Estrategia y táctica en el pensamiento militar de Fidel Castro (III): De la Crisis de Octubre a la Guerra de Todo el Pueblo
Datum:
Quelle:
Autor:
El 29 de mayo de 1962, con los Kennedy resentidos por la derrota de Girón, la Operación Mangosta haciendo innumerables estragos en el país y con claros indicios de que se preparaba una agresión directa de Estados Unido contra Cuba para finales de año, una delegación militar soviética del más alto nivel visitó la Isla. Ellos también tenían indicios inequívocos de que se gestaba la invasión de Estados Unidos y le preguntaron a Fidel qué sería necesario hacer para evitarla. El Comandante les respondió que si Estados Unidos sabía que una invasión a Cuba significaba una guerra con la Unión Soviética, esa sería la mejor forma de conjurar tal peligro.
A esta respuesta, el mariscal soviético respondió con la oferta de desplegar cohetes nucleares estratégicos en Cuba, la que fue aceptada por el Comandante en Jefe actuando tanto en interés de la seguridad del campo socialista como en la de Cuba.
Fidel planteó que aquel acuerdo entre dos estados soberanos se hiciera público, pero la parte soviética insistió en mantenerlo en secreto. Este sería un error estratégico esencial, ya que más tarde, Jruschov le diría a Kennedy que no serían enviados cohetes tierra-tierra ofensivos a Cuba, una falsedad a la que Kennedy le sacó partido.
El 12 de julio comenzó el despliegue de tres regimientos de cohetes nucleares de alcance medio R-12 portadores de un megatón[1] cada uno: los medios fundamentales de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS)
A partir de la información suministrada por el agente de los servicios especiales norteamericanos y coronel de la inteligencia soviética Oleg Penkovsky, el 14 de octubre de 1962 un avión espía U-2, descubrió los emplazamientos y al día siguiente otros dos vuelos de U-2 confirmaron la presencia de cohetes nucleares en San Cristóbal, Pinar del Río. El 20 de octubre, después de cinco días de estudio, el Consejo de Seguridad de Estados Unidos llegó a la conclusión de que efectivamente se trataba de cohetes nucleares y Kennedy decidió bloquear militarmente Cuba, pero ya había listos 31 cohetes R-12 con una cabeza nuclear de un megatón cada uno.
El 21 de octubre Estados Unidos estableció el bloqueo contra Cuba y el 22 reforzó la Base Naval de Guantánamo con más de 8 000 hombres. Ese mismo día el Comandante en Jefe decretó la alarma de combate. Sin embargo, el 26 el Kremlin comunicó a la Casa Blanca que comenzaría a retirar los cohetes a cambio del compromiso de no invadir Cuba.
Al propio tiempo, Fidel planteó sus cinco puntos de Cuba por la paz.
Primero: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económicas que ejerce Estados Unidos en todas partes del mundo contra Cuba. Segundo: Cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde de los EE. UU y algunos países cómplices. Tercero: Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en los Estados Unidos y Puerto Rico. Cuarto: Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos. Quinto: Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio ocupado por Estados Unidos.
La Crisis de Octubre fue una prueba suprema para la capacidad de Fidel como estadista y para su pensamiento estratégico. Alguien tan parco para los elogios como el Che, en su carta de despedida escribió: “He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días”.
La actitud defensivista no ha cuadrado nunca en el pensamiento estratégico ni táctico del Comandante en Jefe. La defensa de la Revolución más allá de sus fronteras y una decidida vocación internacionalista llevaron a Fidel a advertir al imperialismo que la misma distancia que separa las agresiones de allá para acá, puede ser la que separe las respuestas de aquí para allá.
