Silencio que fragua el alma
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Las conversaciones sobre los días de la semana son recurrentes entre los cubanos, que si no me gustan los lunes, que si el viernes es mi día favorito, que si los domingos son aburridos. Siempre que eso sucede digo que mi día favorito es el sábado. En mi mente y en mis sentidos, el sábado representa los olores y los sonidos, de lo que epidérmicamente asumo como nuestra cubanía.
Nací en un pueblo, Guanabacoa. Los sábados desde temprano escuchaba el sonido del agua tirada para limpiar las aceras, el baldeo de las casas, los más disímiles pregones, las penetrantes y reconocidas notas que salían de las armónicas de los amoladores de cuchillos y tijeras, el ruido de los cláxones de autos y guaguas y la música de las vitrolas.
Podría perder hasta la memoria y reconocer en el aire el día sábado y extrañarlo si viajo al exterior porque en ningún país reconocí esa sensación. Siempre pensé que no habría sábado en Cuba sin esos atributos.
Me equivoqué, este sábado 26 de noviembre el silencio se apoderó de nuestras calles, de nuestros barrios, de nuestros hogares. Ni en los agromercados ni en las guaguas se escuchó una voz por encima de otra.
El silencio venció al bullicio cubano, ese que ni con reglamentos, ni con leyes medioambientales se logra controlar. Solo que esta vez el silencio llegó cargado de respeto, de meditaciones, de evocación porque la víspera se nos fue Fidel y la única forma que encontramos todos, sin ponernos de acuerdo, fue con esta «callada manera» de homenajearlo.
Ya lo había adelantado José Martí «en silencio ha tenido que ser», mientras un volcán de patriotismo fraguaba la guerra necesaria.
En silencio estamos con el alma fraguada y la promesa de que cuando depositemos sus cenizas en tierra de mambises continuaremos las batallas que él lideró y con las que nos condujo de victoria en victoria.
Este silencio cubano no es solo porque nos resistamos a aceptar su partida o porque nos neguemos a hablar de él en pasado, sino porque el alma de la Patria, convertida en cenizas, ha emprendido el camino hacia la eternidad.