido de paisano se quedaría de posta escondido allí para observar los movimientos posteriores a la inspección, hasta nuestra llegada. Era ya pasada la medianoche; basada en las últimas instrucciones los dos jeeps, previo el aviso de «sin novedad», llegan a la Central entre Contramaestre y Palma Soriano, doblan a la izquierda hacia Contramaestre, camina su trecho por la carretera por un lugar que según creo le llaman «Gladys», donde hay una tienda de víveres llamada «El Molino». Allí ponen postas defensivas de la parte de Contramaestre, la más peligrosa, y seguidamente a toda velocidad y sin guardar distancia avanza el resto de la caravana de la misma trayectoria. Fue indescriptible la emoción de ese momento. A los «Barbudos» y «Peludos» de la Sierra Maestra nos parecía increíble estarnos paseando por la Carretera Central, donde diariamente transitan las tropas del gobierno, sus micro-ondas y carros blindados. Uno de nuestros jeeps se equivocó y por poco llega a Contramaestre. Fue el único fallo sin consecuencias que hubo.
Nos detuvimos a unos quinientos metros, en un camino del otro lado, frente a una bifurcación de caminos; el cruce se realizó entre las dos y diez y dos y quince de la madrugada, cuando amanecía el día once. En la bifurcación de caminos perdimos algunos minutos, pues los jeeps de vanguardia tomaron a la izquierda, donde se salía del pueblo de Guanimao y el de la derecha a Xavier, por donde teníamos que pasar; los mandé a buscar y me dijeron que por allí se salía igual y que en el pueblo dormía todo el mundo. Aunque por la derecha para salir recto a Xavier, es más cerca y no hay que pasar por el pueblo de la izquierda, accedí a eso para no perder más tiempo. Al atravesar Guanimao, aún con todas sus luces encendidas, no encontramos ni un alma en las calles, atravesamos allí la línea del ferrocarril, por donde según creo circulan los trenes que van para Manzanillo. Seguimos por un buen camino de carros que marcha paralelo con la línea del ferrocarril, llegando al pueblo de Los Pasos, por donde pasa también el ferrocarril.
Aquí los muchachos capturaron a un tembloroso sereno y nos lo llevamos. Descubrí atemorizado que por allí ya empezaban a fallar todos los guías, pues nadie sabía cómo llegar a los Mangos de Baraguá. Utilicé al sereno recién capturado, quien con su nerviosismo incontrolable y con sus interminables oraciones al hablar, que nadie entendía, también nos confundió, por lo que ordené guardar silencio hasta que lo soltáramos.
Llegamos a Xavier, por donde también cruza el ferrocarril que creo que es el de Manzanillo, en cuyo lugar nos perdimos y tuvimos que regresar al pueblecito que antes te cité para tomar otro camino. Ya con anterioridad, atravesando el pueblecito de Los Pasos se me ponchó mi jeep en medio del camino, ordenando que siguiera así hasta las afueras, prácticamente levantamos el jeep en peso; mientras se le colocaba el gato ordené a la caravana que siguiera actuando con tanta rapidez que creo que no demoramos ni cinco minutos en cambiar la goma.
Impacto emocional del llano
Después de dejar Xavier atrás, pasadas las 3 de la madrugada, sin tener, en medio de aquel mar verde de cañaverales, situados en una inmensa llanura, donde meternos si nos sorprendía el día, con los guías sin saber dónde estábamos, como suele suceder siempre con ellos, a pesar de decir que «Sí, yo sé», y no saben nada, eran motivos suficientes para alarmarnos. Podíamos fajarnos, pero en condiciones terriblemente desventajosas, y aunque la Col. 6 «Frank País» está compuesta de veteranos de varios meses de campaña, no podía ignorar el impacto emocional que nos producía el llano sin la protección de las montañas de la Sierra Maestra con sus espesos bosques, por lo que decidí actuar con mano dura para salir de aquel difícil trance y siempre teniendo presente la tragedia de Alegría de Pío.
Llegamos al barrio de Los Cedros por donde pasa el ferrocarril y hay un apeadero y un cuartelito con dos guardias jurados y dos soldados. En los momentos de llegar al cuartel, separado a unos doscientos metros del mismo, digo, cien metros, por el camino que llevábamos, encontramos la casa del mayoral que tenía teléfono, por lo que ordené abrir la puerta, fue echada abajo y él sacado violentamente de la misma.
Calmamos la gritería de las mujeres diciéndoles que solo utilizaríamos de guía al mayoral y que éramos rebeldes y no asesinos. Una vez delante de mí le dije al mayoral que por ser corteses, respetuosos y pedir ayuda voluntaria, que se nos había negado en momentos difíciles como este, habíamos sufrido fracasos terribles y por lo tanto nos lo llevaríamos a la fuerza en el jeep de vanguardia y que si teníamos encuentro con el Ejército el primer tiro sería para él, por lo que tenía que sacarnos rápidamente a los Mangos de Baraguá, pues estábamos perdidos y que si todo salía bien lo soltaríamos rápidamente y entonces le daríamos las explicaciones y satisfacciones que quisiera. Él dijo que conocía el camino perfectamente, pero que nos teníamos que apurar para que no nos sorprendiera el día, ya que aún teníamos que atravesar las peladas sabanas de Vío. Todo esto duró cuestión de minutos, mientras tanto los muchachos habían detenido, un tren cargado de caña con rumbo a Palma, llevaba 20 macheteros que iban para sus labores y a todos los empleados del tren. Y a Gilberto Cordero [Sánchez] que va con una patrulla a tomar el cuartel, le di contraorden inmediata para que ocupara cada cual sus respectivos carros, soltaran a todo el mundo y marcharnos con prisa, pues ya eran cerca de las 4 de la madrugada. Les mandé a decir a los soldados, que se salvaron por cuestiones de minutos que no podíamos perder. De no ser por Enrique López [Enrique Orencio López Castro], que nos hizo partir a las 8 p.m. del día anterior, con dos horas de pérdida, tal vez saliendo más temprano hubiéramos tenido otros contratiempos peores, uno de ellos probablemente el de habernos encontrado mucha gente despierta por donde pasábamos.
Una lucha contra el tiempo
Pasamos a toda velocidad a quince metros del cuartelito de Los Cedros, donde estaban los soldados y los guardajurados. Este mayoral era el hombre que necesitábamos para este trabajo, pues conocía palmo a palmo toda la zona por los interminables vericuetos de cientos de guardarrayas de cañaverales, todas iguales por el constante tránsito de ir y venir de los camiones cañeros, lo que nos permitía imprimir el máximo de velocidad a los carros. Cuando teníamos que desviarnos, un carro esperaba al otro y así sucesivamente, guardando siempre la prudencial distancia, como una columna a pie; por dos veces detuve mi jeep exigiendo mayor velocidad, era una lucha contra el tiempo. Atravesamos la sabana del Vío, las grandes colonias del central Palma y de Las Uveras. Ya el cielo iba cambiando de color y teníamos necesidad de otro guía, pues el mayoral de Los Cedros solo conocía hasta los Mangos de Baraguá; teniendo como meta próxima el barrio de Cayo Rey, colonia cañera del central Miranda, a unos 10 kilómetros del mismo. Al llegar a los Mangos de la protesta de Maceo, tuvimos la suerte de que pasara un ciudadano de edad avanzada con un caballo; y dos cántaros de leche aguada y al vernos acercarnos él nos dijo a guisa de salvoconducto: «Yo soy de la gente, esta leche que llevo aquí es del cuartel de Alto Cedro», y le contesté: «Pero se puso fatal, viejo, pues somos rebeldes y tiene que sacarnos hasta Cayo Rey lo más rápidamente posible» y le hice las aclaraciones de rigor. Dejamos su caballo y nos llevamos al viejo con su leche, montándolo en el jeep de la punta de vanguardia y al guía inservible lo pasamos para los carros de atrás, e inmediatamente seguimos nuestra precipitada ruta, llegando rápidamente a Cayo Rey, donde el viejo ya no sabía seguir.
