Hace 90 años nació en La Habana Juan Almeida Bosque, uno de los Comandantes de la Revolución Cubana. Figura histórica que junto con Fidel y Raúl, desde el mismo 10 de marzo de 1952, se opuso con todas sus energías al golpismo proimperialista del batistato.
 
De origen humilde, hasta entonces se dedicaba como albañil a tareas de construcción. Al conocer a Fidel, el líder máximo de la futura Revolución, éste lo inspiró para junto a él convertirse en constructor de una nueva patria.  
 
Fue necesario dejar a un lado las herramientas de albañilería para asir las de guerra; en primer lugar las de ideas que valen, como expresó Martí,  más que las trincheras de piedra. Una y otra se complementaron y así, el 26 de julio de 1953 protagonizaron el asalto al Moncada. La primera llamarada revolucionaria en el Centenario del Apóstol abrió el sendero que años más tarde maduró con la prisión fecunda, el Granma, la lucha en la Sierra Maestra y en todos los rincones de Cuba. Después, la edificación de un proyecto soberano y humanista.
 
Los primeros tiempos en la Sierra fueron los más difíciles; hubo reveses, pero un día, en el fragor del combate, surgió de entre la metralla una expresión de coraje que gritó: ¡Aquí no se rinde nadie! Por modestia de quien así se expresó demoramos en conocer que fue él, Juan Almeida Bosque, quien proclamara aquel grito que devino para la historia de Cuba como un eco del inmortal Baraguá de Maceo.  
 
Antes del Granma, en México, se inspiró en ese país hermano al que dedicó hermosas composiciones que bien pueden ser motivo para un próximo trabajo; talento que después volcó en tantas piezas de honda cubanía y arraigo patrio. Porque junto a la bravura del soldado revolucionario latió siempre la inspiración sublime en música y versos. Indescriptible y hermosa conjunción aquella donde la ternura y el arrojo se unieron en alas de ideales plenos de pureza.  
 
El Comandante de la Revolución Juan Almeida fue uno de los hombres de la Revolución y del Partido. Con lealtad absoluta a Fidel en la guerra y en la paz, sigue siendo, a pesar de su deceso en septiembre de 2009, una de las figuras cimeras de la más reciente historia cubana. A 90 años de su natalicio merece le sigamos recordando como quien fue: hombre de pueblo, de ideas sólidas, valentía a toda prueba, modestia y lealtad a la causa que consagró su vida.  
 
Su existencia fue un monumento al valor de la dignidad; en cada instante fue consecuente a la dignidad que el valor representa.