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Periodista María Shriver de la Cadena de Televisión NBC de Estados Unidos (1992)

Autor: 

Entrevista concedida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, a la periodista María Shriver, de la Cadena de Televisión NBC, de Estados Unidos, en el Palacio de la Revolución, el 26 de septiembre de 1992, “Año 34 de la Revolución”.

(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)

Primer programa

María Shriver.-  Señor Presidente, ¿por qué aceptó usted misiles soviéticos aquí en Cuba?

Fidel Castro.-  Realmente, nosotros estábamos viviendo un momento de gran peligro.  Todo aquello ocurrió después de la invasión de Girón y en medio de una guerra sucia contra Cuba muy fuerte, un bloqueo económico, actividades subversivas, bandas contrarrevolucionarias y ataques piratas constantemente contra nuestro país.  Pero eso no habría sido una causa suficiente, el elemento principal que determinó la instalación de los proyectiles fue la creencia de que se iba a producir una invasión directa de Cuba por parte de Estados Unidos.  No fue la única razón, porque en determinado momento percibimos que podía ser un interés de seguridad de los soviéticos, y si nosotros esperábamos que ellos corrieran riesgos por Cuba, nos parecía un deber moral que estuviéramos en disposición de correr riesgos por ellos; pero la causa fundamental que determina la presencia de esos proyectiles, la que dio lugar a la discusión, a la proposición de los soviéticos, a todo eso, fue precisamente la idea de una invasión a nuestro país.
Debe tenerse en cuenta que algunos meses antes se había producido una reunión entre Jruschov y Kennedy en Viena, y entonces los soviéticos nos informaron de la conversación, y ellos habían percibido una intención norteamericana de llevar a cabo una acción contra Cuba, porque —aunque no conozco los términos exactos de esa conversación, tal vez debe estar en las actas y en las minutas del encuentro entre Kennedy y Jruschov en Viena—, según recuerdo, parece ser que Kennedy se mostraba muy hostil y les recordó a los soviéticos que ellos habían resuelto el problema de Hungría y que los norteamericanos tendrían necesidad de resolver el problema de Cuba.  Si yo estoy equivocado, ya que han transcurrido muchos años desde entonces, y Kennedy no habló sobre esto con Jruschov en Viena, estoy seguro de que se lo dijo a Adzhubei, yerno de Jruschov y director del periódico “Izvestia”, en la entrevista que tuvo con él en enero 30 de 1962.  Esto está comprobado históricamente y lo que dijo Kennedy inquietó grandemente a los soviéticos.  Kennedy había ya firmado una nueva operación contra Cuba para desarrollar a lo largo de 1962 y que pudiera terminar en una invasión.  Todo eso se sabía.  De modo que por la forma en que habló Kennedy, cuyas palabras nos fueron trasmitidas precisamente a través de Adzhubei, Jruschov saca la impresión de que era muy posible que se produjera una agresión directa contra nuestro país —todo esto fue, por supuesto, después de los acontecimientos de Playa Girón—, ellos tenían esa convicción.  De modo que ese fue el gran argumento o, pudiera decirse, el pretexto; pero creo que tenía de las dos cosas, tenía de argumento y de pretexto.  Creo que la preocupación de los soviéticos era sincera, era real, ellos tenían una preocupación real.

María Shriver.-  ¿Y usted personalmente consideraba que Estados Unidos invadiría?

Fidel Castro.-  Yo lo consideraba posible, e incluso tal vez probable, no podía tener una seguridad completa de que eso ocurriera, pero era un peligro real, sin que nadie pudiera asegurarlo ciento por ciento; además, no solo estaba la amenaza directa de agresión, había una gran hostilidad que se manifestaba, como te expliqué, en un bloqueo económico fuerte, en ataques piratas casi constantemente, actividades subversivas, sabotajes, organización de bandas contrarrevolucionarias, suministro de armas, suministro de explosivos, lo que hoy pudiera calificarse como una intensa guerra sucia.  Entonces, en qué iba a terminar todo aquello no lo sabía nadie, y nosotros buscábamos una protección contra el peligro mayor, porque después de todo aquello faltaba solo la invasión directa, y nosotros queríamos seguridad frente a aquel peligro de agresión directa.

María Shriver.-  Jruschov tenía mucho interés en que se mantuviera en secreto que los misiles habían sido enviados aquí y que se habían desplegado.  Se supone que usted no lo deseaba así.  ¿Es cierta esta versión?, ¿por qué no quería usted que se mantuviera en secreto?

Fidel Castro.-  A fines del mes de mayo —creo que fue el 29 de mayo de 1962—, nosotros recibimos una delegación que viajó discretamente a Cuba, viajó sin publicidad a Cuba, presidida por Rashidov, que era vicepresidente del gobierno y, además, era secretario del Partido en la República de Uzbekistán, quien vino acompañado del mariscal Biriuzov, que era jefe de las tropas coheteriles soviéticas —años después murió en un accidente de aviación cuando viajaba hacia los países de Europa del este, creo que iba a hacer un viaje a Yugoslavia—, un hombre muy enérgico, muy activo.Anteriormente se había producido la conversación relacionada con el encuentro de Viena y los demás acontecimientos que te mencioné, y ellos venían con la ansiedad de los peligros de una agresión directa a Cuba y plantan ese problema.  Cuando me plantean el problema y me preguntan qué creía yo que podía contribuir a evitar una agresión directa, dije:  Lo único que puede evitar una agresión directa, o que puede asegurar a nuestro país contra una agresión directa, es la seguridad que Estados Unidos pueda tener de que, si se produce una agresión directa, se produce una guerra con la Unión Soviética.  Pienso que una garantía soviética es lo que puede impedir, con seguridad, que ocurra una agresión directa a Cuba.  Esa fue mi respuesta a la conversación iniciada por ellos en torno a este tema.
Ellos me dicen:  ¿Pero cómo podemos obtener esa seguridad o cómo podemos obtener esa garantía?  Y es cuando mencionaron los proyectiles.  Dijeron, bueno, ¿únicamente que existan, por ejemplo,  proyectiles nucleares en Cuba?  Me dieron a entender:  eso no se puede garantizar con palabras o con promesas, tiene que garantizarse con hechos, y es cuando surge la idea de los proyectiles que ya ellos traían, indiscutiblemente que ya ellos traían la idea de los proyectiles.
De momento no estoy pensando en los procedimientos sobre el transporte o la forma de traer los proyectiles, estoy pensando en la esencia de la cuestión, en la esencia del planteamiento, y me doy cuenta de que están interesados en instalar los proyectiles.
Fue en ese momento que hago un razonamiento de tipo ético, de tipo moral, y digo:  Si nosotros esperamos que los soviéticos luchen por nosotros en caso de agresión, debemos estar dispuestos a correr riesgos también por la Unión Soviética; porque casi desde el primer momento capto que la presencia de los proyectiles en Cuba habría significado un cierto cambio en la correlación de fuerzas y una mejoría de la posición militar de la Unión Soviética para su propia defensa.  Es el razonamiento de tipo ético que hago, y me doy cuenta de que realmente están pensando y están interesados en la instalación de los proyectiles de tipo estratégico, lo capto inmediatamente.
La conversación no fue muy larga, fue más o menos de este estilo, fue bastante breve, y yo les digo:  Bueno, pero no puedo tomar una decisión unipersonal sobre este problema.  Si me preguntan mi opinión, yo sería de una opinión favorable a buscar un acuerdo de esta naturaleza, pero quiero analizar esto con los compañeros de la dirección del país y de la dirección de nuestra organización política.  Por tanto, les digo:  Hay que interrumpir esta conversación mientras yo hago una consulta amplia y rigurosa con todos los compañeros de la dirección.
Ese es el carácter de la primera conversación que tengo con estos dos enviados soviéticos.  En ese momento no estamos hablando de la forma de hacerlo y de las tácticas que había que seguir para esto, sino estamos hablando de la esencia de la cuestión de si se acepta o no, si se llega a un acuerdo o no en estos términos, y no fue el momento de plantearse la cuestión de cómo hacerlo.
Hay que tener en cuenta, desde luego, que nosotros teníamos una gran confianza en la Unión Soviética, en su larga experiencia, era un país de decenas de años de experiencia.  Nosotros llevábamos apenas tres años y medio en el gobierno, los soviéticos en ese momento llevaban más de 40 años y, entonces, confiábamos en ellos, sabían hacer las cosas.  Por eso no entramos en detalles sobre eso, sino sobre la esencia de la cuestión y dejamos para después la forma en que se abordaría eso; pero es cierto que en el desarrollo ulterior de los acontecimientos surgieron puntos de vista discrepantes entre la opinión de ellos sobre cómo hacer las cosas y la opinión nuestra sobre cómo debían hacerse.  Eso es cierto, pero ocurre después.

María Shriver.-  Pero ustedes preferían que los soviéticos le dijeran al mundo que se estaban instalando los misiles y los soviéticos rehusaron hacerlo.

Fidel Castro.-¬  Sí, eso es cierto; pero en un momento ulterior, porque primero la delegación tiene que regresar e informar de nuestra actitud.
Después de que reúno a la dirección del país para tomar una decisión colectiva sobre eso, llegamos a un acuerdo unánime sobre la aceptación de la proposición soviética.  Ahora bien, a mí, personalmente —y esta es una cuestión muy importante—, no me gustaba la presencia de esa base militar soviética en Cuba, por una razón de imagen de Cuba, de imagen de la Revolución Cubana.  No me gustaba la idea de que el prestigio de nuestra Revolución se viera reducido por la presencia de bases militares soviéticas.  Si por nuestro gusto fuera, habríamos preferido que no hubiera bases militares soviéticas en Cuba; pero nosotros no lo analizamos como una cuestión de gusto o no, de que nos agradara o no, lo analizamos desde un punto de vista ético y moral.
Si se producía una agresión a Cuba, nosotros sí deseamos que los soviéticos nos apoyaran.  Porque ya cuando la invasión de Girón, por aquellos días el propio Jruschov habló, en términos bastante enérgicos, de que no se permitiría una agresión, y que si se producía una invasión a Cuba podría haber una guerra coheteril.  Lo dijo por aquellos días, y todo el mundo aceptó con agradecimiento la idea de que los soviéticos estuvieran dispuestos a luchar con nosotros.
Entonces vimos el aspecto desde otro ángulo:  si nosotros deseamos que los soviéticos nos apoyen en caso de una agresión, sería inmoral por nuestra parte oponernos a la presencia de esas armas en nuestro país, puesto que esas armas fortalecen también a la Unión Soviética.  Nosotros captamos inmediatamente que la posición militar de la Unión Soviética se fortalecería con la presencia de esos proyectiles aquí y analizamos la cuestión no como algo que nos gustara o no, sino como un deber elemental de reciprocidad con los soviéticos.  Ese fue el argumento que analizamos en la dirección de nuestro gobierno y de nuestro Partido, el argumento moral, y que constituía un deber.  En consecuencia, le dimos una respuesta positiva, les dijimos que sí, que los aceptábamos.
Ellos regresaron a la Unión Soviética en los primeros días de junio, y tengo entendido que el 10 de junio de ese año 1962 informaron a su dirección de la posición de Cuba y empezaron a dar las órdenes pertinentes para proceder a la instalación de los proyectiles en Cuba.  De modo que es muy importante —porque así ocurrieron los hechos— la circunstancia de que nosotros respondimos atendiendo a razones de tipo morales y no como una cuestión de gusto, porque por nosotros habríamos preferido correr los riesgos de cualquier tipo sin convertirnos en sede de instalaciones militares soviéticas.

María Shriver.-  ¿Cuál fue la reacción de Jruschov cuando usted le dijo que era preferible decirle al mundo que esos mísiles venían para acá?

