Primer Partido Comunista de Cuba. Eslabón imprescindible entre Martí y Fidel
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Cuando se reunieron el 16 de agosto de 1925 para fundar el primer Partido Comunista (PC) de nuestro país y afiliarlo a la Tercera Internacional de Lenin, aquellos revolucionarios en su gran mayoría no eran marxistas formados ni amplios conocedores del socialismo científico, pero anhelaban la redención de la clase obrera y el pueblo cubanos. En aquella época había muy malas traducciones al español de los clásicos del marxismo y solo quienes sabían francés o inglés, como eran los casos de Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, pudieron nutrirse de textos fidedignos.
De ahí que en los debates de este congreso constitutivo, uno de sus puntos centrales fuera la educación de los futuros militantes del Partido y entre los acuerdos adoptados estuviera la creación de una comisión integrada por José Miguel Pérez, Mella y Alfonso Bernal del Riesgo para que redactaran dicho programa educacional y asumieran la impartición de clases y conferencias, de obligatoria asistencia para militantes.
Baliño y Mella, además, se propusieron rescatar el ideario del Apóstol, sobre todo de su faceta antimperialista, silenciada por la sociedad de la época. El líder estudiantil publicó en 1926 las Glosas al pensamiento de José Martí, el primer análisis del pensamiento del Héroe Nacional desde una óptica marxista, que lamentablemente no tuvo hasta 1941 una tirada masiva debido al clandestinaje que en los años anteriores estuviera sometido el Partido.
A pesar de esas limitaciones, los comunistas cubanos supieron comprender, gracias a Mella y Baliño, primeramente, y a Blas Roca y otros compañeros, después, el papel de la organización como eslabón indispensable entre el pensamiento patriótico del siglo XIX, fundamentalmente el del Apóstol, y las ideas de emancipación social de la vigésima centuria.
No es de extrañar que en aquellos años fundacionales el PC fijara claramente su posición en su órgano periodístico Lucha de clases en el que planteó: “Con la enseñanza de Lenin, haremos una realidad el postulado de Martí adaptado al momento histórico: Con todos y para el bien de todos”. Línea en la que con posterioridad profundizarían destacados dirigentes como Juan Marinello (Actualidad de José Martí, 1943); el propio Blas Roca (José Martí, revolucionario radical de su tiempo, 1948); y Carlos Rafael Rodríguez (José Martí, guía de su tiempo y anticipador del nuestro, 1948).
Los primeros años
Aparte de un programa de reivindicaciones para los obreros y campesinos, aquellos fundadores se propusieron trabajar activamente en los sindicatos, organizar a los campesinos y luchar por los derechos de la mujer y la juventud.
Apenas quince días de constituido, el primer Partido Comunista de Cuba tuvo que sumirse en la más absoluta clandestinidad.
Su secretario general, José Miguel Pérez, fue detenido por la tiranía machadista el 31 de agosto de 1925 y expulsado de Cuba bajo el cargo de “extranjero indeseable”. A Mella se le orientó en 1926 marcharse del país ya que sobre él pendía una orden de asesinato del régimen, el cual se perpetró tiempo después en México (1929). Baliño murió ese año. Peña Vilaboa, en 1928.
A partir de 1927, Rubén Martínez Villena deviene líder natural del movimiento comunista cubano, aunque nunca ocupara el cargo de secretario general, pues solo fue miembro del Comité Central y asesor de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC). Bajo su liderazgo se realizó la Huelga General del 20 de marzo de 1930 y, en agosto de 1933, ayudó a transformar un paro espontáneo del movimiento obrero capitalino en Huelga General Revolucionaria que puso a todo el país en pie de guerra contra la tiranía machadista y logró su derrocamiento.
Cuando se produjo en España (1936) un levantamiento contrarrevolucionario apoyado por la Alemania nazi y la Italia fascista, el Partido organizó la marcha de más de mil cubanos hacia la península, primera gran gesta internacionalista de nuestro pueblo.
Posteriormente, en los años de la Segunda Guerra Mundial, el PC desempeñó un notable papel en el Frente Nacional Antifascista, el cual envió ropa, medicinas, azúcar y tabaco a las tropas aliadas. Dos de sus militantes ofrendaron sus vidas como parte del Ejército Soviético: Aldo Vivó, en la defensa de Leningrado (hoy San Petersburgo) y Enrique Vilar, en la liberación de Polonia.
En la legalidad
En 1938, con la llamada apertura democrática del primer régimen batistiano (1934-1944), el Partido gozó por primera vez de legalidad. Bajo la denominación de Unión Revolucionaria Comunista y el liderato de Blas Roca, secretario general desde 1934, logró llevar seis delegados a la Asamblea Constituyente para redactar la Carta Magna de 1940. Esta fracción comunista junto con delegados progresistas de otros partidos, aprovechando el carácter abierto de los debates del cónclave –trasmitidos, incluso, por la radio–, llevaron a que se recogieran en el texto de la Ley de Leyes formulaciones muy avanzadas.
Luego, en las siguientes elecciones, el Partido obtuvo representatividad en las dos cámaras del parlamento y ganó las alcaldías de Manzanillo (1940-1944) y Yaguajay (1946-1952). Como señalara Blas Roca en una ocasión: “Tuvimos delegados a la Asamblea Constituyente y desempeñamos un papel destacado en ella, tuvimos entre 1940 y 1952 representantes, concejales, alcaldes, senadores y hasta un ministro sin cartera, pero todos ellos se mantuvieron ajenos a la politiquería y a la inmoralidad administrativa, desde esos cargos realizaron una política revolucionaria acorde con la línea del Partido”
Con los vientos de la Guerra Fría, los gobiernos Auténticos (1944-1952) emprendieron la represión al movimiento obrero, unificado desde 1939 bajo la Confederación de Trabajadores de Cuba, dirigida por Lázaro Peña. Grandes líderes sindicales comunistas, como Jesús Menéndez y Aracelio Iglesias, fueron asesinados por sicarios a sueldo del imperialismo y la reacción, que en la CTC impusieron a una camarilla vendida a la patronal.
Revolución
El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista usurpó el poder mediante una asonada e ilegalizó al Partido, que desde 1944 se denominaba Socialista Popular. En la lucha contra la larga noche del batistato cayeron abatidos dirigentes sindicales como José María Pérez y el exalcalde de Manzanillo Paquito Rosales, entre otros. Adherido al Pacto del Pedrero, suscrito por el Che en Las Villas, el destacamento guerrillero organizado por los comunistas en la región central de la Isla hizo causa común con sus hermanos de las columnas del Movimiento 26 de Julio y los comandos del Directorio Revolucionario y juntos participaron en el derrocamiento de la tiranía.
En 1961, a propuesta de Blas Roca, Fidel asumió la secretaría general del Partido Socialista Popular, el cual, junto con las otras dos organizaciones (Movimiento 26 de Julio y Directorio Revolucionario), se autodisolvió para dar paso, al año siguiente, tras un proceso de restructuración y construcción, al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba, que desde 1965 adoptó el nombre de Partido Comunista de Cuba.