Ya habíamos atravesado la línea del ferrocarril y la que va de Miranda a Birán. La operación del tren central ya la había desechado, pues el mismo ya por esos días se detenía donde lo cogía la noche. Ya en Cayo Rey me sentí seguro, toda vez que conocía algo de la zona; recogí un camionero dándole instrucciones para que nos condujera a las lomas cercanas; pasamos por la finca de Los Cornejos donde los cortadores de caña ya por la mañana, nos miraban con ojos atónitos, al igual que los obreros del Chucho 22. Una patrulla fue enviada a la tienda o a una de las tiendas de Los Cornejos y allí arrancamos dos teléfonos y compramos una factura de 80 pesos, ya que aún ignorábamos la cantidad de terreno estéril que nos quedaba por atravesar. Llegamos a un lugar conocido por Gimbabay, donde dejamos los carros, cerca de las 5:30 de la mañana; era increíble que en 10 horas, a pesar de los contratiempos, hubiéramos hecho el trayecto. Tomamos café, descansamos un rato, y con un guía de la zona, el primer alzado que se nos unía, partimos inmediatamente hacia el norte, pasando entre la loma de La Confronta y la de La Imprenta, donde se imprimía El Cubano Libre durante la guerra de independencia. Estábamos atravesando unos pinares, sin pinos, de tierra colorada, donde solo hay yerbas amarillas de sabana que ni los chivos la comen. Todo esto lo hacíamos ya a pie desde
Gimbabay, en que dejamos los carros.
Aparece la aviación
Eran las diez de la mañana del día 11 e íbamos ascendiendo bajo un fuerte sol y un calor insoportable, muy cansados, pero libres al fin de la tensión nerviosa que por muchas horas habíamos mantenido, cuando en eso apareció la aviación, iniciando su ametrallamiento por donde acabábamos de dejar los carros camuflajeados. Indudablemente que la aviación se guiaba más por los informes que habían recibido que por lo que observaba; pero por suerte ya habíamos rebasado el primer firmecito y de cabeza nos lanzamos al arroyo próximo, donde esperamos por espacio de dos horas. Hubo un pequeño receso en el raid aéreo, aproximadamente al mediodía, cosa que aprovechamos para salir de allí completamente disfrazados dé matojos. El segundo raid nos sorprendió caminando por una extensa sabana pelada, que jamás pensé que hubiera en los altos de Los Pinares al norte de Miranda, pero ya esta vez nos encontrábamos bastante alejados, camuflajeados y caminando a gran distancia unos de otros, por lo que seguimos avanzando por esa zona que solo produce pinos ya inexistentes.
Llegamos a media tarde a Piloto Arriba, donde empezamos a encontrar algunos bohíos y en ellos tomamos agua y café, y aunque el trayecto hecho por buenos caminos había sido bastante extenso, decidí seguir avanzando hasta internarnos en la zona cafetalera.
Pasamos por una pequeña mina, propiedad de tu hermano Ramón, quien se la tiene arrendada a no sé quién, allí nos facilitaron la poca dinamita, mechas y fulminantes que tenían. Seguimos avanzando hasta llegar a las 4:00 a Piloto del Medio, al norte del municipio San Luis, donde decidí acampar interceptando el camino de camiones que va de Mayarí a Miranda.
El agotamiento era general y había muchos pies ampollados. Esa misma jornada solo fue soportable por veteranos le las escabrosidades de la
Sierra y por estos miembros de la Col. 6 «Frank País», que, cumpliendo la palabra empeñada conmigo antes de partir, de no transigir con el cansancio en los próximos 10 días, mantuvieron en todo momento comportamiento ejemplar en sentido general. Todos sabían de la responsabilidad que teníamos y todos se preocupaban de que las cosas salieran bien, así fue.
A las veinte horas de haber salido de San Lorenzo, en la Sierra Maestra, con diez horas en carros y otras diez de marcha a pie y forzada, habíamos logrado atravesar la provincia, llegar hasta Piloto del Medio, al norte de San Luis y abrir el Segundo Frente en la zona norte de Oriente. Hacía ya 60 horas que algunos compañeros no dormíamos nada. Cerrándose así este primer capítulo que recoge las peripecias del viaje, el cual ha sido detallado minuciosamente para que sirva de experiencia en cualquier decisión futura.
Comités de campesinos revolucionarios
A la mañana siguiente, día doce de marzo, inicié inmediatamente la organización de la zona de Majaguabo, que comprende todos los barrios de Piloto Arriba, el Medio y Bajo. Mientras obtenía datos generales de cuanto podía interesar, conseguía cien fulminantes para la futura fábrica de M-26 que tenemos en proyecto e hice contacto con un individuo de quien tenía noticias había hecho algunos intentos de organización revolucionaria y puse en práctica la idea de los Comités de Campesinos Revolucionarios del M-26 de julio, con un secretario que funje de jefe, un delegado civil y otro militar, dándoles todas las instrucciones necesarias con vistas al futuro y basadas en nuestra experiencia de la Sierra Maestra. En síntesis, la misión de estos comités; por el momento, es la de ir haciendo acopio de víveres que deben ir almacenando en lugares seguros, la de ir preparando un elemental servicio de información, de enlaces, etc. y específicamente el delegado militar tenía la misión de formar una patrulla de 10 hombres como máximo con armas que pudieran recoger de la zona para encargarse del orden de la misma. Por la mañana de este mismo día oigo por la radio la referencia de tu carta por la CMKC, que estaba muy buena, y posteriormente la noticia de la suspensión de las garantías y la censura previa, que indudable precipitó tus declaraciones y nuestro cruce. Seguimos nuestra marcha por esta rica zona cafetalera, acampando cerca de Paraíso, en el municipio de Mayarí. El trece de marzo nos levantamos a las 3 de la madrugada y con una avanzada tomamos el barrio de Paraíso, de la zona de Río Frío cuyo río divide los municipios de esta zona cafetalera. En un pequeño raid recogimos a todos los confidentes del gobierno, cogiendo una escopeta automática y dos revólveres. Después de mucho haber hecho la advertencia de rigor los dejamos a todos en libertad. (…)
Inutilidad táctica de la sierra Cristal
La ruta que hasta ahora hemos llevado ha sido más o menos zigzagueante hacia el norte. La necesidad de ir organizando me obliga a reducir las grandes jornadas que hasta ahora había realizado. Después de estar dos días por aquí y comprobar la inutilidad táctica de la Sierra Cristal, en la que escasean los bosques y la comida, di un viraje hacia el sur, pasando más o menos entre Mayarí Arriba y las Calabazas de Sagua, hasta llegar a las proximidades de Bayate, barrio perteneciente a Guantánamo, al norte fiel mismo.
