Fidel en el Escambray (IV): Surge La Yaya
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Desde el valle que se extiende cuesta abajo en la loma de La Yaya, «Fidel mostró la genialidad de constructor y declaró al sitio envidiable» para los proyectos sociales y productivos del país. Otra vez estaba en las estribaciones que sirven de antesala al Escambray, una zona ya no solitaria como antes en la parte central cubana.
Su propósito: palpar las fuerzas renovadoras del entorno geográfico. Antes llegó a similares parajes en San Andrés de Caiguanabo, en Pinar del Río, y a pueblos ganaderos de La Habana y de territorios orientales. Ese fue su habitual estilo de trabajo: recorrer y dialogar con cubanos anónimos.
En Manicaragua Dora Gutiérrez Bacás lo afirmó. Dio rienda suelta a los recuerdos del surgimiento y desarrollo histórico de una comunidad dedicada a la explotación de vaquerías. Nada tenía precedentes en suelos villareños.
Desde marzo de 1971, por orientaciones del Comandante en Jefe, se organizó el Grupo de Desarrollo de Comunidades en construcción. La mujer formó parte del equipo, y de inmediato cursó una escuela que la especializó en trabajos con campesinos que residirían en La Yaya, la base genética de La Vitrina, en Mataguá.
—¿Cómo entendían ustedes la comunidad? —indago. Ella, ahora con 78 años, echa una sonrisa tierna.
—Era una unidad político-administrativa de gobierno local y desapareció con la elección de los delegados de circunscripciones. Una actividad no interfería en la otra. Todo tenía que ver con modernizar la agricultura o en optimizar los recursos del suelo. También, capacitar para el empleo de tecnologías diversas y garantizar la educación y el comportamiento social. Por supuesto, todo favorecería la eficiencia productiva.
«Eso logramos en La Yaya. Allí la fuerza agrícola, sin el pueblo terminado, contribuyó a la construcción de edificios, centros educacionales, de salud y recreación, o del fomento hortícola. Aquello era un jardín. En los últimos tiempos dicen que cambió mucho con cierta desatención en la urbanización rural. Nosotros pretendimos y logramos eliminar las diferencias entre el campo y la ciudad. Fue el sueño de Fidel».
—Pero, ¿usted habló con el Comandante en Jefe? Y con Raúl, ¿también?
—Sí, ¡cómo no! Fidel estuvo cuatro veces allí. Primero en la localización del pueblo. Luego cuando asignó más equipos para levantar los edificios. No lo vi. Entonces no dirigía el trabajo comunal allá. Sin embargo, intercambié puntos de vista con él en febrero de 1965, en Isla de Pinos (hoy, Isla de la Juventud), cuando intervino en la III Plenaria Nacional de la FMC.
—¿Qué dijo?
—Estaba parada detrás de su asiento, y de pronto se viró y me preguntó: «¿Usted no va a decir nada?». Solo atiné a contestarle: «¡Comandante!, cuando las muchachitas orientales terminen». Señaló: «¿De dónde eres?». Respondí: «¡De Las Villas!». «Hay mucho que hacer por allá para incorporar a la mujer al trabajo socialmente», declaró sonriendo.
«Después en La Yaya se apareció en diciembre de 1970 con una comitiva para apreciar la terminación de viviendas. Allí lo observé cuando explicó a todos la importancia social y económica del pueblo, y la voluntariedad del campesino que vendría al asentamiento. Enfatizó, incluso, hasta de garantizar la leche a las familias incorporadas, situar servicios de ómnibus hacia Mataguá y San Juan de los Yeras, colocar una posta sanitaria y crear una finca de autoconsumo».
Más de un recorrido hizo Fidel por la región. En febrero de 1971 efectuó el más abarcador. Estuvo por la carretera Mataguá-Báez, y conversó nuevamente, a pie de obra, con los constructores de La Yaya. Fue ese un método de dirección para trazar estrategias de desarrollo.
