Angola, a 45 años de un sueño que no pudieron arrebatar
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La independencia de Angola peligraba a pocos días del 11 de noviembre de 1975, cuando se proclamaría la República Popular en ese país. Por el norte del territorio, fuerzas del vecino ejército de Zaire y del Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) intentaban cercar a Luanda, mientras los invasores sudafricanos avanzaban hacia la capital desde el sur junto a la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). Desde octubre se habían acrecentado las tensiones en la nación africana.
Ambas organizaciones pretendían, con el apoyo de fuerzas extranjeras, derrotar al Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), dirigido por Agostinho Neto, e impedir la proclamación de independencia.
Meses antes, por una solicitud de Neto, Cuba había enviado armas e instructores militares con el objetivo de preparar, en escuelas de entrenamiento, a las tropas de lo que serían las Fuerzas Armadas para la Liberación de Angola (FAPLA). En condiciones adversas, el 3 de noviembre de 1975, alumnos angolanos y los instructores de la Isla enfrentaron a los invasores sudafricanos en la zona de Benguela. Allí cayeron juntos, por primera vez, cubanos y angolanos. Silencio.
Zairenses y fuerzas del FNLA, bajo el liderazgo de Holden Roberto, intentaron tomar el poblado de Quifangondo, pero las FAPLA jamás permitieron el avance. Era un lugar decisivo. Luanda quedaba a apenas 23 kilómetros de distancia. Ante la amenaza a la independencia angolana, el líder del MPLA, Agostinho Neto, pidió el apoyo de Cuba con tropas internacionalistas. Comenzó así la Operación Carlota con el envío de los primeros combatientes cubanos el 5 de noviembre de 1975. En menos de una semana se proclamaría a África y el mundo el surgimiento de la República Popular de Angola. Sin embargo, el petróleo y los minerales de esa tierra africana seguían siendo golosina para las fuerzas extranjeras.
Con la llegada de los primeros combatientes de la Isla se reforzó la defensa de Quifangondo, ubicado a las puertas de Luanda. Allí, el 10 de noviembre, cubanos y angolanos derrotaron a las tropas racistas e impidieron que la capital fuera tomada por las fuerzas enemigas. Los que entraban a Luanda eran las víctimas, los nativos que huían de las zonas controladas por la UNITA y el FNLA, quienes pudieron ver que el 11 de noviembre de 1975, al día siguiente de la victoria decisiva en Quifangondo, el presidente Agostinho Neto proclamó la independencia de la República Popular de Angola.
Sin embargo, el hostigamiento enemigo no cesó. Desde el 8 de noviembre las tropas de Angola y de la Isla combatían en Cabinda contra el ejército de Zaire, el Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC) y un centenar de invasores norteamericanos, franceses y portugueses, enviados por Mobuto Sese Seko, para asaltar esa zona al norte del país, rica en petróleo, por cierto. Pero la ofensiva enemiga cayó en un campo minado y no pudieron reanudar la marcha hasta el día siguiente, cuando tuvieron que volver a frenar el ataque ante los lanzacohetes GRAP-1P, operados por combatientes cubanos y soldados de las FAPLA.
Al día siguiente de la proclamación de independencia de Angola, con 40 artilleros y 191 asesores cubanos, y más de mil efectivos de las FAPLA, el jefe del Centro de Instrucción Revolucionaria de Cabinda, el comandante Ramón Espinosa, puso en marcha la contraofensiva que expulsó a los invasores de esa zona del país. Cuentan que en 90 horas de combate el enemigo sufrió alrededor de 1 600 bajas.
“El imperio no pudo alcanzar sus propósitos de desmembrar Angola y escamotear su independencia. Lo impidió la heroica y larga lucha de los pueblos de Angola y de Cuba”, afirmó Fidel Castro años más tarde.
Con la independencia angolana el 11 de noviembre de 1975, continuaba la lucha por mantener la soberanía del país ante sucesivas invasiones y ataques de la UNITA y el FNLA. Después vendría “una fulminante ofensiva”, como dijo Fidel, y 16 años de empuñar las armas junto a los angolanos.
Después, en un país que también amaron, perderían la vida miles de cubanos en lo que fue “la más justa, prolongada, masiva y exitosa campaña militar internacionalista de nuestro país”. Sucede que jamás se entrega un sueño a quien pretende arrebatarlo, porque se lucha hasta el final. Fue la premisa de Cuba y Angola, y de sus protagonistas.