Entre esta zona y la anterior dejo organizado el tercer Comité de Campesinos Revolucionarios, que inmediatamente puse en contacto con los anteriores. A través de esta última zona abundan los pequeños cafetales en forma escalonada dentro de los grandes potreros desmontados y de escasa arboleda y es aquí que en la madrugada del día 20 hago contacto con el capitán Demetrio Montseny (Villa), quien es magnífico compañero de Guantánamo que se caracteriza por su seriedad, capacidad de trabajo, valentía y disciplina. Recientemente había recibido una comunicación del compañero Daniel [René Ramos Latour] informándole de nuestra presencia en este lugar y que debía venir inmediatamente a subordinarse a nuestras órdenes. Al presentarse tenía bajo su mando un pelotón de veinticinco hombres bien uniformados con bastante buena disciplina y armados perfectamente con el siguiente equipo: siete rifles Garand, cuatro Springfields, dos ametralladoras de mano Calibre 45, marca Vereta de fabricación italiana, una carabina M-l; tres Winchester calibre 44 con suficiente parque; además contaba con una buena cantidad de armas cortas. Cuando el Movimiento le dio la orden de alzarse solo le entregó dos ametralladoras, los Winchester y los rifles 22, posteriormente haciendo una incursión dentro de las minas de la Nicaro en el mismo pueblo, después de algunas escaramuzas con un cabo del Ejército y algunos guardias jurados, logró quitarles a éstos siete Garands completamente nuevos, los Springfields y el M-l. Esta acción tuvo mucha resonancia y fue en aquella que se decía que los Rebeldes habían pelado a rape a los guardias jurados dejándolos en libertad. Lo primero es absolutamente incierto, pues estos muchachos mantienen y observan la misma rigurosa disciplina que nosotros mantenemos en la Sierra Maestra.
Ese mismo día por la tarde hice contacto con el teniente Raúl Menéndez Tomassevich, autorizado también por la Dirección Nacional para operar en esta zona, quien a principios de marzo atacó el cuartel de Mayarí Arriba y aunque lograron escapársele algunos guardias consiguieron hacerles bajas y capturaron cinco Springfields, una ametralladora Thompson de mano y armas cortas, que con algún otro Springfield y Mosquetones y varias docenas de escopetas de todos los tipos forman un equipo bélico bastante deficiente, con un total de cien hombres de disciplina deficiente.
Decidí ascender a capitán al compañero Tomassevich y con su unidad reducida a la mitad, crear la Compañía A que operaría en el territorio de Alto Songo subordinada a esta Columna No. 6 «Frank País». Igualmente decidí unir el pelotón del capitán Demetrio Montseny con el pelotón de los Mau Mau de Efigenio, actuando este último como jefe y el otro como segundo para formar la
Compañía B que operaría en la zona de Guantánamo. Como verás, he adoptado el sistema de ir creando compañías con zonas asignadas para que formen parte de nuestra Columna No. 6 «Frank País». Para esta fecha, veinte de marzo ya contábamos con dos compañías fuertemente armadas, o sea, la de Efigenio y el grueso de la tropa que trajimos de la Sierra que aún permanecía conmigo, además de la de Songo (A), débilmente armada como anteriormente hube de señalarte y al mando del capitán Tomassevich.
Eficaz ayuda de la población civil
En la mencionada zona de Bayate me mantuve tres días acabando de organizar la zona y esperando recibir la visita de algún miembro de la Dirección General. Me mandaron al jefe de acción local de Guantánamo, apellidado Lara [Luis Lara Espinosa], más conocido clandestinamente por Toto; siendo este un inquieto luchador, con el que inmediatamente nos pusimos de acuerdo para recibir algún parque y ayuda futura que necesitamos en todos los órdenes. Fue por medio del citado compañero que recibí el incendiario manifiesto de la Sierra Maestra de fecha 12 de marzo, cuyas consecuencias me atrevía a prever en esa fecha, por lo que con el mencionado compañero Toto preparamos un plan de emergencia coordinando con los compañeros de las milicias de la ciudad de Guantánamo, de la cual es el jefe, por si los acontecimientos se precipitaban para principios de abril. Finalizada esta entrevista partí a las once de la noche en los magníficos camiones que hay por aquí, caminando unas cinco leguas en un tiempo record de cuatro horas, llegando a la zona de Monte Ruz de Guantánamo, después de haber pasado por varios barrios de extensos cafetales y bodegas bien surtidas en lugares estratégicos y una población civil decidida a ayudar hasta el infinito. En este lugar le organicé a Efigenio, por ser dentro del territorio a él asignado, un nuevo Comité de Campesinos y me encontré con el primer problema de escopeteros alzados por la libre, «de los del tipo chino Chang [Ricardo Chang Batista]» con asesinatos de campesinos, golpeaduras, exigencias de dinero y armas, etcétera.
Después de las investigaciones pertinentes inicié un proceso, siendo condenados los tres cabecillas a muerte y al día siguiente dos de ellos lo fueron simbólicamente, uno de los cuales por poco se muere del corazón, en tanto que el cabecilla principal sí cayó fusilado por un pelotón.
La fábrica de M-26
Nuestra fábrica de M-26 es montable y desmontable en media hora de los carros asignados a la misma, incluyendo una planta eléctrica grande y otra pequeña. Se le buscó un local y estuvo trabajando durante unas quince horas seguidas. Dondequiera la instalamos.
Hay otra Compañía, la «C» de Sagua y Mayarí, compuesta de escopeteros. Cuando Efigenio pasó cerca de Sagua en un viaje hacia Moa en carros, tuvo contacto con unos 300 escopeteros por la libre bajo el mando de Evans Roseell [Rosel], aquel que tú mandaste a buscar por tener mucha experiencia en explosivos. Efigenio resolvió traerá Evans a su «Estado Mayor», como habían sido mis órdenes anteriores y dejó al teniente Julio Pérez [Guitián] responsable provisional de esa zona para depurar entre los escopeteros a «los peores» y ver qué se hacía. El compañero Evans está actualmente trabajando en nuestro departamento de explosivos, siendo su conducta intachable y productiva. Viendo lo bien que trabajó Julio Pérez decidí ascenderlo a capitán y jefe de la Compañía “C” de Sagua y Mayarí. Primeramente lo envié a él solo, más tarde le envié a Lupiañe [José Lupiañez Reilén] y ahora le envío a Ignacio Leal de los «Barbudos», Julio tuvo la suerte de encontrar un magnífico compañero de dicha zona que lo ascendí a primer teniente y segundo jefe de la compañía (Baudilio Méndez).
