Cada primero de mayo, miles de cubanos y extranjeros se reúnen en la Plaza de la Revolución para reafirmar su compromiso como trabajadores con el proyecto de nación que llevara a cabo el comandante en jefe Fidel Castro a partir del primero de enero de 1959.
 
Desde la tribuna y en varias ocasiones encabezando la larga fila de trabajadores, su figura verde olivo apostaba por el saludo a las mujeres, hombres y niños que acudían, bajo la mirada contemplativa del Apóstol, al diálogo con el líder histórico de la Revolución.
 
Banderas e iniciativas siempre han llenado de colorido las calles aledañas a la plaza. En los actos por el día internacional de los trabajadores, Fidel no podía faltar, siempre saludaba, siempre caminaba junto al pueblo, siempre sonreía.
 
Muchos hijos de obreros, que en aquel entonces jugaban a ser maestros, también acudían a la plaza. Sus padres buscaban un lugar estratégico desde donde pudieran ver al comandante. Cada primero de mayo para ellos era la posibilidad de verle de cerca, aunque para él solo fueran parte de la multitud. Durante años conocerlo fue un sueño de esos niños que hoy marchan representando a sus empresas, escuelas, círculos u hospitales.
 
En uno de sus muchos discursos para los trabajadores, Fidel dijo en 1966, a siete años del triunfo revolucionario que “en las masas de nuestro país el concepto del trabajo y del trabajador ha cambiado profundamente.  En la misma medida en que la conciencia revolucionaria de todo nuestro pueblo se ha desarrollado, la idea del trabajo y el honor de ser trabajador es algo que lo sienten y lo comprenden sectores cada vez más amplios de nuestra población”.
 
Sus discursos, relacionados tanto al acontecer mundial del momento como a la historia de nuestra nación, mantenían expectantes por horas, a las miles de personas que esperaban por su Viva Cuba, para iniciar la caminata, a los cientos de niños que desfilaban en los hombros de sus padres para poder verle.
 
Este año a pesar de no ser el primero sin su presencia, la consigna es diferente. Fidel ya no hará más apariciones sorpresa, pero la plaza seguirá llena de personas que lo admiran, que le honran, que lo mantiene vivo.