Ser continuidad, el mejor homenaje
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La obra concebida y emprendida por Fidel es una hazaña colosal, de hombres y mujeres comprometidos, inclusiva y nutrida de la retroalimentación de cada ciudadano, cada lugar del país, cada opinión, cada denuncia
Meditaba cuál podría ser el mejor homenaje a Fidel, a tres años de no estar físicamente con nosotros, y estoy seguro de que «ser continuidad» es la respuesta.
Por supuesto, no se trata de una palabra carente de contenido ni repetida sin sentirse. Es la convicción de la gran mayoría de los cubanos, de seguir «al pie del cañón» y saber usarlo y defenderlo en el presente, para sembrar un futuro como el Comandante lo concibió y dedicó su vida a construirlo.
Esas dos palabras tienen una dimensión muy grande. Es ser ejemplo, ser ético, firme, llevar consigo aquella frase de Martí de que «hacer es la mejor manera de decir».
La obra concebida y emprendida por Fidel es una hazaña colosal, de hombres y mujeres comprometidos, inclusiva y nutrida de la retroalimentación de cada ciudadano, cada lugar del país, cada opinión, cada denuncia.
Es una obra para no tener temor a perfeccionarla y fuerza para levantarla hasta su máxima creación.
No se trata de justificar los errores, que aún se cometen, ni las imperfecciones propias de los seres humanos. Tampoco de lamentos y frases lacerantes cuando nos equivocamos.
La Revolución es una tarea permanente y lo hecho debe representar la guía y la convicción de cuánto nos falta por hacer.
Y es precisamente en esa continuidad donde está la garantía de que se cumpla con el legado dejado por Fidel.
Como ha expresado el Presidente Miguel Díaz-Canel, la continuidad es el compromiso de los jóvenes que hoy transitan por el camino ya desbrozado por generaciones anteriores.
Hemos sido privilegiados con las enseñanzas de Fidel y de los demás integrantes de la generación histórica. Muchos de ellos, con su ejemplo y su tesón, todavía hoy ocupan la vanguardia en el contingente de millones de cubanos.
Corresponde a la juventud llevar sobre sus hombros, con hechos, la conducción de la obra, pulir sus imperfecciones y cambiar todo lo que tenga que ser cambiado, como nos dejó dicho Fidel en su concepto de Revolución.
El enemigo de hoy –no nos equivoquemos– es el mismo que bloquea al país con el fin de asfixiar a la población. El que organizó y financió la invasión mercenaria por Playa Girón.
Pero no es invencible. Precisamente en Girón nuestro pueblo, siempre con Fidel al frente, aplastó la invasión en menos de 72 horas. Fue la primera gran derrota del imperialismo norteamericano en América Latina.
Es el enemigo que no se acostumbra a que haya hombres y mujeres capaces de resistir y vencer, de no claudicar, y de no ceder ni un tantico, ante las pretensiones arrogantes del imperio.
La palabra continuidad, ahora con una dimensión superior, debemos asumirla cuando ya Fidel no está físicamente. Debemos sentir que desde el corazón de aquella piedra llevada a Santiago de Cuba desde la misma Sierra Maestra, el Comandante nos anima, nos impulsa, nos chequea, nos alienta y nos guía.
Por muy difíciles que sean los tiempos actuales, no son de contemplaciones ni de «coqueteos» con quienes nos quieren destruir. Son momentos de enfrentar, con toda la verdad y la fuerza, a quienes intentan confundirnos y debilitarnos.
Cada problema, de los muchos que tenemos, debe tener una respuesta. Cada dificultad debe asumirse con «el oído a ras de tierra» de quienes tienen la responsabilidad –cada cual en su lugar– de seguir encauzando y perfeccionando la gran obra.
Si somos continuidad, estamos homenajeando a Fidel. Y, estoy seguro, el Comandante estará feliz cuando una generación de refuerzo, de jóvenes comprometidos y revolucionarios, cumpla con dar continuidad a la obra que él ideó y levantó con su genio, su ética y su ejemplo.
Si la juventud de hoy es continuidad y cumple, Fidel se siente seguro, en la dimensión que esté, de que nadie podrá destruir la Revolución, concebida para el presente y aún mejor para el futuro.