Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto central de bienvenida a los huelguistas de Laredo, efectuado en la Plaza de la Combatividad, en la Ciudad de la Habana, el 25 de agosto de 1993
Datum:
Reverendo Lucius Walker y demás miembros del grupo de Laredo, incluidos los que apoyaron la acción y también los miembros de la caravana que permanecieron luchando en distintas partes de Estados Unidos, algunos de los cuales se encuentran aquí hoy;
Dirigentes de las iglesias cubanas;
Compatriotas:
Cuando veníamos para acá, con la puntualidad a la que nos hemos acostumbrado con la Revolución, un intenso y torrencial aguacero caía por la ciudad; las calles del Vedado estaban inundadas. Pregunté a los compañeros y me dijeron que hacía 20 minutos había llovido torrencialmente también en esta área del acto.
Cualquiera se habría preguntado, cuántas personas habrá en este acto de solidaridad. Algunas personas pensarían que no podía haber nadie con esa lluvia. Por el camino veíamos a algunos tratando de llegar, a pesar de todo; pero nosotros sabíamos que aquí en este acto sí había público (APLAUSOS); que aquí estarían, en primer lugar, los compañeros Pastores por la Paz, estarían los compañeros dirigentes del gobierno y de la Revolución, estarían los que aquí ayunaron también en apoyo del grupo de Laredo (APLAUSOS), estarían las miles de personas que los visitaron y estarían muchos compatriotas de los alrededores. Así fue exactamente, y hemos visto a lo largo del transcurso del acto cómo nuevos miles de personas se han sumado.
Ayer, cuando nos acercábamos al avión en que llegaban Lucius Walker y demás acompañantes, un relámpago tremendo, un trueno terrible se escuchó por los alrededores del aeropuerto, y un reverendo que iba caminando junto a nosotros hacia el avión, me dijo: "Esa es una señal del cielo por la alegría de la llegada de Lucius Walker" (APLAUSOS).
Hoy parece que el cielo quiso poner a prueba el cariño de nuestro pueblo hacia los Pastores por la Paz, hacia los que hicieron y apoyaron la huelga de hambre en Laredo, y, especialmente, a Lucius Walker y demás dirigentes y organizadores de los Pastores por la Paz y de la Caravana de la Amistad.
Cuando vi que empezaba a lloviznar otra vez, me pregunté: ¿Será otra señal del cielo para que yo no me extienda demasiado esta noche? (RISAS.) Pero si hablamos de señales del cielo, hay que decir que, al menos, parecen concluir dos meses de sequía, de fortísima sequía que hemos tenido en todo el país en los meses de julio y agosto; en los meses que tenía que llover no llovía, y en los meses que no tenía que llover, que debíamos hacer la zafra, llovía y hubo hasta Tormenta del siglo. Podría recomendarle al reverendo Suárez, que tenemos que ir pensando también en un ayuno contra las calamidades naturales que hemos estado padeciendo en los últimos tiempos (RISAS).
Ciertamente, es emocionante poderlos recibir a ustedes aquí esta noche.
Hemos recibido muchas lecciones en estos días; en primer lugar, lo que ustedes hicieron allá. Nadie imaginaba que iban a tener lugar estos incidentes. Creíamos que la Caravana de la Amistad pasaría como pasó la primera; incluso, en aquellos primeros días, al llegar la mayor parte de los integrantes de la caravana, tuvimos un acto y se impuso la orden de la Solidaridad a la organización, y la medalla de la Amistad a Lucius.
Ellos estaban allí en el ómnibus amarillo; pero muchas personas pensaban que sería por breve tiempo, que sería cuestión de días, que el sentido común se impondría, y que aquel ómnibus cruzaría la frontera igual que cruzaron los demás vehículos y los demás productos.
Yo estaba en vísperas de un viaje; realicé el viaje al exterior, que duró casi una semana, pedíamos noticias todos los días sobre la situación en Laredo, y nos decían: Sigue igual. Incluso nos disgustó un poco el hecho de que en el exterior no se hablara de la situación de Laredo en aquel momento; había un evidente intento de alguien, o de algunos sectores, de opacar, de ocultar, de silenciar lo que estaba ocurriendo allí.