Fidel Castro.-  Cuando ya se llegó al acuerdo, se empezaron a dar los primeros pasos; en esos momentos tuvieron prioridad las cuestiones prácticas:  dónde iban a instalarse, qué terrenos hacían falta, qué medidas tomar para disponer de esos terrenos donde iban las instalaciones, cuántas eran las fuerzas requeridas, qué fuerzas venían.
Me faltó un detalle. Cuando le doy la respuesta oficial a la delegación soviética, se lo digo en estos términos —fíjate lo que yo digo—:  “Si hacen falta esos proyectiles aquí para fortalecer las defensas de la Unión Soviética y del campo socialista, y, además, sirven para prevenir una agresión militar directa por parte de Estados Unidos contra Cuba, se pueden instalar en nuestro país los proyectiles que sean necesarios.”  Esa fue la respuesta que di:  “Todos los proyectiles que sean necesarios.”
Ellos regresan y se empiezan a dar los primeros pasos.  Ya el acuerdo estaba hecho, ahora había que formalizarlo.
La idea de Jruschov inicialmente era inicialar los acuerdos y suscribirlos públicamente, oficialmente, más o menos a finales de año, en el mes de noviembre o diciembre.  Nosotros confiábamos en que Jruschov sabía lo que estaba haciendo, en ese momento todavía no teníamos dudas.  Sabíamos que de todas formas el paso que habíamos dado iba a crear una tensión fuerte, de eso no teníamos la menor duda, que se iba a producir una fuerte tensión; pero la forma de manejarlo se la estábamos dejando a los soviéticos a partir de dos cosas:  tenían mucho mayor experiencia que nosotros, y conocían la correlación de fuerzas entre Estados Unidos y la URSS mucho mejor que nosotros.  Les dejamos la iniciativa a ellos sobre la forma de presentar esto ante la opinión pública mundial; eso fue al principio.
Se empezaron a dar los pasos pertinentes, todo el movimiento de armas, porque además de los proyectiles tenían que venir instalaciones coheteriles tierra-aire para la defensa antiaérea; venían tropas soviéticas, unidades militares para la protección; venían unidades de la marina soviética para la protección de las costas y venían, además, unidades de la aviación soviética para el apoyo aéreo, para fortalecer la defensa aérea del país.  Y nosotros empezamos a realizar las tareas que nos correspondían, que eran la preparación de las condiciones y, sobre todo, mantener la discreción, porque había que mantenerla en cualquier caso; sobre toda operación militar siempre hay que mantener una discreción, sobre cualquier tipo de operación militar:  que no se sepa a qué lugar va una instalación, cómo va, dónde se va a ubicar.
Realmente los cubanos cumplieron su parte en el mantenimiento del secreto.  Ya era un secreto en el cual participaban miles de personas, porque ninguna operación de esta naturaleza se puede mantener entre tres o cuatro.  Cuando empieza a llevarse a cabo, un gran número de personas recibe información, entonces teníamos un trabajo muy arduo para mantener la discreción.  Cuando alguien veía algo, cuando alguien sabía algo, teníamos que aislarlo; muchas veces compañeros, incluso, militares, llegaron a darse cuenta de algo, y decíamos:  Bueno, la medida es de discreción total, aislamiento.  Las medidas que tomábamos eran de aislamiento con todas aquellas personas que sabían algo; pero llegó un momento en que era imposible aislarlas, y entonces se hablaba con ellas, se conversaba con ellas.  Pero era un secreto de miles y miles de gente, creo que nunca hubo un secreto tan bien guardado como el secreto de los movimientos militares que estábamos haciendo.

María Shriver.-  ¿Qué quiere decir con “aislar” a la gente?

Fidel Castro.-  Había un secreto muy importante y si había visto un cohete, o algo que se parecía a un cohete o tenía la seguridad, lo aislábamos.  Estoy hablando de nuestra propia gente, las medidas que tomamos con nuestra propia gente, con todos los que estaban trabajando, porque debes comprender que para trasladar unos proyectiles de esa naturaleza hacen falta muchos equipos:  camiones, choferes, puertos, grúas.  Al principio no vinieron los cohetes estratégicos, al principio vinieron otros armamentos, pero cuando ya se hizo evidente que las medidas que estábamos tomando eran para la instalación de esos proyectiles, hubo que tomar muchas medidas de control y de discreción con todo eso.  Aislábamos a un oficial nuestro de los que estaban trabajando en eso, que llegaba a conocer algo fundamental:  le explicábamos la importancia que tenía eso, la necesidad de la seguridad y que él tenía que estar aislado.  Hablábamos con él, no estaba preso, pero estaba aislado en alguna unidad militar, en algún lugar.  Esas fueron las primeras medidas que tomamos, porque hay un momento en que eso lo saben miles y lo sospechan decenas de miles:  llega un momento en que es un secreto de todo el pueblo casi, en un momento determinado.  Fíjate que te voy explicando por orden.
Todavía no hemos llegado al momento en que les propongo a los soviéticos hacer público el acuerdo militar.  Cuando empiezo a comprender que los soviéticos están manejando las cosas equivocadamente, entonces les digo que se está creando una opinión pública internacional peligrosa, que la iniciativa la tiene Estados Unidos con las denuncias y que nosotros no estamos haciendo nada ilegal, que no tenemos por qué ocultarlo.   Debes comprender que los pasos que estamos dando están dentro del derecho internacional, puesto que a lo que llegamos fue a un acuerdo militar con la Unión Soviética y todos los países suscriben acuerdos militares entre sí, desde la época de la antigüedad; es un derecho establecido y regulado por las leyes internacionales, por las normas de las Naciones Unidas.  Entonces, cuando empiezo a ver la forma en que los soviéticos están manejando las cosas, me parece que es incorrecto lo que están haciendo y propongo que hagamos público el acuerdo militar.
El acuerdo militar se suscribe entre el 2 y el 8 de julio.  La visita aquí es el 29 de mayo, a principios de junio regresan, el día 10 de junio ya está reportando la delegación soviética en Moscú, y el día 2 de julio, Raúl, nuestro ministro de Defensa, viaja a la URSS, se reúne con Malinovski que era ministro de Defensa de la URSS, se reúne con Jruschov, y entonces se ultiman los detalles.  Se redacta un acuerdo, lo redactan los soviéticos y se suscribe entre el 2 y el 8 de julio —no recuerdo la fecha exacta, no puedo precisarla ahora—; Raúl Castro y Malinovski lo inicialan; pero se usaba el argumento de no hacerlo público todavía, sino ulteriormente, en una visita que Jruschov haría a Cuba, es lo que se acuerda.
Cuando recibo ya en el mes de julio el proyecto que se había suscrito, no me gusta porque está escrito en un lenguaje errático, a mi juicio, impolítico; no está elaborado, no está redactado con todo el tacto y con todo el cuidado con que hay que redactar un acuerdo de esta naturaleza para presentarlo a la opinión pública.  Entonces, yo mismo, personalmente, empiezo a reelaborar el proyecto de mi puño y letra, porque como era un secreto tan grande no queríamos usar ni mecanógrafos ni taquígrafos, y de mi puño y letra reelaboro todo el proyecto cuando llega aquí a Cuba, para mejorarlo, para hacerlo presentable, para darle más fundamento, más solidez y por ahí tengo copia.  Mira, esta es la copia del proyecto.

María Shriver.-  ¿Esa es su letra?

Fidel Castro.-  Sí.
Les digo a los soviéticos que hay que mejorarlo, que desde el punto de vista de su presentación y desde el punto de vista político no es bueno el proyecto.
María Shriver.¬-  ¿Cómo reaccionaron ellos a las enmiendas?
Fidel Castro.¬-  Estuvieron de acuerdo en que yo reelaborara el proyecto con sentido realmente político, porque algunas de las cosas con que estaba redactado el viejo proyecto —que no lo he podido encontrar— eran descuidadas, no eran suficientemente cuidadosos con la soberanía del país, con las cosas.  Tenían artículos y preceptos que no habrían dado una buena imagen de aquel proyecto; se veía, realmente, que no tenían experiencia.  Yo tampoco la tenía en redactar acuerdos de este tipo, pero tenía un sentido político.  Entonces hago mi proyecto de propuesta, e incluso le propongo tres títulos diferentes al acuerdo.
Esto es cuando empiezo ya a comprender que los soviéticos no están manejando bien la situación, y les propongo tres títulos, si quieres te los leo, les hago tres proposiciones.  Podía ser el título:  “Acuerdo entre el gobierno de la República de Cuba y el gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de cooperación militar para la defensa del territorio nacional de Cuba en caso de agresión”, o “Acuerdo entre el gobierno de la República de Cuba y el gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de cooperación militar y defensa mutua”, o, tercera variante, “Acuerdo entre el gobierno de la República de Cuba y el gobierno de la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas sobre apoyo militar de las Fuerzas Armadas Soviéticas a la defensa del territorio nacional de Cuba, en caso de agresión.”  Se sugiere cualquiera de los tres títulos anteriores, e inmediatamente, partiendo de las ideas esenciales, elaboro la introducción, los fundamentos políticos, legales y morales del acuerdo, y, por fin, los artículos:  Artículo 1, Artículo 2, 3, 4 , 5, 6, 7, hasta el Artículo 14; eran 14 artículos de un acuerdo militar con todas las bases jurídicas, legales y morales.  Entonces, envío una delegación a la Unión Soviética, integrada por Ernesto Guevara y Emilio Aragonés, les envío a los soviéticos mi proyecto de acuerdo, y ellos estuvieron de acuerdo con el nuevo proyecto de acuerdo y lo aceptaron, porque el acuerdo existió, independientemente del momento en que se firma; aceptaron el acuerdo.
Además, propongo que se publique.  Esto ocurre en la segunda mitad de agosto.  Planteo que debe publicarse el acuerdo militar a que hemos llegado, porque me doy cuenta de que se está desarrollando una gran campaña, que se le ha dado la iniciativa a Estados Unidos para crear todo un ambiente, toda una atmósfera de algo oculto, de algo que no es limpio, de algo que no es correcto, y entonces propongo a la parte soviética publicar el acuerdo —entonces sí había llegado mucho armamento, pero no los proyectiles estratégicos; ya se estaba trabajando en todo lo de la instalación para los proyectiles estratégicos—, porque si nosotros estábamos haciendo una cosa absolutamente legal,  absolutamente justa, ¿por qué teníamos que ocultarlo?  Mi opinión era que no debíamos ocultarlo.
Yo les digo a los soviéticos:  Desde luego, ustedes tienen más experiencia, ustedes conocen mejor que nosotros la correlación de fuerzas, este es nuestro criterio, pero dejo en sus manos la decisión.  Yo no sabía cuántos cohetes tenía Estados Unidos, cuántos cohetes tenían los soviéticos, cuál es la correlación de fuerzas, y me preocupaba mucho que al hacer una cosa legal se hiciera de forma que pareciera ilegal o inmoral.  Nosotros estábamos haciendo una cosa legal, justa y moral, de acuerdo con la ley internacional.  Ahora, el manejo político no se estaba haciendo bien.
A esto hay que añadir una cosa que, a mi juicio, tiene mucha importancia:  el engaño, hubo engaño; debo decir con toda honestidad que el manejo que hicieron los soviéticos en su relación con Kennedy incluía el engaño.
Primero se cayó en una trampa:  si las armas eran ofensivas o si las armas no eran ofensivas.  Creo que no debió entrarse en esa discusión de arma ofensiva o arma defensiva, porque cualquier arma puede ser ofensiva, un tanque puede ser ofensivo, un fusil puede ser ofensivo, una espada puede ser ofensiva, un caballo puede ser ofensivo, porque durante la Edad Media las guerras se hacían a caballo y los que conquistaron a este hemisferio no traían aviones, ni tanques, ni armas nucleares; lo que traían eran ballestas, arcos y flechas, arcabuces, espadas, corazas.  Se entró en la discusión de si las armas eran ofensivas o no ofensivas y los soviéticos cayeron en esa trampa de decir que las armas no eran ofensivas.  Debían haber dicho que Cuba tenía derecho a disponer de cualquier tipo de armas como cualquier otro país que las considerara necesarias para su defensa, lo mismo que hacía Estados Unidos, hacía la URSS y hacían otros países; lo mismo que hacía Europa, o que hacía cualquier otro país aliado de Estados Unidos.
Entonces los soviéticos caen en una trampa, en una falta, a mi juicio; la trampa de discutir el carácter de las armas y decir que las armas no eran ofensivas; aunque realmente un arma es ofensiva o no es ofensiva de acuerdo con la intención o con el uso del arma, realmente cuando se decía que no eran ofensivas, se quería decir que no eran armas estratégicas.
Pienso que fue un gran error de Jruschov, lo digo con dolor, porque Jruschov fue muy amigo nuestro, fue muy amistoso, ayudó mucho a Cuba, quería mucho a Cuba, sentía realmente las cosas de Cuba; pero pienso que utilizó un procedimiento incorrecto, utilizó el engaño, no solo cayó en la trampa de la discusión sobre si las armas eran ofensivas o no eran ofensivas, que no debió haber caído en esa trampa; nosotros nunca caímos en esa trampa.
Si tú lees todos los materiales nuestros y todas las declaraciones nuestras desde que hicimos el acuerdo hasta que estalló la crisis, en ningún instante hablamos de arma ofensiva o arma defensiva.  En todo momento defendimos el derecho a disponer del tipo de arma que nuestro país considerara necesario para la defensa.
A decir verdad, ninguna de esas armas eran ofensivas, porque no había la más mínima intención ofensiva.  Eran un fortalecimiento del campo socialista en general; pero sí te puedo asegurar que no había ni la más remota intención, ni jamás se habló de utilizar esas armas para otros fines que no fuera la defensa del país.  Realmente en el convenio se especificaba todo, que el acuerdo tenía como objetivo único la defensa del país.
María Shriver.¬-  ¿En su opinión Jruschov nunca tuvo la intención de utilizar esas armas contra Estados Unidos?
Fidel Castro.-  ¿En una acción agresiva?  ¿En una iniciativa?  Nunca, jamás.  De eso estoy absolutamente convencido; conozco muy bien a los soviéticos, conocí muy bien a Jruschov.  Desde luego, en caso de una guerra general, en los submarinos, en los aviones, se usan todas las armas dondequiera que estén —Estados Unidos tiene armas en todo el mundo—, y en caso de una guerra general, universal, utilizarían las armas dondequiera que estuvieran; pero intención agresiva contra Estados Unidos no había, de eso estoy absolutamente seguro.
Del mismo modo que te cuento las cosas como las vi, como las pensé en un sentido desfavorable a los soviéticos, te cuento también las cosas que, a mi juicio, son justas con relación a los soviéticos y son favorables a los soviéticos.
¿Pero qué hace Jruschov?  Jruschov le manda a decir a Kennedy por distintas vías, le da a entender, que no había armas estratégicas; se lo comunica.  Mi percepción es que Kennedy creyó en los informes que Jruschov le envió a través de Dobrinin en más de una ocasión; a medida que el escándalo se iba formando en Estados Unidos, Jruschov informaba a Kennedy que no había armas estratégicas y que no había necesidad de armas estratégicas.  Así que, a mi juicio, cometió un error grave de tipo político, y yo diría también que de tipo ético, porque yo no separo la ética de la política.  Creo que no puede haber política sin ética.
Por eso es que propongo otra forma de abordar el problema, porque me doy cuenta también de que Kennedy ha creído lo que Jruschov le dijo.  Digo:  “No me parece correcta esa fórmula”, y por eso insistí.  Pero de todas formas dejamos la decisión en manos de los soviéticos, la dejamos en manos de ellos y tiene lógica:  eran mucho más poderosos, tenían mucha experiencia y tenían mucha más información sobre la correlación de fuerzas.  Les dijimos:  “Nuestra opinión es esta, nuestro criterio es este.”  Ellos aceptaron esta versión, esta reformulación del tratado; pero no aceptaron, no se decidieron por hacer público el acuerdo militar firmado entre la Unión Soviética y Cuba.

