Vietnam 1973: La niña que salvó Fidel
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Basta adentrarse solo unos metros en la casa del doctor Ariel Soler Muñoz para percatarse de su vínculo con Fidel. No solo lo delata la fotografía que guarda celosamente sobre el librero, sino también el ser testigo de lo que fue para él uno de los gestos de altruismo más grande del líder histórico de la Revolución Cubana.
Vietnam sería el punto de partida de otras muchas historias, esas que atesora en la agenda de los 57 viajes que compartió con el Comandante.
Como tratando de no dejar escapar ningún detalle, Ariel levanta la mirada y se pierde entre recuerdos. Deja correr un soplo de aire, se frota las manos y va 80 años atrás para relatar la historia que lo uniría para siempre con el hombre “que más admiró en la vida”.
Nacido en 1930 en Santiago de Cuba, de niño no imaginó convertirse en un gran anestesiólogo. “Cuando estaba en el bachillerato quería ser ingeniero aeronáutico, pero al entrar en el quinto año de este nivel de enseñanza me percato de que en Cuba no había industria para tales fines y que para cumplir mis sueños tendría que irme para los Estados Unidos o Europa”, cuenta entre risas, como si la idea todavía le sonara descabellada.
Fue su padre, quien en plena juventud y a partir de su propio ejemplo personal, influyó definitivamente para que el joven iniciara los estudios de medicina en La Habana, “porque en mi época de estudiante solo había una escuela de medicina y estaba en la capital”.
No fue hasta el segundo año de la carrera en que Ariel decidió ser anestesiólogo- reanimador. Un año después del triunfo de la Revolución obtenía el título por el cual tanto se había esforzado y lo ubicaron en el hospital Militar Finlay.
“Para trabajar en ese hospital había que ser militar y yo decía al principio que cómo iba a ser militar si los combatí fuertemente. Ese resabio se me pasó cuando un día una compañera me dice: no te preocupes por esta Revolución, es verde por fuera pero roja por dentro”.
Vietnam, una noche
Un día después de cumplir los 37 años de edad, la vida le cambió para siempre a Muñoz. Una llamada telefónica le informaba que había sido asignado a una misión para Vietnam y marzo del 67 fue la fecha que marcó en el calendario su llegada a Hanói.
En su accidentado periplo hasta la ciudad vietnamita, Ariel palpó las primeras heridas de la guerra.
“Cuando nos acomodamos en aquel tren de cargas que fue lo único que conseguimos para llegar, nos informaron que al sentir tres pitazos esperáramos a que este se detuviera y corriéramos 200 metros a la izquierda porque era que estaban bombardeando o habían bombardeado la vía. Esa noche no concilié el sueño; y como en las peores pesadillas a las tres de la mañana sin pitar, el tren se detuvo y tuvimos que salir caminando con todo el equipaje”.
“Al bajar del tren lo que encuentro allí es un hormiguero de personas. No había un hombre de edad laboral, sino que todos los rostros eran de mujeres, adolescentes o personas mayores. Para mi sorpresa lo que hacían era reparar la vía ferrería. Había un tren que venía de Hanói con líneas prefabricadas y ellos lo que hacían era poner el basamento para colocarlas”.
Tampoco olvida el esfuerzo y la laboriosidad del pueblo anamita aun en las más terribles condiciones.
“Los bombardeos habían roto unos 4 kilómetros, sin embargo cuando nos bajamos para el otro tren solo tuvimos que caminar unos 500 metros porque ya los vietnamitas habían restaurado en poquísimas horas el tramo de vía afectado. Como a las cinco de la mañana pasamos por un pueblito en el que se veían los cráteres de la bombas que habían caído en diciembre de 1966. Tenían unos 8 metros de diámetro, estaban llenos de agua y en ese espacio los vietnamitas habían sembrado vegetales para comer: convertían cada revés en victoria”.
Tras llegar al hotel donde fueron alojados, el joven anestesiólogo pensó que Vietnam no era un país en guerra. “El grupo de cubanos nunca fue a la selva sino que apoyó con sus conocimientos al pueblo hermano”.
Tras unos meses en La Habana, partiría nuevamente al encuentro con el pueblo de Ho Chi Min. En su segunda misión en ese país fue ubicado en el centro San Paul donde realizó varias operaciones.
“Recuerdo sobre todo el caso de un niño de cuatro años que tenía una invaginación. El procedimiento fue complejo. En este centro organicé un curso y preparé a 12 jóvenes anestesiólogos para tiempo de guerra. En la mañana hacíamos operaciones y en la tarde dábamos las clases teóricas”.
Salvamos a la niña gracias a Fidel
Durante su visita a Vietnam en 1973, Fidel recorrió zonas devastadas por la metralla y las bombas lanzadas por las fuerzas imperialistas en esa nación.
Aun con el olor a pólvora impregnado en el aire, nada lo detuvo en su empeño de realizar un viaje demasiado arriesgado hasta a las recién liberadas zonas del centro del país.
“Tuve que insistir para hacer aquel recorrido. Los vietnamitas temían que fuese víctima de alguna aventura yanqui si conocían de mi presencia en aquella zona. (El primer ministro) Pham Van Dong me acompañó todo el tiempo”. (Fidel en Reflexión sobre su visita a Vietnam)
Quizás una de las historias más conocidas de ese periplo fue cuando salvaron la vida de una joven que casi estuvo a punto de morir.