Regresamos y la situación continuaba igual; fue entonces cuando Raúl Suárez y otros dirigentes de las iglesias cubanas adoptaron la solidaria y valiente idea de iniciar aquí también un ayuno en apoyo del grupo de Laredo; en otras partes del mundo comenzaron a movilizarse muchas personas solidarias, en México y en otros países, porque los días se prolongaban ya preocupantemente. En realidad, cuando empieza el ayuno aquí, ya habían transcurrido casi dos semanas de huelga de hambre o de ayuno allá en Laredo; naturalmente, aquello empezó a preocuparnos a todos.
Llegaban noticias admirables de la firmeza y el comportamiento de los del ómnibus. Algunas personas nos hablaron de que había allí, sin ingerir alimentos, un hombre de 86 años, Abraham Golokow; es un nombre un poco complicado, pero no se podrá olvidar: ¡Abraham, ochenta y seis años, en huelga de hambre! Así estuvo 23 días (APLAUSOS). Se siente bien, ¿verdad? (Le dice que sí.) Tiene un poco de dificultades en la audición, pero eso no fue para él un obstáculo. El lo que no habría oído jamás sería el fin de la huelga mientras no devolvieran el ómnibus, y nadie habría dado allí esa consigna (APLAUSOS). ¿Quiere decir algo?
Abraham Golokow expresa: "Para mí ha sido un gran placer hacer lo que yo pueda por Cuba (APLAUSOS). El próximo año trataremos de organizar nuestras caravanas, ya nos traslada a grandes alturas la lucha en contra del bloqueo, y continuaremos apoyándonos en ese auge y organizando manifestaciones. Así que, ¡viva Cuba!" (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Viva!")
Nos dijeron que había una señora, Gilda Roberts, de 77 años (APLAUSOS). ¿Usted quiere decir algo también?
Dice Gilda Roberts: "Agradezco toda la resistencia del pueblo cubano y sé que la van a mantener y nosotros vamos a apoyarlos. ¡Viva Cuba!" (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Viva!")
También nos decían que esas personas eran muy firmes y que resistirían allí en el ómnibus el tiempo que fuera necesario; pero llegó un momento ya en que los dirigentes de las iglesias cubanas empezaron a preocuparse seriamente de que tuviera lugar un desenlace fatal en alguno de los huelguistas. Estaban seriamente preocupados y con la intención de enviar alguna comunicación a los que estaban en huelga diciéndoles que podían contar con su comprensión, si ellos desistían de aquella huelga; que, incluso, aquel ómnibus se podía convertir en una especie de oficina rodante por Estados Unidos, y tenían algunas ideas porque estaban preocupados por los que allí estaban. Ellos llevaban menos tiempo, pero estaban seriamente preocupados y querían hacer algo, no querían que aquello pudiera terminar en forma tan dramática como el fallecimiento de alguno de los huelguistas.
Ya por esos momentos empezaban las discusiones allá en Washington y renacieron las esperanzas de que resultara alguna solución; pero ellos decían también, los que estaban aquí apoyando, que si los del ómnibus decidían seguir hasta el final, ellos seguirían también hasta el final (APLAUSOS).
Raúl Suárez me contó estas preocupaciones, que me parecieron, realmente, justas, razonables y expresión de un sentimiento de cariño hacia los que estaban allí, de preocupación sincera y, a la vez, de firmeza.
Pero aquí el número de personas en huelga o en ayuno aumentaba, y ya había 66 en ese momento. Desde luego, estoy seguro de que nuestro pueblo no habría dejado morir al grupo de Laredo; estoy seguro de que cientos de personas, miles de personas, tal vez cientos de miles de personas se habrían sumado a ese ayuno o huelga, como quieran llamarlo, pero no dejarían morir solos allí a las compañeras y compañeros del grupo de Laredo (APLAUSOS).