Ya han depurado a más de 150 escopeteros y han tenido ya dos encuentros con el Ejército, incluyendo los pelotones de Toleteros que van al combate con toletes y bombitas de mano. Hasta ahora han cumplido la orden dada de no dejar pasar al Ejército por esa zona del norte, mientras acabo de organizar y formalizar el Centro Norte de Guantánamo. Estando en Santa Catalina, dentro del territorio de Sagua de Tánamo nos sorprendió el aguacero, reunido con Julio Pérez, coordinando con él los planes de lo que había que hacer en el norte, recibimos al teniente José [Árias] Sotomayor, quien nos trajo muy malas noticias respecto al ataque de Imías, pues lo atacaron a las dos antemeridiano.
La muerte del capitán Ciro Frías
De Guantánamo y Baracoa hasta Santa Catalina de Sagua en un solo día. Tuvieron que retirarse a las 5 am con la sensible pérdida del capitán Ciro Frías [Cabrera], resultando herido el compañero Conrado que siguió disparando los M-26 después de haber sido herido y también, aunque en forma más grave, un compañero que muchos días antes había abandonado el Ejército de Batista, en Baracoa, y se había unido a nosotros armado de una pistola.
El pobre Ciro cometió una serie de errores que lo llevaron al fracaso que le costó la vida. A pesar de las advertencias en cuanto a los informes que le aconsejé debía obtener antes de atacar el cuartelito de 17 soldados, se buscó dos guías, uno de los cuales hacía más de un año que no iba a Imías. Además, le indicaron la casa de al lado como si fuera la del cuartel sobre la que abrieron fuego e incluso quemaron, por suerte sin nadie dentro. El resto de los compañeros que fueron por atrás atacaron la caballería en vez del cuartel. Después de un buen rato se percataron del error.
Ciro, de pie, detrás de un árbol, en el ángulo de frente al cuartel hacia la derecha, iluminado por el incendio de la casa que tenía enfrente, les gritó: «Ríndanse, les habla el capitán, les garantizamos la vida». La respuesta fue la descarga cerrada sobre ese punto, atravesándole algunas balas el corazón. Imagínate lo que vino luego.
A pesar de los errores cometidos hubieran tomado el cuartel si no matan a Ciro, pues por las investigaciones posteriores supe qué quedaron muy pocos soldados ilesos o vivos en dicho objetivo, ya que no habían tomado ninguna medida de protección y el mismo era de madera.
Al frente el cuartel tiene un parquecito que termina en un pequeño muro que está a pocos metros del mismo. Tomándoles este punto, cosa que pudieron hacer, con los 30 M-26 que tenían y los cocteles Molotov, que debido a la mala organización no aparecieron por ninguna parte, dicho objetivo hubiera sido una cosa fácil.
Momentos antes de llegar la fatal noticia le informaba ya a los compañeros que estaban reunidos, que podíamos contar con las armas de Imías, pues era un asunto seguro. Los muchachos recogieron el cadáver y su arma, de la misma forma, que recogieron a los heridos, remitiéndolos a la zona del Hospital de Fajardo, y a Ciro lo enterraron en uno de los cementerios ocupados en esa zona.
Como consecuencia de lo anterior, la escasez de parque cayó como una triste amenaza que se extendió sobre esa unidad. Inmediatamente mandé a Pena [Félix Pena Díaz] solo para que asumiera el mando de la Compañía E, dejándome su rifle para que allá utilizara el de Ciro. Previamente recogí entre nosotros algunas balitas entre las pocas que teníamos para que se las llevara.
A la mañana siguiente, 10 de abril, partimos con la columna de vehículos, a gran distancia uno de otro y camuflados con ramas de árboles, llegando por la tarde poco a poco a nuestro destino. Lo primero que hicimos fue montar la fábrica de M-26, la que con todos sus miembros, bajo el mando de Gilberto, ha desarrollado un trabajo envidiable, laborando día y noche. Hasta la fecha del 22 de abril, han fabricado cerca de 20 bombas grandes, 422 M-26 y 400 bombas pequeñas de mano, material que ha sido distribuido entre las distintas unidades. No se ha podido fabricar más por falta de dinamita que nos llega en pequeñas cantidades.
En la fábrica tenemos envases preparados para cuando llegue la dinamita, pues ya están hechos los moldes, incluso soldados, a los que solamente les faltaba llenarlos y taparlos. De estos envases tenemos 467 M-26 y 726 bombas de mano, las que han dado óptimos resultados. Consideran do que las fundamos el día siete del presente, en quince días han rendido una buena labor.
Esa misma tarde me llega un mensaje urgente de Toto, jefe de acción de Guantánamo, de quien ya te he hablado, pidiéndome coordinación de acciones inmediatas. Adjunto venía otro de Daniel proponiéndome que podía mandar una Compañía para hacer contacto con él en el norte de Santiago, donde pensaba alzarse y presionar sobre la ciudad. Le contesté por medio del primero que eran tan pocas nuestras fuerzas, que prefería concentrarlas presionando sobre Guantánamo. A Toto le contesté que viniera a vernos. Llegó a media noche de ese mismo día e iniciamos una reunión con todos los jefes de unidades presentes: Efigenio, al que tuve que ascender a comandante sujeto a la ratificación de la Sierra, en vista de la extensión del territorio a ocupar que de hecho ha sido quien hasta ahora ha desempeñado bien las funciones asignadas; el capitán Demetrio Montseny (Villa); Tomassevich y Julio Pérez, faltando Fajardo y Pena que esperaban instrucciones en sus respectivas zonas. Fue necesario suspender la reunión a la media hora, pues a pesar de la tensión nerviosa y la emoción del momento, por lo que exponíamos los planes bajo los efectos visibles del cansancio excesivo.
Reanudada la sesión en las primeras horas del día once, coordinamos lo siguiente: Toto, que desde hace tiempo había tallado con algunos marineros del puesto de Caimanera, al sur de Guantánamo, atacaría al mismo tiempo ese puesto de la Marina, compuesto de 15 ó 17 marineros y al cuartel de la Guardia Rural con unos ocho soldados, habiendo una cuadra de distancia de un objetivo al otro. Esta operación la llevaría a cabo Toto con unos sesenta compañeros de las milicias de Guantánamo y Caimanera, más o menos armados con un equipo surtido de todos los calibres que había podido reunir para la ocasión. En esta acción lo apoyaría el capitán Tomassevich de la Compañía A de Songo, con los pocos armados que tenía. Entre Guantánamo y Caimanera en la carretera asfaltada cuya distancia se hace en siete minutos por carro, dejarían una emboscada de escopeteros esperando el posible refuerzo, aunque se ignoraba a ciencia cierta si lo mandarían, en vista de las diferentes acciones que se llevarían a cabo en las cercanías de Guantánamo en la misma noche. Esta emboscada se le encomendó a Armando Castro, con el que todavía no me he entrevistado ni organizado, pero que está controlado. Este comanda una numerosa unidad de 200 escopeteros por la libre, cuyo campamento está por un punto llamado Filipinas, al sur de la sierra Canasta, entre Santiago y Guantánamo, rodando hacia el segundo punto y también en la costa sur de la Ensenada de Hatibonico, también entre Santiago y la bahía de Guantánamo, más cerca de este último punto. Castro con sesenta de sus mejores hombres haría la emboscada cubriendo la única retirada a los que atacarían Caimanera. Mientras tanto el sargento Wicho [Luis Francisco Fornaris Mora] quien con 30 hombres opera en la sierra Canasta a cinco minutos por la carretera de Guantánamo y que está alzado desde el 30 de noviembre de 1956, lo ascendí recientemente a primer teniente. Con sus compañeros y variado equipo —6 Springfields, 6 escopetas automáticas, 2 Winchester calibre 44, dos rifles 22 automáticos y algunas escopetas más, así como algunos M-26 que les envié— debían acercarse a los alrededores de Guantánamo, en las cercanías del cuartel y bombardearlo con M-26, haciendo disparos esporádicos y gritos alentadores al pueblo de Guantánamo. Para todas estas operaciones entregué 50 M-26 y varias bombas de mano.
Emboscadas de escopeteros
Efigenio, con una partida de 7 Maumaus, partió inmediatamente para unirse a Pena y Fajardo [Manuel Fajardo Sotomayor] y llevar un ataque al cuartel de Jamaica, cabecera del municipio Yateras, hasta donde llega una carretera asfaltada a Guantánamo, unos 9 ó 10 minutos. Debía, asimismo, hacer una emboscada con escopeteros bien armados entre estos dos puntos.
Finalmente, yo atacaría el cuartel del central Soledad con los restos de nuestra vanguardia y lo que quedaba del pelotón de Jiménez [Reynerio Jiménez Lage] conjuntamente con la gente de la unidad del capitán Montseny, haciendo un total de 40 hombres armados.
El cuartel, uno de los mejores preparados para su defensa en la zona, compuesto de 27 soldados y varios chivatos bajo el mando del sargento Ivis Camps, creo que es aquel que nos custodiaba en las sesiones del juicio por el ataque al Moncada. Unos días antes, al igual que a muchos jefes militares de las zonas de Yateras, les envié las cartas invitándolos a pasarse a nuestras filas, basado en el punto 16 del Manifiesto de la Sierra Maestra.
Todas estas acciones debían llevarse a cabo en la noche del día siguiente o sea, 12 de abril.
Despachado todo el mundo nos dedicamos a preparar nuestra misión cuyo objetivo, igual que el del cuartel Cuneira y varios objetivos más, ya teníamos previamente muchos informes y planos dibujados por nuestros oficiales de la Inteligencia Rebelde. En la mañana del día doce se empezó a mover nuestra unidad hacia la sierra de Hembrita, compuesta de roca y diente de perro y frondosos cafetales al norte de Guantánamo, desde donde se divisan hasta las luces de la Base Naval de Caimanera. Aquí en este punto dejamos nuestros carros, solo nos faltaba una patrulla móvil de 20 hombres de la Compañía B, cuyos miembros casi todos provienen del objetivo que atacaríamos, conociendo como la palma de sus manos dicho objetivo. Su misión era servirnos de guía a los diferentes grupos que atacaríamos. Desgraciadamente esa noche no llegaron a nosotros los compañeros esperados por haberse ido por otro camino. Tuvimos que acampar a medianoche por allí mismo mientras oíamos el tiroteo y las fuertes detonaciones del combate de Jamaica efectuado por Efigenio y que se prolongó por espacio de una hora y media. Pensé que Toto estaría haciendo lo mismo en Caimanera, aunque me extrañó no escuchar los M-26 que debían explotar por los alrededores del cuartel de Guantánamo.
A la mañana siguiente, día 13 de abril, llegaron los escopeteros de Soledad y prepararon los detalles finales para el ataque que se iba a realizar esa noche. Empezamos a descender a pie, tardamos mucho más de lo que nos informaron en llegar al objetivo. Nos dividimos antes de llegar en dos grupos que más adelante se subdividieron en otros dos —de diez hombres cada uno para formar así cuatro grupos— para atacar por el frente, por la parte de atrás y por ambos flancos. Jiménez por el frente, teniente Samuel Rodiles [Planas] de la unidad de «Villa» por atrás, el propio «Villa» por el flanco izquierdo y yo con el resto de la vanguardia por el flanco derecho.
El cuartel está situado en el centro del poblado, que se mantiene, iluminado toda la noche, por la parte de atrás de los almacenes de la fábrica de azúcar a muy poca distancia de éstos. Sentimos explosiones repetidas por la zona de Guantánamo y una avioneta se sentía volar constantemente sobre dicha unidad, lo que se comprobaba por las luces intermitentes que despide el aparato en el aire. Avanzamos a rastras guiados cada grupo por dos o tres guías para ocupar nuestras respectivas posiciones. Algunos perros ladraban; unos caballos relinchaban y ya era pasada la una de la madrugada sin que hubiera un alma por la calle iluminada.
Podíamos batirnos con calma y con toda seguridad, pues habíamos enviado la patrulla del sargento Filiberto [Olivera Moya] a emboscarse entre Soledad y Guantánamo y como 40 escopeteros entre Soledad y Cuneira, donde también había tropas. El día antes, a estos últimos escopeteros, por desobedecer una orden el Ejército los cogió en una emboscada matando 8 de ellos y ocupándoles un Garand que días antes obtuvieron en una escaramuza. Estos, aunque controlados, todavía no habíamos podido depurarlos y organizarlos por la precipitación de los acontecimientos.
Perfecta sincronización en el ataque
Mientras tanto, seguimos acercándonos al objetivo poco a poco y a rastras avanzamos hasta lo que fue el fluido eléctrico en todo el pueblo, operación que realizó “El francés” con una pequeña patrulla que sin disparar un tiro se introdujo en el central y desconectó el chucho de la planta eléctrica, momento que aprovechamos los cuatro grupos diferentes para llegar en menos de dos minutos hasta nuestras respectivas posiciones. No es vanidad, y te aseguro que es la opinión de todos los que compartimos, que ha sido uno de los combates mejor sincronizados que hemos realizado.
Jiménez se metió en una zanja de unos 20 metros frente del cuartel. Los de atrás llegaron a una caballeriza a unos veinticinco metros de la cocina del mismo, siendo estos los más alejados. «Villa» a unos quince metros del flanco izquierdo, cerca de una carpintería cuyo fondo está a unos diez metros del cuartel. Yo al extremo opuesto, a unos quince metros detrás de un pequeño muro que cubre la parte de atrás de las barracas, de los trabajadores del cuartel: teniendo dicho muro una altura de 3 pies.
Increíblemente todo el mundo había tomado la posición sin haberse oído el primer disparo: una posta nos dio el alto y no disparó, tampoco lo hicimos nosotros tal como fueron dadas las instrucciones a todo el mundo incluso si sonaban disparos por algunos de los cuatro sectores, los demás no se ocuparían de los mismos y seguirían avanzando hasta sus respectivos objetivos.
La misma posta que nos dio el alto llamó en voz alta a un tal «Moya» para que se levantara. Suena una bomba y ahí mismo abrimos fuego. Se suceden varias descargas cerradas e inmediatamente en el sector donde yo estaba se entabla el duelo, ellos con granadas y nosotros con bombazos, cosa que al cabo de cinco minutos logramos dominar al disminuir sus granadas y mantenerse nuestro fuego de fusiles y bombas.
