Discurso pronunciado en la Conferencia Mundial sobre Desarrollo Social
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Señor Presidente;
Excelencias:
"Toda la vida es sueño, y los sueños sueños son", dijo hace siglos Calderón de la Barca, famoso dramaturgo español.
Independientemente de las nobles intenciones de los aquí presentes, en un mundo donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres; donde unos países reciben por sus materias primas y productos básicos precios cada vez más baratos y otros venden sus productos elaborados cada vez más caro; donde la deuda externa de los menos favorecidos por la fortuna crece incesantemente y alcanza ya la cifra increíble de un millón quinientos mil millones de dólares; donde las tasas de interés suben arbitrariamente de día en día; donde la población crece explosivamente en las áreas más pobres; donde los capitales se fugan en cifras crecientes de los países pobres a los ricos; donde los robos de cerebros son continuos allí donde más se necesitan; donde la mujer, el indio, el negro y otras etnias son discriminados; donde el caos y la anarquía reinan bajo las ciegas y salvajes leyes del mercado, no puede haber desarrollo social.
Donde falta humanidad, no puede haber derechos humanos. Donde impera el egoísmo, no puede haber solidaridad. Donde las sociedades de consumo y despilfarro se establecen como modelos para una población que ya rebasa los cinco mil setecientos millones de seres humanos, no puede haber ni medio ambiente que se preserve, ni recursos naturales que no se contaminen o agoten, ni desarrollo social posible.
Donde la carrera armamentista y el comercio de armas persiste a pesar de haber finalizado la guerra fría, donde no se ha dedicado al progreso humano ni un solo centavo de lo que hoy como ayer se derrocha en armas, donde los bloques militares se extienden irracionalmente, donde las armas sofisticadas continúan fabricándose y perfeccionándose, no puede haber desarrollo social. Con hegemonismos, con intervenciones de todo tipo bajo cualquier pretexto, que solo tienen lugar en países pequeños y del Tercer Mundo, sin el respeto al derecho sagrado de cada país a su plena independencia e igualdad en las relaciones internacionales, no puede haber paz ni desarrollo social. Es mentira, puro engaño.
El neoliberalismo, doctrina de moda impuesta al mundo de hoy, sacrifica despiadadamente en los países subdesarrollados los gastos para salud, educación, cultura, deportes, seguridad social, viviendas económicas, agua potable y otras necesidades elementales de la población, es decir, hace imposible el desarrollo social.
Que haya pobres en los países industrializados es sencillamente una vergüenza. Que no se pueda reducir el desempleo y que éste crezca con los avances tecnológicos, es una prueba de lo irracional del sistema imperante. El crecimiento indetenible de las drogas, la xenofobia y la violencia muestran su decadencia moral.
Cuba, criminalmente bloqueada porque no comparte las ideas de su poderoso vecino del Norte y que perdió más del 70 por ciento de sus importaciones con la desaparición del campo socialista y de la Unión Soviética, no ha cerrado una sola escuela, un hospital, un asilo de ancianos, un círculo infantil. A pesar de que somos un país pobre, contamos hoy con el más alto per cápita de maestros, médicos, instructores de arte y de deportes entre todos los países del mundo. Nuestra mortalidad infantil es de menos de 10 por cada mil nacidos vivos. No hay analfabetos, y las perspectivas de vida se elevan a más de 75 años. Hemos vivido una experiencia. Podemos hablar. Lo que queremos los que aquí nos reunimos, es posible; pero hace falta algo más que promesas, resoluciones y declaraciones: hace falta voluntad política y hace falta justicia, no solo dentro de cada país, sino también entre todos los países. Repártanse mejor las riquezas del mundo entre todas las naciones y dentro de las naciones; establézcase una verdadera solidaridad entre los pueblos, y solo entonces nuestros sueños de hoy podrían ser realidades de mañana.
Muchas gracias.