Este norteamericano de 86 años y esta norteamericana de 77 años no podían quedarse solos ni se quedarían jamás solos, porque un pueblo solidario como el nuestro, que —como recordaba Walker— ha sido capaz de derramar su propia sangre por el bienestar y por la libertad de otros pueblos, no dejaría solo al grupo de Laredo (APLAUSOS), y estoy seguro de que incalculables personas en el mundo estarían dispuestas a unirse a un ayuno igual, para solidarizarse con ellos. Esa posibilidad era real, esa posibilidad existía y todo surge a partir del ejemplo que ese grupo le estaba dando al mundo.
Como les decía anteriormente, nadie esperaba semejante incidente; fue algo que se produjo de manera absolutamente espontánea —como explicó Lucius—, después que deciden retener allí el ómnibus, y luego de discutir con los que estaban dentro de él, que eran 14 personas, para tomar una decisión de esta importancia, una decisión de esta trascendencia, como la que tomaron ellos, que desató un movimiento de solidaridad grande; pero ese movimiento crecía y crecía, y ya no era posible seguirlo ignorando, porque había muchos periódicos en el mundo y otros medios de divulgación masiva, hablando ya y escribiendo sobre el problema que se había creado allí en Laredo.
Pero si admirable era lo que ocurría allí, en otra escala era también admirable e impresionante lo que ocurría aquí; lo que estaba ocurriendo en aquella esquina, cerca de la Oficina de Intereses.
Como explicó Suárez, visitamos varias veces el lugar, ya que ellos lograron mantener comunicación constante con el grupo de Laredo, para saber cómo estaba la situación, cómo evolucionaba el problema, qué noticias nuevas había y cuál era el estado de salud de los que aquí estaban ayunando, y vimos cosas admirables.
Allí vimos una niña de 14 años, Mirelys (APLAUSOS), que se había escapado de su casa —espero que no la castiguen por eso— para unirse al ayuno. Allí aparecieron extranjeros que estaban de visita en Cuba, aparecieron turistas, de todas partes venían personas; pero una de las cosas más impresionantes fue que se reunieron creyentes y no creyentes.
Si se quiere buscar un ejemplo de hermandad, de unidad, de compenetración y de respeto, ese ejemplo se dio en una escala extraordinaria allí en las casas de campaña donde los compatriotas nuestros estaban ayunando. Fue realmente emocionante ver lo que allí ocurrió.
Por eso cuando Walker hablaba de su visión del futuro en Estados Unidos, que Estados Unidos sería otra cosa, que sería otro mundo, yo me imaginaba ese mundo, como el mundo que vivieron allí en los días del ayuno los creyentes y los no creyentes, los hombres de todo tipo, de todos los caracteres, de todas las nacionalidades y de todas las razas. Fue realmente una idea estimulante, como nos estimula a nosotros escuchar aquí las palabras de Lucius Walker y el comportamiento que ha tenido el grupo de Laredo. Es cuestión de meditarlo: la actitud sin prepotencia, sin arrogancia, sin vanidad, pero con una firmeza inconmovible, una convicción total, una decisión absoluta. Ellos nos dieron el ejemplo de cómo se puede ganar una gran batalla, a pesar de las condiciones tan difíciles en que se estaba librando, cuando uno tenía duda sobre cuál sería el resultado final de todo aquello, si habría suficiente sangre fría por parte de las autoridades norteamericanas, si habría suficiente ecuanimidad, suficiente comprensión del tipo de problema que se había creado; porque muchas veces uno ve que la prepotencia prevalece, y pensábamos: si algunos se empeñaran en hacer prevalecer la prepotencia, qué pasará con los huelguistas de Laredo. Sin embargo, prevaleció —como se dijo aquí—la razón, prevaleció la justicia, prevaleció la verdad.
