Che y Fidel: una amistad enraizada en patriotismo
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De su amistad, ¿qué sabemos? Se conocieron una noche en casa de María Antonia. Fidel reconoció en él a un joven comunista, capaz de combatir una injusticia en cualquier rincón del mundo y lo invitó a ser parte de la expedición que reiniciaría las luchas por la independencia en Cuba. Guevara entendió que aquel abogado tenía madera de líder, un hombre que creía en lo que decía y cumplía sus promesas, por eso fue de los primeros en subirse al yate Granma.
El mar, como las montañas, hermana a los hombres. Después de Alegría de Pío, el reencuentro en Cinco Palmas, y los ataques a los cuarteles La Plata y El Uvero, Fidel se ratificaba como el jefe del Ejército Rebelde y el Che como un líder indiscutible en la guerra de guerrillas.
Pocos meses después Guevara, sin mediar su condición de argentino, sería, por sus méritos propios, el primero en ser ascendido al grado de Comandante. En él y en Camilo, como había hecho antes con Raúl y con Almeida cuando la creación del Segundo y Tercer Frente, Fidel depositó una gran responsabilidad: llevar la guerra a todo el país.
Después del triunfo revolucionario, Che seguía siendo su hombre de confianza. Ocupó importantes responsabilidades: dirigió el Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), fue Presidente del Banco Nacional de Cuba y Ministro de Industrias. Representó a Cuba en importantes eventos internacionales. Cuando hablaba Guevara lo hacía en nombre del pueblo de Cuba, era como si estuviese hablando el propio Fidel.
En 1965 el Che recordó la única condición que le puso a su amigo en México a cambio de enrolarse en la expedición: cuando triunfe la Revolución, me iré a otras tierras a impulsar otros movimientos revolucionarios. Como escribiría en su carta de despedida, él podía hacer lo que a Fidel le estaba negado en su condición de jefe de Estado. Che sentía la necesidad de llevar la revolución a toda América Latina y tuvo todo el apoyo del Comandante en Jefe. En 1965 partió hacia el Congo porque otras tierras del mundo reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos.
En plena gesta congolesa Guevara supo que Fidel debió hacer pública su carta de despedida ante los rumores desatados como consecuencia de la ausencia del Che Guevara en el recién conformado Comité Central del Partido. En su diario escribió: “Me daba la impresión de que después de mi carta de despedida a Fidel, los compañeros empezaron a verme como un hombre de otras latitudes, como algo alejado de los problemas concretos de Cuba, y no me animaba a exigir el sacrificio final de quedarnos”.(1) Ante el fracaso inminente de la lucha guerrillera Fidel le insistió en que regresara a Cuba, prometiéndole que garantizaría las condiciones necesarias que permitirían preparar una nueva tropa para ir a combatir a Bolivia.
En noviembre de 1966 el Che arribó a Bolivia. La confirmación de su asesinato el 9 de octubre de 1967 constituyeron un duro golpe para Fidel. Guevara era, además de amigo y compañero de lucha, la persona que estaba impulsando la lucha en América Latina para continuar lo que el propio Fidel había iniciado en Cuba.
La constancia de esta inigualable amistad aparece reflejada en el libro Che y Fidel. Imágenes en la memoria de la editorial Ocean Sur. En él los lectores, además de disfrutar de una amplia colección fotográfica de momentos épicos, históricos y también íntimos y familiares, encontrarán textos que confirman que a ambas figuras latinoamericanas los hermanaban “lazos de otro nombre que no se pueden romper como los nombramientos2.
Sobre su primer encuentro escribiría Guevara:
Lo conocí en una de esas frías noches de México […] a las pocas horas de la misma noche, en la madrugada, era yo uno de los futuros expedicionarios […].
[…] Hubo quienes estuvieron en prisión 57 días […] con la amenaza perenne de la extradición […] pero en ningún momento perdimos nuestra confianza personal en Fidel Castro. Y es que Fidel tuvo algunos gestos que, casi podríamos decir, comprometía su actitud revolucionaria en pro de la amistad. Recuerdo que le expuse específicamente mi caso: un extranjero, ilegal en México, con toda una serie de cargos encima. Le dije que no debía de manera alguna pararse por mí la Revolución, y que podía dejarme; que yo comprendía la situación y trataría de ir a pelear desde donde me lo mandaran y que el único esfuerzo debía hacerse para que me enviaran a un país cercano y no a la Argentina. También recuerdo la respuesta tajante de Fidel: «Yo no te abandono» […] Esas actitudes personales de Fidel con la gente que aprecia son la clave del fanatismo que crea a su alrededor […].(2)
La lealtad que el Che le profesó a Fidel fue consecuente hasta los últimos minutos de su vida: “Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos”.
Fidel tampoco se acostumbra a su ausencia. En entrevistas concedidas a décadas de su asesinato ha confesado: “A veces sueño con él, que está vivo”.
Ambos son referentes para la generación de jóvenes que en Cuba y en América Latina apuestan por el socialismo. El presente libro, de la editorial Ocean Sur y el Centro de Estudios Che Guevara, es un homenaje a la amistad compartida entre estos dos gigantes del pensamiento y el accionar revolucionario del siglo XX.
- 1 Ernesto Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria (El Congo), Editorial Ocean Sur, La Habana. 2009.
- 2 Una Revolución que comienza, en Obras Escogidas, 1957-1967, t.1, pp. 192-194.