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Fidel es una actitud

Foto: Obra de Rancaño.
Foto: Obra de Rancaño.

Datum: 

27/11/2021

Quelle: 

Periódico Granma

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Nadie habría sabido explicárselo. Pero él, moribundo de 11 años, «niño pobre, de origen judío, al que había que salvar», lo entendió después: «la posibilidad de seguir viviendo me la dio esta hija de Fidel: La Revolución; llevo la marca del padre».
 
Vistos «como un todo», la enfermedad vencida, el regalo, la circunstancia y hasta el amanecer de aquel día, a los ojos de Cuba y de Salomón asomaba, sin que él lo advirtiera, un tiempo nuevo, de batallas recias y magnánimas utopías.
 
«El 6 de enero de 1961, en la sala B, cuarto piso, del hospital William Soler, en La Habana, desperté con una sorpresa a mi lado; sobre la cama donde intentaban recomponer mi salud había un avioncito de juguete; era para mí».
 
–¿Un regalo?
 
–Sí. De la misma que procuraba salvarme, y del padre: Fidel. Supe que un presente llegó para los niños ingresados en ese momento. El gesto me marcó para siempre.
 
Cuando habla del que le regaló «un avioncito», en el verbo del hoy septuagenario profesor de Oratoria, español y literatura, Salomón Susi Sarfaci, los «sueños de justicia para Cuba y para el mundo» desfilan desde la altura humana, como en un vuelo emprendido hace más de 62 años.
 
El entrevistado evoca la sensibilidad de Fidel, y a la memoria regresa el día en que el hijo de Birán volvió descalzo a su hogar, porque sus zapatos cambiaron de pies para abrigar los de un amigo. Menciona la devoción de aquel por los niños, su confianza en la juventud, y desata en el cronista otro manantial de sucesos que van desde el rescate con el pueblo y al frente de él, de un inocente y cinco luchadores antiterroristas cubanos, secuestrado el primero, e injustamente encerrados los otros, en EE. UU.
 
«Es un hombre de sensibilidad exquisita», elogia Salomón, en presente; «Fidel nunca será un pasado, jamás retrocedió ni lo hará. Al futuro sí, como lo describió Buteflika (Abdelaziz, expresidente argelino) tenía esa rara capacidad de ir al futuro, y regresar a contarlo».
 
¿Te has fijado en ese viaje tremendo, que hizo el 8 de enero de 1959, mientras le hablaba a la inédita multitud popular que tenía frente a él en La Habana? Fue, vino y se lo anunció la kilométrica muchedumbre: «nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar algo semejante, excepto (…) cuando nos tengan que llevar a la tumba, ese día se volverá a reunir tanta gente como hoy, porque nosotros ¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!».
 
No lo despedimos, jura el entrevistado, «lo que hicimos fue acompañarlo al umbral de su nueva existencia. Me encuentro con él a diario. Vine a Venezuela a impartir una conferencia, y heme aquí, con dos operaciones de urgencia y una prótesis de cadera. Y aquí está él, en Guillermito, Yosiel, Eduardo, Michel, Oslaine, doctores, técnico y enfermera cubanos. ¡Tan profesionales y buenos!, salvan con su talento, pero también con mucho cariño.
 
«Esta circunstancia me lo confirma: Fidel es una conciencia, no un individuo; ni siquiera es un rostro, es un pueblo, una actitud. Fidel tiene claro que al defender como supo –como hace– al niño, al joven, defiende el futuro: le debo esta nueva oportunidad de seguir viviendo».