Creo que la firmeza, la dignidad y junto a ellas, de modo muy especial, la convicción profunda, la justeza de lo que estaban haciendo, la limpieza de su conducta, fueron factores determinantes, unidos a la solidaridad y al gran apoyo internacional que se había creado y que estaba creciendo cada día, que hizo posible, a nuestro juicio, encontrar una solución feliz.
Como decían los dirigentes de iglesias cubanas, no había vencedores ni vencidos; no se trataba de humillar a nadie, puesto que si se combate la prepotencia, la humillación sería una manifestación de prepotencia. Por eso admiramos también la forma serena con que Lucius y la dirección del movimiento actuaron y reaccionaron cuando obtuvieron el éxito, no con un sentido triunfalista, no con un espíritu de vanagloria, sino que inmediatamente, con una gran humildad, comprendieron que aquel era un paso importante, muy importante, pero un paso más en la batalla que ellos venían librando contra el bloqueo, y comenzaron a elaborar nuevas ideas y nuevos planes para una nueva Caravana de la Amistad. En eso también ellos dieron, realmente, un ejemplo; y creo que, si se quiere tener éxito, si se quieren alcanzar los objetivos, ese es el camino. Por eso apreciamos también mucho —y ustedes lo han podido valorar— cómo él habló, con una gran convicción, con una gran firmeza y, al mismo tiempo, con una gran humildad.
Hoy parecen increíbles aquellas cosas que se inventaron —aunque entonces también parecían increíbles— para justificar la retención del autobús. Se dijo algo que no le habría pasado por la imaginación a nadie: que ese ómnibus amarillo, destinado a una iglesia, ómnibus que tiene asientos para niños, ómnibus escolar, podía servir para fines militares. Nunca en mi vida escuché un disparate más grande; únicamente que sacaran de la Cabaña y del morro los cañones y los arcabuces de la época de España, para armar el ómnibus amarillo y darle fines militares.
Pero vean ustedes, cuando no existe la razón, cómo cualquier mentira, cualquier argumento disparatado se utiliza para justificar lo injustificable. Creo que algún día sí dejará de ser un ómnibus escolar o de una iglesia o para uso de ancianos, para ir a un museo, como un moderno Rocinante, con sus flacos y gastados hierros, a convertirse en símbolo de la amistad, de la solidaridad, de la hermandad entre los pueblos (APLAUSOS).
Como ustedes han visto, de los labios de Lucius no salió una sola palabra de odio contra nada y contra nadie; solo salían razones, argumentos, verdades, verdades duras, pero simplemente verdades, porque los Pastores por la Paz luchan precisamente por eso, por la paz; la Caravana de la Amistad lucha precisamente por eso, por la amistad: la amistad entre el pueblo de Estados Unidos y el pueblo cubano, la amistad entre el pueblo de Estados Unidos y todos los pueblos del mundo.
Ellos han sido tan nobles como para expresar que venían aquí a pedirnos perdón por lo que hacía el vecino del Norte; pero nosotros decimos que el pueblo de Estados Unidos nunca tendrá que pedirle perdón por nada al pueblo de Cuba (APLAUSOS), porque nunca hemos confundido al pueblo norteamericano con los responsables de los actos de hostilidad, agresión y crueldad que se han cometido, y que se cometen todavía, contra nuestro pueblo.
He dicho más de una vez que en ningún lugar del mundo reciben a un ciudadano norteamericano con más espíritu de amistad con que lo reciben en Cuba (APLAUSOS). Nunca se escucha una palabra ofensiva, nunca se escucha una palabra de odio lo cual, si no diera únicamente la medida de los sentimientos, da la medida de la educación política y revolucionaria de nuestro pueblo, educado no en odios ni en fanatismos; educado en la comprensión, a partir del análisis de los problemas y a partir de la prédica de todos los revolucionarios cubanos, que siempre han hecho mucho énfasis en esto, de que la responsabilidad no corresponde al pueblo norteamericano, sino que corresponde a sus gobernantes. Eso lo hemos dicho una y mil veces.
