Fidel: una presencia necesaria
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Este último año te hemos visto cabalgar, como guerrero invencible, en el combate a una epidemia a cuyas consecuencias te adelantaste con tu visión de futuro, cuando llenaste la Isla de médicos y centros científicos para poder hacer frente, con la ciencia, a las muchas enfermedades que llegan a través del tiempo.
Supiste, en todo caso, que seríamos los países pobres los más afectados, y entonces hiciste realidad la palabra solidaridad, tan necesaria, bandera fundamental de la Revolución y, desgraciadamente, poco utilizada allí, donde prima el egoísmo y la avaricia con el nombre de neoliberalismo.
Desde que partiste a otra dimensión no has dejado de encabezar, con tu legado, las actuales y difíciles batallas de tu invicta Revolución.
Pero el presente 2020, cuando hace cuatro años que te acompañamos a la inmortalidad, ha sido especial por los retos, por los combates librados, por la acción de un pueblo que te sabe presente, y se aferra a verte y sentirte, en cada victoria que se alcanza.
Me imagino cómo te sentirías al saber que un médico o una enfermera, de esas miles que concebiste formar, hoy enfrentan, allí, en la zona roja, o en la retaguardia de un hospital, consultorio o policlínico, a una terrible pandemia que ha convertido en vulnerable a toda la humanidad.
Qué decir cuando los que, por miles, acuden a hacer frente a la COVID-19 en otras tierras del mundo. Lo hacen en cumplimiento de aquella frase en forma de testamento que dijiste una y varias veces: «no damos lo que nos sobra, sino compartimos lo que tenemos».
Cuán presente has estado en el Instituto Finlay de Vacunas, entre quienes se han propuesto hacer realidad tu enseñanza y obtener candidatos vacunales como Soberana 01 y Soberana 02 para combatir la pandemia no solo en Cuba, sino poniéndolas a disposición de todo el mundo, fundamentalmente en los países más pobres.
Cuántas veces visitaste ese otro ejemplo científico que conocemos como CIGB, y en cuántas ocasiones debatiste con sus trabajadores, médicos, científicos, respecto al papel de la ciencia en el desarrollo de nuestra Patria.
En él y en todos las demás instituciones que un día formaron parte del polo científico, te recuerdan en presente. Allí laboran muchos de los que te dieron la mano, de los que respondieron a tus preguntas, de los que aceptaron el reto planteado para levantar, en tiempo y con calidad, una obra necesaria de esas que no pueden esperar.
Cuando veo salir o regresar victoriosos a los miles que integran las brigadas del Contingente Henry Reeve, me vienen a la mente los primeros profesionales de la Salud en organizarse para ir a brindar solidaridad.
Hoy más que nunca está presente tu pensamiento, expresado en el acto de constitución de dicho contingente médico: «Nosotros demostramos que el ser humano puede y debe ser mejor. Nosotros demostramos el valor de la conciencia y de la ética. Nosotros ofrecemos vidas».
Recuerdo aquella vez, en mayo de 2001, cuando participé como periodista en tu visita a Argelia; los encuentros con dirigentes y profesionales de esa nación, que siempre agradecían por el honor de ser ellos, los argelinos, los primeros en recibir una brigada médica cubana, apenas unos meses después de que esa nación lograra su independencia.
Fue el 24 de mayo de 1963 la salida de un grupo de 58 profesionales de la Salud, de ellos, 32 médicos, cuatro estomatólogos, 14 enfermeras y ocho técnicos que laboraron en diferentes puntos de la geografía de esa nación alrededor de 18 meses.
Tampoco puedo olvidar, en Barbados, en diciembre de 2005, cuando, hablando a los líderes caribeños en la Cumbre Cuba-Caricom, y al referirte a la Operación Milagro que había salvado la vista a muchas personas de esos pequeños países, se te vio muy impactado con lo que expresaban dirigentes como Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas, quien, sin ocultar sus lágrimas, daba gracias a Fidel por tan grande aporte solidario para los más necesitados del mundo.
Hoy, cuando el Comandante no está físicamente entre nosotros, no deja de ser una referencia cotidiana que marca una obra humana de extraordinaria envergadura.
Por eso, en las naciones caribeñas lo recuerdan y lo veneran, al igual que en los países de África, en el Vietnam agradecido, en la América Latina a donde la solidaridad cubana, sus misiones médicas, de educación y otras, han contribuido a que millones salven o curen sus vidas y otros millones aprendan a leer y a escribir.
Otra batalla de este año, de esas a las que siempre acudías y te ponías al frente, fue la del enfrentamiento a tormentas tropicales como Eta, con sus afectaciones en campos agrícolas, viviendas, escuelas y otros centros. Recordamos la gran obra hidráulica que concibió el Jefe de la Revolución desde el momento en que el ciclón Flora, el 3 de octubre del año 1963, arremetió contra nuestro país, principalmente sobre territorios de las actuales provincias de Las Tunas, Holguín, Granma y Camagüey.
¿Qué hubiese sido de nuestra Isla, sin las presas, los canales, los embalses medianos y pequeños a lo largo y ancho del territorio para, como explicara muchas veces Fidel, almacenar el agua necesaria para el consumo humano y agrícola y, principalmente, para evitar inundaciones, salida del cauce de los ríos y otras afectaciones que pueden provocar la muerte de personas, o la devastación completa de cultivos?
En estas grandes batallas de 2020, como otras en años precedentes, los que se han comprometido en ser continuidad, tienen en Fidel a la referencia obligada, al ejemplo inextinguible, a la enseñanza que compromete a cada cubano con hacer el presente y el futuro mejores para nuestro pueblo.
Podemos asegurar que Fidel es presente, como lo es la Revolución que hizo y a la que su pueblo ahora da continuidad.
Soy pueblo
dirán exactamente de Fidel
gran conductor el que incendió la historia etcétera
pero el pueblo lo llama el caballo y es cierto
Fidel montó sobre Fidel un día
se lanzó de cabeza contra el dolor contra la muerte
pero más todavía contra el polvo del alma
la Historia parlará de sus hechos gloriosos
prefiero recordarlo en el rincón del día
en que miró su tierra y dijo soy la tierra
en que miró su pueblo y dijo soy el pueblo
y abolió sus dolores sus sombras sus olvidos
y solo contra el mundo levantó en una estaca
su propio corazón el único que tuvo
lo desplegó en el aire como una gran bandera
como un fuego encendido contra la noche oscura
como un golpe de amor en la cara del miedo
como un hombre que entra temblando en el amor
alzó su corazón lo agitaba en el aire
lo daba de comer de beber de encender.
Fidel es un país
yo lo vi con oleajes de rostros en su rostro
la Historia arreglará sus cuentas allá ella
pero lo vi cuando subía gente por sus hubiéramos
buenas noches Historia agranda tus portones
entramos con Fidel con el caballo.
Fidel, de Juan Gelman, publicado en el poemario Gotán (1962)