Segundo programa

María Shriver.-
  ¿Cómo se enteró usted que los norteamericanos ya sabían de los misiles soviéticos en Cuba?  ¿Usted escuchó el discurso del presidente al país o cómo fue que se enteró?

Fidel Castro.-  ¬Al final, aquel movimiento de armamento era muy escandaloso, porque un cohete de esos a veces tenía el largo de media cuadra; cuando un cohete de tal dimensión llegaba al muelle, se desembarcaba de algún barco y tenía que transitar a veces por algunos pueblos, carreteras, era una cosa tan grande aquella que no era un tipo de armamento común y corriente, y ya había decenas de miles, cientos de miles de gente que lo veía, o escuchaban rumores sobre los mismos.   También parece que había gente contraria a la Revolución, que mandaba informes de que veían tal cosa y más cual cosa.  Pero, realmente, en Estados Unidos no se dieron cuenta ni en agosto ni en septiembre; en Estados Unidos se dieron cuenta al final, realmente, de que estaban aquellos proyectiles aquí.
Los soviéticos cometieron también otros errores, distintos errores de tipo táctico, de tipo militar, que para nosotros fueron evidentes.  Y ya te digo, hay que partir de que teníamos una confianza enorme en el país que libró la Gran Guerra Patria, en el país que luchó contra Hitler, en el país que libró colosales batallas, que derrotó a los ejércitos de Hitler, a cientos de divisiones hitlerianas; que salvó a Moscú, que salvó a Stalingrado y que terminó en Berlín.
¿Quién podía imaginar que los soviéticos no tuvieran una gran experiencia militar?  Sin embargo, a mi juicio, cometieron errores de distintos tipos.  Y creo, en el fondo, que las cosas hay que hacerlas o no hacerlas.  Si usted va a hacer una cosa tiene que hacerla con decisión, no puede hacerla con vacilaciones.
En primer lugar, los soviéticos lo primero que trajeron fue aviación y cohetes tierra-aire, los llamados SAM, que tienen un gran alcance y que podían alcanzar los aviones de exploración.  Instalaron los cohetes tierra-aire y, sin embargo, no los usaron, dejaron que los aviones de exploración volaran.  Ese es un error grave, usted no puede estar construyendo instalaciones estratégicas, protegerlas con cohetes tierra-aire y no usar los cohetes tierra-aire.  Se debió de haber prohibido terminantemente todo vuelo de exploración; no se hizo.
Es decir que aun dentro de la concepción errónea de no publicar el convenio militar —en toda esa concepción errónea—, están trabajando, están construyendo instalaciones militares y no las protegen de la observación aérea.  ¿Por qué?  Habría que responder a esa pregunta, porque si usted instala los proyectiles tierra-aire no debe dar lugar a la exploración.  Esa es una vacilación, una duda, hacer las cosas a medias, y las cosas a medias, en todas las circunstancias, cuestan siempre muy caro.
En segundo lugar, aquellos cohetes podían hacer blanco solo de 1 000 metros hacia arriba, eran efectivos de 1 000 metros hacia arriba, eso lo sabían los norteamericanos, y entonces empezaron a hacer vuelos rasantes en octubre, ya en medio de la crisis; y aquellos cohetes tierra-aire no tenían protección antiaérea contra vuelos rasantes.  Otro punto, en el aspecto militar, equivocado.
Me di cuenta de todo eso porque visité varias bases de cohetes.   Sabía que si los atacaban desde menos de 1 000 metros, eran vulnerables, y lo que tenían era una pieza de dos cañones para proteger los cohetes tierra-aire.  Entonces, cuando estalló la crisis, lo primero que hicimos fue rodear todas las bases de cohetes tierra-aire y todas las bases estratégicas con nuestras armas antiaéreas; cientos de piezas de la reserva del mando en armas antiaéreas, que eran nuestras, porque ya nuestro ejército había adquirido una capacidad de manejar las armas antiaéreas contra vuelos rasantes, fueron enviadas para proteger contra vuelos rasantes a los cohetes tierra-aire y a los cohetes estratégicos.
Realmente, se cometieron errores de tipo militar.  ¿Por qué?  Bueno, en todas las guerras y en todas las situaciones se cometen errores; los señalados fueron errores de los cuales nos percatamos inmediatamente, ya en medio de la crisis.
Te decía que al final todo el mundo sabía lo que estaba pasando aquí menos Estados Unidos, no tenía certeza de lo que estaba ocurriendo y lo logra saber creo que el 14 de octubre.
Tengo entendido que la primera exploración de los U-2 la mandan a hacer antes.  ¿Pero por qué dejaron volar los U-2?  No había ningún derecho a hacer una exploración sobre el territorio nacional.  La defensa antiaérea estaba en pleno derecho de impedir los vuelos espías y el mando soviético que dirigía las baterías antiaéreas coheteriles no actuó contra los vuelos espías, y, lógicamente, vinieron los U-2 y retrataron, tomaron las primeras informaciones, que pudiéramos llamar fidedignas, de que se estaba trabajando en instalaciones coheteriles.  Así es como empieza a desatarse la crisis.
Esos errores políticos y militares nos llevaron a un peligro grande, a un peligro muy serio, porque después que los norteamericanos conocen lo que se está haciendo, podían tomar la iniciativa; la iniciativa estaba en manos de ellos, la iniciativa tanto diplomática, política, como militar.  Si se hubiera hecho lo que yo propuse de publicar el tratado y actuar abiertamente, la cosa sería diferente.

María Shriver.-  ¿Qué día tuvo usted la certeza de que Kennedy sabía lo que pasaba?

Fidel Castro.-  La certeza la tuve desde el día 21 por la tarde y pudiéramos decir desde el día 22.  Yo veía venir la crisis.  Comprendí, además, que Kennedy estaba en una posición muy difícil políticamente, puesto que él creyó los mensajes que le envió Jruschov, los creyó, indiscutiblemente.  Se puede decir que Kennedy apostó a los mensajes que había recibido de Jruschov a través de Dobrinin y de las declaraciones de la agencia TASS y de otras informaciones soviéticas, y, frente a las presiones grandes que Kennedy recibía, él se defendía con la convicción de que los mensajes de Jruschov eran ciertos.  Kennedy se convence de que no se ajustan a la verdad los mensajes de Jruschov cuando el día 15 le informan ya de las evidencias de que están las bases instaladas.
Creo que al adversario no se le debe colocar en una situación de esa naturaleza y, realmente, Jruschov no tomó en cuenta que con esto colocaba a Kennedy en una situación inmanejable, en una situación muy difícil.
¿Qué es lo que debilita la posición soviética?  El hecho de haber engañado a Kennedy, en mi opinión, que no debió hacerse nunca.   Nosotros nunca hemos usado ese procedimiento.
Para mí era claro, por elemental sentido común político, por experiencia política —aunque no fuera mucha—, para mí era obvio, era clarísimo que Jruschov estaba colocando a Kennedy casi en una situación sin salida; porque Kennedy se lo apostó todo a la veracidad de la información que le daba Jruschov de que no había instalaciones estratégicas porque no hacían falta, porque no eran necesarias.  Creo, a mi juicio, que ese fue el mayor error de Jruschov, el error que desata la crisis.
Estoy seguro de que todo esto pudo haberse hecho de otra forma.   Claro, también estoy seguro de que si lo que se quería garantizar era la seguridad de Cuba, tal vez no habría sido necesario enviar proyectiles estratégicos, tal vez no habría sido necesario; tal vez una declaración firme, fuerte y categórica; tal vez la firma de un tratado militar de defensa mutua habría sido suficiente para desalentar una agresión directa.
Ahora, ¿qué pensaba Jruschov?  ¿Creía o no creía en eso?  Estoy seguro de que había formas de trasmitir al gobierno de Estados Unidos que una agresión a Cuba era una guerra contra la Unión Soviética, había formas de trasmitirlo.  Y Estados Unidos ha hecho eso muchas veces cuando ha querido garantizar la seguridad de un país, muchas veces lo ha dicho:  “Garantizo la seguridad del país, advierto que si ocurre tal cosa haremos tal cosa.”  Lo ha hecho, lo ha hecho más de una vez.  Por eso este es un ángulo que he analizado siempre con relación a la Crisis de Octubre, asociado al error este que cometió Jruschov.  Si hubiera escuchado los planteamientos que nosotros le hicimos no ocurre la crisis, porque nosotros estábamos actuando dentro de la ley, dentro del derecho internacional, dentro de la moral; pero si tú dices una mentira, si tú engañas, entonces pierdes fuerza ante la opinión pública, pierdes fuerza moral, pierdes fuerza política.

María Shriver.-  ¿Qué pasó por su mente cuando supo que los norteamericanos ya sabían con certeza lo que estaba ocurriendo en Cuba?

Fidel Castro.-  Pensé posteriormente que hubo un momento muy difícil, porque hay un momento, como el secreto ya lo sabían los norteamericanos, en que podían tomar la iniciativa diplomática, política y militar, como la tomaron, y los días 18, 19, 20, 21 fueron días muy peligrosos, porque los norteamericanos estuvieron manejando la idea de un ataque sorpresivo sobre las instalaciones militares.  Y en aquellas condiciones un ataque sorpresivo habría podido ser muy costoso.  Nadie sabe lo que hubiera pasado, hubiera podido provocar una guerra porque había un ejército soviético aquí de 42 000 hombres, y un ataque sorpresivo de aquella naturaleza hubiera podido provocar una guerra.

María Shriver.-  ¬¿Una guerra nuclear?