Yo comparto por eso los sentimientos optimistas de Lucius. Es cierto que el pueblo norteamericano ha sido engañado, es cierto; es cierto que sobre el pueblo norteamericano ha llovido en propagandas y en mentiras mil veces lo que ha llovido hoy aquí. Se podría inundar al mundo, se podría hablar de un nuevo diluvio universal; pero esta vez el diluvio universal de la mentira que hemos conocido en estos 34 años, las cosas que se han dicho y se han escrito contra nuestra Revolución (APLAUSOS); mas, en medio de esa mentira, hemos permanecido como un arca de Noé y hemos podido flotar sobre la mentira.
No exagero cuando digo que realmente durante más de 30 años, de manera sistemática, se ha llevado a cabo una campaña de propaganda contra nuestra Revolución y contra nuestro pueblo.
Por eso se puede decir aquello que decía Lincoln, que se puede engañar a una parte del pueblo todo el tiempo, o que se puede engañar a todo el pueblo una parte del tiempo, pero que no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo; y ustedes, los Pastores por la Paz, los de la Caravana de la Amistad, están demostrando esa profecía de Lincoln: que engañaron —yo diría— a muchos norteamericanos durante mucho tiempo, pero el tiempo de la mentira se va agotando.
Eso lo vemos no solo con el pueblo norteamericano —por eso creemos lo que dice Lucius que un número creciente de norteamericanos va comprendiendo la verdad y va expresando un sentimiento de apoyo y simpatía a los Pastores por la Paz—, lo hemos podido comprobar recientemente en Bolivia, un país a miles de millas de distancia, que ha sufrido el mismo diluvio de calumnias y mentiras contra Cuba, y era impresionante ver, sin embargo, qué extraordinario calor, qué extraordinario sentimiento de solidaridad expresaban masivamente hacia nuestro pueblo.
Tuve oportunidad de decirles que, a pesar de todas las calumnias, a pesar de todas las mentiras, era impresionante ver cómo ellos habían sido capaces de comprender la verdad.
Es que hoy la comunicación entre los pueblos es cada vez mayor. Hoy es cada vez más difícil impedir que la verdad se conozca. Eso lo hemos visto en otras partes del mundo, por eso me parece muy correcto soñar con un mundo futuro distinto a este mundo de hoy, sin explotación, sin opresión, sin dominación; un mundo donde no haya miles de millones de personas sin asistencia médica, sin educación, sin trabajo, sin vivienda, sin alimentos; un mundo en que se deje a los hombres trabajar por su progreso, por su desarrollo, por su bienestar; un hombre que sea capaz de sustentarse y, al mismo tiempo, preservar la naturaleza.
En ese mundo hay que pensar, es inevitable pensar, es una cuestión de supervivencia pensar, o el día del juicio final se acercará más allá de lo que pudiera pensarse, porque es cierto que se está destruyendo hoy la naturaleza, y todavía se gasta millones de millones en armamentos. ¿Para qué necesita el mundo ese armamento cuando ya se acabó la guerra fría, cuando ya no hay ningún pretexto para justificar ese armamentismo, como no sea el propósito de estar interviniendo todos los días en todas partes y arrasar la soberanía de los pueblos?
El mundo padece una crisis económica seria en todas partes. Los países capitalistas desarrollados están padeciendo esa crisis muy seria y buscando caminos, buscando vías para salir de la crisis y cada vez se les hace más difícil. Sin embargo, vean cuántas guerras en cuántas partes, y cuántos millones de millones dedicados todavía a actividades militares; millones que se necesitan, precisamente, para el desarrollo de una gran parte de la humanidad, millones que se necesitan para preservar la naturaleza, para salvar al hombre, hoy criminalmente desperdiciados en gastos que son injustificables.
Si realmente hombres y mujeres como ustedes hacen que un día Estados Unidos no sea el centro de esa política de hegemonismo, sino sea el centro de una política de paz, entonces, como les decía recientemente, habrán hecho más que nadie por la grandeza de su patria, por el prestigio de su patria, por el honor de su patria.