De aquel viaje, el doctor Ariel lo recuerda todo. Lo presuroso y casi secreto del recorrido. Según las crónicas de la época, a las 9 horas del 14 de septiembre de 1973, el avión especial que transportaba desde Hanói al primer ministro de Vietnam, Pham Van Dong, y al Comandante en Jefe, junto a la delegación que le acompañaba, llegó al aeródromo de Dong Hoi en la provincia de Quang Binh, para continuar su recorrido a la colindante Quang Tri.
“Cuando regresábamos del sur y luego de cruzar el río Ben Hai y casi tras veinte kilómetros de recorrido explota una mina en un arrozal colindante al camino. La caravana se detiene y el profesor Selman y yo nos adentramos en la foresta para saber qué había ocurrido. A unos cuatro metros, vimos que los campesinos traían tres heridos, entre ellas una muchachita de unos 17 años inconscientes”.
Los niños trabajaban la tierra cuando un azadón hizo contacto casual con la granada. Los médicos cubanos acompañantes de la delegación les dieron atención directa durante horas y les salvaron la vida. He sido testigo, señor McCain, de las proezas de los bombardeos a Viet Nam del Norte, de los cuales usted se enorgullece. (Fidel en reflexión El Candidato republicano)
“Le tomo enseguida los signos vitales, y cuando miro hacia atrás estaba el comandante y me dice: Quédate con ellos y resuelve que después yo te mando a buscar. Me dejó la ambulancia vietnamita que les daba protección a ellos. Yo me quedé con los heridos y la caravana continuó”.
Relata el doctor que le tuvo que canalizar una vena para ponerle sueros, “la montamos en la ambulancia y a los otros pacientes les puse morfinas por las esquirlas de la bomba. A la joven la llevamos a un hospital semi subterráneo. Según el médico que nos recibió, era el tercer caso del mismo tipo que llegaba al hospital. Ella tenía once perforaciones intestinales. Eso fue el 15 de septiembre de 1973”.
Desde ese momento Muñoz integró el equipo médico de protección al Comandante. “Realice unos 57 viajes junto a Fidel. Lo que más me impactó de él fue su desprendimiento porque se quedó sin ambulancia y sin su médico reanimador. Además de que ya las provisiones de mi maletín se habían gastado”.
“Estar tanto tiempo con Fidel fue el honor de los honores, para mí siempre fue un ícono, yo fui estudiante del colegio de Dolores y siempre se hablaba muy bien de él”.
Ya ha transcurrido cerca de la mitad del siglo y Nguyen Thi Huong, aquella joven salvada por las manos de Muñoz y gracias a Fidel, es hoy una feliz abuela que vive en una atildada casita de Dong Hoy. Aunque sin saberlo comparte con su salvador en la sala de su casa un cuadro de Fidel.
Ingresa en el Ejército Rebelde en 1959.
En 1960 se gradúa de Doctor en Medicina.
Realiza el postgraduado en el Hospital Militar de Santa Clara y como jefe de los Servicios
Médico de la 4ta. División de Infantería del Ejército del Centro de abril de 1961 al octubre de
1962.
Jefe del Servicio de Anestesiología del Instituto Nacional de Cirugía y Anestesiología (INCA)
1963 a 1964.
1964- Especialista en 1er grado de Anestesiología y Reanimación.
1964- Profesor instructor de anestesiología y reanimación (tiene 44 años dedicado a la docencia).
En 1977 obtuvo el grado de profesor titular en Anestesiología y reanimación.
Jefe del Servicio de Anestesiología del Hospital Militar “Dr. Carlos J. Finlay, de febrero de 1965 a junio de 1979.
Jefe de Servicio de Anestesiología y Unidad Quirúrgica de la Clínica de 43, de junio 1979-actual.
Profesor Consultante de Anestesiología y Reanimación del ISCM-H en diciembre del 1997.
Militante del PCC
Participó en actividades clandestinas y venta de bonos durante la lucha insurreccional M-26-7.
Participó en la Lucha contra Bandidos y en otras campaña en la provincia de Las Villas, 1961-1962.
Combatiente Internacionalista en Hospital Militar de Hanoi, Viet Nam de marzo a junio del 1977 y Hospital Quirúrgico de Hanoi, Viet Nam de enero de 1968 a junio de 1969, durante ese tiempo formó 12 anestesistas de nivel medio.
Miembro de Tribunales Estatales para otorgar categoría de Especialista de 1er. Grado en Anestesiología y Reanimación.
Miembro de Tribunales para promover categoría docente.
Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Anestesiología- Reanimación y Tratamiento del Dolor.
Especialista de Terapia Intensiva.
Posee patente del fármaco “Morfina liofilizada” para uso por vía neuroaxial como analgésico para el periodo postoperatorio.
Premio en Forum de Ciencia y Técnica por la generalización en la Industria Farmacéutica de dicho fármaco.
Por Méritos ha recibido 28 Ordenes- Condecoraciones y Reconocimientos del Consejo de Estado de la República de Cuba, del Ministerio de las Fuerzas Armadas, Ministerio del Interior, Ministerio de Salud Pública y Otras Instituciones.