Un año después, por esa fecha, el domingo 20 de febrero, Vanguardia publicó una información: «Visitó Fidel el pueblo de La Yaya en unión de la delegación chilena», y un fotorreportaje que confirmó el encuentro con los pobladores y la repercusión de la pieza La Vitrina, escrita por Albio Paz, montada por el Grupo Teatro Escambray.
—Dora, ¿usted hace referencia a esa observación del Comandante en Jefe?
—Sí, allí habló de las perspectivas de la base lechera, del mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo, y que nada material faltara, y lo que restaba por concluir sería responsabilidad de los moradores. Un mes antes de su estancia se mudaron las primeras siete familias. Eso ocurrió en enero y, poco a poco, el ambiente rural se cambió por una ciudad joven.
—¿Durmió Fidel aquella noche en La Yaya?
—¡No!, voy a aclararte, porque más de uno se ha equivocado. Estuvo junto a Arnaldo Milián Castro y Nicolás Chaos Piedra, primeros secretarios del Partido en Las Villas y el Escambray, respectivamente, así como el capitán Jorge Risquet Valdés-Saldaña, ministro del Trabajo, y el profesor de Agronomía Sergio Barría, quien presidió la delegación de 32 chilenos que transitaban por la provincia en esos días.
«No, el Comandante en Jefe no se quedó allí. Ahora, en el edificio 1, apartamento 24, se crearon las condiciones de alojamiento. Cierto es que observó la vivienda, y discutió en sus habitaciones aspectos puntuales con Milián Castro y Chaos Piedra para garantizar las condiciones de trabajo, y de vida, cada vez más confortables, a todos los moradores. Otra casa, en el edificio 3, apartamento 43, quedó de reserva para su estancia. Durante casi una década el sitio donde permaneció Fidel por unas horas se convirtió en casa de visita. Allí hubo cuatro libros encuadernados en los cuales se dejaron firmas, fotos y recortes de prensa. Cuando fui a Angola en 1979, los dejé en ese lugar, y al regresar jamás los volví a ver. Ya para entonces asumí otras labores de dirección municipal en Manicaragua.
—También dijo que Raúl, ¿pasó por allí? ¿Cuándo y por qué?
—Llegó con una delegación militar de la República Popular de Mongolia. Ya era casi al caer la tarde cuando indagó. «¿Dónde está Dorita?, quiero saludarla». Enseguida me avisaron, y declaró: «¡Ah, eres tú!, pues el Comandante en Jefe dijo que te viera para conocer el trabajo de las comunidades, y que ayudaras a las cercanas de las Fuerzas Armadas. Hay que transformarlas al estilo de La Yaya». Respondí: «Comandante, lo que usted diga se hace», y luego le mostramos todo el pueblo
Contorno ganadero
La Agrupación Genética del Escambray, más de la tercera parte del territorio, tuvo su primera base lechera en La Yaya, asentamiento que convirtió a los campesinos en obreros agropecuarios. Hubo después otras similares en La Sierrita, Cumanayagua y Manicaragua, momento que marcó las rutas transformadoras de la ganadería.
Sobre este tema
Fidel en el Escambray (I): A partir de cero
Fidel en el Escambray (II): Operación Jaula
Fidel en el Escambray (III): Explorando el futuro
La ubicada en Mataguá, denominada por Fidel La Vitrina, dispuso de 40 unidades, con centros de desarrollo, recrías y vaquerías. Los animales eran F-1 obtenidos por cruzamientos entre toros Holstein con vacas cebú, una garantía de hembras más lecheras.
Un tiempo atrás, al mostrar las Directivas del Comandante en Jefe para el Escambray, pregunté al ingeniero pecuario Jesús Guzmán Pozo (Médico) el porqué en esa zona no existe la vaquería número 1; la cuenta de unidades comienza en la 2. La explicación que dio fue sencilla: «Fidel se opuso a que demolieran la torre del antiguo ingenio Santa Catalina, en Cardoso, y dijo que constituía un patrimonio histórico».
