Un niño que nos convocó a batallar por su destino (+ Línea del tiempo)
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Dicen que el día en que Juan Miguel González volvió a abrazar a su hijo, era tal el silencio que se podría haber escuchado una aguja cayendo.
Horas antes, en una casa cubana una madre rompía el silencio de un amanecer y una niña de cuatro años salía corriendo de la cama para ver las imágenes del pequeño que había logrado mover el alma de todo un pueblo.
A 90 millas, Elián González era puesto en brazos de su padre el 22 de abril de 2000, 199 días después de que fuera secuestrado en Miami por la mafia cubano-americana de la Florida.
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Corría el año 1999. Ya era casi diciembre. Cuba venía del Período Especial. La vida cotidiana había cambiado. Habían desaparecido muchas cosas. Y una batalla estaba a punto de comenzar.
Juan Miguel aprovecha el impass del fin de semana para dedicarle tiempo a Elián, pero, cuando se acerca a la casa de la madre de su hijo, el candado seguía puesto.
En esos momentos, el 25 de noviembre, Elián era encontrado por unos pescadores norteamericanos en las costas de Fort Lauderdale sobre una cámara de neumático. Llevaba dos días a la deriva tras el naufragio de la embarcación donde viajaba ilegalmente hacia Estados Unidos, llevado por su madre Elizabeth Brotons, quien pereció desafortunadamente junto a la casi totalidad de sus tripulantes.
“Los recuerdos más duros, como estar solo en el mar o lejos de mi papá, hoy se desvanecen. Tengo muchas más memorias de cuando regresé con mi padre o el momento en que compartí en EE.UU. con personalidades o mis compañeros de aula. Creo que mi mente ha querido borrar los momentos más malos”, diría años después Elián.
Juan Miguel no sabía que para estar otro fin de año con su pequeño debía enfrentar aún días difíciles. Primero, envió una carta al Minrex y, por un amigo, otra al Consejo de Estado solicitando ayuda para recuperar a su hijo. Pasada una semana, las autoridades estadounidenses no habían respondido la nota diplomática del Minrex sobre el tema.
Una noche, en el centro de la Calle Real de Cárdenas, recibió una llamada telefónica:
- Ven para La Habana. Fidel quiere verte.
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Miami por entonces devino en circo. Y como objeto principal del carnavalesco y, a la vez, trágico y cruel espectáculo, un niño cautivo: Elián González. Lo exhibían delante de las cámaras como un trofeo de guerra de la batalla contra Cuba y su pueblo.
El menor había sido puesto al cuidado de Lázaro González, un tío abuelo paterno residente en Miami, que poco después, en abierta complicidad con la mafia anticubana, se opuso a todo intento de retornarlo a Cuba.
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El 2 de diciembre Juan Miguel llegaba al Consejo de Estado entrada la noche. Aún no lo sabía, pero le esperaba la conversación más intensa de su vida.
Fidel lo recibió en su despacho, entre noticias y cables del “balserito”. Allí sería sometido a una radiografía.
“Eso es una cosa natural en nuestro Comandante. Se interesó por mi vida, por la familia. Quiso saber si lo que yo sentía hacia mi hijo era realmente un cariño de padre afectuoso”.
- ¿Tu qué quieres hacer? Si quieres irte con toda tu familia se te hacen los papeles y te vas.
- No, yo quiero que me devuelvan a mi hijo a su país y a su padre.
- Tranquilo. A partir de mañana mismo se vuelca la nación completa a hacer el reclamo por el regreso de tu hijo.
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El 4 de diciembre el líder de la Revolución Cubana había declarado que si en tres días Elián no era devuelto, se desencadenaría una batalla internacional. Desde el 5 de diciembre miles de personas, entre ellos, muchos niños, marchan frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos.
- ¡Liberen a Elián! Liberen a Elián!
- ¡Libertad para mi niño!
En los próximos meses el pueblo cubano protagonizaría una de las mayores y más sentidas batallas de su historia.
Randy Alonso acababa de cumplir treinta años y trabajaba en el Buró Provincial de la UJC en Pinar del Río. Unas semanas más tarde, no sospechaba que a 162 kilómetros comenzaría a madurar un proyecto que lo atraparía para siempre.
“Fidel creyó que no era suficiente que la gente fuera a las calles, que hubiera una expresión popular en tribunas y marchas, sino que el pueblo tenía que saber por qué estaba combatiendo”, comentaría Randy 15 años después.
Al filo de la madrugada del 13 de diciembre, un grupo de jóvenes comía con Fidel. Alrededor de una mesa se comentaba sobre lo que estaría viviendo Elián. Una pregunta del Comandante sería el detonante.
- ¿En qué tiempo se puede cambiar la mente de un niño?
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Hay una loba feroz
en el Congreso del norte,
al que asiste con un porte
endemoniado y atroz.
