Revolución es unidad
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Han pasado dos décadas, pero como tantas otras veces en la historia, no han perdido sus palabras ni un ápice de vigencia. Aquel magistral concepto que se unió a su inconmensurable legado ideológico, se nos presenta hoy como profundo y claro recordatorio de lo que hemos construido como pueblo, como nación, como cubanos, de lo que hemos edificado juntos.
Fue por eso que aquel 1ro. de Mayo de 2000, no podía faltar entre las líneas definitorias de esta obra, el que ha sido principio fundamental del camino transitado hasta hoy. Porque Fidel siempre estuvo seguro de ello, porque el devenir de nuestras luchas emancipadoras así lo demostró, porque nuestra principal fortaleza ante cada reto se resume en el hecho de que: «Revolución es unidad».
Pasadas ya las seis décadas de vida, con el pecho siempre puesto ante las adversidades, abriendo caminos en un mundo mayoritariamente capitalista y bajo los efectos de un acecho económico constante y sin precedentes, el socialismo cubano se mantiene sólido, en constante crecimiento y con clara capacidad de resiliencia. No creo que exista la menor duda de que si eso ha sido posible, es precisamente por defender la inclusión, el derecho de participar, por el respeto al sentir de la gente, por pensar siempre en el bienestar de la mayoría.
El resultado es que esa mayoría, que no es más que el pueblo trabajador, humilde y con una moral de altos calibres, no concibe divisiones ni individualismos insensatos, sino que ha aprendido a pensar como nación, a saber que lo que nos pertenece a todos, entre todos debe ser salvaguardado.
Nuestro concepto de unidad es tan elevado, que no es extraño que en una situación compleja, un cubano piense siempre en el otro. Si algo nos ha
ratificado este capítulo denominado la
covid-19, es que en Cuba, el «yo» pasa a un segundo plano cuando se trata del «nosotros», y que el único individualismo que prima es el de ese diálogo interno que nos lleva a preguntarnos, «¿qué puedo hacer por mi país, por los demás?».
Es cierto, uno de los mayores ejemplos que tradicionalmente hemos mostrado al mundo sobre los lazos que nos conectan como hijos de esta tierra, es el desfile del Primero de Mayo. Día glorioso, siempre festivo, en que los trabajadores, sus hijos, sus familias, inundan a la Isla toda en un canto a la paz, en gesto supremo de reconocimiento a la obra social de la que somos parte, pero, lo verdaderamente grande no es la multitudinaria concentración.
Lo admirable de este primer día de mayo, es el sentimiento infinito de hermandad, el orgullo de ser cubanos que nos habita, las razones que tenemos para desatar ese mar de pueblo. Esa es la base de nuestra unidad, que lejos de quebrantarse en medio de este necesario distanciamiento social, se hace más fuerte, porque tenemos plena conciencia de lo que defendemos ahora, lo que ha sido siempre el mayor tesoro de la Revolución: la vida de sus hijos.
Unirnos en este momento, implica ser consecuentes con los esfuerzos de un país que no escatima recursos si se trata de retornar la esperanza a un ser humano, de arrebatárselo a la enfermedad para devolverlo al seno de su familia. Unirnos ahora, es aplaudir a quienes no solo desde la salud, sino desde todos los sectores imprescindibles, se mantienen en sus puestos de trabajo ante el llamado del deber. Unirnos, es saber que la única manera de acortar el tiempo en que guardamos los besos, los abrazos, las ansiadas cercanías, es entender que somos protagonistas en el logro de un bien mayor.
Como no lo hubo antes, tampoco habrá en este, ni en los tiempos por venir, atisbo alguno de resquebrajamiento en ese, nuestro principio cimero, porque no se equivocó el abogado de las causas nobles del mundo, porque su palabra fue certera, porque ya sea ante una pandemia, ante el bloqueo, o ante cualquier otra amenaza, es la unidad nuestra principal garantía para seguir en pie.