Fidel Castro.-  Sí, una guerra nuclear, aunque hubieran destruido los proyectiles aquí, porque quedaban los proyectiles de la Unión Soviética, no eran muchos pero tenían un número relativamente alto, ¡relativamente alto, no muy alto!  Tenían algunas decenas, por lo menos, de proyectiles intercontinentales en estado operativo.  ¿Cómo iban a responder?  ¿Cuál iba a ser la reacción soviética ante un ataque sorpresivo?
Por eso considero que la fórmula de Kennedy fue la más correcta dentro de esa situación, porque Kennedy estuvo analizando, y en el mando norteamericano estuvieron analizando la idea de un ataque sorpresivo para destruir los proyectiles; pero nadie sabe lo que hubiera significado la destrucción de aquellos proyectiles, cuánto uranio y cuántos productos radiactivos se hubieran lanzado a la atmósfera, qué consecuencias habría tenido aquello no se sabe, serían muy grandes; pero fue un momento muy peligroso.
Dicen que Kennedy el día 21 consulta con el jefe del Comando Aéreo Táctico y le pregunta si se podía asegurar que no quedaba un solo cohete indemne, y que el jefe de la fuerza táctica declaró que no se podía asegurar que quedara algún cohete indemne.  Eso, según la recopilación histórica, según las investigaciones que se han hecho, ocurrió así; pero era un momento muy peligroso en que el ataque se hubiera podido producir totalmente por sorpresa.
Durante todos esos días me doy cuenta de que la crisis está girando en torno a Cuba; pero el día 22, cuando Estados Unidos, al mediodía, declara que hay una situación de crisis, que Kennedy va a hablar a las 7:00 de la noche, me doy cuenta de que la crisis es con relación a Cuba, que la crisis viene inevitablemente y como me correspondía, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, doy la orden de alarma de combate, por la tarde, antes de que hable Kennedy.  Doy la orden de alarma de combate y se movilizaron cientos de miles de hombres; antes de que hablara Kennedy ya se estaba movilizando en todo el país toda la artillería, todas las armas antiaéreas, toda la fuerza de infantería, de tanques, todo el armamento, porque entonces teníamos aquí dos ejércitos, un ejército soviético y un ejército cubano.  El ejército cubano era mucho más numeroso, sin duda, que el ejército soviético; el ejército soviético era de 40 000 hombres y el ejército nuestro era de cientos de miles de hombres.
Entonces empezamos a tomar medidas inmediatamente, entre ellas, la primera medida que tomamos, fue movilizar todas las piezas antiaéreas y darles protección a las baterías antiaéreas soviéticas —es decir, a los cohetes antiaéreos soviéticos—, y darles protección a las instalaciones coheteriles soviéticas.  Eso fue el día 22 por la tarde.
Antes de que Kennedy hable a las 7: 00 de la noche, me doy cuenta de que la crisis es en torno a Cuba y que se avecina una situación de gran tensión y de gran peligro.  Eso fue el día 22; pero hasta ese momento habíamos tenido una desventaja muy grande, desde el momento en que el U-2, el día 14 de octubre, descubre los proyectiles hasta el día 22, en que se anuncia que Kennedy va a hablar; porque Kennedy, como tú recordarás, incluso, mientras examinaba la cosa, mientras tomaban medidas, hizo una excursión política, viajó —creo que el día 19 hizo un viaje electoral, después regresó el 20, cancelaron el viaje con el pretexto de que tenía un resfriado—, y entonces el día 22 es cuando ya, después de haber tomado todas las medidas previas, hace la declaración a la prensa a las 7:00 de la noche.

María Shriver.-  ¿Cuánto temor sentía usted?

Fidel Castro.¬-  Cuando llega una situación como esa el temor se pierde, parece que la cantidad de adrenalina que entra en la sangre...
María Shriver.-  ¿Pierde el temor dice?
Fidel Castro.¬-  Todo el mundo tiene temor y todo el mundo, o mucha gente, es capaz de perder el temor, yo diría que la mayoría de la gente es capaz de perder el temor.  Se puede decir que psicológicamente estábamos preparados, porque desde hacía muchos meses veíamos venir la crisis, desde hacía meses la veíamos venir, por la forma en que se estaban desarrollando los acontecimientos, y mentalmente estábamos preparados, no fue una cosa sorpresiva, ¿te das cuenta?, y en ese momento lo que hay es enardecimiento; porque, desde luego, independientemente de los errores políticos cometidos por los soviéticos, nosotros partíamos de nuestra posición que era absolutamente justa, legal, moral, limpia.  No dijimos una sola mentira en todo aquel período, declaramos que teníamos derecho a usar cualquier tipo de arma que consideráramos indispensable para nuestra defensa.
En el propio mes de octubre Osvaldo Dorticós había ido a las Naciones Unidas.  En el propio mes de septiembre, cuando se produce una declaración conjunta de la Cámara y el Senado norteamericanos, dimos una respuesta pública muy razonada, muy bien fundada:  qué estábamos haciendo, cómo lo estábamos haciendo, por qué lo estábamos haciendo, sin una sola mentira, sin entrar en el juego de armas ofensivas y de armas defensivas, diciendo que teníamos derecho a usar el tipo de arma que creíamos conveniente, que era un derecho legal, un derecho moral, un derecho internacional; es decir que la posición nuestra era muy moral y los ánimos estaban muy enardecidos, el espíritu de lucha era muy elevado.
Entonces, realmente, debo decirte la verdad:  preocupaciones teníamos, como es lógico, teníamos preocupaciones pero ya habíamos tomado decisiones hacía rato, estábamos conscientes de los peligros hacía rato, y no nos sorprende esa situación en ese momento, no hay temor.  Te  estaría engañando si te dijera que en ese momento había temor; había preocupación, sensibilidad sobre la situación, conciencia de los peligros, pero ya estábamos en ese estado anímico en que las personas están dispuestas a las consecuencias.

María Shriver.-  ¿No pensó usted en la posibilidad de que este fuera el fin del mundo?

Fidel Castro.¬-  Era muy triste y podíamos pensar...  Yo no pensaba, todavía en aquella época no se pensaba en esos términos, que una guerra nuclear podía ser el fin del mundo; pero suponiendo que ese peligro existiera, nosotros sí estábamos seguros de que la guerra nuclear era el fin y, en primer lugar, de nuestro país, eso era claro, estábamos conscientes; sin embargo, estábamos asistidos de una fuerza moral muy grande, creíamos que teníamos la razón y no nos sentíamos culpables de eso.
Teníamos la impresión de que no era nuestra culpa en absoluto lo que podía ocurrir, que ni éramos culpables ni podíamos evitarlo, esa era la posición; no éramos culpables de la situación que se había creado, nosotros culpábamos a Estados Unidos en nuestro fuero interno, en nuestro fuero más intimo.  Estábamos en desacuerdo con los errores soviéticos, pero veíamos en la política de Estados Unidos las causas de todos estos problemas, en su política agresiva contra nuestro país, y eso no lo podíamos evitar, y no estábamos en situación de evitarlo simplemente rindiéndonos, o simplemente expulsando a los soviéticos de aquí.  No íbamos a estar dispuestos a hacer eso:  ni íbamos a traicionar a los soviéticos, ni íbamos a rendirnos, ni íbamos a desmoralizar el país, ni íbamos a desmoralizar a nuestros aliados, a nadie.  Es decir que no teníamos alternativa.  Para nosotros la única alternativa era mantenernos firmes y hacer bien las cosas, lo que se podía hacer bien en esos momentos.
Había errores políticos cometidos por los soviéticos que ya no se podían subsanar en ese momento, pero si podía venir la guerra, a mi juicio, había que tomar todas las medidas de defensa.  Por lo pronto había que impedir que destruyeran los cohetes que estaban instalados, fue una de las primeras preocupaciones nuestras que no se destruyeran esos cohetes; porque también, si tú muestras vacilación puedes estar estimulando la guerra.  Si una de las partes muestra vacilación, puede estar estimulando la agresividad de la otra parte, y hay cierto momento en que la firmeza ayuda a evitar la guerra.
No queríamos que se produjera la guerra, teníamos esperanza de que la guerra se podía evitar, pero había que evitarla sobre bases de discusiones, sobre bases razonables y sobre bases justas.
Ahora, como las armas fundamentales no las teníamos nosotros, las tenían los soviéticos, no estaba en nuestras manos decidir o no la guerra nuclear, tampoco nos cabía en la cabeza que se podía retroceder, en la forma en que lo hicieron los soviéticos, no nos cabía en la cabeza, realmente.  Teníamos otros conceptos de los hombres, otros conceptos de los políticos, otros conceptos de los Estados y otros conceptos de las grandes potencias, y no deseábamos la guerra, teníamos alguna esperanza de que se pudiera evitar; pero estábamos decididos a afrontarla, porque no teníamos ninguna otra alternativa.

María Shriver.-  ¿Cómo se sintió usted cuando oyó anunciar que el presidente Kennedy estaba en disposición de utilizar un bloqueo, y que algunos buques soviéticos se habían detenido a la vista de ese bloqueo e incluso algunos habían regresado a la Unión Soviética?

Fidel Castro.¬-  Me pareció razonable, porque no tenía todos los datos de lo que traía cada uno de los barcos soviéticos, ¿comprende?, y si unos barcos desarmados están navegando en el Atlántico y van a ser interceptados por buques de guerra, lo razonable es que regresen si no tienen medios de defenderse, porque, realmente, en el mar, en el Atlántico y en el Caribe la superioridad naval de Estados Unidos era total, y a aquellos barcos desarmados no se les podía pedir que continuaran.  Por eso me pareció razonable —aunque no era cosa esencial, no era cosa fundamental— que algunos barcos regresaran.
Posiblemente traían suministros militares, podían ser tanques, podían ser proyectiles, no sé lo que traían aquellos barcos, porque eso se produce más o menos el 23 o el 24, y no les podías pedir a unos barcos mercantes que rompieran un bloqueo militar de las escuadras de Estados Unidos.  Así que no me produjo especial perturbación el hecho de que regresaran, porque peor era que los hundieran, peor era sacrificarlos, y no creo que fueran decisivos para la solución de la crisis.  Así que me pareció correcto que les dieran orden de regresar, y todavía me parece correcto.

María Shriver.-  El 27 de octubre fue derribado un avión U-2 norteamericano, ¿quién dio la orden de hacerlo?

Fidel Castro.¬-  ¿Quién dio la orden?  La orden de disparar contra los aviones en vuelo rasante la dimos nosotros.  Te puedo explicar por qué.
Como ya te dije, teníamos las baterías antiaéreas hasta una altura de 10 ó 12 kilómetros; los cohetes soviéticos tierra-aire podían ser efectivos desde un kilómetro hacia arriba, y los aviones norteamericanos estaban volando a 600, 500, 300, 200, 150 metros —los aviones de exploración normales, no los U-2.  Entonces, yo consideraba sumamente peligroso que se permitiera que los aviones volaran rasante, porque si se iba a producir un ataque por sorpresa, en cuestión de minutos podían ser destruidas todas aquellas instalaciones.
Me reúno con el mando soviético el día 26 por la noche —era el general Plijov, que dirigía todas las tropas soviéticas, la cohetería—, porque ya habíamos hecho en esos cuatro días todo lo que humanamente podía hacerse:  habíamos movilizado todas las fuerzas, toda la artillería, toda la artillería antiaérea, todas las piezas, ya habíamos rodeado las bases coheteriles antiaéreas tierra-aire soviéticas con nuestro armamento convencional, la artillería convencional, y habíamos rodeado también todas las bases de cohetes con nuestra artillería antiaérea convencional para protegerlas del ataque aéreo.
El general soviético me dio un parte y me informó sobre el estado de todas las unidades, me dice:  “Las unidades de infantería motorizadas tales, tales y tales, listas para el combate; las unidades de la Marina de Guerra, lanchas torpederas, coheteras, listas para el combate; las unidades de la fuerza aérea, listas para el combate; las unidades de cohetes nucleares tácticos, listas para el combate; las unidades de raketas estratégicas, listas para el combate.”  Esa fue la información que me dieron.  Yo le digo:  “En las condiciones en que estamos no es posible permitir los vuelos rasantes, los vuelos rasantes facilitan un ataque sorpresivo y la destrucción de todos estos medios, y, por lo tanto, le informo que hemos dado orden a nuestra artillería de disparar contra todo avión que esté al alcance de nuestra fuerza.”  Es decir, le explicamos nuestra oposición —no se habló de U-2, porque todos los días tenían montones de aviones en vuelo rasante explorando el territorio—, le expresé que la parte cubana estaba en desacuerdo total con eso y que por nuestra cuenta dábamos la orden de disparar contra los vuelos rasantes a partir del amanecer del día 27.
Al amanecer del día 27, efectivamente, cuando por todas partes empezaron a aparecer los aviones en vuelo rasante, nuestra artillería antiaérea disparó.  Pero nosotros no manejábamos los cohetes tierra-aire, los cohetes tierra-aire los manejaban los soviéticos.  Voló el avión y, allá en Oriente, una batería coheteril antiaérea soviética dispara y derriba el avión U-2.
Yo le comuniqué nuestra decisión al mando soviético.  Nosotros no teníamos el mando sobre las unidades soviéticas; los soviéticos no tenían el mando sobre nuestras unidades.  Ahora, lo más probable es que en la atmósfera que se crea, cuando nuestras baterías antiaéreas disparan contra todos los aviones en vuelo rasante, un jefe de batería soviética, o el jefe de las baterías soviéticas de la provincia de Oriente, ordena disparar y derriba el avión U-2.  No se puede asegurar que el mando central soviético en la isla dio la orden de disparar al U-2; pero pienso que, indiscutiblemente, el disparo contra el U-2 se origina en la orden dada a nuestras fuerzas antiaéreas.
Si se me pregunta quién tiene la responsabilidad, yo no vacilo en decir que la responsabilidad la tuvimos nosotros, realmente fue así.  No puedo culpar a los soviéticos, aunque ellos fueron los que dispararon los cohetes, la orden de disparar contra los vuelos rasantes la dio el mando cubano el 27 por la mañana.  El día 26 se les informó a los soviéticos y, realmente, el día 27 habían comenzado las acciones combativas al disparar contra los aviones en vuelo rasante.
Esa es la verdad histórica y nosotros no rehuimos la responsabilidad.   Y debo decirte que si se diera una situación exactamente igual a esa, no habría habido otra alternativa que dar la orden de disparar contra los vuelos rasantes.  Era un disparate, era una locura permitir que los aviones adversarios volaran todas las mañanas en vuelo rasante sobre las unidades militares, porque nadie sabía en qué momento podía empezar el fuego y las desventajas militares en ese caso eran tremendas.
Creo que cualquier persona razonable, cualquier militar, en condiciones como esas, habría dado la misma orden.  Estoy seguro de que si hay un jefe militar norteamericano en condiciones como esas, da la orden de hacerlo.  Lo otro era un disparate, una locura.

