Discurso pronunciado en el Acto conmemorativo por el V aniversario de la fundación de Pastores por la Paz, celebrado en el Teatro "Manuel Ascunce Domenech", Ciudad Libertad, Ciudad de la Habana, 3 de agosto de 1993
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Compañeras y compañeros de la presidencia;
Queridas compañeras y queridos compañeros de la Caranava de la Amistad y de la organización de Pastores por la Paz:
Creo que el único lugar del mundo donde hoy hay más calor que en el autobús de Lucius Walker es aquí en este teatro (RISAS Y APLAUSOS). No sé si faltaría electricidad, no sé si los organizadores han querido ahorrar mucho, no sé si al aire acondicionado le faltarán piezas (RISAS), no sé si alguien querría darnos una idea más exacta del infierno (RISAS); pero el hecho es que nos ha tocado el lugar más caluroso de la Tierra.
De todas formas nos sentimos de cierto modo compensados al saber que estamos compartiendo aunque sea una pequeña parte de los sacrificios que Walker y los doce miembros de la caravana que están con él están soportando en estos momentos.
Hoy se cumplen cinco años —como ya se dijo— de la creación de la organización de Pastores por la Paz, cinco años también de aquel día horrible en que atacaron a la delegación de cristianos que habían ido a ayudar a los nicaragüenses y mataron a varias personas e hirieron a casi 30 —Tom me contaba que Gail, la hija de Walker, estaba a unos diez centímetros del lugar donde murió una de las personas que mataron ese día. Hoy también nos reunimos aquí no solo para conmemorar la fecha, sino para llevar a cabo un acto fraternal y tener ocasión para expresarles nuestro agradecimiento más profundo por la solidaridad que ustedes han expresado hacia nuestro pueblo.
Es lógico que no estemos tan felices como si aquí estuvieran Lucius Walker y los demás compañeros, si estuvieran todos los miembros de la caravana. Pienso que si a nosotros nos duele que ellos estén allí, con seguridad ellos se sienten felices en este momento de que el resto de la caravana haya arribado victoriosamente al país, y de que ya a bordo de la embarcación estén todas las cargas de los camiones y los paquetes que ustedes, como una caravana de hormigas —según se dijo recientemente—, pudieron trasladar a Cuba a lo largo del ya famoso puente de Laredo. De modo que una gran parte de la tarea está cumplida.
Esperamos que el barco llegue bien, porque la vez anterior—como habrán oído decir—una gran tempestad con enormes olas se interpuso en su camino y una parte de la carga se perdió, pero no la carga de la caravana. Si yo estuviera en el lugar de Raúl Suárez, diría que fue una señal divina que no se perdiera ni una sola libra de las cosas que ustedes trajeron aquella vez (APLAUSOS). Sin embargo, esta vez falta el ómnibus, que está allí de rehén, y faltan, fundamentalmente, los compañeros que están dentro del ómnibus y los que lo acompañan.
Si nosotros meditamos sobre este episodio, nos preguntamos qué justificación puede tener eso, qué crimen han cometido los que están prisioneros en aquel ómnibus, qué crimen han cometido contra la humanidad, contra los pueblos, qué crimen han cometido contra el honor y la grandeza de su propia patria, qué crimen han cometido contra el prestigio de Estados Unidos; por qué esa acción de fuerza, por qué confiscar aquel ómnibus, por qué no dar el simple y sencillo paso de autorizar la salida del ómnibus, devolverle el acumulador que le quitaron, un poco del aire que les sacaron a las ruedas y dejar que el ómnibus pase. Con ello gana el honor de Estados Unidos, gana el prestigio de Estados Unidos, gana la amistad, gana la paz y gana la humanidad. Nadie pierde con que ese ómnibus atraviese la frontera.
Si nos ponemos a pensar en las cosas que han atravesado esas fronteras ... A veces atraviesan las drogas en todas direcciones atraviesan las armas hacia todas partes del mundo para defender cualquier causa deshonrosa. En ocasiones han salido armas para defender causas honrosas, no puede negarse; pero muchas veces, desgraciadamente, han salido armas para defender causas que no honran a nadie.
Ayer conversaba con Rigoberta Menchú, una india guatemalteco que está de visita en nuestro país, a quien le quemaron el padre en la embajada de España en Guatemala hace varios años, a quien le violaron y asesinaron la madre —no pudieron ni siquiera enterrarla porque los animales la devoraron—, a la que le mataron dos hermanos; y una joven que apenas pudo aprender a leer y escribir luchó con tanta tenacidad contra aquellas injusticias que hoy es Premio Nobel de la Paz.
