Fidel es Fidel
Desde los días de la Sierra, el verde olivo ha sido la señal más visible del guerrero sin reposo. Algunas veces, por razones protocolares, vistió la guayabera o el clásico traje oscuro, pero enseguida volvía a la ropa de campaña, la de las charreteras con rombo rojinegro entre laureles, santo y seña del jefe revolucionario.
Así fue hasta el aciago día en que su Proclama nos hizo enmudecer de angustia: alejado por decisión personal de los cargos que detentó hasta entonces por aclamación popular, parecía también haber dejado a un lado al uniforme de tantas batallas duras y gloriosas con cuyos hilos se tejieron momentos culminantes de la historia contemporánea.
Pero Fidel es Fidel. Lo dijo quien lo conoce antes y mejor que cualquiera de nosotros. Fidel sabe cuánto significan el verde olivo y la estrella de Comandante en Jefe para un pueblo que alimentó su resistencia a cuenta de su propia historia.
Tras largos meses de incertidumbre, Fidel reapareció. Volvía soldado de ideas agudas, punzantes, provocativas. Era el mismo, su fusil de mirilla telescópica se había transformado en un arma de alcance universal, la palabra viva, y con ella apuntaba hacia ámbitos que parecían no preocupar a los líderes del primer mundo, en una época en que la vista larga puede marcar la diferencia entre la supervivencia o la extinción de todas las especies vivas.
En su marcha infatigable hacia el horizonte que han de conquistar todos los hombres y mujeres del mundo, se le volvió a ver vital y certero al frente de un ejército aún pequeño para la gigantesca misión que tiene por delante: hacerle la guerra a las guerras.
Así fue hasta el aciago día en que su Proclama nos hizo enmudecer de angustia: alejado por decisión personal de los cargos que detentó hasta entonces por aclamación popular, parecía también haber dejado a un lado al uniforme de tantas batallas duras y gloriosas con cuyos hilos se tejieron momentos culminantes de la historia contemporánea.
Pero Fidel es Fidel. Lo dijo quien lo conoce antes y mejor que cualquiera de nosotros. Fidel sabe cuánto significan el verde olivo y la estrella de Comandante en Jefe para un pueblo que alimentó su resistencia a cuenta de su propia historia.
Tras largos meses de incertidumbre, Fidel reapareció. Volvía soldado de ideas agudas, punzantes, provocativas. Era el mismo, su fusil de mirilla telescópica se había transformado en un arma de alcance universal, la palabra viva, y con ella apuntaba hacia ámbitos que parecían no preocupar a los líderes del primer mundo, en una época en que la vista larga puede marcar la diferencia entre la supervivencia o la extinción de todas las especies vivas.
En su marcha infatigable hacia el horizonte que han de conquistar todos los hombres y mujeres del mundo, se le volvió a ver vital y certero al frente de un ejército aún pequeño para la gigantesca misión que tiene por delante: hacerle la guerra a las guerras.
Quelle:
Cubadebate
12/08/2014