Su nombre es Ileana Ros,
y sus manos criminales
nos recuerdan actos tales
como el injusto, siniestro
y repudiado secuestro
del pequeño Elián González.
(Una loba en el Congreso por Yoerky Sánchez Cuéllar)
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Seis de la tarde. 16 de diciembre. La televisión cubana emite la primera “Mesa Redonda”. Fidel se encuentra en el público.
Una psicóloga renuncia a la comodidad de su oficina para ser el rostro de la primera emisión del programa. “Ese día mis rodillas no paraban, era un tiquitiqui debajo de la mesa; la gente tal vez podían ver por encima una persona serena, pero abajo mis rodillas eran tititi. Uno de mis terrores era quedarme dormida frente a las cámaras. Llevábamos muchos días descansando apenas dos o tres horas”, relató Carmen Rosa Báez.
Del otro lado de la pantalla una joven madre lava culeros. En la tendedera descansa un pullover con el rostro de Elián. Su hija la mira curiosa desde el corral.
Lea el discurso pronunciado por Fidel "Salvemos a Elián"
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En Miami, Elián pregunta por su padre. Sus tíos le responden regalándole un pony. Lo llenan de juguetes, pero la respuesta nunca llega.
- “¿Y ese hombre que está con mi padre?”
De ese hombre sí le hablan. Meses después, en la tranquilidad de su tierra, Juan Miguel le explicaría que era un amigo que había hecho posible su regreso. Pero ese día, ese hombre barbudo que salía en televisión hablando de él, “era el diablo”.
“Fidel llega a mi vida prácticamente desde que nací, como nos pasa a la mayoría de los cubanos. Sin embargo, la primera imagen nítida de él fue estando en Miami lejos de mi padre. Mis tíos me hablaron los horrores más grandes que te puedas imaginar. Se me habló de un diablo, de la persona más malvada que pueda existir”.
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Aeropuerto de Washington DC., Estados Unidos. En la aduana un oficial de inmigración revisa un pasaporte. Una mujer ha llegado al país para una reunión de trabajo.
- ¿Cubana?, ironiza el hombre.
- ¿Viene a llevarse al niño?, le insiste.
- Si me lo dan, me lo llevo.
Al sur de allí, el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos reconoce, el 5 de enero de 2000, el derecho de patria potestad de Juan Miguel González sobre su hijo.
La decisión fue respaldada por la Fiscal General, Janet Reno y el presidente William Clinton, y se fijó entonces el retorno del niño antes del 14 de enero. Pero los parientes y los grupos anticubanos de Miami apelaron la decisión y llevaron el caso ante los tribunales norteamericanos.
Las maniobras llegaron al Tribunal de Atlanta, que en dos instancias rechazó las demandas de asilo político para Elián, no así un interdicto que impedía su regreso.
No fue hasta el lunes 26 de junio, que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos solucionó, en solo dos días, un caso que duraba más de siete meses.
El padre viajó el 6 de abril a Washington, pero no fue hasta 16 días después que pudo reunirse con su hijo, tras un operativo federal que rescató al niño de manos de los secuestradores.
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13 de agosto de 2016. Fidel cumplía 90 años y Elián y su padre miraban los asientos del Carlos Marx.
“Siempre nos ocurre que cuando llegamos a un acto donde él puede estar, buscamos un indicio, una silla, un escolta, que nos diga que va a ir. Ese día estaba. Aún hoy cuando asistimos a algún lugar que él frecuentaba, nos sigue sucediendo, seguimos buscando un indicio de que va a aparecer”.
Es curioso como un rostro puede cambiar al sonido de un nombre. Hoy, a la sombra de un banco en el Parque Josone en Varadero, el joven ingeniero y su padre comparten un rasgo más que distintivo: Los ojos aguados cuando hablan de él.
“Recuerdo que cada vez que salía bien en algo yo quería mostrárselo para que se sintiera orgulloso. Creo que la cúspide de ese sentimiento de amor fue cuando la graduación de mi sexto grado donde dijo que yo era su amigo. Para un niño de apenas doce años era difícil entender el alcance de esta amistad. Cuando lo hice, sentí un orgullo inmenso y una responsabilidad muy grande que no podía defraudar”.
Fidel se se integró tanto a la familia cardenense que Juan Miguel lo siente como un padre.
“Fueron muchas horas y madrugadas de desvelo a mi lado. Fidel no dormía. Sus allegados hablaban conmigo para que él descansara, pero para él lo más importante era el regreso. Actualmente es difícil pensar que ya no está. Para mi está aquí, en cada cosa que hago, en cualquier sacrificio”.
Han pasado ya 20 años y para Elián y Juan Miguel la batalla inciada entonces no fue vana. Un hombre de bien crece en Cárdenas al amparo de su padre, su familia, su Patria.
Cronología de los principales hechos de la batalla por el regreso de Elián