A mí me contaba un periodista que está haciendo un documental sobre la vida de Rigoberta Menchú de las decenas de miles de crímenes que se han cometido en Guatemala, genocidios completos, decenas de miles de personas asesinadas, decenas de miles de personas desaparecidas, ¡decenas de miles!, en un número relativamente pequeño de años para despojarlas de las tierras, para hacerlas emigrar de aquellos territorios, incluso del país. Son cosas increíbles, absurdas.
Aquí se hablaba hoy de la guerra sucia en Nicaragua, miles y miles de muertos, de mutilados sin razón, sin justificación; aquí se podría hablar de lo que ocurrió en Chile, miles y miles de desaparecidos y asesinados; aquí se puede hablar de lo que ocurrió en Argentina, decenas de miles de desaparecidos; aquí se puede hablar de lo ocurrido en Sudáfrica, miles y miles de personas asesinadas por cuestiones raciales, por aplicar un sistema tan odioso como es el apartheid. Y así pudiéramos citar montones de ejemplos.
¿Alguno de ustedes oyó decir alguna vez que un inspector de aduana en la frontera de Estados Unidos confiscó un fusil, o un tanque, o un avión, o cualquiera de los cientos de miles de armas, de los cientos de miles de toneladas de material de guerra, de bombas, de explosivos que se usaron en Guatemala para asesinar a decenas de miles de gente, o se usaron en El Salvador para matar a decenas de miles de personas, o se usaron en la guerra sucia de Nicaragua, o se usaron en otras partes, o se usaron en Chile, o se usaron en Argentina, o se usaron en Sudáfrica y quién sabe en cuántos lugares? Y no hubo ningún bloqueo contra nadie, no hubo un solo inspector que arrestara a nadie o retuviera una sola de aquellas armas que todo el mundo sabe que pasaron las fronteras de Estados Unidos.
Entonces, ¿por qué retener un ómnibus para el centro "Martin Luther King", cuyos fines son trasladar ancianos, o trasladar niños, o trasladar enfermos? ¿Qué otra cosa va a hacer el centro "Martin Luther King" con ese ómnibus? ¿Tiene que haber allí trece personas retenidas con un calor insoportable, en huelga de hambre y soportando aquellas condiciones humillantes? ¿Qué justificación moral, ética puede tener eso? ¿Cómo puede ayudar a la grandeza de Estados Unidos, a la gloria de Estados Unidos o al honor de Estados Unidos? ¿Quién ayuda realmente a la grandeza, la gloria y el honor de Estados Unidos, sino personas que como ustedes fueron capaces de cargar al hombro una caja, un paquete de algo, no para quitarle la vida a nadie, no para torturar a nadie, no para asesinar a nadie, no para desaparecer a nadie, sino para ayudar a ancianos, para ayudar a enfermos, para ayudar a niños, para ayudar a un pueblo tan injustamente bloqueado como el nuestro?
Si analizamos la historia con objetividad, y se analiza lo que ha hecho la Revolución por el pueblo, si en otros lugares son decenas y decenas de miles de desaparecidos y de asesinados, en nuestro país solo se puede hablar de los cientos de miles de niños que en más de 30 años han salvado su vida gracias a los servicios de salud pública de la Revolución (APLAUSOS), de los cientos de miles de personas que han salvado sus vidas por la atención médica de la Revolución; de los millones de personas que han aprendido a leer y a escribir por los esfuerzos de la Revolución; de los millones de personas que adquirieron derecho a una real igualdad, a una verdadera justicia, que vieron desaparecer la odiosa discriminación por motivos de raza o motivos de sexo, precisamente, por la obra de la Revolución; de la prolongación de la vida hasta disponer hoy nuestro país de la más alta perspectiva de vida y el más bajo nivel de mortalidad infantil entre los pueblos del Tercer Mundo, a pesar del bloqueo (APLAUSOS).
A pesar del período especial, ayer mismo en un gran teatro de nuestra capital se graduaron casi 2 000 trabajadores de la salud, la mayor parte médicos, los otros estomatólogos, licenciados en enfermería, solo aquí en las escuelas universitarias de la capital de la república. Y todos tienen asegurado un empleo antes de recibir el título, aunque los salarios que reciban sean modestos, aunque los bienes materiales que reciban sean muy modestos, porque somos un país del Tercer Mundo, un país que tiene que desarrollarse, un país que tiene un período especial y un país que está, además, bloqueado.