En esos precisos momentos una granada nos mató a Alex [Urquiola] Marrero de la vanguardia (fue uno de los que ajustició a Cowley), que en esos instantes servía como ayudante del bazuquero del M-26. La misma granada hirió en un párpado a Calzadilla [Florentino Calzadilla Sánchez], quien se portó muy bien y quería seguir tirando tiros, de la misma forma se portó el doctor Machado [José Ramón Machado Ventura] peleando y cargando a los heridos en medio de la balacera. Por ese lado, salvo algunos rasguños que recibimos de las granadas, no tuvimos que lamentar más bajas. Por suerte Calzadilla no perdió el ojo.
A cinco metros de nosotros y a unos diez del cuartel había una cerca de tela metálica dándole la vuelta al cuartel y que según informes que teníamos, era de alambre de púas. Esto nos impidió lanzarle los M-26 en línea recta y por ende cualquier avance posterior que hubiéramos podido realizar en los momentos en que la resistencia de ellos hubiese mermado considerablemente.
Esto nos perjudicó mucho. Ellos estaban parapetados en el sótano protegidos por sacos de arena. No obstante, ello, las bombas de mano les llegaban sin notables esfuerzos. Tenían cinco presos políticos en el calabozo por lo que detuvimos los cocteles Molotov hasta última hora. Finalmente decidí lanzarlos y todos fallaron, pues aunque lograban prender, algunos rápidamente se extinguían por estar mal confeccionados. Llegada las cuatro de la madrugada el sector del fondo nos informó que tenía cinco heridos. Se hacen esfuerzos finales y no logrando rendirlos, aunque era palpable la disminución de fuego de la defensa, tuve que dar la orden de retirada a las 4:30 am contra la voluntad de los muchachos. El último esfuerzo lo realizó el sector del frente dirigido por Jiménez, quien protegiendo a Eloy [Rodríguez Téllez] con fuego de fusilería, salió de la zanja aproximándose a la cerca y lanzó dos cocteles contra la fachada del cuartel, que como los anteriores prendieron en la madera por breve rato, apagándose después.
Chismosas y catalinas
Uno de los heridos, Diógenes Silveira, se nos muere cuando intentábamos montarlo en un caballo, también ayudante del M-26. Natural de Maffo, vino como chofer desde San Lorenzo y resultó después un magnífico soldado y compañero; de la misma forma que Alex, siempre observó un comportamiento ejemplar. Los demás heridos fueron, y este no podía faltar, Félix Lugones [Peña] «El negro Pilón», con dos heridas en la misma pierna que le hicieron en Palma Mocha, esta vez una de ellas muy grave a lo largo del muslo, por suerte sin interesarle ningún hueso; en ese mismo sector de atrás fueron heridos Pablo Lobaina, Abelardo Girón y Luis Felipe Ayras, todos de la unidad de «Villa», que dirigía el teniente Rodiles.
Tuvimos que ocupar urgentemente algunos caballos sin montura para llevar los heridos y retirarnos antes de que sorprendiera el día en medio de los cañaverales.
Antes de abandonar el central, la patrulla de «El francés» que lo tomó, le dio fuego a los almacenes de azúcar. Las llamas se veían fácilmente desde Guantánamo, igual se percibieron claramente las detonaciones y disparos del combate. El Ejército no envió refuerzos, después te explicaré el motivo.
Nos retiramos al campamento de donde habíamos salido y desde donde oímos perfectamente el combate, pues ya habíamos estado descansando en el lugar que dejamos los carros. Un rato después una avioneta parecida a «La Chismosa» comenzó a dar vueltas sobre nuestras cabezas. Los viejos barbudos ya sabían lo que eso significaba por lo que buscamos protección en el momento en que dos Catalinas y un Caza empezaron a rociarnos de metralla por espacio de media hora. Finalmente la avioneta también nos ametralla con una Thompson.
Dos viviendas de familias fueron atravesadas varias veces sin compasión alguna: en una de ellas contamos veintiocho perforaciones. Por suerte, momentos antes los muchachos del pelotón de Jiménez habían sacado a la familia a la que se le había ocurrido encerrarse en la casa. Los tupidos cafetales y magníficos parapetos que abundan en el campamento impidieron bajas humanas, no así la de animales, pues murieron un macho, una gallina y un mulo que nos comimos. También ametrallaron la sierra de La Hembrita, donde dejamos los carros para ir a combate. Además, la avioneta sorprendió a una camioneta Power con todos los heridos y la ametralló sin tener que lamentar ningún accidente, pues a los heridos, incluyendo los más delicados, ayudados por el doctor Machado y los que venían con él, los llevaron a un lugar seguro desmontándolos rápidamente hasta que la avioneta se marchó.
Si nos hicieron los honores de un ametrallamiento, calculamos que fuese por lo que les dolió el ataque a Soledad, pues fue el único sector ametrallado.
En informes posteriores que nos llegaron se nos decía que muy pocos soldados quedaron ilesos, desechando el cuartel al que trasladaron para el pueblo. Ametrallaron aquí porque supieron que me establecí en esta zona. Una de las casas ametralladas fue en la que yo paré y la otra donde se alojó el pelotón de Jiménez, quien en esta nueva oportunidad estaba en dicha casa, no así yo, que había trasladado mi campamento. En la primera de las citadas casas dio a luz prematuramente una señora como consecuencia del ametrallamiento. Con posterioridad Efigenio y «Villa» de la Compañía B decidieron establecerse en el mismo lugar con campamento fijo. Después del raid aéreo, cursé órdenes de que abrieran trincheras por todas partes, pues no pienso abandonar esta posición aunque vengan a pie o en aviones. (…)
La acción de Caimanera
La acción de Caimanera empezó a las siete y treinta pm, simultáneamente contra el cuartel del Ejército y de la Marina a una distancia de una cuadra uno del otro. Como te dije anteriormente, el cuartel de la Marina es de dos plantas y de concreto con un total de 15 ó 17 marineros bajo el mando del capitán qué hizo muy poca resistencia. El capitán herido en la cara huyó por detrás en una lancha con seis o siete marineros, abandonando una moderna ametralladora Thompson. El resto bajo el mando de un sargento, se rindió rápidamente, registrándose aquí un hecho increíble. Este astuto de Toto tenía entre sus milicianos al hijo del sargento de la Marina, que aún combatía y le gritaba «yo estoy combatiendo también». Naturalmente que esto no rindió sus frutos rápidamente.
Toto levantó un acta con los prisioneros marineros y firmada por ellos mismos, haciendo constar la acción cometida por el cobarde capitán al huir por detrás y dejar solos a sus subordinados. Creo que Toto ascendió por decreto a capitán a uno de ellos.
Los marineros fueron puestos en libertad. Inmediatamente se refugiaron en la Base Naval de Caimanera, posiblemente para no afrontar las responsabilidades que les exigirían en el Estado Mayor de la Marina.
El cuartel de la Guardia Rural, con ocho soldados, resistió mucho más, pero dos certeros M-26 que lograron colocarles en el techo del centro del cuartel y que los soldados creyeron que era otra cosa desconocida, por la terrible detonación, les obligó a rendirse.
