La primera mujer en el Ejército Rebelde
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Apenas han pasado dos meses de la primera visita que hicieran a la Sierra Maestra cuando Celia Sánchez Manduley y Haydée Santamaría regresan de nuevo a encontrarse con el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde. Ambas tienen la misión de acompañar al periodista estadounidense Robert (Bob) Taber y al camarógrafo Wendell Hoffmann quienes pretenden entrevistar a Fidel Castro y filmar un documental para la televisión norteamericana.
La noche del 20 de abril de 1957, guiados por Lalo Sardiñas, este grupo parte de Manzanillo rumbo a la Sierra Maestra. Marcelo Fernández –miembro de la dirección del Movimiento–, y Nicaragua, marchan junto a ellos.
CELIA GANA UN LUGAR EN LA GUERRILLERA
La alegría fue inmensa cuando, al amanecer del 23 de abril, Celia y Haydée vieron aparecer a Camilo Cienfuegos dispuesto a guiarlos hasta el campamento rebelde.
Cerca de las cinco de la tarde, el Comandante en Jefe los recibe en el Estado Mayor de la guerrilla. Haydée y Celia abrazan a Fidel y este conversa toda la noche con ellas y los periodistas norteamericanos. Marcelo Fernández hace las veces de traductor.
Al igual que hiciera la primera vez que subiera a la Sierra Maestra –el 16 de febrero de 1957–, Celia reiteró su deseo de incorporarse a la filas del Ejército Rebelde. Ella y Haydée estaban decididas a formar parte del destacamento guerrillero.
No hubo una respuesta inmediata, pero ambas fueron incorporadas a la escuadra de la Comandancia junto a Fidel, el Che, Ciro Redondo, Manuel Fajardo, Luis Crespo y Universo Sánchez.
Las duras condiciones de la vida en campaña, las interminables caminatas, la lluvia y la poca alimentación no mermaron esa disposición. Muchos creyeron que, por su aparentemente frágil constitución física, Celia no resistiría tanto rigor; sin embargo su actitud hizo cambiar la opinión de los combatientes y fue ganando un lugar destacado en la guerrilla.
POR AQUELLOS DÍAS DE LA FAMOSA ENTREVISTA
Desde las primeras horas de la mañana del 24 de abril, los reporteros comenzaron las filmaciones y una larga entrevista a los tres jóvenes norteamericanos que se habían incorporado al Ejército Rebelde como parte del primer refuerzo.
Años después, en su artículo Una entrevista famosa, el Guerrillero Heroico, rememoró: «Aquellos días se pasaron protocolarmente tratando de mostrar nuestra fuerza y tratando de eludir cualquier pregunta demasiado indiscreta […] decidimos subir al Turquino, era una operación casi mítica esta de subir a nuestro pico máximo».1
Fidel le propuso a Bob Taber realizar las principales filmaciones en el simbólico lugar. Esa larga caminata le permitiría culminar el entrenamiento que venía realizando con la guerrilla, al tiempo que los rebeldes se alejarían de un fuerte contingente de soldados enemigos que, según noticias, se hallaba relativamente muy cerca.
El jueves 25 de abril, fue levantado el campamento al amanecer y –sobre las ocho de la mañana–, la columna inició el ascenso al firme de la Maestra, mientras el camarógrafo filmaba escenas de la marcha. Ese día se incorporaron dos nuevos combatientes a la guerrilla. Uno de ellos, Roberto Rodríguez, venía descalzo. Celia le regaló unas botas de corte tejano. Como Roberto era un joven de muy baja estatura, traía un gran sombrero y usaba una camisa a cuadros, con pícara simpatía, Celia le llamó el Vaquerito. Con el tiempo, el Vaquerito encabezó el mítico Pelotón Suicida y fue, hasta su muerte en combate, uno de los más fieles y queridos hombres de la guerrilla.
Tres días después, el 28 de abril, filmados por Hoffmann, el destacamento guerrillero llega a la cumbre más alta de Cuba.
Los combatientes portan la bandera cubana, cantan el Himno Nacional y el Himno 26 de julio. El filme documental muestra a los rebeldes junto al busto de José Martí con la armas en alto reafirmando su fidelidad a la causa revolucionaria. Un fotograma de esta filmación –en el que aparecen Fidel, Raúl y al resto de los rebeldes con los fusiles en alto– convertido en símbolo de victoria, forma parte del logotipo del periódico Granma que cada día lo reproduce en su primera página.