"Y si piensan que van a estar organizando impunemente la guerra contra nuestro país, nosotros buscaremos la manera de organizarles la guerra en su propio territorio. ¡En este país no faltan voluntarios para cualquier misión de esa índole! ¡En este país no faltan voluntarios para cumplir cualquier deber con la Revolución y con la patria en cualquier punto donde haga falta cumplirlo! Y es bueno que se vayan adoptando estos principios y vayan conociendo esta doctrina de la Revolución". [2]
También dijo a los movimientos revolucionarios americanos y africanos cuál era el camino. En la Segunda Declaración de La Habana, Fidel orientó:
Los ejércitos, estructurados y equipados para la guerra convencional, cuando tienen que enfrentarse a la lucha irregular de los campesinos en el escenario natural de éstos, resultan absolutamente impotentes; pierden diez hombres por cada revolucionario combatiente que cae, y la desmoralización cunde rápidamente en ellos al tener que enfrentarse a un enemigo invisible e invencible…” [3]
Pero cuando brilló como nunca antes la estrella del Comandante en Jefe fue cuando dirigió, a miles de kilómetros de distancia y a veces contra las opiniones de reputados generales soviéticos, las acciones de las tropas angolano-cubanas que condujeron a la derrota de las fuerzas sudafricanas, la preservación de la integridad territorial de Angola, la independencia de Namibia, el desplomes del Apartheid y la transformación del panorama político en el cono sur africano.
En el curso de esta guerra, Fidel conoció que Sudáfrica –vía estados Unidos-Israel– poseía ocho cabezas nucleares, tal vez con el propósito de intimidar a la dirección cubana y hacerla claudicar. Pero eso no arredró a Fidel “(…) frente a aquel ejército surafricano poseedor de armas nucleares, tuvimos que adoptar métodos asimétricos. Decidimos formar grupos tácticos no mayores de mil hombres, fuertemente armados con tanques, transportadores blindados, artillería y armamento antiaéreo (…)[4] con gran autonomía e independencia y elevar su dispersión en el terreno para hacer las unidades menos vulnerables a un golpe nuclear… y continuar la brega.
En 1985, bajo la asesoría soviética, las FAPLA llevaron a cabo la operación ofensiva “II Congreso”, que se proponía liquidar las bases de la UNITA en el remoto sudeste angolano, pero resultó un rotundo fracaso. En 1987, otra vez con el auspicio soviético, las mejores unidades de las FAPLA emprendieron la operación “Saludando Octubre”, con idéntico propósito. Fidel advirtió contra aquella acción que prolongaba y hacía vulnerables las líneas de comunicaciones de las unidades angolanas y las ponía al alcance de la aviación surafricana, por lo que los cubanos no tomarían parte en ella.
Sin embargo, el 12 de julio comenzó la operación y pronto sucedió lo previsto por Fidel: la situación operativa amenazaba convertirse en una catástrofe verdaderamente irreparable para las FAPLA. Ante ese peligro, el presidente Neto solicitó ayuda a Cuba y Fidel decidió poner punto final de una vez y por todas a las arrogantes aventuras sudafricanas.
Para ello tomó una decisión estratégica de alto vuelo: llevó a Angola “un río de unidades y medios de combate” que llegó a 55 000 hombres y, mientras entre noviembre de 1987 y marzo del 88 se libraba con éxito la batalla defensiva de Cuito Cuanavale, creó una agrupación de 40 000 cubanos, 30 000 angolanos y 3 000 guerrilleros namibios de la SWAPO con 600 tanques, cientos de piezas de artillería, mil armas antiaéreas y unidades de MIG-23 en el suroeste angolano, que amenazaba con un golpe irresistible en dirección a Namibia-Sudáfrica.
Un golpe aéreo en Calueque, donde “los MIG-23 les partieron el corazón” fue el epílogo que llevó a los sudafricanos a sentarse en serio a la mesa de negociaciones y aceptar su derrota. Se había impuesto el pensamiento estratégico del Comandante en Jefe y el heroísmo de los pueblos cubano, angolano y namibio.
La colaboración soviética con Cuba en el terreno militar había comenzado mucho antes y significó no solo la llegada a la Isla de material de guerra moderno, sino también de especialistas que nos trasmitieron sus concepciones sobre cómo conducir la guerra. Así, a partir de 1962, como forma de las acciones estratégicas se asumió la Defensa contra desembarco del país, librada con unas fuerzas armadas en lo fundamental permanentes y se disolvió la milicia. Es evidente que aquellas concepciones, muy por encima de las posibilidades económicas del país, pero aun insuficientes para rechazar el enemigo en combates regulares, no satisfacían a Fidel.