María Shriver.-  Cuando usted supo que había sido derribado un U-2 norteamericano, ¿cuál fue su reacción?

Fidel Castro.-  Pienso que nunca se debió dejar volar los aviones   U-2, siempre se debió haber disparado contra los aviones U 2, y estuve de acuerdo con que se disparara contra el avión U-2.  Podía lamentar la muerte de un piloto, pero la acción me pareció correcta.

María Shriver.-  ¿Y no pensó que esa acción podía significar una escalada en la guerra?

Fidel Castro.-  Yo no pensaba en términos de escalada, pensaba en la necesidad y en el deber de cumplir las normas elementales que hay que cumplir en esos casos, de hacer lo que hay que hacer en esos casos, porque tampoco teníamos la más mínima seguridad de que ese mismo día los aviones norteamericanos desataran un ataque.
No se podía permitir que los aviones norteamericanos volaran en vuelo rasante, creo que eso estimulaba la guerra, creo que eso estimulaba el ataque, creo que eso daba una prueba de debilidad y de cobardía que podía estimular al adversario.  Realmente, si algo podía ayudar a discutir era la firmeza; creo que con firmeza, con la verdad y con el apego a las normas internacionales, a la moral, a la ley, que fue lo que hicimos en todo momento, se habría podido ayudar a resolver esa crisis con mucho menos riesgo.  Estoy convencido de eso.  Se habrían podido resolver muchos problemas, incluso entonces y no ahora, quizás hoy viviríamos en paz con Estados Unidos si se hubieran hecho las cosas que debieron haberse hecho en ese momento.
Nosotros no tenemos responsabilidad por los errores que puedan haber cometido los soviéticos en el manejo político de la cuestión, porque los soviéticos no cometieron ninguna falta cuando suscribieron un acuerdo militar con nosotros, al contrario, fue un gran gesto de amistad, un gran gesto de solidaridad.
Los soviéticos no cometieron ninguna falta si quisieron fortalecer sus posiciones, mejorar la correlación de fuerzas, porque eso es lo que hace Estados Unidos y hacen todas las potencias todos los días.  Incluso, parece que los soviéticos estaban muy lastimados y muy resentidos por el hecho de que Estados Unidos hubiese colocado cohetes estratégicos en Turquía, estaban muy agraviados por eso.  Y debo decir que los cohetes estratégicos se instalaron en Turquía —tengo entendido—¬ secretamente; los cohetes estratégicos norteamericanos no se instalaron públicamente en Turquía, se instalaron secretamente.  Los turcos nunca reconocieron que tenían cohetes estratégicos norteamericanos allí, y Turquía está más cerca de la Unión Soviética que Cuba.  Es posible que este antecedente de la instalación secreta de los proyectiles norteamericanos en Turquía haya influido en la actitud de Jruschov para tratar de instalar secretamente también los proyectiles estratégicos en Cuba, no debemos olvidar eso.

María Shriver.-  ¿Cómo supo que había concluido la crisis?

Fidel Castro.-  Realmente por los periódicos, por la radio y por la prensa nos enteramos de que la crisis había concluido.

María Shriver.-  ¿Y cuán disgustado se sintió?

Fidel Castro.-  Terriblemente disgustado, terriblemente amargado, lo consideramos como un acto injustificado, y eso, realmente, afectó las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética durante muchos años, durante largos años.
Naturalmente, nosotros no queríamos la guerra, deseábamos una solución, pero una solución honorable a partir de la crisis que se había creado, y no se puede lograr una solución honorable con nerviosismo, ni con vacilaciones, ni con precipitaciones, y entonces planteamos un programa de cinco puntos.
Parece que la crisis empezó a resolverse antes del 26 o el mismo 26.
Cuando yo estaba aquí reunido con el mando militar soviético, y el mando militar soviético estaba rindiendo un parte del estado de las unidades de combate, un parte bastante completo, en ese momento estaba completo —debo decirte que yo, por cierto, y no lo mencioné en aquel momento, frente al peligro de un ataque sorpresivo, le sugerí al jefe militar soviético que dispersara algunos de los proyectiles estratégicos, que no los tuviera todos juntos en sus áreas de lanzamiento, porque corrían más riesgo frente a un ataque por sorpresa.  Le sugerí ese día 26 por la noche que dispersara una parte de los proyectiles, no fuera que se produjera un ataque y se destruyeran todos.  Eso se lo sugerí al mando militar soviético—, cuando me estaba dando ese parte y estaba discutiendo conmigo, ya Jruschov había mandado un mensaje Washington, más o menos sugiriendo lo que después se hizo.
Primero creo que habló ese mismo día 26 por la mañana un hombre de la Inteligencia soviética, y habló con alguien que tenía acceso al gobierno, sugiriendo posibles fórmulas que consistirían en retirar los proyectiles con garantías, con inspección de Naciones Unidas y que Estados Unidos diera garantía de no invadir a Cuba.  Nosotros no sabíamos absolutamente nada de eso, porque nos sentíamos casi en medio de la guerra.  Eso fue por la mañana.  Por la tarde Jruschov envió un mensaje a Kennedy, más o menos en los mismos términos, de que se podían retirar los proyectiles si había garantía de que Estados Unidos no invadiera a Cuba, la esencia del acuerdo que después se tomó.
Un poco más tarde, el día 27, surgen los cohetes de Turquía, que también se venían manejando desde unos días antes.  Kennedy mismo había pedido a los asesores que analizaran las consecuencias políticas de retirarlos.  Kennedy había empezado a elaborar la fórmula de retirar los cohetes de Turquía si Jruschov retiraba los cohetes de Cuba.
Nosotros no hubiéramos aceptado esa fórmula, nos habría parecido un cambio, un rejuego inadmisible, habríamos estado opuestos a eso; pero ya los cohetes de Turquía empezaron a manejarse y el día 27 Jruschov habló y creo que la radio soviética habló de los cohetes de Turquía.  Ahí se cruzaron algunos cables, se cruzaron algunas líneas de acción, venían mensajes en un sentido y en otro.  Por eso te digo que había vacilación, había dudas.
El día 28 nos enteramos tanto del acuerdo como de la trasmisión sobre el cambio de los cohetes de Turquía por los cohetes de Cuba, y eso nos insultó mucho más todavía.  Realmente, estábamos indignados, insultados por eso; nosotros, que nos habíamos mostrado con una gran firmeza, con una gran limpieza, con una gran lealtad, teníamos razones sobradas para sentirnos insultados e indignados de lo que había ocurrido, y esa noticia la supimos el día 28 por la mañana.

María Shriver.-  ¿Entonces Jruschov nunca conversó con usted personalmente acerca de retirar los misiles y poner fin a la crisis?

Fidel Castro.-  Todo lo contrario, el día 22 fueron las declaraciones de Kennedy y el día 23 recibo la más enérgica carta de Jruschov diciendo que era un acto vandálico, un acto de piratería, un acto de violación del derecho internacional, que la cuarentena era inadmisible y todo eso.  La más enérgica de las cartas la recibo yo de parte de Jruschov el día 23, la de un hombre que está decidido, la de un hombre que está firme, la de un hombre que no vacila.  Por ahí está la carta.
Esta la recibo el 23 —tú sabes que hay una diferencia de hora— después que recibió el mensaje del presidente Kennedy.  Dice:
“Consideramos esta declaración del gobierno de los Estados Unidos y la intervención de Kennedy del 22 de octubre como insólita injerencia en los asuntos de la República de Cuba, la violación de las normas del derecho internacional y de las reglas elementales que rigen las relaciones entre los estados y como un descarado acto provocativo contra la Unión Soviética.  La República de Cuba tiene todos los derechos igual que cualquier estado soberano a la defensa de su país y elección de sus aliados de acuerdo con su deseo.  Rechazamos las exigencias descaradas del gobierno norteamericano del control sobre el envío de las armas a Cuba y su aspiración de determinar aquí qué clase de armas puede tener la República de Cuba.  El gobierno de los Estados Unidos sabe perfectamente que ningún estado soberano permitirá inmiscuirse en sus relaciones con otros estados y no presentará las cuentas sobre las medidas tendientes hacia el robustecimiento de la defensa de su país.
“Respondiendo a la intervención de Kennedy el Gobierno Soviético hace la declaración en que expresa la protesta más decidida contra las acciones piratescas del gobierno norteamericano y marca estas acciones como pérfidas y agresivas respecto a los estados soberanos y declara su decisión de luchar activamente contra tales acciones.
“Impartimos instrucciones a nuestro representante en el Consejo de Seguridad en el sentido de plantear urgentemente ante el Consejo la cuestión sobre la violación de parte de los Estados Unidos de las normas del derecho internacional y de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas y declarar una decidida protesta contra las acciones agresivas y pérfidas del imperialismo norteamericano.
“Con motivo de la situación creada impartimos las instrucciones a los representantes militares soviéticos que se encuentran en Cuba sobre la necesidad de adoptar las medidas correspondientes y estar completamente listos.
“Estamos seguros de que las acciones emprendidas por los imperialistas norteamericanos y tendientes de quitarle a la República de Cuba su derecho legítimo al robustecimiento de su poderío defensivo y defensa de su patria, provocarán la airada protesta de todos los pueblos amantes de la paz y promoverán el movimiento de las más amplias masas en defensa de la justa causa de la Cuba Revolucionaria.
“Le enviamos, compañero Castro, y a todos sus compañeros de arma nuestro cálido saludo y expresamos nuestra firme seguridad de que los planes agresivos de los imperialistas norteamericanos sufrirán el fracaso.
“N. Jruschov”
Esa es la carta que yo recibo del aliado.  Puede haber habido otras comunicaciones u otras cosas, pero nada sobre la idea de la proposición a Kennedy el día 26, nada sobre la proposición a Kennedy el día 27.

María Shriver.-  Así que usted no sabía nada de que la crisis había terminado.

