Armando Hart, un revolucionario sin dogmas
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Se resume muchas veces su obra en hechos que pudiéramos llamar tangibles, como su exitosa dirección de la Campaña de Alfabetización y, con ello, el eficaz cumplimiento de la misión que le encomendó Fidel, siendo Armando Hart Dávalos, para la fecha, el joven e ilustrado ministro de Educación, el primero que tuvo la Cuba revolucionaria.
Se le recuerda también por su labor como aglutinador Ministro de Cultura, que supo calar profundo para ver todo lo imprescindible que hay en el arte…
Se le reconoce por haber sido uno de los más descollantes miembros de la llamada generación histórica del proceso político, económico y social que todavía construimos; un hombre que luchó contra la ignominia desde las letras, haciendo valer su título de Doctor en Derecho, lo mismo que empuñando las armas.
Quienes le conocen más, le estiman también porque su condición de hombre con orígenes en una familia que llamábamos aquí «acomodada», no le impidieron sufrir las desventuras de los desposeídos y luchar contra ellas, quizá porque aquellos que eran su familia también eran gente patriota, solidaria y bondadosa.
Pero solo quienes le han leído profundamente o le conocieron a profundidad pueden aquilatar mejor el valor de Hart como revolucionario que sintió y asumió la política desde su profundo sentido de la ética.
Un intelectual de tanta hondura como el teólogo brasileño Frei Betto nos lleva de la mano para permitirnos aquilatar más profundamente el pensamiento de Hart, haciendo gala de esa percepción de religioso que sabe calar las almas y que sostuvo largas y enjundiosas conversaciones con el cubano, durante sus primeras visitas a la Isla.
Lo contó el brasileño en La Habana durante los homenajes por el segundo aniversario de la partida del amigo. Entonces, a los menos conocedores de Hart presentes en aquel auditorio, Frei Betto dio a conocer a un ser humano que daba gran importancia a la subjetividad y a la religiosidad.
En su apreciación, Hart fue un intelectual orgánico, con una formación marxista no congelada en los dogmas que definió su personalidad junto a la fuerte influencia de José Martí.
Alguien que bebe tanto de sus enseñanzas como la Doctora Eloísa Carreras Varona, albacea y constante estudiosa hasta de los menos conocidos de sus textos, ha ponderado del paradigma que además fue su esposo, la defensa del decoro presente en Hart, su confianza en la cultura que veía como antagonismo de la barbarie, y en la justicia para todos; su carácter creativo y perseverante; el espíritu incansable y eminentemente liberador y patriota…
Al evocarlo en vísperas del aniversario 90 de su natalicio, muchos le recordamos en la llaneza y afabilidad de su trato y en su modestia; en la preocupación por los jóvenes, que afloró en los muchos artículos que les dedicó desde las páginas de este diario.
Desde aquí los invitó a debatir e intercambiar con sus mayores en un espacio abierto, bajo su instancia.
Hart no solo tenía la certeza de que los jóvenes debían conocer. Además, estaba persuadido de que, conociendo, podrían hacer honor al carácter independentista y al antimperialismo que han marcado la historia de Cuba.
Comprobarlo hoy sería, seguramente, su mejor regalo de cumpleaños. Y que sostuviéramos, contando con su verbo persuasivo y de argumentos hasta el cansancio, un nuevo diálogo de generaciones.