Entre el material bélico ocupado figuran: cinco ametralladoras Thompson, diez Springfields, dos M-l, alrededor de mil tiros de 30-06 y un poco de parque calibre 45 y M-l, así como algunas armas cortas. Se les hicieron cuatro muertos y cinco prisioneros. El pueblo se botó a la calle participando de la victoria después de la toma de las ciudades. El pueblo pidió que solo se respetara la vida del soldado prisionero Torres que era el único bueno.
El capitán Toto llegó hasta nuestro campamento en compañía de unos 70 milicianos, todos ellos magníficos muchos de Guantánamo y Caimanera, quienes fueron momentáneamente incorporados a la Compañía B de Guantánamo. Estos muchachos llegaron con el siguiente equipo: un Garand, cinco Springfields, una carabina M-l, nueve rifles 22 automáticos, dos rifles 35, dos rifles calibre 30-06, un rifle calibre 32-20, cinco ametralladoras Thompson, trece escopetas automáticas calibre 16, ambos tipos con suficiente parque recargados de balines, veinte armas cortas de distintos: tipos y cinco escopetas no automáticas. Trajeron a los cinco soldados prisioneros que fueron a un campo de prisioneros que previamente teníamos con algunos presos comunes sospechosos de confidentes aún sin comprobar. Y también a cuatro heridos leves que tuvimos en sus acciones, los que fueron para nuestro hospital conjuntamente con un magnifico cirujano de Guantánamo que los acompaña y que desde ahora formará parte de nuestro cuerpo de facultativos de sanidad.
Los heridos se nombran: Ovidio Olivares, René Vera, Orlando Vázquez y Luis González.
Audaz ayuda del grupo femenino
También la Compañía A que dirige el capitán Tomassevich mejoró algo en armas, con una Thompson, un M-1 y varios Springfields más. Mandé a buscar urgentemente a Efigenio —que aún permanecía en la zona de Fajardo, encontrándose en el momento de llegarle mi aviso por la zona de Pena— para que me ayudara en la organización en gran escala que realizaría en la zona de Guantánamo.
Mientras tanto, con la magnífica ayuda que por medio de un audaz grupo femenino, con los materiales que a solicitud nuestra nos ha enviado el Movimiento de Guantánamo, más las cosas que hemos conseguido aquí, he decidido dejar organizado en esta misma zona un campamento industrial en esta Compañía B una organización que habrá de servir de modelo para las futuras organizaciones de los demás.
Hasta ahora hemos organizado lo siguiente:
El Cuerpo Industrial con varios departamentos, tales como armería, fábrica de explosivos y experimentos, cuartelmaestre, depósito de explosivos fabricados y por fabricar. La talabartería con magníficas maquinarias para hacer cananas, fundas, mochilas, con su departamento de arreglo de calzado. El cuerpo de auditores generales, un abogado encargado de dirigirlo, con el grado de primer teniente y un auditor abogado con el grado de subteniente en cada compañía. Además de ocuparse de las labores de su ramo, tienen la obligación de desempeñar las funciones de los corresponsales de guerra, remitirán informes a la Auditoría General independientemente de los informes bélicos que tienen que rendirme los capitanes. Además, se ocuparán de llevar el diario de campaña de sus respectivas compañías. Se hizo una División de los delitos cometidos por civiles y las faltas militares. De lo segundo se ocuparán nuestros
Tribunales Militares, asesorados por los auditores y de los primeros, cuando no tengan relación con el proceso revolucionario, se encargará nuestro Cuerpo Jurídico basado en el Código de Defensa Social vigente. Hizo falta una reforma al Código Penal que trajimos de allá, de lo que se encargó el doctor Augusto R. Martínez Sánchez, compañero que desenvolvía sus actividades en Holguín y que aquí ocupa el cargo de Auditor General al frente del cuerpo. Ha desempeñado el cargo, perfectamente hasta el presente, desarrollando un trabajo intenso. Solo tenemos tres abogados por el momento, por lo que pediré algunos más al Movimiento, pues necesitamos uno para cada compañía. Posiblemente enviaré copia de la estructuración de este cuerpo que nos es y será de gran utilidad, sobre todo con tantos problemas que surgen particularmente en esta zona tan poblada cuando es desplazada la autoridad existente.
Organización y más organización
El Cuerpo de Sanidad con Hospital Central aquí y otro en Yateras, con mesas de operación, Cuerpo de Enfermeras, con avanzadas sanitarias en los puntos próximos a los combates, etc. y con un reglamento y estructuración propias. Este departamento lo está organizando perfectamente el doctor Machado, quien me ha dado muestras de médico valiente, magnífico combatiente y eficaz organizador, por lo que lo ascendí a capitán médico, jefe del Cuerpo de Sanidad de nuestra Columna a cuyas órdenes estarán todos los hospitales y sectores del recién creado Cuerpo.
Organicé de acuerdo con Toto un Comité de suministros que radicará en Guantánamo y de cuya eficacia ha dado muestras en estos días incluso en los más duros de la huelga, que en Guantánamo prácticamente empezó el primero de abril. Este Comité está subordinado a nuestros mandos militares y se dedicará exclusivamente a proveer la Compañía B de Guantánamo, bajo el mando de Efigenio; a la D de Yateras bajo el mando de Fajardo; y a la E de Baracoa, sur de Yateras y este de la ciudad de Guantánamo bajo el mando de Pena. Mientras tanto, la Compañía A de Alto Songo, bajo el mando de Tomassevich, tiene instrucciones y así ha sido hasta ahora, de proveerse directamente de la Dirección Nacional de Santiago. La Compañía C de Sagua y Mayarí, bajo el mando de Julio Pérez, ya se abastece por las organizaciones locales de nuestro Movimiento en los pueblos del norte: Mayarí, Sagua, Cayo Mambí, La Nicaro y Preston. (Los que están conmigo serán los eternos nómadas organizando por aquí y por allá, para arriba y para abajo, de un lado a otro, y peleando donde se presente la oportunidad). Este comité de suministros tendrá que rendirle cuentas al Coordinador de Guantánamo una vez cada quince días. Solicitaré a la Dirección Nacional un presupuesto mensual para los gastos de estas tres compañías, que administrará el tesoro de Guantánamo, al que remitirán las notas de los gastos.
De esta forma nos evitaremos tener que depender directamente de cualquier compañero que ocupe un cargo de responsabilidad en la ciudad, quien después de atender múltiples actividades, le quedaría muy poco tiempo para atendernos, a nosotros y naturalmente que lo haría en una forma muy deficiente.
Se organizó una intendencia en esta Compañía encargada de solicitar, recibir y repartir a los diferentes departamentos y secciones los materiales recibidos. Además, se encarga de los depósitos de gasolina, los de víveres, y todas las demás secciones de suministros o abastecimiento.
Se está organizando el Cuerpo de la Fuerza Aérea Rebelde, cuerpo que no podremos poner en manifiesto hasta no contar con el poderío militar suficiente como para lograr la liberación total de estos territorios, o por lo menos de la zona donde mantendremos los aparatos. Mientras tanto se van acondicionando los campos existentes y se van abriendo otros nuevos y vueltos a camuflar; los existentes son del conocimiento del Ejército. Consiguiéndose gasolina, pilotos y buenas perspectivas.