“Empezamos a desarrollar todas las ideas de la guerra de todo el pueblo, que eran nuestras viejas ideas, nuestras ideas de la Sierra, nuestras ideas de los primeros años de la Revolución y empezamos a rectificar, porque también ciertas doctrinas en el terreno militar nos hicieron daño, nos hicieron apartar un poco de las ideas que teníamos al principio de la revolución, de los conceptos de la Guerra de Todo el Pueblo (...) y quién iba a discutir con los soviéticos que habían destrozado al ejército nazi, que había librado tantas grandes batallas”.[5]
Sin embargo, el ascenso al poder de Ronald Reagan en los Estados Unidos, con una plataforma política que implicaba descarnadas amenazas contra Cuba, unido a los primeros devaneos de la dirección político-militar soviética, nos obligaron a rediseñar la defensa nacional; a crear el concepto estratégico Guerra de Todo el Pueblo y a instrumentarlo en la práctica.
"La verdad es que un día nos vimos ante el hecho real de que si había una guerra de Estados Unidos contra nosotros, tendríamos un número de divisiones, ocho o diez divisiones dislocadas en tal sector, en tal otro, en la dirección principal tal y más cual y tendríamos el ejército regular, la reserva, pero el pueblo era simple testigo en esa guerra. No es que pensáramos que el pueblo iba a ser sólo testigo –siempre creíamos en el pueblo y contábamos con el pueblo–, pero no lo teníamos organizado, la verdad es que no lo teníamos organizado para la guerra de todo el pueblo, ni siguió desarrollándose esta concepción. Era el tipo de guerra convencional estilo Sadam Hussein, de acuerdo con la doctrina prevaleciente.” [6]
"Fue precisamente ante una situación de amenazas y de creciente peligro cuando nos pusimos a pensar, meditar, profundizar (...) llegamos a ideas verdaderamente nuevas y revolucionarias en la concepción de la defensa; fue así como se pasó de la antigua concepción, a la idea de que la defensa militar del país, en el terreno del combate y todo lo que asegura y apoya el combate en cualquier variante de agresión: bloqueo, guerra de desgaste, invasión, ocupación parcial o total del territorio era, junto a las fuerzas armadas, tarea de todo el pueblo y, por tanto, todo el pueblo debía estar organizado y preparado para esa lucha (...)”[7]
El desplome de la Unión Soviética significó una agresión letal contra nuestra seguridad nacional, no sólo en el terreno militar, sino principalmente en el económico. El doble dogal instaurado por aquella situación fue un reto formidable para el pensamiento del Comandante en Jefe y para la vida de su pueblo. Pero surgió la solución heroica: el Período Especial en Tiempo de Paz.
¿Qué significa período especial, en tiempo de paz?
[...] que nuestro país tuviera que afrontar una situación de abastecimiento sumamente difícil. Téngase en cuenta que todo el combustible llega de la URSS, y lo que podría ser [...] que se redujera en una tercera parte [...] a la mitad [...] e incluso que se redujera a cero, […] Debemos prever cuál es la peor situación a que puede verse sometido el país en un período especial en tiempo de paz, y qué debemos hacer en ese caso.[8]
Herencia de los días iniciales de la Sierra, cuando los exhaustos expedicionarios fueron sorprendidos por el ejército, es aquella frase intransigente de Almeida: ¡Aquí no se rinde nadie… c! que hoy asume forma de principio.
"Hay una palabra absolutamente prohibida en la terminología revolucionaria: derrota; y por tanto, sinónimo de derrota: rendición. Pero algo más, hay una frase que por una cuestión de profundos principios, estará abolida siempre de la terminología de esta Revolución, y es la frase: ¡alto al fuego!. Alto al fuego no se pronunciara jamás en este país, mientras una sola pulgada del territorio este ocupada por algún invasor. [...] !Y quien pronuncie estas palabras [...] solo podrá ser calificado de traidor, pronúncielas quien las pronuncie! [...]. Y esa orden jamás deberá ser obedecida, ordénela quien la ordene [...]".[9]
Tan lejos escrutó el pensamiento estratégico del Comandante, que hace casi 30 años, en 1987, alertó contra los lobos disfrazados de ovejas que merodeaban en tiempos de Obama.