Con la excepción de Celia, ninguno de los que ese día ascendieron el Turquino, lo había hecho antes. Para todos fue una gran sorpresa cuando descubrieron el nombre de Celia Sánchez Manduley en la placa que recuerda a quienes habían colocado el busto de José Martí en la cúspide de esa montaña, el 21 de mayo de 1953.
Con Martí como testigo, el Turquino fue el escenario final de la entrevista de Bob Taber a Fidel y del documental Rebeldes en la Sierra Maestra que –el 18 de mayo de 1957–, la cadena de televisión CBS divulgara en Estados Unidos y alrededor del mundo.
EL UVERO FUE EL BAUTISMO DE FUEGO DE CELIA
El 7 de mayo, Fidel decidió que Haydée volviera a ocupar su puesto en el Llano donde sería más útil para la causa revolucionaria. Aunque la heroína del Moncada había logrado hacer las caminatas y subir al Turquino, el asma la ahogaba y su salud peligraba. En cuanto a Celia, Fidel accedió a su petición de permanecer con la tropa.
En la escuadra de la Comandancia, Celia no solo cumplió las tareas propias de esa unidad, sino que se hizo totalmente imprescindible. Por ello, al llegar a la guerrilla un nuevo cargamento de armas procedentes de Santiago de Cuba, uno de los M-1 recibidos le fue asignado a ella.
Días después, cuando Fidel decide atacar al cuartel de Uvero –el 28 de mayo de 1957–, Celia reafirma su condición de combatiente activa al cumplir tareas de la jefatura y participar en el combate que, al decir del Che, marcó la mayoría de edad del Ejército Rebelde. Celia daría allí la primera demostración de que, como ya había previsto Fidel desde el principio, la mujer era capaz de combatir junto al hombre con el mismo valor e idéntica serenidad.
La columna rebelde que partió desde su campamento en la zona de la Siberia para cumplir su misión en El Uvero, se detuvo tras cuatro horas de camino. En ese momento, Celia, como parte de la escuadra de la comandancia, realizó el conteo de la tropa compuesta por 128 combatientes, incluidos los prácticos.
Antes de la operación, Fidel distribuyó a los combatientes de la columna y dio misiones a la escuadra del Estado Mayor. Ese combate fue el bautismo de fuego de Celia.
Mientras con su M-1 disparaba tendida en el suelo, muy cerca de ella cayó herido Julito Díaz. Celia intentó ayudarlo y se arrastró hacia donde lo había visto desplomarse, pero ya era tarde, Julito estaba muerto.
Al concluir el combate de El Uvero, en la mañana del 29 de mayo, Celia redactó una carta para dejar constancia del buen trato recibido por los 14 soldados prisioneros quienes, después de firmarla, fueron puestos en libertad.
Dos días después, el 31 de mayo, Fidel encomendó a Celia las misiones de bajar a Santiago de Cuba con un mensaje para Frank País y de entrevistarse con el periodista Herbert Matthews quien había regresado a Cuba. Resultaba conveniente que ella, que formaba parte de la columna guerrillera y había participado en el combate de El Uvero, le ofreciera al periodista una vívida visión de los hechos. Celia también tenía que volver a organizar la infraestructura de apoyo a la guerrilla en la zona de Manzanillo, que se había ido debilitando gradualmente desde su subida a la Sierra el 23 de abril.
Los primeros 38 días como guerrillera la hicieron imprescindible para todos los combatientes como se evidencia en la carta que le enviara Fidel –el 22 de junio de 1957–, donde le escribe: «Aquí guardamos un recuerdo tan grato de tu presencia que se nota vacío. Por muy fusil en mano que ande una mujer en esta Sierra, siempre hace más decentes, más caballerosos y hasta más valientes a nuestros hombres».2
De junio a octubre de 1957, Celia fue perseguida con saña por los cuerpos de la dictadura. Tras el asesinato de Frank País, el 30 de julio, el peligro para Celia arreció por día, aunque nada la detuvo para cumplir con su actividad clandestina.
A mediados de octubre de 1957, Celia recibió la orden del Comandante en Jefe de regresar nuevamente a la Sierra Maestra. Esta vez para quedarse definitivamente en la montaña.
A Celia Sánchez Manduley le correspondió el mérito de haber sido la primera mujer que se incorporó al Ejército Rebelde.
Cuán hermoso sería, que las mujeres que visten hoy el uniforme verde olivo rindan un homenaje digno, cada 23 de abril, a la mujer que vistió ese uniforme, por primera vez en las filas del Ejército Rebelde.
1-Ernesto Che Guevara: Pasajes de la Guerra Revolucionaria. Pp. 74 y 76.
2-Pedro Álvarez Tabío: Celia, ensayo para una biografía. OPCE, 2004, p. 215.