De risa se va a morir Fidel
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Ño... la verdad que eso de ser Fidel Castro no es fácil caballero. No importa lo que haga el hombre que lleva más de la mitad de su vida atrincherado en el poder, siempre causa controversia.
Esta vez, aun cuando Fidel en su delicado estado de salud ha obedecido las directrices de la Constitución de la República de Cuba, el despelote ha sido de proporciones inimaginables.
El artículo 94o del documento que rige la actual Cuba claramente reza: “En caso de ausencia, enfermedad o muerte del Presidente del Consejo de Estado lo sustituye en sus funciones el Primer Vicepresidente”.
Es obvio que al Fidel enterarse que tenía que someterse a una operación en la cual pudiese perder su vida decidió –como lo han hecho otros mandatarios en similar circunstancia– traspasar sus poderes durante el periodo en que no pudiese ejercer sus funciones y a su vez informarle a sus compatriotas del hecho.
¡Muchacho pa’ qué fue eso!
La reacción en Miami fue como si ellos hubiesen estado viviendo en Cuba durante los últimos 47 años; no como sus familiares que aún están allí forjando para bien o para mal una nueva patria.
Fidel, quien por más que sean los malos deseos de muchos, especulaciones y declaraciones de otros que lo veneraban, vaticinios de que no regresará al poder y otros que hablan pestes de su ex amigo, todavía está vivo y en proceso de mejoría, pero corre el peligro que tan pronto le muestren el pietaje de aquella noche comience a reirse tan fuerte que le dé un ataque cardiaco.
Los médicos de Fidel sabrán qué hacer para que se reponga su paciente. Sin embargo, deben prohibirle que vea lo que sucedió en la Pequeña Habana. Fidel necesita recobrar sus fuerzas antes de ver cómo aún sin patrocinadores comerciales, la noticia tergiversada –como suele ser en Miami– algunos exiliados formaron el jolgorio en la calle Ocho.
La risa es saludable, pero en el caso de Fidel con que le lean lo que la prematura noticia de su muerte provocó, sería suficiente. Fidel tendrá tiempo para entretenerse con los videos y apreciar el desorden de los que lo tildan a él de bestia mientras ellos actúan como salvajes.
Fidel debe resistir la tentación de reírse de las payasadas en Miami pues, si lo hace, se va a morir.