[...] Tal vez un día descubran [los imperialistas] cuán estúpidos han sido en esa política de amenazas y de agresiones contra nuestra patria; quizás un día se aconsejen mejor. Por eso decimos que no postulamos la eterna hostilidad entre Estados Unidos y Cuba; pero aún el día que vivamos en paz -si eso ocurriera-, no descuidaríamos nuestra defensa; no olvidaríamos por un segundo que debemos nuestra integridad, nuestra independencia, nuestra existencia, a nuestra voluntad de defendernos (…)[10]
Más de medio siglo estuvo el Comandante en Jefe al timón de la patria, sorteando con éxito invasiones, bandidismo, piratas, bloqueo, terrorismo, atentados, agresiones biológicas y hasta el peligro de un holocausto nuclear, lo que no impidió que tendiera su mano a otros pueblos que lo necesitaban. A lo largo de esos cincuenta y tantos años su pensamiento estratégico maduró y se enriqueció, pero su pilar básico: la línea de masas, permaneció incólume.
Notas y bibliografía:
[1] Un millón de toneladas de trilita.
[2]Discurso en el acto de recibimiento a 11 pescadores secuestrados. La Habana, 19 de Mayo de 1970. Folleto. Ediciones COR. No. 5, 1970, p.9-10.
[3] Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro en la Plaza de la Revolución, el 4 de febrero de 1962.
[4]Ramonet, Ignacio: Cien horas con Fidel. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, pp 360 y 361.
[5] Discurso en la clausura del X período de sesiones de la tercera legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Palacio de las Convenciones. Ciudad de La Habana 27 de diciembre de 1991. Periódico Granma, La Habana, 31 de diciembre de 1991, p 12.
[6] Castro Ruz, Fidel.- Discurso de clausura del X período de sesiones de la tercera legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Palacio de las Convenciones, Ciudad de la Habana, 27 de diciembre de 1991. Periódico Granma, La Habana, 31 de diciembre de 1991, p 12.
[7] Conclusiones del VII Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Palacio de las Convenciones. Ciudad de la Habana, 28 de diciembre de 1984. En la guerra económica de todo el pueblo. Editora política. Ciudad de la Habana, 1985. p 41-42.
[8] Discurso en la clausura del XVI Congreso de la CTC, Teatro Carlos Marx, Cuidad de la Habana, 28 de Enero de 1990. Periódico Granma, La Habana, 30 de Enero de 1990, p.5.
[9] Discurso XIV aniversario Asalto Cuartel Moncada. Santiago de Cuba 26 de julio 1967 Departamento Versiones Taquigráficas del Consejo Estado. Exp 705.286 p 44- 45.
[10] Discurso en la clausura del V Congreso de la UJC. Teatro Karl Marx, Ciudad de La Habana, 5 de Abril de 1987. Libro: "Sin formalismos: Un gran momento de la juventud Cubana". Editora Abril, La Habana, 1990, p. 83-84.
so en la clausura del X período de sesiones de la tercera legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Palacio de las Convenciones. Ciudad de La Habana 27 de diciembre de 1991. Periódico Granma, La Habana, 31 de diciembre de 1991, p 12.
[6] Castro Ruz, Fidel.- Discurso de clausura del X período de sesiones de la tercera legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Palacio de las Convenciones, Ciudad de la Habana, 27 de diciembre de 1991. Periódico Granma, La Habana, 31 de diciembre de 1991, p 12.
[7] Conclusiones del VII Periodo Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Palacio de las Convenciones. Ciudad de la Habana, 28 de diciembre de 1984. En la guerra económica de todo el pueblo. Editora política. Ciudad de la Habana, 1985. p 41-42.
[8] Discurso en la clausura del XVI Congreso de la CTC, Teatro Carlos Marx, Cuidad de la Habana, 28 de Enero de 1990. Periódico Granma, La Habana, 30 de Enero de 1990, p.5.
[9] Discurso XIV aniversario Asalto Cuartel Moncada. Santiago de Cuba 26 de julio 1967 Departamento Versiones Taquigráficas del Consejo Estado. Exp 705.286 p 44- 45.
[10] Discurso en la clausura del V Congreso de la UJC. Teatro Karl Marx, Ciudad de La Habana, 5 de Abril de 1987. Libro: "Sin formalismos: Un gran momento de la juventud Cubana". Editora Abril, La Habana, 1990, p. 83-84.