El quinteto de las epopeyas
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Estos son algunos de los versos de una de las canciones más conocidas del ya legendario Quinteto Rebelde, el que con su talento empírico correspondió al llamado del líder de la Revolución de utilizar la música como arma ideológica en los días de barbudos en la Sierra Maestra.
Fundado por Osvaldo Medina (marímbula) y sus hijos Alejandro (guitarra y cantante), Eugenio (cencerro) y Gerardo (maracas), además de su ahijado Alcides la O (cuatro), el grupo revela un extraordinario valor, tanto musical, como de documentación histórica. Forman parte de las memorias vivas de la patria.
Desmoralizaban al enemigo en el propio frente de batalla, dotados solo con instrumentos musicales y altoparlantes. Eran pertrechos sus boleros, guarachas y parodias de las canciones de moda: “Porque ninguno de nosotros sabía componer y al utilizar esas melodías ya conocidas, nos permitían que se pegaran más en la audiencia”, confiesa Alejandro.
Casi 60 años después del primer combate en el que participaron, el grupo continúa significando con su arte criollo y popular el proceso originario de la última etapa de la obra revolucionaria.
Destino La Plata
La familia Medina vivía en Tilita, una localidad serrana cercana al municipio de Contramaestre, en Santiago de Cuba, donde la producción cafetalera era la principal actividad.
Por los desmanes propios del gobierno de la época se quedaron sin las tierras que les proporcionaba el sustento. Esta adversidad obligó a Osvaldo a trasladarse con su esposa y 10 hijos hasta La Plata, en plena serranía granmense.
“Poco después de nuestra llegada, un lugareño dijo que debíamos tomar providencias porque justamente por esa zona había un bandido alzado con un grupo de hombres y que su nombre era Fidel Castro. Eso era lo que se decía de los revolucionarios, y semanas después recibimos en la casa a unos rebeldes y nos anunciaron que su líder iría por esos días para hablarles a los campesinos”, relata Eugenio.
Los inesperados visitantes se interesaron por la música que junto a su padre hacían aquellos bisoños, que no sobrepasaban los 16 años, y les prometieron comunicar a Fidel de sus hermosas y naturales interpretaciones.
“No recuerdo exactamente —apunta Eugenio— si fue en septiembre u octubre de 1957 que Fidel nos mandó a buscar. Él se encontraba en la casa del colaborador Julián Pérez. También estaban Celia Sánchez y otros combatientes. Fue la primera vez que cantamos para ellos. Al gran dirigente le dio mucha satisfacción conocer que papá había militado en el Partido Ortodoxo.
“Con el abrazo que le dio comenzaron una amistad entrañable, y un tiempo después le pidió autorización para establecer en parte de nuestras tierras la Comandancia General del Ejército Rebelde”.
“Cuando lo vi me causó una gran impresión —dice Alcides refiriéndose a Fidel—. Su personalidad inspiraba respeto, aun cuando usaba algunas jaranas de vez en cuando. A simple vista se notaba que era un guía innato”.
En el mes de abril de 1958 los rebeldes llevaron hasta La Plata los equipos para la planta de Radio Rebelde, instalada en la Comandancia de la Mesa, que dirigía el Che. Uno de los encargados, Eduardo Fernández, minutos antes de la primera trasmisión allí, propuso al grupo el nombre que hasta ahora los acompaña. “Llevábamos mucho tiempo cantando y no se nos había ocurrido identificarnos”, dice Alejandro.
El 14 de mayo de 1958, Día de las Madres, se cumplía con otro de los aciertos de Fidel: el Quinteto Rebelde le cantaba a Cuba, de manera incipiente, versos de esperanza y de enaltecimiento a los combatientes. Recuerda Alcides que desde entonces “todos los domingos a la misma hora tocábamos en el programa”.
Otros desafíos estaban por llegar. La sorpresa fue cuando fueron convocados a llevar sus instrumentos hacia la zona de Santo Domingo, donde se produciría un combate contra las tropas de Sánchez Mosquera.
“El Himno del 26 de Julio fue lo primero que interpretamos y luego nuestras parodias: Que venga la ofensiva; Que se vaya el mono; Sueño Rebelde; Batista, tú ten cuidao; Soy fidelista y otras. Hubo un momento en que ellos (el enemigo) se quedaron sin disparar ni un tiro, parece que estaban oyendo, pero cuando terminamos arreció el tiroteo”, hace constar Eugenio.
Fue así que luego de su estreno de fuego quedó demostrada la utilidad estratégica del grupo, por lo que continuarían asistiendo a otras embestidas. Refiriéndose a la más inmediata de esas pruebas, Gerardo relató:
“Íbamos bajando como a las ocho de la noche para Jigüe donde estaban instalados los altoparlantes de Radio Rebelde. Pero sucedió que no teníamos trincheras. Fidel orientó que llegáramos allí y las hiciéramos, y en cuanto estuvieran comenzáramos la audición. Eso fue como a las dos de la mañana”.
Acerca de ese suceso el líder dejó del mismo modo constancia: “Llegado el momento en que los guardias comenzaran a sentirse desmoralizados (…) me parecía indudable que tendría un efecto psicológico importante para ellos escuchar desde el monte las transmisiones que realizábamos con el Himno Nacional, las exhortaciones a la rendición con plenas garantías para sus vidas y, tal vez, la utilización, igual que en Santo Domingo, de las canciones pegajosas y de las letras tan intencionadas del Quinteto Rebelde”.
Con la incorporación en octubre de 1958 de Rubén, como cantante, se creó una disyuntiva al convertirse, según el formato, en sexteto.
Refiere Eugenio que al plantearle a Celia la situación, ella aclaró: “Ustedes surgieron con el nombre de Quinteto Rebelde y ya se les ha oído en toda Cuba y en el extranjero, así que el grupo se va a seguir llamando Quinteto Rebelde, aunque sean seis, ocho o diez”.
Después del triunfo de la Revolución, tras un corto período de presentaciones, el grupo se disolvió y cada uno de sus integrantes tomó diferente destino: dos se dedicaron a la música, uno a la construcción, otro a las Fuerzas Armadas y los restantes regresaron al trabajo en el campo.
Pero para quienes habían sido los cantores de la guerra que llevó al pueblo a la liberación definitiva, no podía ser concluyente esta desintegración. El 17 de julio de 1981, justamente en Santo Domingo, volvieron a abrazarse para reanudar lo que consideran un compromiso con la historia: su música.
Tras la muerte de Osvaldo el 27 de septiembre de 1992 lo sustituye su hijo menor Alcibíades, y Damián, hijo de Alejandro, lo hace por Gerardo, quien se estableció en La Habana.
En los predios de la Sierra Maestra, en el municipio granmense de Bartolomé Masó, radican estos artistas, colmados de anécdotas propias y quienes llevan al escenario en su manera peculiar las letras más rebeldes:
Procura respetar al Che Guevara/ evítate un problema con Fidel,/ las cosas de Raúl hay que pensarlas/ los rebeldes son difícil de coger.
Procura no encontrarte con Almeida/ con Camilo, con Guillermo y otros más/ Hay que verle la cara a los soldados/ cuando los rebeldes le hacen una emboscada.