Es cubano el enfermero que salvó a un bebé argelino contra su pecho
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Otro niño africano, en este caso argelino, ha perdido al ser que le dio la vida. La perdió demasiado pronto. Ella partió sin que él balbuceara la sílaba y la palabra sagradas; las primeras que todo humano intenta decir: «ma; ma; mamá».
Este mundo desigual y egoísta, el que detenta poder y riquezas a costa del dolor de millones, de bebés huérfanos y de madres desconsoladas; este mundo dejó a otro inocente sin su mamá.
Doblemente conmovedora, la noticia llegó a través de Tele Pinar, esta vez desde el sitio donde ocurrió el suceso: la provincia de Ouargla, al sur de Argelia, a más de 9 200 kilómetros de Pinar del Río, hogar de un «extraño» que anda por aquellos confines y le salvó la vida al infortunado bebé. Por alguna rara asociación de la siquis, cuando supe lo sucedido, la memoria me devolvió un nombre: Angiel, otro ángel desamparado 12 años atrás, bajo los escombros y la noche de Haití.
Dicen que el terremoto derribó la desvencijada casita de Angiel, y la pequeña, sin la menor noción de lo que pasaba, deambuló a rastras entre la oscuridad, hasta palpar algo delicado y todavía tibio; esperó por instinto allí hasta el amanecer; era un brazo de su mamá; yacía bajo los escombros.
En medio de la tragedia la niña vio llorar a unos seres –también «extraños»–, que le insuflaron alivio y la salvaron. Aquellos, como el enfermero pinareño José Alberto Oliva, el salvador del niño argelino, pertenecen al mismo «ejército», son cubanos de batas blancas, a quienes los rabiosos mercaderes del odio le dicen «esclavos».
La madre del inocente africano murió enferma de COVID-19, y el niño contrajo la enfermedad. José Alberto, junto a otros colegas cubanos, ayudó a salvarlo, apoyado en un método al que le llaman «de piel a piel, o de canguro». La imagen dice más que un millón de palabras; ahí está José Alberto, con el pequeño apretujado en su pecho; lo arrulló y le devolvió el calor arrebatado por la pandemia.
El bebé está a salvo, no será parte de esos 15 000 menores de cinco años, que diariamente mueren de pobreza y enfermedades curables, según la UNICEF.
El inocente, y miles como él viven y vivirán porque miles de cubanos andan por el mundo, dando saltos de amor, más altos y hermosos que el de los canguros, para salvar.