Fidel Castro.-  No, no sabíamos que la crisis iba por ese camino mediante las concesiones casi incondicionales que hizo Jruschov.
Entonces nos dejaron aquí todo:  nos dejaron el bloqueo, nos dejaron la guerra sucia, nos dejaron la base de Guantánamo, nos dejaron los ataques piratas.
Los puntos nuestros son:  cese del bloqueo económico —esto en esencia—, cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y explosivos; cese de los ataques piratas, cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval, retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.  Ahí están nuestras demandas.
Entonces se habló de los cohetes de Turquía, se habló de la retirada de los proyectiles con una hipotética garantía de no invadir a Cuba, y no se habló de ninguna de estas cosas, que eran las que realmente interesaban a Cuba.  Y creo que este fue un grave error de la Unión Soviética ante la opinión mundial, porque si nosotros hubiéramos hecho las cosas bien, sí se habría producido una reacción de la opinión favorable a nosotros; si nosotros hubiéramos hecho el convenio, si lo hubiéramos publicado, si hubiéramos actuado de la forma que yo les propuse a los soviéticos, habríamos tenido la opinión muy dividida, por lo menos, y una gran parte de la opinión a favor de nosotros.  Pero es que Estados Unidos pudo presentar a la URSS como en una actitud desleal, en una actitud de engaño, mintiendo.
La política de Jruschov le dio oportunidad a Estados Unidos de presentar el problema ante la opinión mundial desde el ángulo más favorable para ese país y desde el ángulo más desfavorable a la Unión Soviética.  Al hablar la Unión Soviética de los cohetes de Turquía, ¿qué le estaba diciendo a la opinión pública mundial?  No le estaba diciendo absolutamente nada, sino, sencillamente, que estaba dispuesta a cambiar a Turquía por Cuba, y eso no tenía nada que ver con el marxismo-leninismo ni con el internacionalismo proletario ni con la solidaridad internacional, con nada.
Y hay una cosa que debo añadirte, hubo cambio de cohetes, y no solo los de Turquía sino también los de Italia, los dos.  La administración norteamericana se comprometió —no públicamente pero sí secretamente— con la Unión Soviética a retirar los proyectiles de Turquía y a retirar los proyectiles de Italia, que eso nunca se ha dicho, nunca se afirma, pero yo lo sé.
Cuando en el año 1963 visité la Unión Soviética, Jruschov me leyó las comunicaciones que recibió de Estados Unidos, y en una de ellas su embajador le informaba de una comunicación con un funcionario llamado Thompson o Johnson —no recuerdo exactamente—, y el embajador le está explicando a Jruschov con todos los detalles; hay un traductor al lado mío —eso es en Zadivovo, una finca de caza que tenían los soviéticos allí para recibir visitantes; Jruschov se había ido dos días, me invitó allá para hablar con calma, había bastante frío todavía en aquella época— y Jruschov me está leyendo el documento, que le envía su embajador de las comunicaciones con Thompson, muchos documentos.  Jruschov está medio irritado porque la administración norteamericana le está exigiendo más, le está exigiendo algo con relación a Cuba, y le está diciendo:  “Algo va a pasar”, insinuando una amenaza.  Jruschov me enseña su carta respuesta en que le dice:  “Algo va a pasar, pero algo increíble.”
En una de esas cartas Jruschov me está leyendo lo que los norteamericanos le ha dicho al embajador, y este funcionario, Thompson, le dice al embajador norteamericano:  “Como usted sabe, nosotros hemos acordado la retirada de los cohetes de Turquía y de Italia.”  Y le digo yo a Jruschov:  “Espere un momento, haga el favor, repítame eso.”  Dice:  “Como usted sabe, nosotros hemos acordado la retirada de los cohetes de Turquía y de Italia.”  Y miro yo a Jruschov y él hace un gesto así afirmativamente y se ríe, con esa carita pícara que tenía, porque Jruschov era una persona muy simpática, muy comunicativa.
Déjeme decirle que yo guardo un gran recuerdo de Jruschov; independientemente de las críticas históricas que estoy haciendo aquí, siento hacia Jruschov un gran sentimiento de gratitud por la ayuda que nos dio en los primeros tiempos, cuando empezó el bloqueo de Estados Unidos, por la ayuda que nos dio en el suministro de armas, por las cosas que hizo.
Creo que Jruschov tenía una especial predilección por Cuba, una especial debilidad por Cuba, quería mucho a Cuba, fue paciente con nosotros, muchísimo; porque este conflicto que se inicia en la Crisis de Octubre duró años, y nosotros fuimos muy duros, muy ásperos después de aquello, hasta que pasaron los años y nos dimos cuenta de que no tenía sentido ya mantener indefinidamente aquel agravio, y tratamos de mejorar y de manejar indefinidamente aquel agravio, y tratamos de mejorar y de manejar las relaciones con los soviéticos.  Pero Jruschov quería a Cuba, respetaba a Cuba y admiraba a Cuba, solo que en aquellos momentos trágicos, dramáticos y difíciles hizo cosas que no debió hacer.
Pienso que la Crisis de Octubre pudo haber terminado bien, pudo haber terminado en paz, pero con una solución mucho más digna, mucho más honorable, con una paz mucho más honorable, y se habrían tenido en cuenta y se habrían resuelto los problemas fundamentales de Cuba, que estaban en nuestras demandas de aquellos cinco puntos, que eran demandas inobjetables; pero el mal manejo de la crisis que hizo Jruschov evitó que se lograra eso.
Ahora bien, ¿por qué él corrió los riesgos?, ¿corrió los riesgos por amor a Cuba?  Pienso que en la decisión de traer los cohetes había el propósito de mejorar la correlación de fuerzas.  No dudo de que quería proteger a Cuba, pero pienso que posiblemente el objetivo fundamental era mejorar la correlación de fuerzas y mejorar la posición defensiva de la Unión Soviética.  Ese ha sido mi criterio durante estos años y todavía ahora es mi criterio.


Tercer programa

María Shriver.- 
Quisiera pedirle que leyera la carta que usted le envió a Jruschov el día 26.

Fidel Castro.-  Esto realmente salió entre la noche del 26 y la madrugada del 27.  Dice:
“La Habana, 26 de Octubre de 1962.

“Querido compañero Jruschov:
“Del análisis de la situación y de los informes que obran en nuestro poder considero que la agresión es casi inminente dentro de las próximas 24 ó 72 horas.
“Hay dos variantes posibles:  la primera y más probable es el ataque aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado de destruirlos; la segunda, menos probable, aunque posible, es la invasión.  Entiendo que la realización de esta variante” —la invasión— “exigiría gran cantidad de fuerzas y es además la forma más repulsiva de agresión, lo que puede inhibirlos.
“Puede estar seguro que resistiremos firme y decididamente el ataque sea cual fuere.
“El estado moral del pueblo cubano es sumamente alto y se enfrentará al agresor heroicamente.
“Deseo en estos instantes expresarle en palabras muy breves una opinión personal.
“Si tiene lugar la segunda variante y los imperialistas invaden a Cuba con el fin de ocuparla, el peligro que tal política agresiva entraña para la humanidad es tan grande que después de ese hecho la Unión Soviética no debe permitir jamás las circunstancias en las cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer golpe nuclear.
“Le digo esto, porque creo que la agresividad de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si ellos llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la Ley y la moral universal, como invadir a Cuba, ese sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra.
“Influye en esta opinión ver cómo se desarrolla esta política agresiva, cómo los imperialistas a despecho de la opinión mundial, por encima de los principios y del derecho, bloquean los mares, violan nuestro espacio aéreo y preparan la invasión, mientras por otra parte hacen fracasar toda posibilidad de negociación, a pesar de que saben la gravedad del problema.
“Ud. ha sido y es un incansable defensor de la paz, comprendo cuán amargas han de ser estas horas, cuando los resultados de sus esfuerzos sobrehumanos son amenazados tan seriamente.  Hasta el último momento, no obstante, mantendremos la esperanza de que la paz se salve y estamos dispuestos a contribuir con lo que esté a nuestro alcance.  Pero al mismo tiempo, nos disponemos con serenidad a enfrentar una situación que vemos muy real y muy próxima.
“Le expreso una vez más la gratitud infinita y el reconocimiento de nuestro pueblo al pueblo soviético que tan generoso y fraternal ha sido con nosotros, y nuestra profunda gratitud y admiración a Ud., así como el deseo de éxito en la enorme tarea y graves responsabilidades que tiene en sus manos.
“Fraternalmente,
“Fidel Castro.”

Esa es la carta que, afortunadamente, como la hice a mano, la garabateé y alguien se la iba traduciendo al embajador ruso, que lo que mandó para allá...  Esto es lo que envié.  Cómo se tradujo eso, cuando no había ni buenos traductores, y yo tenía que repetir y volver a repetir y volver a repetir, no sé; pero esta es la carta.

María Shriver.-  ¬¿Y Jruschov la entendió de forma diferente a como usted la envió?

Fidel Castro.-  ¬Creo que no la entendió bien.  Creo que él decía que yo estaba proponiendo un primer golpe y yo no estaba proponiendo un primer golpe, ni siquiera, incluso, si nos atacaban aquí con aviación.
Si se producía una invasión —es como dice— para ocupar el país y se atacaba al ejército soviético, al ejército cubano y al pueblo cubano.  Yo tenía temor de que vacilara y le dieran un primer golpe aquí y un primer golpe en todas partes.  Ese era el temor que tenía, y que les fuera a ocurrir lo que le ocurrió en la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, él no entendió bien —por ahí hay otra carta—, porque él me mandó una carta después, cuando ya la crisis había cedido, una carta muy quejosa diciendo que yo le había aconsejado un primer golpe, y eso no tiene nada que ver con esta carta.

María Shriver.-  ¬Su hijo me dijo que Jruschov pensó que usted estaba demasiado exaltado en aquellos momentos.