Vean los esfuerzos que realiza nuestro pueblo en todas partes, en todos los rincones, en condiciones realmente difíciles, porque las de hoy son más difíciles incluso que cuando vino la primera caravana. Hemos tenido condiciones climáticas muy adversas, calamidades naturales como la famosa tormenta del siglo que le causó un daño tremendo a nuestro país; hemos tenido una epidemia de neuritis, una epidemia cruel, dura, a la cual hemos debido enfrentarnos y en la cual posiblemente el bloqueo tenga una importante responsabilidad, de acuerdo con los factores tóxiconutricionales que puedan haber estado en la causa de esta enfermedad. Y el bloqueo dificulta el desarrollo de nuestro país, dificulta la obtención de recursos, dificulta la adquisición de alimentos y medicinas.
Ruego que me perdonen por haberme extendido en estas
consideraciones, pero es que quería expresar por qué valoramos tanto y por qué agradecemos tanto la actitud de ustedes, la conducta de ustedes, la caballerosidad de ustedes.
Si algún día las futuras generaciones de norteamericanos se avergonzaran, como seguramente se avergonzarán, de que las autoridades de su país hayan impuesto a un pequeño país, a una pequeña nación, como la de Cuba, medidas tan crueles y una hostilidad tan grande, seguramente que esas mismas generaciones de norteamericanos se sentirán orgullosas de lo que han hecho los Pastores por la Paz y de lo que ha hecho la Caravana de la Amistad Estados Unidos-Cuba, porque están salvando el sentido de la justicia de su país, están salvando el honor de su país (APLAUSOS PROLONGADOS). Y me parece absolutamente imposible que más tarde o más temprano ustedes no puedan conseguir sus objetivos; quiero decir, estoy seguro de que podrán conseguir sus objetivos.
Nosotros resistiremos todo cuanto nos alcancen nuestras fuerzas; pero si, incluso, un día los enemigos de la justicia, los enemigos de la independencia de nuestro país, los que tienen sentimiento de prepotencia, lograran desaparecer a Cuba de la faz de la Tierra, ustedes jamás se arrepentirán ni las futuras generaciones jamás se arrepentirán de aquellos que ayudaron a un pueblo luchador, a un pueblo valeroso y a un pueblo justo como es el pueblo cubano (APLAUSOS).
De todas formas, el ejemplo que ustedes dan no se perderá jamás. La semilla que ustedes siembran hoy fructificará siempre, y ustedes y los seguidores de ustedes tendrán siempre grandes motivos para sentir satisfacción, para sentir felicidad, se sentirán honrados de lo que han hecho, porque la batalla de ustedes no es fácil, es difícil, muy difícil cuando hay que enfrentarse a tantos prejuicios, a tantas falsedades, a tantas mentiras, a tantas manipulaciones como tienen lugar en el mundo. Ustedes saben que han sido más de 30 años sembrando mentiras para destruir la fe, la confianza de las personas, para enajenar la buena voluntad del pueblo de Estados Unidos; por eso comprendemos cuán difícil es la lucha de ustedes.
Cuando vemos gente como ustedes, que desafían la mentira, que desafían todos los obstáculos, que desafían todas las dificultades, nuestra admiración se multiplica y nos recuerdan a aquellos que fueron sus antecesores, y nadie podrá decir que son pocos: en la primera caravana vinieron más de 100, en la segunda caravana 300, y si sigue creciendo así, como una bola de nieve, a lo mejor un día vienen 3 000, ó 30 000, ó 300 000 norteamericanos a nuestro país (APLAUSOS).
Nos recuerdan ustedes a sus antecesores porque aquellos sí eran muchos menos que ustedes, aquellos eran doce apóstoles a los que no conocía nadie, y no había medio de divulgación masiva, no había nada, y en su esfuerzo, en su trabajo, en su acción noble, en su martirologio, fueron capaces de ir conquistando los corazones de muchos miles y después de millones.
No es necesario repetir la historia que ustedes conocen demasiado bien de aquellos hombres y mujeres que, antes de renunciar a sus principios y a su fe, fueron capaces de dejarse devorar por los leones; sin embargo, por sus sentimientos, sus ideas, sus valores, pese a todos los obstáculos, incluso pese a los que alguna vez se apartaron de esos valores, llegaron a convertirse en cientos de miles, en millones,. en decenas de millones y en cientos de millones de personas que fueron capaces de ser abanderados de esas ideas y de esos valores.
¡Si los doce apóstoles triunfaron, ustedes también triunfarán (APLAUSOS.) Y no importa el tiempo, no importa cuándo; hoy defendiendo un pequeño país como Cuba, mañana defendiendo cualquier otro país.
¡Los hombres pasan, los gobiernos pasan, los imperios pasan; las ideas viven, las ideas nobles y justas son eternas!
Muchas gracias (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES).