Carta desde Haití
Datum:
13/12/2011
Quelle:
Granma Internacional
Conservada en su historia a través de los siglos, Jacmel, capital del sudeste haitiano, fundada en 1698, es una ciudad costera ubicada a 90 kilómetros del bullicio y la agitación de Puerto Príncipe. Todavía sobreviven en la urbe, por encima de todos los obstáculos, casas con un diseño similar a nuestra arquitectura colonial. Distintos estilos, antiguos, modernos y rústicos complementan la atmósfera tranquila y fresca de Jacmel. Hay muchas coincidencias e influencias: desde el verano eterno e inclemente hasta la espléndida geografía montañosa y marítima.
Pero llegar a Jacmel por carretera es agotador. Nadie habla en el camino, es como si el silencio pudiera percibir el riesgo de una ruta que, durante casi dos horas, se encorva en más de 300 curvas entre las montañas. Sin embargo, la razón de la llegada está motivada por un encuentro en particular. Un Club de Amigos de Cuba, integrado por una treintena de pobladores de la región, muestra su solidaridad con los cooperantes que allí trabajan y celebra los trece años de la Brigada Médica en Haití.
Creado en el 2005 con la primera graduación de estudiantes haitianos en Cuba, el club tuvo sus antecedentes en un comité de apoyo con los cubanos que vivían en la ciudad y en Cayes Jacmel, donde está emplazado el Hospital de Referencia Comunitario. Sus miembros manifiestan cariño y apoyo a nuestro pueblo, hablan español, conocen nuestra historia e incluso, en sus intervenciones, denuncian el bloqueo económico y el injusto encarcelamiento de los Cinco.
El diálogo fluye, es gratificante saber que nos quieren y nos reconocen. Rhéza Boucard, actual presidenta del club, asevera que siempre apoyará a los cubanos. "Estaremos con los cubanos cuando nos necesiten. Aunque no hablamos el mismo idioma, los sentimos como hermanos y sabemos que es difícil estar lejos de la familia en un país extranjero. Ahora pretendemos erigir un centro para compartir más y atenderlos mejor".
Además, Rhéza confiesa que tiene mucho que agradecer y no es solo porque lleva diez años casada con el cubano Armando González, licenciado en enfermería. "Durante todo este tiempo he conocido a personas magníficas, doctores, enfermeros y a colaboradores que nunca olvidaré. Cada vez que miro las fotos me inundo de recuerdos. Quisiera volver a verlos a todos", comenta emocionada esta mujer de 61 años, también enfermera y que, como muchos haitianos, residió un tiempo en Brooklyn, Estados Unidos.
Mientras relata algunos de los buenos momentos, algo sucede en Rhéza que su voz comienza a entrecortarse, sus palabras se mezclan con el francés, el creole y el español. Intento ayudarle a terminar de hablar, le doy un papel y le pido que escriba lo que quiere decir: "No tengo palabras para agradecer al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz su bravura, su humanismo, su bondad, su grandeza ¡Nadie como él! Gracias de todo corazón".
Pero llegar a Jacmel por carretera es agotador. Nadie habla en el camino, es como si el silencio pudiera percibir el riesgo de una ruta que, durante casi dos horas, se encorva en más de 300 curvas entre las montañas. Sin embargo, la razón de la llegada está motivada por un encuentro en particular. Un Club de Amigos de Cuba, integrado por una treintena de pobladores de la región, muestra su solidaridad con los cooperantes que allí trabajan y celebra los trece años de la Brigada Médica en Haití.
Creado en el 2005 con la primera graduación de estudiantes haitianos en Cuba, el club tuvo sus antecedentes en un comité de apoyo con los cubanos que vivían en la ciudad y en Cayes Jacmel, donde está emplazado el Hospital de Referencia Comunitario. Sus miembros manifiestan cariño y apoyo a nuestro pueblo, hablan español, conocen nuestra historia e incluso, en sus intervenciones, denuncian el bloqueo económico y el injusto encarcelamiento de los Cinco.
El diálogo fluye, es gratificante saber que nos quieren y nos reconocen. Rhéza Boucard, actual presidenta del club, asevera que siempre apoyará a los cubanos. "Estaremos con los cubanos cuando nos necesiten. Aunque no hablamos el mismo idioma, los sentimos como hermanos y sabemos que es difícil estar lejos de la familia en un país extranjero. Ahora pretendemos erigir un centro para compartir más y atenderlos mejor".
Además, Rhéza confiesa que tiene mucho que agradecer y no es solo porque lleva diez años casada con el cubano Armando González, licenciado en enfermería. "Durante todo este tiempo he conocido a personas magníficas, doctores, enfermeros y a colaboradores que nunca olvidaré. Cada vez que miro las fotos me inundo de recuerdos. Quisiera volver a verlos a todos", comenta emocionada esta mujer de 61 años, también enfermera y que, como muchos haitianos, residió un tiempo en Brooklyn, Estados Unidos.
Mientras relata algunos de los buenos momentos, algo sucede en Rhéza que su voz comienza a entrecortarse, sus palabras se mezclan con el francés, el creole y el español. Intento ayudarle a terminar de hablar, le doy un papel y le pido que escriba lo que quiere decir: "No tengo palabras para agradecer al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz su bravura, su humanismo, su bondad, su grandeza ¡Nadie como él! Gracias de todo corazón".