Fidel Castro.-  ¿Y el hijo no se sabe dónde estaba?  Debe haber estado tomando refresco en su casa.  Bueno, no sé, yo estaba en el medio del combate.
Jruschov en una carta me dice:
“Hemos formado la opinión que nuestros cohetes estratégicos en Cuba se convirtieron en una fuerza atractiva para los imperialistas:  se asustaron y a causa del temor de que los cohetes sean puestos en marcha” —era la lógica de Jruschov—, “podían atreverse a liquidarlos por medio del bombardeo o realizar la invasión a Cuba.  Y hay que decir que podían ponerlos fuera de combate.  Por lo tanto, repito, su alarma tenía todos los fundamentos.
“En su cable del 27 de octubre usted nos propuso que fuéramos primeros en asestar el golpe nuclear contra el territorio del enemigo.   Usted, desde luego, comprende a qué llevaría esto.  Esto no sería un simple golpe, sino el inicio de la guerra mundial termonuclear.
“Querido compañero Fidel Castro, considero esta proposición suya como incorrecta, aunque comprendo su motivo.”
A este punto le contesto yo:
“Usted entiende que sí fuimos consultados antes de adoptar la decisión de retirar los proyectiles estratégicos.  Se basa en las noticias alarmantes que dice llegaban de Cuba y por último mi cable del 27 de octubre.  No sé cuáles noticias recibió usted; solo respondo del mensaje que le envié la noche del 26 de octubre, recibido por usted el 27.
“Lo que hicimos frente a los acontecimientos, compañero Jruschov, fue prepararnos y disponernos a luchar.  En Cuba solo hubo una clase de alarma:  la alarma de combate.  Cuando a nuestro juicio el ataque imperialista se hizo inminente estimé conveniente comunicárselo a usted y alertar tanto al Gobierno como al Mando soviético —ya que había fuerzas soviéticas comprometidas a luchar junto a nosotros en la defensa de la República de Cuba de una agresión exterior— acerca de la posibilidad de un ataque que no estaba en nuestras manos impedir, aunque sí resistir.
“Le expresé que la moral de nuestro pueblo era muy alta y que la agresión sería resistida heroicamente.  Al final del mensaje le reiteré de nuevo que esperábamos con serenidad los acontecimientos.
“El peligro no podía impresionarnos, porque lo hemos sentido gravitar sobre nuestro país durante mucho tiempo y en cierto modo nos hemos acostumbrado a él.
“Los hombres soviéticos que han estado junto a nosotros saben cuán admirable ha sido la actitud de nuestro pueblo durante esta crisis y qué honda hermandad se creó entre los hombres de uno y otro pueblo en las horas decisivas.  Muchos ojos de hombres, cubanos y soviéticos, que estaban dispuestos a morir con suprema dignidad, vertieron lágrimas al saber la decisión sorpresiva, inesperada y prácticamente incondicional de retirar las armas.
“Usted quizás no conozca hasta qué grado el pueblo cubano se dispuso a cumplir su deber con la patria y con la humanidad.
“No ignoraba cuando las escribí que las palabras contenidas en mi carta podían ser mal interpretadas por usted y así ha ocurrido, tal vez porque no las leyó detenidamente, tal vez por la traducción, tal vez porque quise decir mucho en demasiadas pocas líneas.  Sin embargo, no vacilé en hacerlo.  ¿Cree usted compañero Jruschov que pensábamos egoístamente en nosotros, en nuestro pueblo generoso dispuesto a inmolarse, y no por cierto de modo inconsciente, sino plenamente seguro del riesgo que corría?
“No, compañero Jruschov, pocas veces en la historia y hasta podría decirse que ninguna, porque nunca tan tremendo peligro corrió sobre pueblo alguno, se dispuso un pueblo a luchar y a morir con sentido tan universal de su deber.
“Nosotros sabíamos, no presuma usted que lo ignorábamos, que habríamos de ser exterminados, como insinúa en su carta, caso de estallar la guerra termonuclear.  Sin embargo, no por eso le pedimos que retirara los proyectiles, no por eso le pedimos que cediera.  ¿Cree acaso que deseábamos esa guerra?  ¿Pero cómo evitarla, si la invasión llegaba a producirse?  Se trataba precisamente de que este hecho era posible, de que el imperialismo bloqueaba toda solución y sus exigencias eran desde nuestro punto de vista imposibles de aceptar por la URSS y por Cuba.
“Y si el hecho se producía, ¿qué hacer con los dementes que desatasen la guerra?  Usted mismo ha afirmado que en las condiciones actuales la guerra inevitablemente se transformaría en guerra termonuclear, rápidamente.
“Yo entiendo que una vez desatada la agresión, no debe concederse a los agresores el privilegio de decidir, además, cuándo se ha de usar el arma nuclear.  El poder destructivo de esta arma es tan grande y tal la velocidad de los medios de transporte, que el agresor puede contar a su favor con una ventaja inicial considerable.
“Y yo no sugerí a usted, compañero Jruschov, que la URSS fuese agresora, porque eso sería algo más que incorrecto, sería inmoral e indigno de mi parte; sino que desde el instante en que el imperialismo atacara a Cuba y en Cuba las fuerzas armadas de la URSS destinadas a ayudar a nuestra defensa en caso de ataque exterior, y se convirtieran los imperialistas por ese hecho en agresores contra Cuba y contra la URSS, se les respondería con un golpe aniquilador.
“Cada cual tiene sus propias opiniones y yo sostengo la mía acerca de la peligrosidad de los círculos agresivos del Pentágono y su tendencia al golpe preventivo.  No le sugerí a usted, compañero Jruschov, que en medio de la crisis la URSS atacara, que tal parece desprenderse de lo que me dice en su carta, sino que después del ataque imperialista, la URSS actuara sin vacilaciones y no cometiera jamás el error de permitir las circunstancias de que los enemigos descargasen sobre ella el primer golpe nuclear.  Y en ese sentido, compañero Jruschov, mantengo mi punto de vista, porque entiendo que era una apreciación real y justa de una situación determinada.  Usted puede convencerme de que estoy equivocado, pero no puede decirme que estoy equivocado sin convencerme.
“Sé que este resulta ser un tema tan delicado que solo en circunstancias como esa y en un mensaje muy personal se podía abordar.
“Usted se preguntará qué derecho tenía yo a hacerlo.  Lo abordé sin importarme cuán espinoso era, siguiendo un dictado de mi conciencia como un deber de revolucionario e inspirado en el más desinteresado sentimiento de admiración y cariño hacia la URSS, a lo que ella representa para el futuro de la humanidad y la preocupación de que nunca más vuelva a ser víctima de la perfidia y la traición de los agresores como lo fue en 1941, lo que tantos millones de vidas y destrucción costó.  Además, el que le hablaba no era un azuzador, sino un combatiente desde la trinchera de mayor peligro.
“No veo cómo puede afirmarse que fuimos consultados de la decisión tomada por usted.
“Nada puedo desear más en estos instantes que estar equivocado.   Ojalá sea usted quien tenga toda la razón.
“No son unos cuantos como le han informado a usted, sino muchos los cubanos que en este momento viven instantes de indecible amargura y tristeza.
“Los imperialistas ya empiezan de nuevo a hablar de invadir al país, como prueba de lo efímeras y poco dignas de confianza que son sus promesas.  Nuestro pueblo, sin embargo, mantiene inquebrantable su voluntad de resistir a los agresores y quizás más que nunca necesite confiar en sí mismo y en esa voluntad de lucha.
“Lucharemos contra las circunstancias adversas, nos sobrepondremos a las dificultades actuales y saldremos adelante sin que nada pueda destruir los lazos de amistad y gratitud eterna hacia la URSS.
“Fraternalmente,
“Fidel Castro.”
Esa es la respuesta, un poco larga, pero te la leí.

María Shriver.-  ¬Señor Presidente, si tuviera que analizar retrospectivamente la Crisis de Octubre, ¿consideraría que fue una buena decisión aceptar los misiles soviéticos?

Fidel Castro.-  ¬Pienso —como te expliqué— que era un deber ineludible, y cuando uno siente que tiene un deber que cumplir no lo puede analizar desde el punto de vista de mayores conveniencias o menores conveniencias, de mayor sabiduría o menor sabiduría.  Es como si tú le preguntaras, por ejemplo, a Cristo si fue sabio o no dejarse crucificar en la cruz, o le preguntara a mucha gente en el mundo, que murieron por algo, si fue justo dejarse quemar vivos, si fue justo sufrir tormentos, sufrir suplicios.  Esa misma pregunta se la pudieras hacer a cuanto santo ha habido en este mundo, porque muchas veces murieron por no renegar de sus ideas, murieron por un deber.
Así que a la luz de la ética y a la luz del deber no tengo ninguna duda.  A la luz de los conceptos que nosotros teníamos de la Unión Soviética, de la confianza que teníamos en la Unión Soviética, del prestigio, de la historia y de la gloria de la Unión Soviética, de la sabiduría de la Unión Soviética que suponíamos muy grande, no puedo decir que haya sido un error o una falta de sabiduría eso.  Creo que en este caso a los que les faltó sabiduría fue a los soviéticos, no a nosotros.
Ahora, si yo hubiera sabido la correlación de fuerzas real existente, si hubiera sabido cuántos cohetes tenía la Unión Soviética y cuántos cohetes tenía Estados Unidos, cuál era la fuerza de cada uno de esos países...  Yo suponía que la URSS tendría, por lo menos, unos cuantos cientos de proyectiles estratégicos; tampoco les iba a preguntar exactamente cuántos tenían, porque esas preguntas no se hacen, ni me lo iban a decir, lo hubieran podido considerar como una imprudencia, una temeridad, hubiera parecido una presunción de mi parte decirles:  Oigan, ¿díganme exactamente cuántos cohetes tienen ustedes?  Eso ningún gobierno lo responde, ninguna persona en su sano juicio hace preguntas de ese tipo; pero evidentemente mucha gente creía que la URSS, que ya había hecho exploraciones en el espacio —había sido la primera en conquistar el espacio, había enviado un hombre alrededor de la Tierra que había regresado exitosamente— tendría, por lo menos, unos cuantos cientos de proyectiles estratégicos.  Sin embargo, según se ha podido investigar después en todas estas discusiones y en todos estos análisis, la URSS no tenía cientos de proyectiles estratégicos, tenía unos 50, 60, 70, según informó un militar soviético que estuvo en la última reunión entre soviéticos, norteamericanos y cubanos, en La Habana.  Habría que añadirles los proyectiles de los submarinos, los proyectiles de la aviación y las armas nucleares tácticas; pero al parecer se ha comprobado que el número de proyectiles estratégicos soviéticos en aquella época eran unas cuantas decenas.  Por eso la presencia de 42 proyectiles aquí —y me reafirmo más en mi criterio— y la proximidad de esos proyectiles de Estados Unidos, mejoraba la situación militar de la Unión Soviética en relación con Estados Unidos.
Ahora, si yo hubiera sabido que los soviéticos solo tenían unas cuantas decenas de proyectiles estratégicos —como dije en la reunión aquí en La Habana—, les habría aconsejado prudencia y les habría dicho:   hay que ser prudentes.  Es decir, les habría recomendado, por su bien, que no hicieran eso; pero el secreto de la correlación de fuerzas lo conocían ellos y no lo conocíamos nosotros.  De haberlo conocido, lo más sabio habría sido hacer otras cosas:  esperar y buscar otras fórmulas, porque —a mi juicio— como te dije antes, había formas de garantizar la seguridad de Cuba sin los proyectiles estratégicos.
Pero los proyectiles nos planteaban a nosotros un problema moral muy serio.  ¿Pedimos por un lado que nos apoyen, pedimos por un lado que corran riesgos, y por otro lado decimos que no estamos dispuestos a correr ningún riesgo?  No habría sido equitativo, no habría sido justo, no habría sido moral.  Esa era nuestra posición.

María Shriver.-  ¬¿Así que si tuviera usted que hacerlo nuevamente, no aceptaría los misiles?

Fidel Castro.-  ¬¿Con los elementos de juicio que tengo ahora?

María Shriver.-  ¬Exactamente.

Fidel Castro.-  ¬No lo aceptaría; con la experiencia de las vacilaciones que demostraron los soviéticos, no los aceptaría; con la experiencia de los errores con que se manejó después el aspecto político de la cuestión y la opinión pública, no los aceptaría.  No los aceptaría yo ni los compañeros que tomamos la decisión de aceptar aquellos proyectiles.

María Shriver.-  ¬¿En los momentos de la crisis, quién controlaba en Cuba las ojivas nucleares, los cohetes nucleares tácticos?  ¿Quién controlaba esas armas en aquel momento?

Fidel Castro.-  ¬Según se ha podido comprobar históricamente, por las declaraciones de todas las partes, y eso quedó muy claro aquí en la última reunión en presencia de un grupo de norteamericanos, entre ellos el señor McNamara, la facultad de usar los cohetes tácticos estaba en manos del mando soviético en Cuba, que tenía la facultad de usar esos proyectiles tácticos en caso de invasión sin consultar.  Pero, algo más, el jefe del regimiento de proyectiles nucleares tácticos tenía facultad para decidir el uso de esos cohetes nucleares tácticos en caso de invasión, en caso de combate.  Eso, realmente, asombró a McNamara de una manera extraordinaria, y le preocupó enormemente; pero quedó establecido claramente que esa facultad era del mando general soviético en Cuba y, en último término, en última circunstancia, del jefe del regimiento de los cohetes tácticos.

María Shriver.-  ¬No de Fidel Castro.

Fidel Castro.-  ¬Nosotros no teníamos la dirección sobre el armamento nuclear soviético.  Es decir, a lo mejor si les doy una orden en aquellas circunstancias especiales la cumplen, pero no tengo ninguna seguridad, no tengo elementos de juicio para aceptar eso.  No estaban bajo nuestro mando, y en el convenio está así, el convenio que yo redacté arreglando el convenio que propusieron ellos.
“Artículo 10:  Ambas partes convienen en que las unidades militares de cada Estado estarán bajo el mando de sus respectivos gobiernos, los que determinarán coordinadamente el empleo de sus correspondientes fuerzas para rechazar la agresión exterior y restaurar la paz.”
Pero cuando la guerra estalla no se sabe bien quién manda:  un coronel, un general, un jefe de regimiento, un jefe de división, un jefe de Estado Mayor, un jefe de una tropa aliada, o nadie manda; todo eso puede pasar en una guerra.

María Shriver.-  ¬Señor Presidente, ¿en el momento de la Crisis de Octubre, cuán próximos cree que estuvimos a la guerra nuclear?

Fidel Castro.-  ¬Creo que, de acuerdo con los pasos que dio cada cual, estuvimos bastante próximos a la guerra nuclear, bastante próximos, porque se creó una situación casi sin salida, y para el propio Kennedy la situación era muy difícil por las razones que te expliqué anteriormente de que él creyó los informes que le envió Jruschov en diferentes ocasiones, a través de Dobrinin, que conversó con Robert y que conversó también con Kennedy, y confió en eso y apoyó su política, frente a las presiones internas, en aquellas informaciones que le dio Jruschov.
Se creó una situación muy difícil para ambas partes, lo que podemos decir es que afortunadamente no se produjo la guerra.  Cualesquiera que sean mis inconformidades, mis disgustos, mi convicción de que pudo evitarse la crisis y pudo evitarse de una manera honorable y digna, independientemente de eso, creemos que fue una verdadera fortuna que no se produjera la guerra.  En ese sentido, hay que atribuirle algún mérito a Jruschov, puesto que él cedió; después de haber cometido errores muy serios hizo concesiones muy grandes.  No sé si me habría atrevido a hacer las concesiones que hizo Jruschov, por lo menos en mi estado de ánimo no estaba hacer esas concesiones, se lo digo con toda franqueza.

María Shriver.-  ¬En aquellos momentos era usted un hombre muy joven, solo llevaba un par de años en el poder.  Durante esa crisis el presidente Kennedy estaba en la Casa Blanca reunido, tomando decisiones; el señor Jruschov estaba en el Kremlin reunido, tomando decisiones.  Me pregunto, ¿dónde estaba usted en aquellos momentos de la crisis?

