Fidel es el padre de la Cuba moderna
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Esta semana, Fidel decidió alejarse de casi medio siglo de liderazgo. La última vez que yo lo vi fue en abril de 2001. “Lo peor ha quedado atrás”, le dijo a la persona a mi lado en un pasillo. "Lo que queda es desarrollar el socialismo”. Golpeándome en el pecho con un dedo, me preguntó sobre los zapatistas en Chiapas, México, y la pobreza en la región, que era mucho peor que la que sufrían los cubanos. Su preocupación con el estado del mundo contrasta fuertemente con los cubanos que cada día se dirigen hacia el norte en busca de mayor prosperidad.
El mayo pasado en La Habana, algunos hombres cuyos padres rindieron servicios en Angola me preguntaron sobre la vida en Estados Unidos. Aquellos de 20 y 30-y-tantos años se sentían frustrados. Algunos de ellos poseían doctorados y maestrías y laboraban en trabajos que estaban por debajo de sus niveles de educación y talento. La mayor queja era de que tenían que pasar parte de sus días “resolviendo” problemas de su existencia material.
El año pasado, una veterinaria que conducía un taxi en La Habana me preguntó si Estados Unidos era verdaderamente el paraíso que ella y sus amigos se imaginaban, ese maravilloso lugar que se ve en las películas. Las cartas de sus amigos y familiares que habían emigrado indicaban que, en su mayoría, la vida allá les gustaba más. Le dije que en Miami yo había visto a cubanos que limpiaban excusados y que trapeaban suelos, mientras que otros guiaban Cadillacs.
“¿Cuál serás tú?”
Sacudió su cabeza. No sabía. Contemplaría más si irse o no.
En Miami, le pregunté a una mesera en un restaurante cubana: “¿Quieres regresar a Cuba?”
“Algunos días lo pienso”, me respondió. “Me sentía menos tensa allá, aunque me ponía nerviosa cuando trataba de conseguir alimentos, jabón, champú. ¿Quién sabe?”
Los cubanos llegan todas las semanas a la Florida, pero no todos los recién llegados entran al paraíso. De hecho, la rápida movilidad social para la gente con diplomas universitarios --o sea la gran mayoría de los inmigrantes-- se ha desacelerado y apenas se mueve. Según un informe de la Institución Brookings, en el 2004 “solamente un15% de los hogares miamenses gozan de un ingreso mensual entre $34,000 y $51,000”, comparados con un 20% a nivel nacional.
Para los norteamericanos negros, los puertorriqueños, nicaragüenses y haitianos, el ingreso promedio por hogar en el Condado Dade era por lo menos $20,000 menos que el “ingreso promedio en hogares blancos”. Los cubanos salían mejor parados. Los anticastristas originales, los partidarios de Batista, las clases ricas y profesionales venían con bienes materiales y educación. Sus hijos y nietos se beneficiaban de esas riquezas originales y acumuladas --parte de ellas robadas de la Tesorería de Cuba. Los oficiales militares de Batista se apoderaron de aviones y barcos para llevar su botín a la Florida poco antes de que los revolucionarios tomaran el poder. En vez de enjuiciarlos por robo y secuestro de aviones o barcos, el gobierno de EEUU les dió una bienvenida y jamás devolvió el dinero robado.
Las emigraciones posteriores trajeron a los menos adinerados, muchos de quienes han ingresado a la inmensa clase de trabajadores mal remunerados que pululan los sectores del servicio y ventas en Miami. El estudio de la Institución Brookings reveló que “los salarios en Miami-Dade son más bajos que en ninguna otra parte, no importa cuál sea el sector de la industria o el tipo de ocupación”.
Un neoyorquino nato que visite los barrios bajos de Miami no comprende eso. El enorme aeropuerto, los lujosos hoteles y modernos edificios de oficinas, la zona de Miami Beach, con sus edificios Art-Deco, denotan abundancia y prosperidad. En casi toda Liberty City y Little Haití, zonas predominantemente negras, uno no ve los podridos tugurios que existen en las ciudades del noreste de EEUU. Uno no ve a desposeídos acurrucados sobre las rejas de ventilación del tren subterráneo durante el invierno. Sin embargo, en el 2004, Miami fue la ciudad con el ingreso promedio más bajo por hogar: $24,031. Newark, N.J., fue segunda, con $26,309. El ingreso promedio más bajo en EEUU fue de $42,000.
Aproximadamente 10 millones de personas entran y salen de Miami cada año. Millones de otros han visto la ciudad en la serie de televisión “Miami Vice”, donde los policías y los narcotraficantes se visten de lujo, o en “CSI Miami”, donde una tecnología costosa domina la pantalla. Los promotores del turismo venden las playas y el buen clima. Las celebridades ricas poseen hogares y yates en esta ciudad. Los hoteles se benefician de los congresos y los barcos de paseo esperan a los turistas que se pasan una noche en un hotel de cinco estrellas antes de aburrirse en un viaje mar adentro.
A los ricos les encanta este lugar. En el restaurante DeVito en South Beach
(sí, el actor Danny DeVito es el propietario) los platos cuestan entre $40 y $60, sin contar las bebidas o las ensaladas o el postre. El Día de San Valentín, las mesas se llenaron temprano. Los empleados que pelan las cebollas y las papas y botan la basura del restaurante no ganan un salario diario equivalente a un plato de comida. El ingreso promedio por hogar en Miami es el más bajo del país: $23,483.
