Médicos cubanos en Haití. Sin perder un instante
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Con esa filosofía como brújula se guía la Brigada Médica Cubana (BMC), que da batalla campal sin cuartel por arrrancar cada día una vida de las fauces del cólera.
Y el camagüeyano de Sibanicú, el doctor Ernesto Pérez Álvarez lo tiene bien presente, tras llegar a este Haití adolorido, en donde miles de sus hijos piden a gritos que los sanen y los libren de una mortal epidemia, que ha hecho estragos visibles en su población ya flagelada por grandes fenómenos naturales.
Especialista en Medicina General Integral (MGI), Pérez Álvarez, de hablar pausado, tuvo que hacer mucha gala de su sangre fría, a sus 46 años, para soportar la terrible experiencia del destructor terremoto de hace 11 meses y reaccionar instintivamente para exhortar sin perder tiempo a sus colegas a "ganar la calle a como fuera", afirma al recordar ahora casi sin inmutarse aquella mortal sacudida de más de siete grados en la escala de Richter.
Tras cumplir su primera misión como cooperante del 29 de junio del 2008 al 6 de junio de este año, en condiciones muy adversas, hoy se encuentra nuevamente en la tierra de Jean Jacques Dessalines como parte del primer grupo de la Brigada Henry Reeve, que por decisión del Gobierno y el Partido cubanos llegará a totalizar otros 300 médicos, enfermeras y técnicos de la Salud, para sumarse a las tareas de lucha contra el cólera, que buena parte de la BMC desempeña en toda la geografía haitiana.
UN NUEVO RETO
"Hoy estamos en disposición de continuar al lado de este pueblo que solicita nuestra ayuda. Estaremos el tiempo que sea necesario, mientras nuestras fuerzas, solidaridad, altruismo, humanidad e internacionalismo lo permitan.
"Es difícil. Yo tengo una familia de dos hijos, una hembra, Yaneda, y un varón, Ernesto, dos niños muy disciplinados y estudiosos. Fue muy duro tener que decirles que tenía que volver a Haití, aun en condiciones mucho más difíciles de la que ya vivimos.
"Pero hay una conciencia y algo que nos enorgullece, y es la voluntad de la familia de soportar, enfrentar y asumir la situación, porque están conscientes de que existen personas necesitadas de nuestra ayuda; y nosotros tenemos la capacidad suficiente para poder brindarla.
"No será nada fácil para nadie, ni para la familia, que dejamos atrás, ni para mis amigos, compañeros de trabajo y mis pacientes, que me quieren mucho".
Sobre la actual pandemia, provocada por el vibrión colérico 01, biotipo El Tor, serotipo Ogawa, exactamente el mismo que penetró por Perú en 1991 y que se extendió después a 16 países del hemisferio contagiando a 650 000 personas en seis años, excepto el Caribe y alguna que otra nación de la subregión, el doctor Pérez Álvarez explica:
"Prácticamente la mayor parte de las enfermedades que nosotros vemos en estos países no las tenemos en Cuba, porque están erradicadas, gracias a un sistema de salud fortalecido, preventivo y vigilante. Son enfermedades que conocemos y estudiamos en los libros, pero enfrentarlas es otra cosa. Sin embargo, no se puede bajar la guardia. Esta epidemia del cólera en Haití es una experiencia única que te fortalece espiritual, científicamente y para toda la vida", asegura.
¿Cómo es el pueblo haitiano?
"El pueblo haitiano en todas estas tragedias por las que atraviesa tiene un agradecimiento y un respeto hacia la medicina cubana, incluso ellos en la calle gritan a voces que después de Dios estamos los cubanos, pues somos los que les damos cariño, salud y les hemos podido fortalecer su vida y su esperanza", significa.
DESDE SANTIAGO TAMBIÉN LLEGA LA SOLIDARIDAD
Más al oriente de Cuba, a la también MGI y santiaguera de pura cepa, Sandra Barnett Carrión, del policlínico docente José Martí, tampoco le dio tiempo para desempacar totalmente sus maletas y retornar a Haití con la Henry Reeve, tras haber cumplido también su primera misión de julio del 2008 hasta agosto pasado, en las comunas (municipios) Mont Organisé, de muy difícil acceso y a 900 metros sobre el nivel del mar, y en la Capotillo, a escasos 200 metros de la frontera con la República Dominicana.
Tras su regreso fue ubicada en la comuna de Carrefour, en Puerto Príncipe, en donde se integró de inmediato a una unidad de tratamiento del cólera (UTC).
"Ahora, como cuando el terremoto, daré lo mejor de mis esfuerzos. Recuerdo con mucho cariño a mis pacientes haitianos de Capotillo, en donde tuve que hacer de todo, incluso intervenir en 17 partos, con gestos tan gratificantes como los de aquellas dos parturientas que le pusieron a sus hijas mi nombre y el de mi hijo Carlos Alberto. Así son de agradecidos los haitianos en medio de su terrible pobreza", concluye.
Este primer grupo de 51 miembros de la Brigada Henry Reeve fue distribuido por comunas y subcomunas de los departamentos haitianos del Oeste, el más grande y donde se localiza la capital del país, Nippes, Norte, Artibonite y Noroeste.