Fidel Castro.-  ¬En aquellos momentos —como le dije— desde la tarde del día 23 dimos la orden de alarma de combate, nos dedicamos a movilizar toda la fuerza armada, comprobar la movilización de toda la fuerza armada cubana, que estaba constituida por cientos de miles de hombres, miles de piezas de artillería antiaérea, artillería en general, tanques, y, aparte de los momentos en que teníamos que reunirnos, analizar algunas cosas, casi todo el tiempo me lo pasé recorriendo las unidades militares.  Visité las unidades cubanas, visité las unidades soviéticas, pude apreciar allí que estaban indefensas frente al vuelo rasante; más de una vez vi los aviones volando rasantes, y estuve casi todo el tiempo moviéndome en esos días que duró la crisis.
El puesto de mando soviético lo visité, el puesto de mando cubano, el puesto de mando de las unidades cubanas, el puesto de mando de los cohetes antiaéreos, todas esas instalaciones las visité, a eso dedicaba casi todo el día.  No soy un hombre de oficina, tengo el hábito de moverme mucho y en aquellos tiempos, como tenía menos experiencia que ahora, estaba mucho más joven, entonces podía moverme ampliamente y estaba casi todo el tiempo en la calle visitando las unidades militares y levantando la moral —levantando no, la moral estaba muy alta, apuntalando, impulsando, apoyando la moral del pueblo.
Debo decirte que en toda aquella situación no vi un solo ciudadano vacilar, no vi un solo soldado vacilar, no vi un solo ciudadano con pánico, por eso el peligro de guerra nuclear es real, porque sencillamente no asusta a la gente; es increíble, hay cosas de otro carácter que producen más pánico que el peligro de una guerra nuclear; vivimos esa experiencia.
Un hombre definió eso, hay un compañero que un día le estoy comentando sobre eso y dice:  “Es que un arma nuclear duele menos que un alfiler.”  Con esa mentalidad, desgraciadamente, que tiene mucha gente, consideran que en una guerra nuclear o se vive o se muere.
Yo viví la experiencia de haber tratado con miles y miles de personas y no les vi temor ante un peligro real, de modo que si vamos a confiar la paz al temor de la gente no habrá paz.  Creo que la paz habrá que basarla en la inteligencia de los hombres, en el sentido común de los hombres, en la conciencia de los hombres, en la capacidad de los hombres de gobernarse y no en el temor de los hombres.  El temor no es una barrera suficientemente fuerte para evitar una guerra nuclear, es mi opinión.

María Shriver.-  ¬¿Cuál cree usted que es para el mundo la mayor lección que deja la Crisis de Octubre?

Fidel Castro.-  ¬Creo que la Crisis de Octubre ayudó mucho a la distensión, pienso que ayudó a tomar conciencia del peligro, y a partir de la Crisis de Octubre se inicia la era de distensión en el mundo.  Hasta entonces la tensión crecía, crecía y crecía, después de la Crisis de Octubre empezó a decrecer la tensión internacional.  Duró mucho tiempo, se mantuvo el peligro de guerra mucho tiempo, prosiguió la carrera armamentista, hay todavía armas nucleares para destruir varias veces la Tierra, pero fue a partir de la Crisis de Octubre que se tomó mayor conciencia que nunca del peligro nuclear.

María Shriver.-  No ha habido una repercusión duradera de la Crisis de Octubre en la Unión Soviética, o lo que fue la Unión Soviética, ni tampoco en Estados Unidos; sin embargo, ustedes han tenido que seguir viviendo con un bloqueo.  ¿Cuál es ahora su visión sobre esto?

Fidel Castro.-  ¬Nosotros —como te dije antes— hemos tenido que seguir con el bloqueo económico, la base naval, la hostilidad de Estados Unidos, con muchos de los problemas que teníamos entonces hemos tenido que seguir.  No hay ataques piratas, no hay guerra sucia en el estilo clásico, pero varios de los puntos fundamentales de las cuestiones que más nos afectaban en aquella época nos afectan todavía.  Nosotros fuimos los que menos ganamos con el tipo de solución que se le dio a la Crisis de Octubre.

María Shriver.-  ¬¿Así que, digamos, si la crisis hubiera sido diferente, si Jruschov le hubiera consultado a usted, la solución habría sido tal que ustedes se encontrarían hoy en la familia de las naciones del mundo?

Fidel Castro.-  ¬Bueno, nosotros estamos en la familia de las naciones del mundo, estaríamos en otra situación.  Pero bastaba con que Jruschov hubiera dicho que estaba dispuesto a retirar los proyectiles con garantías que fuesen satisfactorias a Cuba, bastaba casi una frase y entonces se hubiera resuelto la crisis, porque nadie hubiera estado dispuesto a ir a una guerra nuclear por la base de Guantánamo, o por un bloqueo económico, o por un acto de hostilidad contra un país pequeño, ¡nadie lo habría estado!  La misma fórmula que se aplicó, pero había que añadirle una frase:  Nosotros estamos dispuestos a retirar los proyectiles si Estados Unidos da garantías satisfactorias a Cuba, y si Cuba hubiera podido tomar parte en esa discusión y hubiera podido presentar cuáles eran las garantías satisfactorias al país.  Bastaba casi una frase y habría cambiado aquello, porque después de que Jruschov estuviera en disposición de retirar los proyectiles nadie habría estado dispuesto a ir a una guerra nuclear por cosas intrascendentes para Estados Unidos y para el mundo, y que, en cambio, sí tenían mucha importancia para Cuba.

María Shriver.- ¬ ¿Entonces se diría que Jruschov lo humilló a usted y a Cuba por la forma en que puso fin a la crisis?

Fidel Castro.-  ¬Jruschov no quería humillarnos, eso no es lo que estaba en su mente.  Él se había embarcado en una situación muy peligrosa, había cometido errores serios, las cosas no salieron como él pensaba que iban a salir, y Jruschov era realmente un hombre amante de la paz, eso lo puedo asegurar; era un hombre que se desvivía por la paz, y los esfuerzos que hacía en el terreno militar los hacía ante el temor de ver repetirse la experiencia que había vivido hacía apenas 20 años la Unión Soviética.
La invasión nazi a la URSS creó, no solo en Jruschov, sino en todo el pueblo soviético, un enorme trauma.  Por eso le daban tanta importancia a la defensa, por eso le daban tanta importancia a estar preparados militarmente porque temían la guerra.  Todo lo que hizo Jruschov fue por temor a la guerra, pero lo que hizo con relación a Cuba no lo hizo bien.  Sé que era un hombre íntimamente amante de la paz, deseoso de la paz, un hombre de familia, un hombre que jugaba mucho con los nietos, tenía obsesión, un enorme cariño por los nietos, por los niños.  A Jruschov realmente yo le admiro muchas cosas —vuelvo a repetir—, a pesar de mis críticas con relación a este episodio, y era un hombre de paz; Jruschov no quería la guerra en realidad, y en el momento en que se creó la crisis y el peligro de guerra fue muy real, él no estaba pensando en humillar a Cuba, estaba pensando en evitar la guerra, pero en la forma en que lo hizo humilló a Cuba.

María Shriver.-  ¬¿Piensa usted que el presidente Kennedy era demasiado joven e inexperto para manejar la crisis?

Fidel Castro.-  ¬Pienso que Kennedy fue demasiado joven a raíz de lo de Girón, a raíz de aquella expedición organizada por el gobierno anterior, por Eisenhower, por Nixon, y que su actuación al autorizar que siguiera adelante la expedición de Girón demostró inmadurez e inexperiencia.  Sin embargo, después de que ocurrieron los acontecimientos dio pruebas de serenidad, de valentía, sobre todo cuando dijo aquella frase de que la victoria tenía muchos padres y que la derrota era huérfana.
Kennedy fue sereno, ecuánime, realmente; no se dejó arrastrar por un espíritu de escalada, pero ya cuando se produce la Crisis de Octubre, tenía más madurez, más experiencia, sus cuadros tenían también más experiencia y más madurez.  Fue bien aconsejado, fue sereno, y, en cierto sentido, aunque no tenía la razón legal, puesto que los propios Estados Unidos habían instalado cohetes secretamente en otros países y habían llevado sus armas nucleares a decenas de países, a veces secretamente y a veces públicamente, aunque Kennedy no tenía la razón legal, Jruschov le dio la posibilidad de presentarse con una posición moral y política más fuertes por el hecho de haberlo engañado directamente con las informaciones relativas a estos proyectiles.  No tenía que haberle dicho mentira, no tenía que haberle dicho nada, tenía que haber defendido el punto de vista de que Cuba tenía derecho a poseer las armas que fueran necesarias, y la URSS era libre de suministrar el tipo de armas que considerara conveniente para la defensa de Cuba; nada más, y no decir mentira.  En la mentira estuvo el gran error de Jruschov, y eso le dio una oportunidad a Kennedy de tomar la iniciativa y la supo tomar con inteligencia, con habilidad.  Kennedy demostró serenidad y capacidad a raíz de la Crisis de Octubre, es lo que yo debo decir con toda honestidad como adversario leal que fui de Kennedy.

María Shriver.-  ¬Por último, ¿diría usted entonces que la Crisis de Octubre de cierta manera aún continúa, porque continúa el bloqueo, continúa la cuarentena?

Fidel Castro.-  ¬Continúan algunas consecuencias muy negativas para Cuba de la Crisis de Octubre, o de la forma en que se resolvió la Crisis de Octubre.

María Shriver.-  ¬¿Cuáles, por ejemplo?

Fidel Castro.-  ¬El bloqueo fundamentalmente, número uno; la Base Naval de Guantánamo, dos; la hostilidad de Estados Unidos contra Cuba en todas partes; la falta de relaciones normales entre Estados Unidos y Cuba, que se hubieran podido establecer después de la Crisis de Octubre y en las cuales seguramente Kennedy estaba pensando, porque considero a Kennedy el hombre con suficiente autoridad y suficiente valor para haber hecho un cambio en la política con relación a Cuba.  Se conoce históricamente que la víspera de la muerte de Kennedy me visita un hombre que me trae un mensaje de él —un mensaje tácito, no escrito—:  Jean Daniel, el periodista francés, que conversa horas con Kennedy, quien lo manda a conversar conmigo y le pide que regrese a Estados Unidos y le informe de esa conversación.
Estaba casualmente conversando con este periodista francés, me lo llevé de La Habana para estar tranquilos.  Fue una prueba evidentísima de que Kennedy estaba recapacitando la situación de Cuba, estaba meditando sobre Cuba y qué hacer con relación a Cuba.
Como en ese momento, después de la crisis, gozaba de una gran autoridad, creo que era el hombre que estaba en condiciones de haber cambiado el tipo de relaciones que después prosiguieron entre Estados Unidos y Cuba.

María Shriver.-  ¬¿En estos momentos qué podría, realmente, hacer Estados Unidos y qué podría hacer Cuba para ponerle fin a la Crisis de Octubre?

Fidel Castro.-  ¬Es muy difícil de responder esa pregunta, porque es una situación muy compleja y no quiero adentrarme en ese tema.

María Shriver.-  ¬Es decir, ¿en cierto sentido para ustedes la crisis sigue viva?

Fidel Castro.-  Sigue viva, pudiera decirse, en cierto sentido.

María Shriver.-  ¿Eso lo entristece a usted?

¬Fidel Castro.-  Ni me alegra, ni me entristece; me mantiene ecuánime y sereno.  No puedo negar que preferiría mejores relaciones con Estados Unidos, igual que con cualquier otro país del mundo, pero no es para nosotros una cosa desesperadamente necesaria.

María Shriver.-  Es decir, ¿ustedes simplemente lo aceptan y siguen adelante?

Fidel Castro.-  ¬No depende de nosotros, eso depende de Estados Unidos.

María Shriver.-  ¬Hemos estado hablando de Cuba en el pasado, pero me pregunto si podría hacerle la pregunta al Presidente de cómo ve a Cuba en el futuro.  Claro, no estoy segura de si deba hacerle la pregunta, es decir, si usted cree que puede responderla.

Fidel Castro.-  ¬Estoy seguro de que puedo dar una respuesta muy breve.  Veo a Cuba con el mismo espíritu de lucha de aquellos días que estamos recordando en este momento, y la veo con optimismo a pesar de las enormes dificultades.  Nada más.

María Shriver.-  ¬Esta creo que es la respuesta más breve que usted ha dado en toda su historia, ¿no?

Fidel Castro.-  ¬Sí.

Ort: 

Palacio de la Revolución

Datum: 

26/09/1992