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Nuestra propia definición de «bloquear»

El bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba recibe anualmente el rechazo casi unánime de la comunidad internacional. Foto: Anabel Díaz
El bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba recibe anualmente el rechazo casi unánime de la comunidad internacional. Foto: Anabel Díaz

Datum: 

06/02/2020

Quelle: 

Periódico Granma

Autor: 

Asediar, impedir el funcionamiento de algo. Ese es el significado que el Diccionario de la Lengua Española propone al verbo bloquear. Una interpretación consensuada para la palabra, ofrecida desde la perspectiva de lingüistas y estudiosos de nuestro idioma.
 
Sin embargo, por muy respetables que sean esas definiciones, la subjetividad del ser humano amplía de forma considerable lo que la academia propone y es por eso que no alcanzaría todo el  potencial científico de la rama para recoger las interpretaciones que, de ese término, puede aportar el pueblo cubano.
 
Eso sin contar al estadounidense, que siendo también una víctima del entramado político de su gobierno, tendría mucho que aportar.
 
Lo cierto es que, para los habitantes de esta Isla, «bloquear» no es un término común que pueda pasar inadvertido. Son demasiadas sus implicaciones en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos, como para que el solo hecho de escuchar la palabra no tenga un efecto en nuestra sensibilidad, porque nadie pone en duda que el bloqueo impacta desde la más amplia visión de país, hasta el marco más estrecho de la realización y las metas personales.
 
Pudiéramos escoger como ejemplo cualquiera de las esferas de nuestra sociedad. Cualquiera, sí, dicho con toda responsabilidad, porque aunque algunas nos resulten más cercanas que otras, al final todas aportan al desarrollo económico y social, y todas tienen irrefutables argumentos de un asedio casi sexagenario e incomprensible.
 
Es cierto que nadie puede evitar conmoverse cuando, por solo citar un ejemplo, escuchamos hablar de la negativa de medicamentos para enfermos cubanos, de las trabas a la importación de equipamientos médicos, de los millones que le cuesta a Cuba adquirir esos insumos en terceros países, pero la realidad es mucho más dura.
 
Si particularizamos esas limitantes, si las llevamos al ámbito familiar, veremos de manera más cruda y dolorosa el impacto de esas arbitrarias restricciones. Lo veremos manifestado en las desesperación de un padre o una madre, porque un gobierno extranjero niega a su hijo la cura de una terrible enfermedad.
 
Y si continuamos ese hipotético periplo por los hogares cubanos, por las instituciones, por los centros de trabajo, de seguro escucharemos anécdotas como la de un científico que no pudo compartir con colegas de otras naciones sus estudios debido a una negativa de visa.
 
Es probable que oigamos decir a un artista que por el solo hecho de ser cubano se le ha prohibido asistir a un prestigioso festival, o a un deportista que, tras un intenso año de preparación, no entiende la justificación para negarle el acceso a un evento internacional.
 
Y qué decir del sacrificio compartido entre funcionarios públicos y población para enfrentar un intento de asfixia, promovido por negar la llegada a la Isla del preciado combustible, sin el cual ninguna nación puede funcionar a plena capacidad.
 
Millones, sin exagerar, millones pudieran ser las experiencias narradas, las vivencias de un pueblo trabajador, sacrificado, honesto y altruista, que ha sido convertido en blanco de la sorna del mayor imperio del mundo, por no plegarse a condiciones que denigran sus principios.
 
Nuestro día a día permitiría ampliar el significado inicial con términos como genocidio, violación de los derechos humanos, persecución, extraterritorialidad y muchos otros que hablan en definitiva de un ataque directo contra la soberanía de un Estado independiente.
 
Por eso es indignante cuando sutilmente lo llaman embargo, cuando aseguran que está dirigido a derrocar a la dirección del país, a quien denominan «dictadura», y utilizan ese hipócrita argumento una y otra vez para presentarse como los providenciales salvadores de cubanos y cubanas.
 
Pero no es esta en absoluto una historia de cansancio y pesimismo. Sepan que en todos estos años, también hemos apostado por nuestros propios antónimos al término «bloquear», cuyos significados para este pueblo van más allá de cuestiones estructurales y formales del español.
 
Escogimos como antónimos: trabajar, luchar, crecer, desarrollar, unir, crear, pensar. Conjugados desde el «yo», pasando por «tú, él, ella, ellos, ellas», pero por encima de todo, «nosotros», sí, porque el sentir y el actuar colectivos han sido y serán nuestra principal arma contra su fracasada política.