Algunos de los que ganan menos vienen de Cuba. Algunos de los desposeídos también son cubanos. Una cubana que vino en los vuelos “Peter Pan” --una operación creada por la CIA y la Iglesia Católica que separó a miles de chicos cubanos de sus padres y los trajo a EEUU a comienzos de la década de 1960-- me dijo que “redescubrí a mi Cuba.” Su primer regreso en 1994, durante un difícil periodo de la economía, “me demostró que los valores en la isla eran mejores, más cariñosos. En Estados Unidos, si eres pobre, tienes pocos recursos. En Cuba, tienes una red de seguridad y siempre tienes una familia”.
“La pobreza envenena el cerebro de todo niño”, escribió Paul Krugman en su columna del 18 de febrero en The New York Times, citando un informe de la Sociedad Norteamericana para el Avance de la Ciencia. En Estados Unidos, los niños pobres se sienten marginados y por lo tanto tienen “niveles no saludables de hormonas del estrés, lo que impacta el desarrollo de sus neuronas”.
Uno comprende la pobreza en los países del Tercer Mundo. Aunque la disparidad de ingresos es seria, la riqueza total no es suficiente para proveerle a todo ciudadano con sus necesidades básicas. En Estados Unidos, la guerra contra la pobreza entablada por el Presidente Lyndon Johnson redujo la tasa de pobreza del 23% al 14%. “Pero el progreso se entascó después”, escribió Krugman.
Pienso en las críticas santurronas dirigidas a Cuba por su incapacidad para proveer todas las necesidades de sus ciudadanos, mientras que Washington desperdiciaba cientos de millones de dólares en sus guerras contra Vietnam e Irak. Pienso en los miles de millones de dólares invertidos en ridículos sistemas de armamento que no defienden a nadie contra nada; pienso en los pequeños que cantan el himno nacional en una escuela de La Habana y en los niños cubanoamericanos en Miami cuyos padres no han superado el nivel de pobreza. Los anticastristas no tendrán a Fidel para patearlo, pero la era “post-Castro” tiene a Raúl Castro al mando y pocos cambios institucionales ocurrirán en el futuro.
En Miami, he visto la misma cara desencajada del “Grito Silente” de Edward Munch que he visto en La Habana. Una mujer que esperaba el autobús miraba hacia el vacío como si su amante la hubiera abandonado, como si sus hijos hubieran fallecido, y como si ella no supiera cómo continuar. En Miami, vi una expresión similar en la cara de una mujer de edad media que, con cansancio, servía cafecito cubano a través de una ventana. Se quejaba de que le dolían los pies, de que no podía subsistir con un salario de $9 por hora y que su esposo ganaba apenas $12 por hora como guardián de seguridad. “¿Cómo podemos vivir así?” me preguntó --o se preguntó a sí misma.
“¿Piensa regresar?”
Se encogió de hombros. No hay caso. Tal como 1.5 millones de cubanos, decidió emigrar y ahora debe vivir con esa decisión. Algunos están encantados con su decisión, otros la aceptan, otros la lamentan. Todos admiten que Fidel cambió sus vidas.
¿Cómo lo apreciarán ahora los cubanos, ahora que no puede cumplir con sus deberes por causa de su mala salud? Durante casi medio siglo, Castro llevó a Cuba de ser una colonia de EEUU con una economía informal a ser una nación soberana. En 1961, los cubanos derrotaron una invasión en Playa Girón, auspiciada por la CIA, complot que fue seguido por miles de ataques terroristas conducidos por la CIA. En 1962, Cuba superó la Crisis de los Misiles. Al llegar la década de 1970, los cubanos comenzaron a gozar de buena salud y altos niveles de educación --un caso único entre los países del Tercer Mundo.
Cuando Castro entró al hospital en julio del 2006, nada cambió en la vida cotidiana de Cuba. La revolución había cobrado un precio --familias divididas, una ausencia de libertades de procedimiento, y una lucha contra la dura realidad después del colapso de la URSS.
Castro se ha convertido en una figura literaria interesante durante su recuperación. Su voluntad, visión y perseverancia han colocado a Cuba en el escenario de la historia, a pesar de los muchos esfuerzos de Washington para mantener al país subyugado. Por esto, Castro se yergue como David contra Goliat.
El que los cubanos arriesguen sus vidas para irse de la isla en busca de mejores oportunidades en la Florida demuestra de que el socialismo cubano está luchando, pero no ha muerto. Mientras Fidel permanezca vivo, aunque en cama, él usará su ágil mente para mejorar el último experimento en socialismo en la faz del mundo. Sus sucesores saldrán de un conjunto de hombres y mujeres capaces. Raúl, en su séptima década, no durará mucho tiempo. Serán Carlos Lage y la gente de su generación los que asumirán el liderazgo. El gobierno será conducido al estilo de comité.
Fidel fue el padre de la Cuba moderna. Piense usted en los miles de nombres cubanos en las listas de honor por todo el mundo --ciencia, medicina, deportes, arte, cine, literatura y música. Los doctores cubanos han salvado vidas en Pakistán, Vietnam, África, el Oriente Medio y Latinoamérica. Bajo Castro, una nación sin recursos estratégicos cambió la historia en África austral. Entre 1987 y 1988, soldados cubanos en Angola derrotaron las fuerzas sudafricanas del apartheid y forzaron una apertura que permitió a Nelson Mandela convertirse en presidente. Una unidad cubana de tanques batalló en la guerra de 1973 en el Medio Oriente. Los hijos ideológicos de Castro hoy son los presidentes de varios países de América Latina. Otros, más distantes, gobiernan otros países que EEUU una vez controlaron.
Estados Unidos aisló a Cuba en la década de 1960. Hoy, Cuba mantiene relaciones con el resto del hemisferio --con la excepción de EEUU. Castro también cambió a EEUU cuando exportó a sus enemigos a casa de su enemigo peor. A su vez, los cubanoamericanos en la Florida, especialmente durante la elección del 2000, alteraron el destino de Estados Unidos.