Al cierre de 1971, a escasos meses de concluir la comunidad, la región produjo 36 millones de litros de leche, unos 20 más que igual período anterior.
Fidel en La Yaya hizo un llamado a la conciencia colectiva: «Los índices de gestación, natalidad, de menos muertes de terneros y añojos, y más pastos y chapea de potreros, son el secreto de los incrementos de la masa ganadera».
Una carta dirigida al Comandante en Jefe del sábado 9 de octubre de 1971, y aparecida en Vanguardia, apunta: «Hoy —referido al día anterior— está terminado el pueblo de La Yaya, no importa que muchos escépticos no lo creyeran. Es ya una realidad», dice el texto. El pueblo tuvo un costo superior a 1 250 000 pesos, y sumó más de 40 000 horas de trabajo voluntario. Dispuso de 10 módulos de 4 plantas, con 24 viviendas en cada unidad, y en total 240 apartamentos con 2 y 3 dormitorios.
Fueron entregados con sus respectivos muebles, equipos electrodomésticos, cocina de luz brillante y ropa de cama. Todo gratuito. Contó con conexiones de hidrología y acondicionamiento urbanístico, de servicios comerciales, educacionales y recreativos, así como de un tanque-depósito con capacidad para 60 000 galones de agua.
El Comandante en Jefe, expone Vanguardia del domingo 10 de junio de 1973, refirió en La Sierrita que «la comunidad tendrá todo lo que sea capaz de realizar su población». Fue el detonador que enrumbó la mirada a las gestiones de los asentamientos serranos. Todos los empeños agropecuarios adquirieron rasgos urbano-rurales y de ciudad-campo, dentro del desarrollo productivo que los caracterizó.
Escenario teatral
A finales de enero de 1973, en sesiones de trabajo en La Macagua, tuvo un diálogo con Sergio Corrieri: «Veo en la cercanía a Flora Lauten con su niño, allá en una casa de campaña. De inmediato le dije a Sergio que me prestara a la actriz y dramaturga para llevarla a La Yaya, lugar donde antes pernoctó el Grupo Teatro Escambray. No hubo problemas, y a la comunidad llegó la joven con tremendo entusiasmo. Hasta casa tuvo por unos cuatro años y medio», apuntó Dora Gutiérrez Bacás.
A partir de investigaciones socio-culturales, terreno que conocía Flora, «se creó el Grupo de La Yaya, integrado por 17 aficionados», dijo. Ya «desde julio de 1971 había un precedente con los proyectos que dirigieron alumnos de Humanidades de la Universidad de La Habana para favorecer la política cultural. Graziella Pogolotti, junto a Helmo Hernández, el coordinador, encabezaron las búsquedas de información socioeconómica y productiva con obreros agrícolas y campesinos», refirió.
Notas de prensa en Vanguardia resaltan que el 2 de mayo de 1973 comenzaron los ensayos para la puesta en escena de ¿Dónde está Marta?, texto dramático que abordó la problemática de incorporación de la mujer a faenas agropecuarias. Esa siempre fue una preocupación de Fidel desde que se celebró la Plenaria Nacional de la FMC en Isla de Pinos.
Después vinieron otras representaciones a semejanza de la estética de Teatro Escambray: el debate colectivo y el diálogo actor-público. Resultó significativa en La Yaya la pieza El secreto de la mano, referida al oscurantismo.
—Dora, ¿qué decía la gente?
—Imagínese, allí todos hablaban de la grandeza de la Revolución al convertir en artistas a trabajadores-vecinos. También se impartieron cursos de papel maché, ordeño mecánico, peluquería, corte y costura y superación educacional y artística.
Al año de fundar el poblado ganadero ya vivían allí 744 personas de diferentes edades, según reportes de Vanguardia, el rotativo villareño, y el contexto productivo acentuó más sus perspectivas comunitarias.