POSICIÓN DEL ESCRITOR EN CUBA II
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No quiero empezar esta breve exposición sin destacar la significación que para los escritores cubanos tiene el hecho de que esta noche se reúnan en esta mesa redonda para discutir sus anhelos como clase, anhelos que en el pasado se han malogrado por una serle de causas que más adelante explicaré brevemente. No es una exageración decir que el escritor cubano ha sido el ciudadano menos considerado por la sociedad y el estado en los años que van desde la fundación de la República. Ser escritor nada ha significado en Cuba. En otros países ya el hecho de escribir –poemas, novelas, críticas de cualquier índole– representa en sí un motivo de honra. En Norteamérica siempre me ha maravillado el prestigio, que raya casi en la veneración, que se le dispensa al hombre de letras? Decir "soy poeta o soy novelista" es motivo de orgullo y le confiere al practicante ciertos derechos y ciertas responsabilidades ante el resto de sus compatriotas. Así hemos visto, con el creciente poderío de la prensa y la radio, al escritor asumir una posición rectora en los destinos políticos y sociales de la sociedad contemporánea. Un hecho que destaca esta importancia es la polémica nacional que en Francia desencadenó la colaboración de ciertos escritores con la dominación nazi y la reprobación política más severa que hombres como Celine1 sufrieron en la post-guerra.
Ya es un lugar común considerar al escritor como un ciudadano más, y no como un ser raro que vive en un mundo desligado de los accidentes de la historia. Así se ha hablado mucho del escritor comprometido y aunque es también un lugar común que en toda época el escritor es un hombre comprometido por el hecho mismo de reflejar en su obra las circunstancias sociales y políticas que le toca vivir, en los últimos tiempos se le ha exigido al escritor una mayor responsabilidad y una intervención más decidida en el quehacer histórico de su patria.
En Cuba el escritor rara vez ha logrado una consideración semejante a la que se le otorga en otros países; ha vivido al margen de la sociedad, escondido en su gabinete haciendo una obra de minoría, dirigida a una minoría. Casi se encuentra en una situación histórica paralela a la de los románticos del siglo pasado quienes se sentían olvidados y despreciados por la burguesía y el estado. Sus lamentaciones, sus diatribas contra el medio ambiente que no los estimula y los ignora tienen un tono romántico un tanto patético. Se podrían analizar otras causas como son la falta de medios para publicar, el hecho triste pero real de la ausencia de un gran público lector entre nosotros, la indiferencia de los críticos y de la prensa hacia sus empeños. También podría citarse la ausencia de una clase cultural poderosa en Cuba que estimule la obra y la presencia de nuestros escritores. O habría que señalar el número potencialmente ínfimo de lectores cubanos por el hecho concreto del enorme porcentaje de analfabetos, pues es de simple cálculo que no puede existir un gran público en un país donde la mayoría no sabe leer. Así si aquí se emprendiese hoy mismo un programa de divulgación cultural semejante al que puso en marcha en México José Vasconcelos2 a raíz de la Revolución Mexicana, nos encontraríamos con que estábamos derrotados antes de comenzar.
Primero hay que enseñar a leer al campesinado que es en Cuba la clase mayoritaria. Esta es una cuestión básica que el Gobierno Revolucionario se propone resolver y sin la cual no es posible sentar las bases para una legítima cultura nacional Y es evidente que si no contamos con un pueblo culto donde cada ciudadano pueda leer –que en sí es un arte– no puede haber una literatura poderosa, ni pueda lograrse ese respeto y autoridad para el escritor cubano que todos añoramos desde hace tanto tiempo. Porque ¿de qué le vale al escritor cubano lanzar a los cuatro vientos sus proclamas de reivindicación como clase si sólo unos cuantos pueden escuchar su voz? ¿Qué hubiese ocurrido en el pasado si todos los libros que se escribieron sobre los males de Cuba, sociales y políticos, hubiesen encontrado un público ilustrado capaz de leerlos y asimilar su mensaje? ¿No habríamos entonces formando una conciencia, un estado de opinión popular, un sentido revolucionario en esas masas que han vivido ignorantes del trágico dilema nacional? ¿No hubiese tenido entonces la palabra escrita esa fuerza de persuasión, ese tremendo poder propagandístico que tiene en otros países más cultos hoy día? ¿No se hubiese dado en Cuba un caso semejante a Las uvas de la ira de John Steinbeck3 que levantó tal ola de indignación en los Estados Unidos ante el desamparo que sufrían ciertos campesinos del Medio Oeste que forzó al mismo gobierno americano a tomar cartas en el asunto?
Pero para no seguir con algunas de las razones que explican la inoperancia del escritor en nuestra sociedad, hay que destacar también la apatía, la ausencia de fe en nuestros mejores hombres. Tras la gran desilusión que siguió a la frustración de la revolución contra Machado, los escritores cubanos en su gran mayoría se empeñaron en hacer literatura simplemente. Y lo curioso es que en estos años –1933 a 1939– se desarrolló un movimiento marxista que subyugó a los mejores escritores del mundo. Las luchas sociales y la reivindicación de los más oprimidos conmovieron la conciencia de toda una clase intelectual en Europa y en los mismos Estados Unidos, que siente el influjo poderoso del ejemplo de la Unión Soviética. Después vendría la desilusión con la fórmula comunista, como en el caso ejemplar de André Gide4, y, más tarde, la guerra fría a dividir los campos intelectuales. Pero en este proceso histórico el escritor cubano, con la rara excepción de nuestros escritores comunistas, no se vio envuelto. Fue el momento feliz para que, a pesar de las insuficiencias del medio y la ausencia de un gran público lector, nuestros escritores se hubiesen puesto a la vanguardia de un movimiento de reivindicación de nuestra soberanía y de nuestro destino nacional. Fue el momento para que el escritor cubano hablase, no ahora, del campesinado oprimido y sin tierras, de nuestra ignorancia cultural, de un analfabetismo que le robaba la posibilidad de una mayor difusión a sus escritos, de los políticos infamantes que compraban su talento o los relegaba al olvido en todos los programas oficiales de Cultura. Pero desgraciadamente fue este momento precisamente en que la mayoría escondió la cabeza en la arena como el avestruz y dejó que las cosas siguieran como en el pasado.
Ahora este escritor cubano se encuentra como nacido otra vez. Ahora vive un momento histórico que nunca soñó. Ahora siente que por primera vez se le llama a contribuir a la causa de la Revolución. Queremos creer que ahora para este escritor cubano existe la posibilidad de compartir la tarea de formar una Cuba nueva, de sembrar la semilla de una cultura auténtica, de forjar una sociedad revolucionaria donde su voz será oída y respetada. Este escritor ya no puede vivir sueños románticos, este escritor debe luchar sin cuartel para que sea una realidad la erradicación del analfabetismo y la implantación de un sistema de enseñanza que haga de cada ciudadano un hombre culto capaz de comprender, cuando los lea, sus poemas y sus novelas .Porque si se frustra esta, la Revolución, el escritor cubano seguirá viviendo en un mundo de tinieblas donde los ojos de sus compatriotas no podrán vislumbrar la escritura que con tanto sacrificio ha trazado sobre los muros que sostenía tanta ignominia y tanto crimen.
Periódico Combate, 26 de abril de 1959, p. 2
Notas
1 Louis Ferdinand Celine (1894-1961). Narrador francés.
2 José Vasconcelos(1881-1959) Escritor y político mexicano.
3 John Steinbeck (1902-1968) Narrador estadounidense.
4 André Gide (1869-1951). Narrador francés.