Diez días en las entrañas del imperio (segunda parte)
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En 1960, Fidel Castro Ruz partió rumbo a Nueva York, en un Britannia de la Compañía Cubana de Aviación, para asistir al XV Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la ONU.
NIKITA JRUSCHOV Y FIDEL CASTRO
La mañana del martes 20 de septiembre de 1960, una multitud calculada en miles de personas por la propia policía neoyorquina —a la cual no es posible acusar de parcialidad en favor del líder cubano— aguardaba la salida de Fidel Castro por las calles que rodean el hotel Theresa, cuando a las 12 y 14 minutos del mediodía, apareció frente al hotel, Nikita Jruschov. El Primer Ministro soviético iba a saludar a su homólogo cubano.
Fidel Castro recibió personalmente al gobernante soviético. Era el primer encuentro de ambos líderes, quienes sostuvieron una cordial conversación que no excedió los 30 minutos.
Tras la partida de Jruschov, el Primer Ministro cubano se dirigió hacia el edificio de la ONU, adonde llegó alrededor de las tres de la tarde.
Un nuevo precedente se estableció en la Asamblea de las Naciones Unidas, cuando Nikita Jruschov se levantó de su asiento para saludar a Fidel. Los periodistas y empleados de la ONU confirmaron que era la primera vez en la historia de ese organismo que un jefe de Gobierno se levanta para ir a saludar a otro jefe de Gobierno.
Una breve entrevista de ambos acaparó la atención de los delegados de las 97 naciones y de más de dos mil periodistas presentes.
NUEVOS INTENTOS PARA OBSTACULIZAR PRESENCIA DE CUBA EN LA ONU
Aunque la delegación cubana había resuelto el problema de alojamiento y participaba en la Asamblea, iban en aumento los intentos de obstaculizar su presencia en el país.
En horas de la noche de ese martes 20 de septiembre, se produjo el secuestro de otro avión cubano. Ese acto de inadmisible piratería fue cometido contra la nave donde viajaban el comandante Juan Almeida y el ministro Regino Boti, quienes habían llegado para integrarse a la delegación cubana.
El avión secuestrado —un Britannia de Cubana de Aviación—, llevaba una inscripción que decía: “Delegación de Cuba en la O.N.U.”. La nave fue entregada por las autoridades de Nueva York a un funcionario judicial. El hecho no fue casual, este era el tercer avión cubano que retenían los norteamericanos en una semana. El primero, fue un Britannia que llegó al aeropuerto Idlewild en un servicio regular de pasajeros y, el segundo, un DC-4 de Aerovías Q.
Otro hecho, esta vez de trágicas consecuencias, aconteció en el restaurante El Prado, ubicado en la Octava Avenida y la calle 51 en Nueva York. En ese mismo lugar, en la tarde del miércoles 21, un grupo de cubanos simpatizantes de la Revolución fue atacado a tiros por varios contrarrevolucionarios. Los disparos hirieron a una niña venezolana de apenas nueve años de edad, quien se encontraba de paseo con sus padres. Lamentablemente, la niña falleció al siguiente día.
La policía neoyorquina llegó minutos después del tiroteo. Las detenciones que realizó no incluían a los atacantes. El Departamento de Estado norteamericano, en una monstruosa conjura, inculpó a un inocente, solo porque simpatizaba con la Revolución Cubana.
ALMORZARÉ CON LOS HUMILDES
En la sesión del jueves 22, el jefe de la delegación cubana, Fidel Castro, junto al canciller Raúl Roa, el comandante Juan Almeida y demás miembros de su delegación, acudió a saludar a Nikita Jruschov en el salón de sesiones de la ONU. Momentos después el Mariscal Josip Broz, Tito, presidente de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, se acercó a Fidel y departió con el líder revolucionario cubano durante unos minutos.
Mientras tanto, las autoridades yanquis siguieron sus actos inamistosos hacia Cuba al excluirla de un almuerzo que Eisenhower ofreció el 22 de septiembre a las delegaciones latinoamericanas.
La reunión, convocada por el imperialismo, se efectuaría después que el presidente Eisenhower pronunciara su discurso en la Asamblea General de la ONU, por la mañana. Un vocero del gobierno de Estados Unidos había anunciado la invitación a 18 representantes latinoamericanos ante la ONU (la lista excluía a Cuba y República Dominicana). Al festín imperialista en el salón Waldorf Towers, del hotel Waldorf Astoria, dejó de asistir el jefe de la delegación uruguaya Eduardo Víctor Haedo, quien no fue en obvio gesto de solidaridad con el representante cubano.
Ese día, cuando Fidel salía de la ONU, un periodista le preguntó cuál era su opinión sobre el almuerzo en el lujoso Waldorf Astoria, al cual no había sido invitado.
“Me parece bien —respondió— y lo que deseo es que los que asistan a él tengan buen apetito. Yo almorzaré en el barrio de Harlem, con los humildes. Yo pertenezco al pueblo humilde”.
Al llegar al hotel Theresa, Fidel subió al comedor donde almorzó con los empleados y el propietario. Lo acompañaban Celia Sánchez y otros miembros de la delegación, así como numerosos periodistas norteamericanos, quienes antes de comenzar el almuerzo le hicieron varias preguntas.
DE UN LIBERTADOR A OTRO LIBERTADOR
En horas de la noche, el Comité Cubano Norteamericano ofreció una cena al compañero Fidel.
Richard Gibson, miembro del Comité Pro Justo Trato a Cuba, entregó un busto de Abraham Lincoln al Primer Ministro de Cuba y reconoció “el honor que es para el Comité hacer entrega del busto de Lincoln a Castro”.
En el momento de la entrega, Gibson expresó: “De un libertador a otro libertador”.
Al acto asistieron más de 300 personas. Después del saludo hecho por Gibson, el compañero Fidel tomó la palabra. Al referirse a su estancia en el hotel Theresa y en el barrio de Harlem, confesó: “me siento como quien camina en un desierto y se encuentra, de repente, en un oasis”.
El Primer Ministro cubano obsequió a Love Woods —propietario del hotel Theresa—, un busto del prócer cubano José Martí, con la siguiente inscripción: “Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas”.
¡ESTUPENDO!, ¡ESTUPENDO!
El viernes 23, en la sesión de trabajo de la Asamblea General de la ONU intervino Nikita Jruschov. El Primer Ministro soviético fue portador de proposiciones a favor de liquidar el colonialismo, de respetar y cumplir estrictamente las cláusulas de la Carta de las Naciones Unidas, y de otras importantes propuestas, como la de trasladar la sede de la ONU de Estados Unidos.
“¡Estupendo!”, “¡Estupendo!”, se escuchó por los auriculares de la transmisión en español de traducciones simultáneas cuando el Premier soviético hizo la propuesta del traslado de sede. La voz que se escuchó fue reconocida como la de Fidel, quien en su entusiasmo no pudo contenerse y lanzó esa exclamación de aprobación, dirigiéndose al doctor Raúl Roa.
Esa noche, el Primer Ministro soviético ofreció una cena a la comitiva cubana. El encuentro se efectuó en el edificio de la delegación permanente de la Unión Soviética en la ONU.