En aquellos días recordaba que mientras el ómnibus amarillo era retenido en la aduana, por la frontera de Estados Unidos han atravesado millones de toneladas de explosivos, de armas, de municiones y de suministros bélicos para sostener, muchas veces, causas injustas; porque causas injustas fueron las sostenidas allá en Centroamérica, que costaron la vida de cientos de miles de personas.
Los pastores por la Paz tienen experiencia de eso, porque allí recibieron la primera agresión que costó sangre, mientras realizaban una misión humanitaria en Nicaragua; y en El Salvador y en Guatemala, cientos de miles de personas han muerto, han desaparecido, y el armamento y los recursos bélicos con que se hicieron esas acciones cruzaron por la frontera de Estados Unidos.
Armamentos con que se cometieron crímenes en países como Chile y Argentina pasaron por la frontera. Los crímenes cometidos en Viet Nam y en otras partes del mundo, o en Sudáfrica, material de guerra, de una forma o de otra, pasó las fronteras y no hay noticias de que hayan detenido ese material de guerra, por eso nos asombraba que ese ómnibus amarillo, ese ómnibus escolar para una iglesia, para transportar ancianos y niños, estuviese allí detenido.
Es indiscutible que todo eso es absurdo y que es posible solo por el poder, por la fuerza de Estados Unidos. Si hombres y mujeres como ustedes hicieran prevalecer una política del carácter de la que aquí señalaba Lucius, entonces sí se podría pensar en un orden mundial justo; entonces sí se podría pensar en un mundo de paz y de respeto al derecho de los demás, a la soberanía de los demás y a la independencia de los demás.
¿Qué sentido tiene tratar de rendir por hambre y por enfermedad al pueblo de Cuba? ¿Qué sentido tiene sabotear sus esfuerzos por el desarrollo, para llevar adelante y seguir con nuestra política de justicia social, de ayuda al niño, de ayuda a los ancianos, de ayuda a los enfermos, de ayuda a todos? (APLAUSOS) ¿Qué sentido tiene sabotear nuestro esfuerzo, violar flagrantemente los derechos humanos de millones de personas para imponer una política injusta, para imponer una política extranjera, para violar la soberanía y la independencia de un país? Indiscutiblemente que esto constituye un gran crimen y, en la medida en que constituye un gran crimen y una gran injusticia, sentimos nosotros gratitud por ustedes, norteamericanos, y por todos los norteamericanos que han tomado conciencia de este problema, nos ayudan en la batalla contra el bloqueo y trabajan por el desarrollo de relaciones normales en el sentido económico, en el sentido diplomático, y por relaciones de amistad entre el pueblo de Cuba y el pueblo de Estados Unidos.
Nuestro país está perfectamente capacitado para comprenderlos a ustedes, para apreciar el valor y la grandeza de lo que ustedes hacen, y por eso dijeron aquí algo que tanto emocionó a Lucius: Los de Laredo, los pastores, son hermanos. ¡Ojalá que un día no lejano puedan ustedes decirle también a la inmensa mayoría del pueblo norteamericano: Son hermanos de los cubanos, porque vivimos en paz y porque nos respetamos! (APLAUSOS.)
En nuestros corazones no hay odio hacia el norteamericano, como no hay temor hacia los poderosos, como no hay temor a los que han querido destruirnos, y sabremos ser amigos con la misma dignidad con que hemos defendido nuestra causa, nuestra justicia, nuestra Revolución. Sabremos ser firmes como lo fueron los de Laredo y tendremos también derecho, como ellos, al final, a alcanzar la victoria (APLAUSOS).
La victoria no será una sola victoria, tendrá que ser la suma de muchas victorias: por parte de ustedes luchando, por parte de nosotros resistiendo (APLAUSOS).
Estoy seguro de que lo que ocurrió en Laredo será siempre recordado por nuestro pueblo, estoy seguro de que allí se escribió una página imborrable, estoy seguro de que la gratitud de las presentes y futuras generaciones será eterna.
Para concluir, debo decir lo que he dicho siempre:
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)