Cada Compañía tiene un equipo de vehículos motorizados en los que hacemos todos nuestros movimientos mientras no lleguen las lluvias, para lo cual estamos preparando arrias de caballos y mulos para cada Compañía. En algunas zonas contamos con tractores de cuchillas para arreglar y abrir nuevos caminos.
En este mismo campamento tenemos escondidas potentes plantas de 220 y 110 volts y en diferentes campamentos depósitos de gasolina y petróleo ocultos, además de varias plantas y otros útiles para la industrialización. Estamos perfeccionando el Cuerpo de Oficiales de Inteligencia Rebelde (IR) que tiene bajo su mando el SOC, o sea, el Servicio de Observación Campesina y otras dependencias de este tipo.
Se le está dejando organizado a Efigenio un Cuerpo de Cartógrafos en el que trabajan tres estudiantes, uno de ellos de arquitectura, con mapas sobre la zona con todos los caminos de vehículos y caballos que no registran los mapas comunes, puntos estratégicos, etc. Sacando copias de los mismos, se marcharán con chinches de diferentes puntos donde operan las Patrullas
Móviles que tiene cada Compañía y que vienen siendo nuestras avanzadas. En proyectos: un periódico editado aquí con imprenta que pensamos organizar, que al mismo tiempo servirá para editar boletines, credenciales, etcétera.
Mientras tanto, en el orden bélico, Pena me reportó dos combates más, uno de ellos al Acueducto de Yateritas que suministra agua a la Base Naval Americana, objetivo que le tengo encargado, que lo vuele en la primera oportunidad. En esta acción mataron a un soldado e hicieron un prisionero que me remitieron para acá. Les ocuparon dos Springfields a los soldados. El otro combate tuvo lugar en El Abra donde se calculan que le causaron ocho muertos al Ejército, sin poder ocupar sus equipos.
El Ejército como represalia destruyó todo el caserío de Guaibaní, todos estos sitios están al este y sureste de Guantánamo. En días pasados el Ejército, después de un combate con los escopeteros, quemó casi todo el poblado de Lima al noroeste de Guantánamo, además ha prometido arrasar con varios barrios más que están en nuestra zona semiliberada.
Viviendo como nómadas no progresaremos
Te estoy escribiendo desde Monte Rus, a dos horas de Guantánamo donde está el campamento de que te hablé y que está interceptando varios caminos que se utilizan para ir de Guantánamo a Sagua y Mayarí. Es un lugar muy estratégico (el Ejército sabe que estamos aquí) que defenderemos metro por metro si intentan atacarnos, lo más que puede pasar es que perdamos todas las fábricas, pero viviendo como nómadas no progresaremos nunca.
Este es el mismo proceso de las tribus primitivas, la sedentaria, que desafiando todos los puntos determinados progresaron rápidamente aunque sufrieron fracasos y hecatombes pasajeras. Cuando los conquistaban destruían sus enseres rápidamente.
Tal vez me haya apresurado a industrializarnos fuertemente en una zona determinada, no obstante, he dado instrucciones a otras Compañías para que vayan haciendo otro tanto, poco a poco sobre todo, en el Departamento de fabricación de M-26. Dentro de 3 ó 4 días, cuando deje todo organizado aquí, me moveré con las tropas que me quedan (unos veintipico de hombres armados) y con un esfuerzo de esta Compañía bajo el mando del capitán «Villa», en total seremos unos cincuenta, con el fin de hacer unas rápidas incursiones bélicas y organizar en la misma forma que esta; las demás Compañías. Mientras tanto, dejaré a Efigenio aquí con el resto de su Compañía y el nuevo refuerzo de Toto, para que defienda esta posición, siendo la mejor manera de irlos atacando y hostigando allá en el llano y lo más lejos de nuestra Zona Industrial.
Fajardo y Pena claman desesperados por parque 30-06. Tal vez se les ordene unirse en el territorio del primero per ser más estratégico y ver si juntos pasan, el vendaval que posiblemente se avecina, ordenándoles que en pequeñas acciones de hostigación tomen la ofensiva, pues es la mejor manera de defenderse.
En Guantánamo y sus alrededores, están haciendo algunas concentraciones de tropas que hacen incursiones a los pueblecitos cercanos en acciones de pillajes de verdaderos bandoleros, quemando, saqueando y robando además del dinero, las joyas de los indefensos ciudadanos. Casi todos los Garands después de las últimas acciones, se quedaron con 40, 50 y 60 balas. Por suerte, con el aporte de todos aumenté a un promedio de 86 tiros a los de por acá. Pena y Fajardo están mucho peor. Julio Pérez reclama incesantemente cartuchos de todos los tipos para sus escopeteros. Yo los voy repartiendo por dosis en la mejor forma que puedo, allí en donde hace más falta, lo poco que tenemos. Solo nos queda el recurso de irnos abasteciendo de parque por medio de pequeñas y seguras acciones, al mismo tiempo trataremos de irlos engañando con astucia, como la que hasta ahora hemos empleado, explotando incluso la mística de la leyenda y aparentando un poderío que en realidad no tenemos, única y exclusivamente por falta de parque. (…)
Más de mil escopeteros
Se están imprimiendo diferentes credenciales para los miembros de las distintas patrullas móviles, Servicio de Inteligencia, etc., para controlar todos estos con las respectivas Compañías para que todos acreditadamente presten servicio en esa Columna de forma que puedan demostrarlo en cualquier momento. Se les cursarán circulares a todos los acreditados para que detengan a todo aquel que sin poseer la misma pretenda hacerse pasar como alzado, o sea, enfrentar a los escopeteros acreditados a los que no lo están dado que ya es mucho el tiempo que nos hacen perder.
Ya no te seguiré hablando de los escopeteros que pasan de mil, controlados ya todos, aunque no organizados como queremos hacerlo, tarea esta que llevaremos a cabo poco a poco. Hace un momento recibo un informe de Fajardo donde me sigue pidiendo parque y me dice que fue a ver a un tal capitán Manuel Borges que opera con 120 hombres con más de 60 escopetas en la sierra Abul de Baracoa, en La Patata, quien ofreció traernos cien cartuchos de dinamita. Ignoro si este individuo se alzó autorizado por el Movimiento o por la libre. En la misma comunicación me informa que el administrador del central Isabel, un americano llamado Mr. Zayas, tiene interés en celebrar una entrevista con Fajardo para determinar si se debe o no comenzar, o mejor dicho, continuar la molienda del central, y me añade que este señor está enteramente a nuestra disposición.
El Juez y los empleados del Juzgado de Yateras interesan autorización de este mando para que se proceda al enterramiento de los fallecidos en esta zona, lo cual no han venido realizando por la paralización en que se encuentra el Juzgado desde fines de marzo. Sobre este particular estoy estudiando qué resuelvo y si es conveniente invitarlos para que pasen a formar parte de nuestra Columna con todo el Juzgado.
Volviendo al asunto de Mr. Zayas, relacionado con él, pienso contestarle que no puede continuar la molienda, pues sobre el particular no he recibido orientación alguna, aunque estoy seguro que esta será una medida a tomar.
1 Tomado de: Ejército Rebelde. El alma de la Revolución, t. 3 Segundo Frente Oriental Frank País, Eduardo Yasells, pp. 22-65, Ed. Verde Olivo, col. Verde Olivo, La Habana, 1992.