Fidel renueva en Hiroshima su compromiso con la paz
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Callada y solemnemente, el Comandante en Jefe Fidel Castro colocó esta tarde una ofrenda floral en memoria de las víctimas del holocausto nuclear, ocurrido el 6 de agosto de 1945, cuando el gobierno de Harry Truman decidió con la acción, iniciar la era nuclear.
En el Parque de la Paz, construido en el lugar donde más devastación provocó la explosión atómica, los japoneses levantaron un cenotafio de mármol negro, y en él están inscritos, a pincel, los nombres de las víctimas y arde una llama eterna.
La presencia de Fidel ahora en Hiroshima, adonde llegó este lunes a las 10:20 hora local procedente de Tokio, es todo un símbolo. Fue recibido por el Gobernador Yusan Fujita y el Alcalde Tadatoshi Akiba, quienes posteriormente ofrecieron un almuerzo al líder cubano y a su comitiva. Fidel agradeció a los anfitriones y sus palabras fueron respondidas por el Alcalde.
Aquí en Hiroshima debieran darse cita los estadistas del mundo para recordar lo que nunca más deberá ocurrir, para juntos, detener las manos de quienes, pocos lo dudan, volverían a utilizar el arma nuclear para ver cumplidos sus designios hegemónicos. El Parque de la Paz es un área de más de 500 metros de extensión y unos 200 de ancho.
Allí todo recuerda el fatídico día, pero sobre todo el Museo Conmemorativo, donde, guardados en frascos y preservados con quimicales, una puede ver lo único que quedó de muchos de aquellos habitantes de Hiroshima: el pellejo.
En una maqueta, la Hiroshima anterior al 6 de agosto puede observarse y también, tristemente en qué quedó convertida luego de ser presa de las llamas como consecuencia de los más de 6 000 grados centígrados de temperatura exhalada desde el epicentro del hongo atómico que se afirma se elevó hasta 6 000 metros en el aire.
El 60 por ciento de la ciudad quedó totalmente destruido. Setenta mil japoneses murieron al instante y a 140 000 ascendió la cifra en diciembre de aquel año. También allí, en el llamado Museo de la Bomba Atómica, se conserva uno de los más dramáticos rastros del engendro nuclear: los peldaños de entrada a un banco, sobre los cuales una sombra negra es el único testigo de lo que fue un ser humano y que al quedar incrustado en llamas, se convirtió en eso.
Fidel está en Hiroshima. Su compromiso con la paz lo trajo hasta aquí.
Cuántas veces él, apasionado estudioso de la historia, leería estos detalles, cuántas veces vería las imágenes de la televisión japonesa que cada 6 de agosto, en solemne ceremonia, inscribe nuevos nombres en el cenotafio, arrebatados a la vida por la herencia nuclear.
Nunca como hoy su presencia en Hiroshima adquiere mayor significado.
Hoy, cuando el mundo se debate ante el peligro de una nueva conflagración de incalculables consecuencias, cuando el monopolio atómico está en manos de unos pocos y el arsenal nuclear supera en centenares de veces aquellas dos bombas lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki.
De Hiroshima volverá el líder de la Revolución cubana a la Patria luego de una extensa gira por Viet Nam, China y Japón y de su fructífera participación en la Cumbre de los Países No Alineados en Kuala Lumpur, Malasia.